— ¿Hiciste lo que te ordené? —cuestionó Kate, la esposa del millonario William Ellison, poseedor de una gran cadena de centros comerciales, además de restaurantes de renombre e inversionista. Cerró la puerta del estudio para que nadie pudiera escuchar la importante conversación que tenía con el hombre que acaba de llegar a la residencia.
—Sí, señorita. Vengo de ver a la muchacha —respondió el hombre.
— ¿Le dejaste en claro, que no se puede acercar a nosotros? —indagó con severidad.
El hombre ladeó los labios y sonrió de manera siniestra.
—Estoy seguro que recibió su mensaje, claro y fuerte.
—Me alegra saberlo, ¿Le pagaste por sus honorarios?
Aquel sujeto inhaló profundo y sin poder evitarlo, recordó el momento en el que guardó en la caja fuerte la mitad del dinero que la señora Kate envió y solo le dejó cinco mil dólares.
—Por supuesto que liquidé sus servicios —manifestó con total tranquilidad.
Tomó asiento en la silla de cuero de su novio y sacó su chequera. No era una mujer tonta, sabía perfectamente que necesitaba tener a Jonh, uno de los hombres de confianza de su esposo de su lado.
—Te voy a dar una compensación extra, por tu discreción. —Lo señaló con su fino bolígrafo—, espero que sepas de lado de quien te conviene estar. —Guiñó un ojo.
—Por supuesto que ahora, me queda muy claro a quién tengo que servirle —indicó con seguridad.
—Asegúrate, que el trabajo quede bien terminado, no me conviene dejar cabos sueltos. —Le entregó aquel papel, con unos cuantos ceros, que hicieron que a John, se le secara la boca.
—Así será, señorita —expresó con seguridad, guardó aquel valioso cheque en el bolsillo interior de su traje, hizo una pequeña reverencia con su cabeza y se alejó, en el instante de ahí.
Al salir del despacho se dirigió hacia las escaleras, para subir hacia su habitación, se detuvo al ver que pasaba por ahí, una de las empleadas de servicio.
—Llévame una taza de té —ordenó—, en cuanto el señor esté aquí, hazle saber que lo estoy esperando. —Le dio la espalda y subió, cada una de las gradas, hasta llegar a su habitación.
Tomó el sobre de la prueba que se había realizado y se sentó sobre la cama, llevándose ambas manos a la cabeza.
—Esto no estaba dentro de mis planes —resopló, sintiendo como su barbilla temblaba, instantes después, se retiró el ceñido vestido que la hacía lucir una figura increíble y se miró al espejo, observando atenta su firme vientre—, no quiero perder mi figura —dijo con los dientes apretados—, ni que mis senos queden como gelatinas —bufó. — ¿Cómo es que me vino a pasar esto a mí? —sacudió su cabeza abatida.
***
Unos fuertes golpes se escucharon sobre la puerta de la casa de Camila, la chica abrió los ojos de golpe, sintiendo que su pecho estaba por salir, debido a la manera en que lo hacían, miró el reloj de su viejo móvil y de inmediato imaginó de quien se trataba.
Se había quedado dormida, después de haber llorado hasta el cansancio durante largo tiempo, ante el dolor de la ausencia de su madre.
—Ya voy —gritó para que dejaran de tocar de esa manera, y con rapidez cogió sus desgastados jeans, una playera y se puso unos tenis. Tomó una sudadera, y corrió con rapidez a asearse. En cuestión de unos minutos, abrió.
—Llevo mucho tiempo esperándote —John gruñó.
Camila evitó mirarlo, tomó su pequeño bolso en donde había guardado el dinero que se le había dado y subió al auto, sintiendo como se mojaba un poco ante la lluvia que había. Durante el camino, ninguno dijo nada, desvió sus ojos hacia el exterior, fingiendo ver como llovía, intentando no pensar en lo que estaba por venir, inhalaba y exhalaba con lentitud, deseando que la ansiedad que la abrumaba, se disipara.
—Llegamos —el hombre indicó.
Las piernas le temblaron y su corazón comenzó a latir desbocado, intentando ocultar su nerviosismo, sus manos se aferraron a su bolso.
Jonh ingresó a aquella clínica, caminando por delante de la joven, se dio cuenta de la forma en la que lo miraban las personas que esperaban en la sala de espera, supo que se debía a que era alto, de tez oscura, además de que su piel era del color de un chocolate, y estaba más que robusto, le sobraban peso, ya que su panza colgaba fuera de sus pantaloncillos.
Dirigió su mirada hacia una enfermera que pasaba por ahí.
—La señorita tiene cita a las 9:00 y faltan diez minutos para la hora —indicó con su gruesa voz—, y no me gusta esperar.
