¡Dios, con estos dos! ¡Ya amense! jajaja Espero les haya gustado este capitulo. A mi si, porque es la entrada a escenas emocionantes que a mi me gustan. Recuerden seguir comentando, reseñando y dando like.
El corazón de Gala parecía una locomotora, y con cada segundo que pasaba, este amenazaba con salírsele del pecho.Cientos de escenarios pasaban por su cabeza, y en cada uno de ellos no sabía lo que era correcto.No fue hasta que su móvil sonó cuando salió de sus cavilaciones.Se trataba de Julián. La confesión de hace unos minutos la había dejado desarmada. Era un buen hombre. Pero ella… ella no podía corresponder a sus sentimientos.— Julián, yo… — intentó decir, pero apenas contestó, él no la dejó hablar.— Gala, escúchame, no te llamo para otra cosa que no sea sobre mi preocupación por ti. Sé que ahora mismo vas de camino a buscarle, pero la hacienda está a horas en taxi.— Lo sé, pero… tengo que alcanzarse.— Por eso te estoy llamando. Pídele al taxi que te lleve a la dirección que voy a enviarte.— Pero Julián…— Confía en mí, por favor.Gala miró al frente, y al recibir el mensaje con la dirección, respondió:— De acuerdo, confiaré en ti — entonces colgó.El destino sería otro.D
El muchacho le explicó todo desde lo que sabía.Al parecer, y sin saber bajo qué circunstancias, el señor Ramsés había entregado la hacienda a esa mujer, y aunque a todos les había conseguido techo y trabajo, ellos decidieron quedarse para tratar de salvaguardar lo que sabían era todo para Ramsés. Aquella hacienda era su vida.Gala no lo podía creer, pero rápido juntó todo en su cabeza.No, no puede ser cierto. ¿Él… hizo todo esto por… ella?Lágrimas se derramaron sin poder evitarlas.— ¿Dónde está? ¿Dónde está Ramsés?— Eso no lo sé, señora. Pero estoy seguro de que María sí. ¿Quiere que la lleve con ella?El muchacho la llevó a una hacienda vecina que se le hizo bastante familiar. Recordó rápido las fotografías y los recortes del periódico. Era la casa del incendio, solo que remodelada.— ¿Gala? — la voz de María la sacó de sus pensamientos luego de haber estado esperando.Gala alzó la vista.María sintió mucha nostalgia.— Muchacha, creí que… no te volvería a ver — se acercó a ella,
— Date prisa, por favor. Tenemos que llegar — rogó Gala a Julián. La angustia no entraba en su pecho. Era más grande que ella.Dios, es que si a Ramsés le pasaba algo... la sola idea la desarma desde lo más profundo.— Tranquila, llegaremos — le dijo el muchacho, transmitiéndole calma, mientras serpenteaba la ciudad y se saltaba varios semáforos.Al llegar a su destino, Gala fue la primera en bajar. Atravesó las puertas automáticas con el corazón desbocado, cada latido resonando en sus oídos como un tambor. Su respiración era superficial, y las lágrimas nublaban su vista mientras se acercaba al mostrador de recepción.— Ramsés Casablanca, por favor, señorita. ¿Puede darme noticias de él? — preguntó con voz temblorosa a la recepcionista, una joven de semblante amable que la miró con comprensión.La mujer consultó rápidamente en su computadora, pero, antes de dar información, se aseguró de preguntar:— ¿Es usted familiar del paciente?— Soy su esposa — respondió orgullosa, y la joven muj
Los días pasaban como un tormento eterno. La habitación de hospital, impregnada con el tenue olor a desinfectante, se había convertido en el hogar de Gala. Los médicos y enfermeras se maravillaban ante su persistencia; la joven nunca abandonaba el lado de Ramsés. Ni siquiera las súplicas de sus amigos y personas más queridas, habían conseguido alejarla.Desde el primer día, la rutina fue casi la misma. Gala se dedicaba a cuidarlo. Con toallas húmedas, limpiaba con delicadeza su rostro, sus manos, sus brazos. Le leía libros en voz baja, compartiendo fragmentos de historias de amor que les recordaban los momentos felices que habían vivido. A veces, se inclinaba hacia él y cantaba suavemente canciones que solían escuchar juntos, su voz impregnada de amor y nostalgia.Julián, siempre presente, se aseguraba de que Gala no tuviera que preocuparse por las empresas o por ningún asunto externo. Tomaba decisiones, manejaba reuniones, y cuando encontraba tiempo, se acercaba a la habitación para a
