Capítulo 4: Mi propuesta es... casarnos.

Al día siguiente, Celine despertó debido a la claridad que se filtraba por el enorme ventanal de vidrio. Desorientada, se sentó en la cama, escudriñando todo a su alrededor. Por un instante había olvidado dónde estaba, hasta que un suspiro lleno de alivio escapó de sus labios al recordar por qué se encontraba allí.

Después de llegar a la mansión de aquel hombre cuyo nombre desconocía, la habían conducido a la habitación donde se encontraba. No recordaba muy bien cómo su andrajosa ropa se había cambiado por aquella pijama limpia y cómoda, pero se sentía mucho más ligera con ella. Apenas había quedado a solas en el dormitorio, el cansancio en su cuerpo se hizo presente a los pocos minutos, impidiéndole observar detalladamente la elegante habitación en la que había dormido.

El lugar estaba decorado al estilo clásico, con toques modernos. Las paredes tenían papel tapiz crema con detalles dorados, y el suelo era de parquet de roble. Había una chimenea de mármol blanco con un espejo grande sobre ella. Los muebles eran de madera oscura, incluyendo una mesa, un armario y un escritorio de caoba. Una estantería cerca del ventanal albergaba libros antiguos y adornos como esculturas de mármol y jarrones de porcelana. La iluminación era suave y romántica gracias a las lámparas de araña de cristal.

Era un espacio que combinaba arte, historia y modernidad, y Celine lo encontraba acogedor.

Levantándose de la cama, se dirigió al baño para tomar una ducha fría. Luego de vestirse con un vestido veraniego y zapatillas deportivas, bajó al comedor donde encontró a Enzo tomando su café.

—Buenos días —saludó Celine con una sonrisa tímida.

Al verla, Enzo se quedó mirando a la joven pelirroja. Lucía completamente diferente al día anterior, esta vez mostraba un rostro despejado, sin ningún mechón rebelde fuera de su coleta alta que caía en ondas sobre su espalda. Además, su piel pálida contrastaba con la ropa que llevaba, haciéndola lucir mucho más hermosa a sus ojos.

Enzo parpadeó varias veces y aclaró su garganta antes de responder.

—Buenos días, ¿Señorita...?

—Celine —respondió la joven avergonzada por no haberle dicho su nombre antes.

—Celine —repitió Enzo, encontrando dulce la manera de pronunciarlo—. Toma asiento, el desayuno se enfriará.

Señaló la silla a su lado al ver que la pelirroja permanecía de pie sin hacer amago de sentarse. Celine cruzó el comedor y se sentó en el lugar indicado.

—Gracias —dijo a una de las sirvientas que le había colocado un plato lleno de panqueques frente a ella, y luego ladeó la cabeza mirando a Enzo—. Agradezco mucho lo de anoche, señor. No sabría cómo pagarle por su ayuda...

Él negó y la interrumpió diciéndole que habría hecho lo mismo si se tratara de cualquier otra persona.

—Y descuida, no me debes nada. Puedes quedarte el tiempo que quieras aquí hasta que encuentres un lugar propio, ¿De acuerdo? —sus orbes grises la observaron fijamente, provocando una extraña sensación en la joven Celine.

—Muchas gracias —dijo desviando su mirada a la comida.

—Por cierto, ¿puedo preguntarte algo personal? —inquirió Enzo, dejando la taza de café sobre la mesa.

—Eh, claro —respondió Celine, dedicándole una rápida mirada de soslayo.

—¿Eres mayor de edad? —ella asintió, y un suspiro aliviado brotó de Enzo.

—Recientemente cumplí veinticuatro —contestó Celine.

—Ah, ya. Es bueno saberlo, podría haberme metido en problemas al traerte a casa si fueras menor de edad —explicó Enzo, observándola con seriedad.

—Oh, comprendo —dijo la pelirroja mientras escondía un mechón de su cabello tras su oreja, nerviosa ante la mirada de aquel hombre.

—Aún no sé cómo te llamas... —dijo ella, tímida.

—Enzo Ivanov —respondió el pelinegro rápidamente—. Puedes tutearme, no tengo problemas con ello. No te llevo tantos años, soy más joven de lo que imaginas.

—¿De verdad? —dudó la joven, y él se hizo el ofendido, provocándole una risita a Celine.

—No creía aparentar más de veintiocho, pero al parecer me veo mayor, eh —bromeó con una sonrisa bailando en sus labios.