—En seguida la atienden —refirió aclarándose la voz la mujer—, tomen asiento. —Señaló hacia la sala de espera y desapareció del lugar.
—Estaré afuera, iré por un café —refirió—, me avisas cuando hayan terminado —ordenó de mala manera.
—No es necesario —Camila respondió con nerviosismo.
—De ninguna manera, tengo órdenes estrictas de acompañarla, hasta que esto haya finalizado.
—Prácticamente ya está terminado —pronunció en un hilo de voz—, cuando me vaya de aquí, ya no habrá nada que me una a esa familia —habló bajito.
El hombre se quedó pensativo unos minutos, no dejaba de llover, quizás sería buena idea dejarla a su suerte.
—Tienes razón, la honorable familia. —Vio hacia los lados para corroborar que nadie los escuchara—, Ellison se disculpa por los inconvenientes, te recuerdo que no puedes hablar sobre nada de esto, o nos volveremos a ver. —Sujetó su barbilla y la fulminó con su mirada.
Inhaló profundo y se congeló al escuchar aquella evidente amenaza.
—No… será necesario, señor, nunca volveremos a vernos.
—Buena chica —expresó John—, me quedaré un rato afuera, por si se ofrece algo —refirió.
—Camila García —una doctora la nombró.
Un fuerte escalofrío la recorrió, la chica giró en su eje y alzó su mano un poco.
—Soy yo —habló con voz temblorosa.
—Ven por aquí —expresó la médico.
Las piernas de Camila temblaron con cada pasó que dio para llegar hacia el consultorio en el que le practicaron la irrupción al embarazo.
***
William, no pudo estremecerse ante el fuerte relámpago que cimbró. Tomó la taza de café que le dejó la empleada del servicio, sacó su móvil, y comenzó a leer los mensajes que tenía, en lo que esperaba a que le sirvieran el desayuno. En cuanto llevaron el plato de fruta, comenzó a desayunar.
—Buenos días —dijo Kate y lo abrazó por la espalda, robándole un beso—. Anoche me quedé esperándote —refirió y tomó un pequeño trozo de manzana del plato de él. De inmediato frunció el ceño con desagrado y corrió hacia el baño, para devolver el estómago.
Él se puso de pie y caminó detrás de ella.
— ¿Todo en orden? —cuestionó esperando a que saliera del tocador. — ¿Necesitas que llame al médico?
—Estoy bien —indicó y volvieron al comedor.
—Volviendo a tu pregunta, la reunión de anoche se alargó, cuando llegué ya estabas dormida —explicó.
—Necesito decirte algo —Kate inhaló profundo. — ¡Estoy embarazada! —soltó con rapidez.
Dejó de ver su móvil y de inmediato enfocó su azulada mirada hacia ella, captando toda su atención.
— ¿Cómo? —preguntó incrédulo y dejó el tenedor caer sobre el plato.
—Estoy embarazada —repitió y se puso de pie.
William sacudió su rostro y se puso de pie igual que ella, su corazón se agitó con fuerza al escuchar esas palabras, llevaba tiempo deseando tener un hijo, y ella se negaba, por no perder su figura. Eso le aterraba; por eso habían decidido subrogar la maternidad.
— ¡No lo puedo creer! —la estrechó con fuerza y dio varios giros, lleno de emoción. — ¡Un hijo! —gritó con euforia y de pronto aquella emoción se detuvo en seco. — ¡Ahora seremos padres de dos bebés! —exclamó pensando en aquella joven.
—Tampoco, yo puedo creerlo —la chica limpió un par de lágrimas, su cuerpo se tensó al escuchar su último comentario, retrocedió un par de pasos y su rostro cambió en el acto. — ¿Acaso no te llamaron de la clínica? —indagó.William frunció el ceño y ladeó su rostro con extrañeza.—No, no he recibido ninguna llamada —respondió. — ¿Ocurrió algo? —cuestionó al ver su reacción y la tomó entre sus brazos, sentándola sobre su regazo.Kate inhaló profundo y mordió su labio inferior.—La chica sufrió…, un aborto espontáneo —explicó con nerviosismo—, recuerdas que el médico dijo que eso era una posibilidad…, me sentí tan mal al saberlo. —Su voz decreció—, lo lamento tanto. —Inclinó su rostro.— ¡Oh Dios! —exclamó él con pesar. — ¿Sabes si ella está bien? —cuestionó con tristeza.—Ya la dieron de alta —contestó.—Creo que tenemos que ir a visitarla y darle las gracias por haber intentado ayudarnos.—Hablé con ella esta mañana, me dijo que iban a trasladar a su mamá a Texas, que se iría con ella
Habían pasado tres semanas, continuaban los días lluviosos, y con algo de frío, Camila se abrigó lo mejor que pudo, cerrando lo más que pudo sus prendas desgastadas. