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CAPÍTULO 2. ¡ESTOY EMBARAZADA!

— ¿Hiciste lo que te ordené? —cuestionó Kate, la esposa del millonario William Ellison, poseedor de una gran cadena de centros comerciales, además de restaurantes de renombre e inversionista. Cerró la puerta del estudio para que nadie pudiera escuchar la importante conversación que tenía con el hombre que acaba de llegar a la residencia.

—Sí, señorita. Vengo de ver a la muchacha —respondió el hombre.

— ¿Le dejaste en claro, que no se puede acercar a nosotros? —indagó con severidad.

El hombre ladeó los labios y sonrió de manera siniestra.

—Estoy seguro que recibió su mensaje, claro y fuerte.

—Me alegra saberlo, ¿Le pagaste por sus honorarios?

Aquel sujeto inhaló profundo y sin poder evitarlo, recordó el momento en el que guardó en la caja fuerte la mitad del dinero que la señora Kate envió y solo le dejó cinco mil dólares.

—Por supuesto que liquidé sus servicios —manifestó con total tranquilidad.

 Tomó asiento en la silla de cuero de su novio y sacó su chequera. No era una mujer tonta, sabía perfectamente que necesitaba tener a Jonh, uno de los hombres de confianza de su esposo de su lado.

—Te voy a dar una compensación extra, por tu discreción. —Lo señaló con su fino bolígrafo—, espero que sepas de lado de quien te conviene estar. —Guiñó un ojo.

—Por supuesto que ahora, me queda muy claro a quién tengo que servirle —indicó con seguridad.

—Asegúrate, que el trabajo quede bien terminado, no me conviene dejar cabos sueltos. —Le entregó aquel papel, con unos cuantos ceros, que hicieron que a John, se le secara la boca.

—Así será, señorita —expresó con seguridad, guardó aquel valioso cheque en el bolsillo interior de su traje, hizo una pequeña reverencia con su cabeza y se alejó, en el instante de ahí.

Al salir del despacho se dirigió hacia las escaleras, para subir hacia su habitación, se detuvo al ver que pasaba por ahí, una de las empleadas de servicio.

—Llévame una taza de té —ordenó—, en cuanto el señor esté aquí, hazle saber que lo estoy esperando. —Le dio la espalda y subió, cada una de las gradas, hasta llegar a su habitación.

Tomó el sobre de la prueba que se había realizado y se sentó sobre la cama, llevándose ambas manos a la cabeza.

—Esto no estaba dentro de mis planes —resopló, sintiendo como su barbilla temblaba, instantes después, se retiró el ceñido vestido que la hacía lucir una figura increíble y se miró al espejo, observando atenta su firme vientre—, no quiero perder mi figura —dijo con los dientes apretados—, ni que mis senos queden como gelatinas —bufó. — ¿Cómo es que me vino a pasar esto a mí? —sacudió su cabeza abatida.

***

Unos fuertes golpes se escucharon sobre la puerta de la casa de Camila, la chica abrió los ojos de golpe, sintiendo que su pecho estaba por salir, debido a la manera en que lo hacían, miró el reloj de su viejo móvil y de inmediato imaginó de quien se trataba.

Se había quedado dormida, después de haber llorado hasta el cansancio durante largo tiempo, ante el dolor de la ausencia de su madre. 

—Ya voy —gritó para que dejaran de tocar de esa manera, y con rapidez cogió sus desgastados jeans, una playera y se puso unos tenis. Tomó una sudadera, y corrió con rapidez a asearse. En cuestión de unos minutos, abrió.

—Llevo mucho tiempo esperándote —John gruñó.

Camila evitó mirarlo, tomó su pequeño bolso en donde había guardado el dinero que se le había dado y subió al auto, sintiendo como se mojaba un poco ante la lluvia que había. Durante el camino, ninguno dijo nada,  desvió sus ojos hacia el exterior, fingiendo ver como llovía, intentando no pensar en lo que estaba por venir, inhalaba y exhalaba con lentitud, deseando que la ansiedad que la abrumaba, se disipara.

—Llegamos —el hombre indicó.

