—Tampoco, yo puedo creerlo —la chica limpió un par de lágrimas, su cuerpo se tensó al escuchar su último comentario, retrocedió un par de pasos y su rostro cambió en el acto. — ¿Acaso no te llamaron de la clínica? —indagó.
William frunció el ceño y ladeó su rostro con extrañeza.
—No, no he recibido ninguna llamada —respondió. — ¿Ocurrió algo? —cuestionó al ver su reacción y la tomó entre sus brazos, sentándola sobre su regazo.
Kate inhaló profundo y mordió su labio inferior.
—La chica sufrió…, un aborto espontáneo —explicó con nerviosismo—, recuerdas que el médico dijo que eso era una posibilidad…, me sentí tan mal al saberlo. —Su voz decreció—, lo lamento tanto. —Inclinó su rostro.
— ¡Oh Dios! —exclamó él con pesar. — ¿Sabes si ella está bien? —cuestionó con tristeza.
—Ya la dieron de alta —contestó.
—Creo que tenemos que ir a visitarla y darle las gracias por haber intentado ayudarnos.
—Hablé con ella esta mañana, me dijo que iban a trasladar a su mamá a Texas, que se iría con ella —Kate intervino con rapidez y encontró la excusa perfecta para evitar esa visita.
— ¿Se le dio lo acordado? —indagó William?
—Sí, hizo mucho por nosotros, es momento de hacerlo por ella. —Recargó su rostro sobre su pecho y ancló uno de sus brazos en su cuello.
—Dime una cosa, ¿qué te hizo cambiar de opinión para embarazarte?, siempre te escuché con mucha firmeza ante la idea de no querer tener hijos. —William indagó con curiosidad.
«Por supuesto que no quiero hijos», gritó en su mente. «¿Acaso no piensas en que me pondré como ballena, insensible», prosiguió con sus pensamientos.
—Kate, ¿me estás escuchando? —indagó Will al verla tan pensativa, colocó una de sus manos sobre su mejilla.
La chica sacudió su rostro.
—Cosas del destino —contestó—, como dicen ningún método anticonceptivo es 100% efectivo. —Se encogió de hombros.
Sus grandes manos, la tomaron por las mejillas y besó su frente.
—Yo cuidaré de ambos. —Colocó sus cálidos dedos sobre su vientre—, me alegra que voy a poder estar cerca y tocarte, para sentir a nuestro hijo. —
—También a mí —Kate mintió. — ¿Me invitas a cenar para celebrar nuestro embarazo? —acercó sus labios a los de él y lo besó con gran pasión.
—Está bien, cancelaré mi última reunión —mencionó.
—Me arreglaré especialmente para ti —mencionó y tomó asiento a su lado para que le sirvieran el desayuno—, gracias, se ve delicioso mi omelette —dijo con demasiada amabilidad a la chica del servicio.
—Por nada, señorita. —Fingió sonreirle aquella muchacha, y se llevó el plato del señor William.
—Te veo a las 6:00 en punto —mencionó él—, espero que no me haga esperar como acostumbra, señora, usted no tiene que hacer mucho para lucir radiante. —Tomó su mano y besó su dorso.
—Contaré las horas. —Agitó su mano y se despidió, para enseguida empujar el plato con desagrado y retirarse a su habitación. — ¿Cuándo será posible que esa mujer cocine algo en verdad rico? —gruñó—. De no ser porque mi marido las aprecia mucho, ya las habría echado a patadas.
***
Al llegar a la salida de la clínica, Camila se puso de pie de la silla de ruedas, dirigió su cristalina mirada hacia la doctora que, iba empujando y tocó su mano.
—Gracias por todo —expresó.
—Cuidate mucho. —Le entregó su bolso, al cual le dio una pequeña palmadita.
Descendió muy despacio cada grada de las escaleras, miró el gorro que llevaba en las manos y su pecho dolió al recordar que se lo había tejido su mamá, lo colocó cubriendo su lacia cabellera castaña y abrazó su bolso.
De pronto el sonido de un claxon la sacó de sus pensamientos, al darse cuenta que aquel hombre no se había ido, nuevamente el nerviosismo la abrumó.
— ¿Qué desea? —preguntó con la respiración entrecortada.
—Decidí esperarte —Jonh dijo, solo para corroborar que el trabajo esté hecho.
La chica le entregó un papel, donde decían las indicaciones posteriores para el cuidado que debía tener, además de la receta médica.
—Perfecto, entonces ya no tenemos nada que tratar, nunca nos hemos visto, ni conoces a la familia Elliot. — ¿Te quedó claro?
Camilla movió la cabeza afirmando.
—Me quedó todo claro —contestó—, no volverán a saber de mí.
—Perfecto —el hombre dijo, encendió el motor de la camioneta que conducía y se alejó con rapidez.
La chica separó los labios en una O, al sentir la forma en que la salpicaron las ruedas del vehículo, al salir con esa velocidad, al estar estacionado sobre un gran charco.
— ¡Desgraciado! —exclamó ella con frustración, sacó un pañuelo desechable para limpiar su rostro. Al exhalar, observó una capa de vaho que salía por sus labios, ante el frío que estaba haciendo, supo que debía darse prisa, ya que la temperatura estaba por descender.
Luego de cuarenta minutos, en los que sus piernas dolieron por el cansancio de haber caminado tanto, llegó a la humilde casa en la que habitaba con su mamá, su pecho se agitó al observar una nota de aviso de desalojo, en el instante su mirada se cristalizó.
Sin mucho ánimo arrancó la hoja de la puerta e ingresó a la soledad de aquella casa, tomó asiento y leyó el papel, sabía que no podía hacer nada, debido a que era verdad lo que decía, no la habían pagado en los últimos meses, ya que todo lo que ella ganaba en el negocio que trabajaba, lo utilizaban para comida y comprar medicamentos para su mamá.
Estaba segura que en donde trabajaba, no le darían ningún aumento, ya que apenas les alcanzaba para sostener el pequeño negocio de pan que tenían, por lo que de inmediato descartó la idea.
— ¿Qué voy a hacer? —se cuestionó con preocupación.
Entonces el fuerte gruñido de su estómago, le hizo recordar lo famélica que se encontraba, se dirigió a la nevera y se llevó las manos con frustración a la cabeza, al verlo vacío, se dirigió a la alacena y resopló con alivio, al encontrar una lata de atún y dos rebanadas de pan de caja, estaba tan agotada por todo lo que había vivido ese día, que lo único que deseaba era dormir.
Habían pasado tres semanas, continuaban los días lluviosos, y con algo de frío, Camila se abrigó lo mejor que pudo, cerrando lo más que pudo sus prendas desgastadas. Después de terminar su turno, se dirigió a ver un cuarto que le ofreció la dueña de la panadería, para mudarse lo antes posible, ya que estaban por desalojarla.Posterior a eso, se dirigió una vez más, caminando a la cita que tenía con la doctora que la asistió, el día que fue a aquella clínica. Llegó de manera puntual, y esperó con paciencia a que la pudiera atender, debido a la gran cantidad de citas que se tenían.—Camila.La voz de la mujer, la sacó de sus pensamientos. Se puso de pie y se acercó a la doctora, quien le sonrió con cariño.— ¿Te sientes mejor? —preguntó en cuánto cerró la puerta.—Sí, muchas gracias, por haber sido tan paciente conmigo.—Desde que te vi, supe que no estabas segura de lo que ibas a hacer —explicó—, soy buena detectando mentiras. —Ladeó los labios sonriente.Camila no pudo evitar correspo
Cinco años después.Camila estaba sentada esperando a que su amiga Lucía Brown, la doctora que le había ayudado cuando más necesitaba, llevara un par de tazas con té.—Me apena, que me estés atendiendo en mi propia casa. —Llevó su mano a la mitad de su rostro.—Para eso estamos las amigas ¿Ya te sientes mejor? —cuestionó Lucía.—Sí, muchas gracias, la inyección que me aplicaste, hizo efecto muy rápido —mencionó aún con un poco de malestar.—No me voy a tardar mucho, para que descanses, me iré cuando te vea un poco mejor. —Se quedó pensativa.—Te lo agradezco mucho. —Camila bebió un poco de té. — ¿Ocurre algo? —cuestionó.—Desde hace tiempo deseaba preguntarte algo, pero no sé si sea apropiado. —Observó a la pequeña Ivy entretenida, viendo la televisión desde la única habitación que tenían.— ¿Qué cosa? —preguntó con extrañeza Camila.— ¿Has considerado la idea de buscar al padre de la pequeña?, creo que es importante que Ivy, tenga con quien contar en caso de emergencia. No has estado
— ¡Ustedes no pueden estar aquí! En ese momento, se escuchó la voz del personal de seguridad, quienes salían del ascensor, señalaron a las niñas y se acercaron a ellas.—Disculpe patrón, se colaron entre el grupo de jóvenes que ingresaron, pero en este momento nos haremos cargo. —Dos empleados las tomaron por el brazo.— ¡No! —Ivy gritó asustada.—No somos delincuentes —Natasha manoteó a los hombres.Los ojos de William se abrieron de par en par, al ver la reacción de la pequeña.—No las toquen —indicó William con voz firme. — ¡Suéltenlas! —ordenó y se puso en cuclillas. — ¿Te encuentras bien? —cuestionó, en ese momento se dio cuenta de la ropa tan sencilla que vestía, y pasó saliva con dificultad, ya que él era todo lo contrario, cada prenda que llevaba puesta era muy, muy costosa.—Sí, estamos bien. —Al tenerlo tan cerca, Ivy cerró unos segundos sus párpados e inhaló el agradable aroma que desprendía él, sintió una sensación muy placentera recorrerla. Era más guapo en persona que,
