¡Ay con estos dos! ¿Se divorciaran? ¿Que quien ustedes que pase? Gracias por leerse este maraton de fin año. Me le pidieron y aqui lo tienen. Espero muchos comentarios, reseñas y likes por la desvelada jaja. ¡Nos leemos el 2 de enero! Pasen un muy feliz año nuevo junto a su familia, les quiero.
— ¿Qué? No, ¿Por qué? ¿Qué… hace aquí? — preguntó Gala al enterarse de que Ramsés estaba allí, que la había buscado hasta dar con ella.— No lo sé, pero parece que no está dispuesto a irse hasta hablar contigo — le dijo Julián, tomando de pronto sus manos entre las suyas. Gala se sorprendió —. No tienes que hablar con él si no quieres, la decisión es tuya.Gala parpadeó, soltándose delicadamente.— Yo, bueno, es que… — tenía demasiadas cosas en su cabeza y el corazón lastimada.De pronto, antes de que pudiera decir nada más, se escucharon gritos desde el exterior.— ¡Gala! ¡Gala! — alguien llamó con fuerza, y Gala no tardó en reconocer al dueño de aquella voz.Sus ojos se abrieron de asombro al tiempo que se acercaba a la ventana. Entonces lo vio, del otro lado de la gran verja, caminando de un lado a otro.Su pecho vibró.Dios.Sentimientos acumulados.Cuando los dos hicieron contacto visual, a pesar de aquella distancia, Gala sintió que el mundo bajo sus pies se paralizaba.— ¡Gala,
Durante los días siguientes, las cosas entre Gala y Ramsés siguieron su curso.Gala estaba peleando para que se le devolviera todo lo que por derecho le pertenecía, pero no se trataba de un acto de ambición, sino del legado de sus padres, ese que prometió proteger y resguardar después de su muerte.Se suponía que ella tomaría posesión después del tercer mes de su matrimonio, pero, tratándose de un engaño, jamás estuvo al tanto de las empresas o sus números y se encontró con un desastre para que el que no se le preparó nunca.Gracias a su inteligente, siempre fue bastante buena con el ingenio y las cuentas, así que junto a Julián y a su padre, trabajaron largas horas para ponerla al corriente de la situación.— Creo que deberías descansar. Todo esto es abrumador, y en tu estado, no puede ser bueno — le sugirió Julián una noche, ya casi de madrugada.Gala bostezó dulcemente.— Tienes razón — aceptó, suspirando de cansancio —. ¿Qué sabes del paradero de mi tía? ¿Te han dicho algo?El much
Todo estaba en silencio y en penumbras, así que Giulia fue demasiado cuidadosa con cada paso que daba. Se tomó su tiempo para rodear la cama y acomodarse al otro lado de esta. Con paciencia, se metió bajo las sábanas y se ajustó perfectamente al ala de Ramsés.Con una sonrisa vencedora, alzó su mano a la altura de su pecho, pero, antes de que pudiera siquiera tocarlo, la mano de Ramsés la detuvo en el acto, sujetándola fuerte y casi dolorosamente por la muñeca.— ¿Qué diablos crees que haces? — le preguntó en tono ronco.Giulia ahogó un jadeo y abrió los ojos.— Ramsés…— ¿Crees que soy imbécil? O peor aún, ¿Crees que soy el mismo hombre que una vez manipulaste y usaste a tu antojo? Te equivocas grandemente, Giulia — y con gesto despectivo, la soltó y salió fuera de la cama para encender la luz —. ¡Vete de aquí!— ¡Pero Ramsés, yo…!— ¡Tú nada! ¡No tienes pudor! ¿Qué clases de mujer eres? — le preguntó con asco.Pero a ella no le importó, y salió fuera de las sábanas, desnuda.— Soy la
No se atrevió a firmar.Y durante los días siguientes, se sintió exactamente igual. Desconocía si Ramsés había firmado o no, pero lo cierto es que… ella no podía. No podía firmar su divorcio sin sentir que el mundo se le venía encima, pero tampoco podía olvidar y dejar de sentirse traicionada por el hombre que amaba.Estaba tan dividida, tan rota, y solo ese pequeño ser que vivía dentro de ella le daba aliento para continuar.Un viernes por la tarde, tenía programada, al fin, su primera consulta. Las emociones rebosaban sin poder evitarlo.Fue un día de muchos nervios, sobre todo porque en su interior, sabía que lo correcto era avisarle a Ramsés. Era el padre y de su bebé y siempre lo sería. Su buen corazón no le permitiría jamás separarlos, así que, con dedos temblorosos, envió aquel mensaje.Y por lo que fueron minutos, esperó, pegada al móvil, una respuesta.“Estaré allí”Su corazón vibró de sentimientos encontrados.Era la primera vez que lo vería después de casi dos semanas.Cuand
El corazón de Gala parecía una locomotora, y con cada segundo que pasaba, este amenazaba con salírsele del pecho.Cientos de escenarios pasaban por su cabeza, y en cada uno de ellos no sabía lo que era correcto.No fue hasta que su móvil sonó cuando salió de sus cavilaciones.Se trataba de Julián. La confesión de hace unos minutos la había dejado desarmada. Era un buen hombre. Pero ella… ella no podía corresponder a sus sentimientos.— Julián, yo… — intentó decir, pero apenas contestó, él no la dejó hablar.— Gala, escúchame, no te llamo para otra cosa que no sea sobre mi preocupación por ti. Sé que ahora mismo vas de camino a buscarle, pero la hacienda está a horas en taxi.— Lo sé, pero… tengo que alcanzarse.— Por eso te estoy llamando. Pídele al taxi que te lleve a la dirección que voy a enviarte.— Pero Julián…— Confía en mí, por favor.Gala miró al frente, y al recibir el mensaje con la dirección, respondió:— De acuerdo, confiaré en ti — entonces colgó.El destino sería otro.D
El muchacho le explicó todo desde lo que sabía.Al parecer, y sin saber bajo qué circunstancias, el señor Ramsés había entregado la hacienda a esa mujer, y aunque a todos les había conseguido techo y trabajo, ellos decidieron quedarse para tratar de salvaguardar lo que sabían era todo para Ramsés. Aquella hacienda era su vida.Gala no lo podía creer, pero rápido juntó todo en su cabeza.No, no puede ser cierto. ¿Él… hizo todo esto por… ella?Lágrimas se derramaron sin poder evitarlas.— ¿Dónde está? ¿Dónde está Ramsés?— Eso no lo sé, señora. Pero estoy seguro de que María sí. ¿Quiere que la lleve con ella?El muchacho la llevó a una hacienda vecina que se le hizo bastante familiar. Recordó rápido las fotografías y los recortes del periódico. Era la casa del incendio, solo que remodelada.— ¿Gala? — la voz de María la sacó de sus pensamientos luego de haber estado esperando.Gala alzó la vista.María sintió mucha nostalgia.— Muchacha, creí que… no te volvería a ver — se acercó a ella,
— Date prisa, por favor. Tenemos que llegar — rogó Gala a Julián. La angustia no entraba en su pecho. Era más grande que ella.Dios, es que si a Ramsés le pasaba algo... la sola idea la desarma desde lo más profundo.— Tranquila, llegaremos — le dijo el muchacho, transmitiéndole calma, mientras serpenteaba la ciudad y se saltaba varios semáforos.Al llegar a su destino, Gala fue la primera en bajar. Atravesó las puertas automáticas con el corazón desbocado, cada latido resonando en sus oídos como un tambor. Su respiración era superficial, y las lágrimas nublaban su vista mientras se acercaba al mostrador de recepción.— Ramsés Casablanca, por favor, señorita. ¿Puede darme noticias de él? — preguntó con voz temblorosa a la recepcionista, una joven de semblante amable que la miró con comprensión.La mujer consultó rápidamente en su computadora, pero, antes de dar información, se aseguró de preguntar:— ¿Es usted familiar del paciente?— Soy su esposa — respondió orgullosa, y la joven muj
Los días pasaban como un tormento eterno. La habitación de hospital, impregnada con el tenue olor a desinfectante, se había convertido en el hogar de Gala. Los médicos y enfermeras se maravillaban ante su persistencia; la joven nunca abandonaba el lado de Ramsés. Ni siquiera las súplicas de sus amigos y personas más queridas, habían conseguido alejarla.Desde el primer día, la rutina fue casi la misma. Gala se dedicaba a cuidarlo. Con toallas húmedas, limpiaba con delicadeza su rostro, sus manos, sus brazos. Le leía libros en voz baja, compartiendo fragmentos de historias de amor que les recordaban los momentos felices que habían vivido. A veces, se inclinaba hacia él y cantaba suavemente canciones que solían escuchar juntos, su voz impregnada de amor y nostalgia.Julián, siempre presente, se aseguraba de que Gala no tuviera que preocuparse por las empresas o por ningún asunto externo. Tomaba decisiones, manejaba reuniones, y cuando encontraba tiempo, se acercaba a la habitación para a