Ramsés fue dado de alta del hospital en la tarde de un lunes soleado. Aunque su cuerpo aún estaba débil y necesitaba tiempo para recuperarse por completo, la sensación de salir del hospital junto a Gala lo llenaba de una extraña mezcla de alivio y ansiedad. Gala, siempre atenta, lo ayudó a caminar con cuidado hasta el automóvil que los esperaba. Ella lo trataba con una dulzura y paciencia infinitas, como si cada pequeño gesto fuera un recordatorio de cuánto lo amaba.El apartamento de Ramsés, ubicado en el corazón de la ciudad, era elegante y moderno, pero poco habitado. Al entrar, Gala se puso inmediatamente en acción, arreglando todo para que él estuviera cómodo. Acomodó almohadas en el sofá, preparó agua fresca y organizó su pequeño botiquín con los medicamentos que los médicos le habían recetado. Ramsés la observaba desde su lugar en el sillón, admirado por su dedicación y amor.— No tienes que hacer todo tú sola, Gala — dijo él con voz suave.—No es un esfuerzo, Ramsés — respondió
Días después…Gala no podía contener las lágrimas. El descubrimiento de que sus padres no eran las personas que ella siempre había creído la había destrozado por completo. Había pasado días en silencio, encerrada en sus pensamientos y recuerdos, tratando de encontrar algo, algún momento en el que pudiera haber sospechado. Pero no había nada. Ramsés, al verla tan vulnerable, se había convertido en su apoyo incondicional.Desde el instante en que ella se derrumbó en sus brazos, Ramsés tomó las riendas de todo. Gala lo había cuidado durante semanas después de su pre infarto, pero ahora los papeles se habían invertido. Él no la dejaba hacer nada, asegurándose de que descansara, comiera y se sintiera amada en todo momento. La mimaba de todas las maneras posibles, desde prepararle su desayuno favorito hasta masajearle los pies cuando veía que se sentía cansada.— Ramsés, no tienes que hacer todo esto — le dijo un día, mientras él le cepillaba el cabello con delicadeza.— Claro que sí, mi amo
1 mes después.— ¿Estás bien? Sabes que no tienes que hacer nada de esto — le preguntó Ramsés a su esposa. Era la última audiencia. El juez y su equipo al fin tomarían una decisión en cuanto a las pruebas presentas contra Giulia y Beatriz de Lima, porque sí, a esta última la habían capturado huyendo de país en país.Ahora las dos se enfrentaban a la justicia.Gala asintió ligeramente.— Lo sé, pero… necesito hacer esto. Es la única forma en la que pueda dejar todo atrás.— De acuerdo — le dijo él, entrelazando su mano con la suya —. Terminemos con esto.Entraron a la sala en la que se llevaría la audiencia decisiva. Junto a ellos, había dos guardaespaldas que, desde que la prensa estuvo al tanto de todo, los seguían a sol y a sombra.Para ese punto del juicio, Giulia ya había mostrado su verdadera y más absoluta careta. Ya no buscaba victimizarse, mucho menos llorar y predicarle un amor a Ramsés que no sentía. Ahora ella los miraba con odio y desprecio, como si quisiera saltar sobre el
Más meses pasaron y nada parecía nublar la felicidad del matrimonio Casablanca, y es que desde que las cosas tomaron su curso, nada empañaba aquel amor que cada crecía y crecía más.El embarazo de Gala, aunque no fue del todo saludable y al principio tuvo sus complicaciones, ambos lo supieron sobrellevar, y con la increíble dedicación que daba Ramsés a su amada esposa, ella parecía no necesitar más.— No puedo pasar todo el día en cama, Ramsés. Estoy embarazada, no enferma.Él se ajustaba la hebilla del cinturón cuando escuchó las dulces quejas de su esposa, y se giró con una media sonrisa hacia ella.— Estás a nada de traer a nuestro hijo al mundo, mujer, ¿no puedes mantenerte quieta lo que resta de estos meses?— Quieta es lo último que voy a estar si no me dejas salir de aquí — se quejó, haciendo un pequeño puchero, mientras intentaba salir fuera de la cama con la ayuda de su esposa. Su barriga ya era de siete meses. Ni muy grande, ni muy pequeña. Era el tamaño perfecto —. Los inver