— ¿Acaso lo dudas? —Camila esbozó la más bella de sus sonrisas. — ¡Por supuesto que deseo casarme contigo! —exclamó con alegría—, aunque no necesitamos de un papel para estar juntos. —De un papel no, pero sí, de algo que nos una más allá de las cosas de este mundo —sonrió—, después de todo lo que vivimos, me encantaría tener un vínculo que me ate espiritualmente a ti. —Colocó el fino diamante en oro blanco, con pequeñas incrustaciones alrededor de pequeñas piedras brillosas, coronando con un gran diamante reluciente. Las pupilas de la joven se dilataron al observar aquel símbolo como promesa de que tendrían un futuro pleno, juntos. —Valió la pena esperar por esta propuesta. —Se aferró a su cuello en cuanto se puso de pie—. Te amo William Ellison, desde el día que te conocí, cuando comenzamos con los trámites del vientre subrogado, me pareciste el hombre más apuesto, que jamás había visto en mi vida. William ladeó los labios y la estrechó con fuerza hacia él. —Lamento tanto que mi
Las prendas volaban por toda la habitación en la que William y Camila se encontraban. Los dulces jadeos de su chica se escuchaban como delicadas notas para sus oídos, las cuales, armonizaban de manera excitante el interior, ante las ardientes caricias él le provocaba.No eran necesarias las palabras entre ellos, la gran conexión que habían alcanzado, después de tantas complicaciones, hacían que se entendieran de una forma única, haciendo que el amor que se tenían creciera cada día más. Fuertes chispazos, chisporrotearon como llamaradas ardientes. Camila dejó caer su cuerpo completamente laxo, después de llegar a la cúspide.—Hay una cosa que nos falta por hacer —expresó mirando su sortija.— ¿Qué cosa? —indagó él.—No hemos fijado fecha para la boda. —Ladeó los labios, al tiempo en la que una de sus manos prosiguieron acariciando su magro cuerpo.— ¿Te parece la próxima semana? —cuestionó Will.— ¡Estás loco! —exclamó Cami—, es muy poco tiempo.—No para mí, necesito más tiempo.— ¿En
Lucía se estacionó y descendió del vehículo, cerró la puerta de un fuerte azotón, limpió sus lágrimas, y caminó hacia la entrada de la casa de Camila. Henry estacionó su motocicleta y corrió hacia ella, la sujetó de uno de sus brazos.—Tenemos que hablar —solicitó—, no quiero perderte —manifestó con su pecho agitado.—Tampoco yo, pero no deseo que mi vida dependa de ti. Tener que identificar tu cadáver, porque la obsesión de una venganza, te ganó.Henry inhaló profundo, y cubrió con las manos sus labios.—No me perderás, lo prometo. —Colocó ambas manos sobre su rostro, confía en mí—. Te amo —expresó con voz temblorosa.—También te amo, y me aterra tener que vivir el resto de mi vida sin ti —se aclaró la garganta—, pregúntate a ti mismo qué es lo que buscas ¿justicia o venganza?, porque son palabras muy distintas.Un fuerte pinchazo lo estremeció, todo lo que acababa de descubrir había destapado en él una sed de venganza que no podía contener, sacó su móvil para responder una llamad
Camila se detuvo sobre el umbral de la antigua Catedral de San Patricio, no podía creer que la fecha fijada, había llegado, elevó su mirada hacia los techos extremadamente altos acompañado de arcos apuntalados. Resopló, sin poder creer que la boda sencilla y pequeña que deseaba, se había convertido en un evento de interés social, los medios estaban afuera de la iglesia, deseando llevarse la nota.Tampoco podía creer que William hiciera hasta lo imposible por desposarse justamente ahí, en un lugar lleno de decoraciones lujosas y ornamentadas.Al escuchar la marcha nupcial comenzó a caminar a pasos lentos por la larga alfombra roja, percibiendo como su corazón latía desbocado de la emoción que sentía. Observó un sin fin de personas entre las bancas, todos invitados de su prometido. Esbozó una cálida sonrisa al encontrar en la parte del frente del templo a las personas que eran más importantes para ella: Lucía con Henry, Marc y Tiana, además de Natasha con el pequeño Will.Sus pupilas se
Seis meses después. Frente al espejo de su habitación, Camila acomodaba algunos mechones del peinado semirecogido que se había realizado, luciendo cabellera a la altura de sus hombros, aflojo el trenzado que llevaba en forma de corona y aplicó un poco de spray. Inmediatamente después procedió a colocarse el ceñido vestido en seda chiffon tono azul eléctrico que había elegido, para ese momento tan especial. Desvió su vista hacia la puerta, al ver que William abrió, la forma tan penetrante en que la miraba, le hizo que su piel se estremeciera, no se atrevió a decir nada, disfrutó de aquella caricia que le regaló, sin la necesidad de tocarla. — ¿Qué tal me veo? —cuestionó llena de nerviosismo. — ¿Crees que este sea el vestido correcto para el evento al que vamos? Su esposo estaba a punto de responder, pero ella no se dio cuenta al girar hacia el espejo para mirarse una vez más—. Tengo otras opciones. —Señaló hacia la cama, la cual se encontraba con una gran pila de diferentes opciones.