La pelirroja ocultó su risa tras las palmas de sus manos en un intento de comportarse delante de él.

—No, no es eso. Solo que ayer lucías un poco más... diferente con el traje —señaló, y Enzo miró su ropa. Vestía una camisa blanca y un pantalón de mezclilla negro—. ¿Siempre usas ropa así?

Él negó.

—En realidad, no acostumbro a usar trajes a menos que sea necesario. Me resultan incómodos y sofocantes —confesó y luego decidió cambiar de tema—. Sé que sería un poco apresurado preguntar esto, pero... ¿estás comprometida? Quisiera asegurarme de no haber traído a una chica que ya le pertenezca a alguien más.

Celine comenzó a toser ante aquella pregunta tan inesperada. Él la miró preocupado al notar su rostro de color carmesí, y le ofreció un poco de agua, que la joven bebió en un sorbo.

—No, no estoy comprometida... O al menos no por ahora —contestó en medio de un suspiro—. ¿Por qué lo preguntas?

—Por nada, solo curiosidad —se encogió de hombros, y ella asintió con desinterés—. ¿Por qué has dicho "por ahora"? ¿Pensabas comprometerte?

Su pregunta provocó que la joven se removiera incómoda en la silla. De pronto, la realidad la golpeó, cayendo como un balde de agua fría sobre ella. Había creído que se trataba de un sueño, y por un segundo había olvidado la razón por la que se encontraba allí. Un pensamiento se adueñó de su mente, provocándole ansiedad al solo imaginar lo que haría su padrastro cuando descubriera que no estaba en la cabaña.

—Lo más probable es que sí, no lo sé. La verdad es que no tenía opción... —bajó la mirada a su regazo, un poco cohibida—. Me encuentro en una situación bastante complicada en este preciso instante.

—Vaya, creía ser el único —murmuró Enzo.

—¿También te han obligado a casarte? —indagó la joven, y él la miró sorprendido.

—Sí, eso es exactamente lo que me está ocurriendo. ¿Y a ti también te han obligado? —ella asintió, haciendo un mohín—. Espera, ¿por eso has huido de casa? Pensé que estabas en peligro.

La joven lo miró fijamente, sin haber querido contarle la razón por la que había escapado de su hogar. Pero temía que si no lo hacía, él creería que lo hizo por un simple impulso de rebeldía. Así que terminó diciéndole.

—¿Asumes que no lo hice por una razón válida? —replicó ella con vehemencia—. Mi padrastro se había endeudado con unas personas peligrosas y lo amenazaron de muerte si no conseguía el dinero en dos semanas. Me planteé durante semanas qué hacer. Intenté ayudarle entregándole mis ahorros, pero él decidió malgastar cada centavo en alcohol, aun sabiendo que tenía poco tiempo para pagar al prestamista —las palabras brotaron rápidamente de sus labios, impregnadas de enojo y miedo—. Me debatí en constantes dilemas. Sentía un profundo malestar al solo imaginar que algo malo pudiera ocurrirle a mi padrastro, pero al parecer él no se preocupaba por mí ni un poco, de lo contrario no me habría tratado como un objeto que pudiera ofrecer a otros sin tener en cuenta mis deseos.

Enzo la observó con estupefacción, incapaz de creer lo que estaba escuchando. ¿Cómo alguien podía ser tan cruel?

Enzo solo llevaba un día conociendo a Celine, pero sentía el deber de ayudarla de alguna manera, no solo porque sentía empatía por su situación, sino también porque sabía que sería beneficioso para él. Se tomó un momento para pensar en la situación. Enzo tenía ciertos contactos que podrían ayudarlo a resolver el problema de las deudas del padrastro de Celine. A cambio, ella sería la solución al plan de su padre.

—Tengo una propuesta para ti —habló después de un breve lapso.

—¿Qué es? —lo observó con creciente curiosidad.

—Mi padre no renunciará hasta conseguirme una esposa, pero yo no tengo intenciones de casarme o formar una familia en ningún momento. El compromiso está fuera de mis planes —comenzó a explicar Enzo—. Sin embargo, está dispuesto a hacer lo que sea necesario para proteger su legado. Tu situación no difiere mucho de la mía, si te soy sincero. Ambos estamos atrapados si no encontramos una solución rápidamente.

—¿Y cuál es tu propuesta, entonces? —indagó Celine.

—Mi propuesta es... casarnos —su respuesta provocó una expresión de sorpresa en el rostro de Celine.

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