Al darse cuenta que la joven que acompañaba a Ivy, estaba pálida, Will se acercó al cajón de su escritorio, y tomó una hermosa bombonera, que contenía unas exquisitas trufas de chocolate con rellenos de jaleas de diferentes sabores.— ¿Quieren uno? —preguntó para intentar mitigar lo asustada que se veía la adolescente.—Yo sí —de inmediato expresó Ivy, y se acercó con mucha confianza a él.La observó atento, desenvolver aquella golosina y saborearla, como si no hubiera nada más importante en el mundo que disfrutar de un chocolate, y se emocionó, ya que él hacía exactamente lo mismo cuando los comía.—Nunca en toda mi vida, había comido un chocolate tan bueno como ese —mencionó Ivy con la boca llena—. Tienes que probarlos —solicitó a su amiga y le entregó un puñado de ellos—, guarda algunos en tu bolso para el camino —murmuró en secretó.William presionó sus labios, divertido al escucharla con claridad.— ¿Qué dicen me acompañan a comer? —volvió a preguntar—, les prometo que después de
La joven se llevó las manos a su cabellera, de inmediato una fuerte punzada le llegó a la cabeza, al ver como se alejaba con Ivy en brazos.— ¡No puede quitármela! —gritó y en ese instante lo alcanzó—, ella es mi hija. —De inmediato se interpuso para negarle el paso—. Tendrás que acabar conmigo, antes de que la apartes de mi lado —expusó con los dientes apretados.William bufó.—No te parece suficiente el daño que nos has ocasionado, me has privado de conocerla, de verla crecer —señaló ofuscado.Camila se llevó la mano a la mitad de su rostro y presionó sus párpados con fuerza, como pudo tomó una escoba que había sobre el pasillo, y lo miró con furia.—¿Tan temprano vas a volar? —William ladeó los labios y la miró con seriedad.—Muy gracioso. Si da un paso más. —Lo señaló con su dedo índice—, yo lo… —Presionó el mango con fuerza y lo levantó, intentando sonar amenazante.— ¿Qué estás haciendo mami? —la pequeña Ivy cuestionó, dando un largo bostezo.Ella inhaló profundo y con calma col
Al abrirse la puerta de la cabina del baño, William, distinguió la palidez en el rostro de Camila, además que caminaba sosteniéndose de las paredes, con la frente fruncida.— ¿Aún no se ha ido? —se quedó parada en la puerta.—Ivy está preocupada por ti —indicó—, irme, significaría prácticamente dejarla sola —bufó.—Siempre nos la hemos arreglado así —recalcó.—Si te la pasas escondiéndote, es obvio —reclamó.Ella sonrió sin mucho ánimo.—Nunca me he escondido, sigo viviendo en el mismo barrio, y trabajando en el mismo lugar —indicó con extrañeza, ante su comentario, se estremeció al sentir las manos de él en uno de sus brazos, para ayudarla a continuar.—Acuéstate, aquí —solicitó Ivy. —Señalando el sillón—, te traje una almohada y mi cobija favorita.William no pudo evitar sentir profunda ternura por la niña.—Gracias, mi princesa —la chica se acomodó sobre el sillón y cerró los ojos.Momentos después, Ivy llevó un vaso con agua y unos analgésicos.—La otra vez, dijo Lucía que los vol
William se encontraba sentado en su silla de piel, observando desde lo alto del rascacielo que se encontraba, la panorámica de la ciudad, completamente pensativo, en los documentos que había solicitado a su abogado.Miró su reloj, sabiendo que iba a ser la hora de comer, se puso de pie tomando su saco y una carpeta, y salió de su oficina.—Cancela todas mis citas —indicó a su asistente.La joven frunció el ceño con extrañeza, ya que su jefe no solía hacer eso, jamás.Tomó su vehículo, esta vez conduciéndolo él mismo, justo cuando atravesaba la ciudad, se decidió pasar primero al centro comercial. En dónde realizó algunas compras y luego volvió a seguir su trayectoria.Al llegar al piso donde vivía Ivy sonrió al ver que caminaba con Natasha de la mano del colegio.—No sabía que ibas a venir —Ivy mencionó con una gran sonrisa, que le llegó hasta su mirada.—Deseaba sorprenderte, ¿comemos juntos? —mostró las bolsas que sostenía.—Sí —la niña dio un par de saltos llena de emoción.Sin emb
— ¿Perdió el juicio? —cuestionó ella—. Usted y yo no tenemos nada en común, más que a Ivy. —Negó con la cabeza. — ¿Cree que en algún momento nos podríamos llevar bien? —se burló—, de lo único que me dan ganas es de darle con la escoba.Will presionó los labios para evitar reírse y con discreción desvió su mirada hacia sus sencillas ropas, y a sus desgastados zapatos deportivos, además de la apretada coleta, que llevaba.—Lo único que se me viene a la mente con esa escoba, es verte volando por los suburbios —se mofó divertido.El crujir del estómago de Camila, delató que se encontraba muy hambrienta. Sus mejillas se tornaron color carmín.William ladeó su rostro para apreciar lo bien que lucía con ese ligero rubor.—Te deje una porción de ramen —indicó y volvieron a entrar, entonces ambos se dieron cuenta que Ivy estaba sollozando.— ¿Qué te ocurre? —Camila se acercó a ella, mientras Will, se quedaba parado en el umbral de la puerta.—Ustedes están peleando, y a mí no me gusta que lo