Dos años después.Miami, Florida.William caminó sosteniendo de la mano a su pequeño Liam, como le decían para no confundirse, hacia la mesa en donde desayunarían, lo sostuvo entre sus firmes brazos y lo colocó en la silla para niños y lo colocó con cuidado ahí.— ¿Quieres un poco de fruta? —indagó mirando a su hijo.El pequeño movió su cabeza y afirmó.— ¡Mamá! —exclamó con emoción al ver que se acercaba Camila hacia ellos, retirándose el hermoso sombrero que llevaba. — ¿Necesitas ayuda? —indagó.—No, lo tengo todo bajo control —explicó—, aguarda con Liam —solicitó acercándose a robarle un tierno beso en los labios. Camila sonrió ante aquella pequeña muestra de afecto que le dio su esposo, haciendo que suspirara al saber que estaba loca de amor por él. Al regresar Guillermo de la barra de alimentos le entregó un vaso con jugo de naranja.Mientras ambos observaban comer al pequeño Liam, de casi tres años de edad, se acercaron a ellos, Mark, Tiana y su pequeña de dos años Ava, la luz
Los Angeles, California.—Vengo a decirle que ya no habrá trato —indicó el hombre enviado por la familia Ellison. En cuanto ingresó a la humilde vivienda, hizo una mueca de desagrado al sentir repugnancia, de la sencillez del lugar.Al escucharlo hablar, Camila se llevó las manos a su pecho, apenas hacía unas cuantas horas, que acababa de llegar del funeral de su madre, la única persona que tenía en el mundo, y no estaba preparada para recibir otra mala noticia. — ¿Qué quiere decir? —cuestionó sin poder comprender.Guardó silencio unos segundos, y colocó en la vieja mesa un sobre que llevaba consigo. No pudo evitar escudriñar con su fría mirada, lo mal que se veía el interior del lugar, los pocos muebles que había estaban muy desgastados, y los muros parecían que en cualquier momento se caerían a pedazos.Se acercó y le entregó un documento que había firmado, unos meses atrás.—Las cosas cambiaron —expuso con seriedad—, ya no van a necesitar de tus servicios, por lo que han decidido
— ¿Hiciste lo que te ordené? —cuestionó Kate, la esposa del millonario William Ellison, poseedor de una gran cadena de centros comerciales, además de restaurantes de renombre e inversionista. Cerró la puerta del estudio para que nadie pudiera escuchar la importante conversación que tenía con el hombre que acaba de llegar a la residencia.—Sí, señorita. Vengo de ver a la muchacha —respondió el hombre.— ¿Le dejaste en claro, que no se puede acercar a nosotros? —indagó con severidad.El hombre ladeó los labios y sonrió de manera siniestra.—Estoy seguro que recibió su mensaje, claro y fuerte.—Me alegra saberlo, ¿Le pagaste por sus honorarios?Aquel sujeto inhaló profundo y sin poder evitarlo, recordó el momento en el que guardó en la caja fuerte la mitad del dinero que la señora Kate envió y solo le dejó cinco mil dólares.—Por supuesto que liquidé sus servicios —manifestó con total tranquilidad. Tomó asiento en la silla de cuero de su novio y sacó su chequera. No era una mujer tonta,