Las piernas le temblaron y su corazón comenzó a latir desbocado, intentando ocultar su nerviosismo, sus manos se aferraron a su bolso.

Jonh ingresó a aquella clínica,  caminando por delante de la joven, se dio cuenta de la forma en la que lo miraban las personas que esperaban en la sala de espera, supo que se debía a que era alto, de tez oscura, además de que su piel era del color de un chocolate, y estaba más que robusto, le sobraban peso, ya que su panza colgaba fuera de sus pantaloncillos.

Dirigió su mirada hacia una enfermera que pasaba por ahí.

—La señorita tiene cita a las 9:00 y faltan diez minutos para la hora —indicó con su gruesa voz—, y no me gusta esperar.

—En seguida la atienden —refirió aclarándose la voz la mujer—, tomen asiento. —Señaló hacia la sala de espera y desapareció del lugar.

—Estaré afuera, iré por un café —refirió—, me avisas cuando hayan terminado —ordenó de mala manera.

—No es necesario —Camila respondió con nerviosismo.

—De ninguna manera, tengo órdenes estrictas de acompañarla, hasta que esto haya finalizado.

—Prácticamente ya está terminado —pronunció en un hilo de voz—, cuando me vaya de aquí, ya no habrá nada que me una a esa familia —habló bajito.

El hombre se quedó pensativo unos minutos, no dejaba de llover, quizás sería buena idea dejarla a su suerte.

—Tienes razón, la honorable familia. —Vio hacia los lados para corroborar que nadie los escuchara—, Ellison se disculpa por los inconvenientes, te recuerdo que no puedes hablar sobre nada de esto, o nos volveremos a ver. —Sujetó su barbilla y la fulminó con su mirada.

Inhaló profundo y se congeló al escuchar aquella evidente amenaza.

—No… será necesario, señor, nunca volveremos a vernos.

—Buena chica —expresó John—, me quedaré un rato afuera, por si se ofrece algo —refirió.

—Camila García —una doctora la nombró.

Un fuerte escalofrío la recorrió, la chica giró en su eje y alzó su mano un poco.

—Soy yo —habló con voz temblorosa.

—Ven por aquí —expresó la médico.

Las piernas de Camila temblaron con cada pasó que dio para llegar hacia el consultorio en el que le practicaron la irrupción al embarazo.

***

William, no pudo estremecerse ante el fuerte relámpago que cimbró. Tomó la taza de café que le dejó la empleada del servicio, sacó su móvil, y comenzó a leer los mensajes que tenía, en lo que esperaba a que le sirvieran el desayuno. En cuanto llevaron el plato de fruta, comenzó a desayunar.

—Buenos días —dijo Kate y lo abrazó por la espalda, robándole un beso—. Anoche me quedé esperándote —refirió y tomó un pequeño trozo de manzana del plato de él. De inmediato frunció el ceño con desagrado y corrió hacia el baño, para devolver el estómago.

Él se puso de pie y caminó detrás de ella.

— ¿Todo en orden? —cuestionó esperando a que saliera del tocador. — ¿Necesitas que llame al médico?

—Estoy bien —indicó y volvieron al comedor. 

—Volviendo a tu pregunta, la reunión de anoche se alargó, cuando llegué ya estabas dormida —explicó.

—Necesito decirte algo —Kate inhaló profundo. — ¡Estoy embarazada! —soltó con rapidez.

Dejó de ver su móvil y de inmediato enfocó su azulada mirada hacia ella, captando toda su atención.

— ¿Cómo? —preguntó incrédulo y dejó el tenedor caer sobre el plato.

—Estoy embarazada —repitió y se puso de pie.

William sacudió su rostro y se puso de pie igual que ella, su corazón se agitó con fuerza al escuchar esas palabras, llevaba tiempo deseando tener un hijo, y ella se negaba, por no perder su figura. Eso le aterraba; por eso habían decidido subrogar la maternidad.

— ¡No lo puedo creer! —la estrechó con fuerza y dio varios giros, lleno de emoción. — ¡Un hijo! —gritó con euforia y de pronto aquella emoción se detuvo en seco. — ¡Ahora seremos padres de dos bebés! —exclamó pensando en aquella joven.

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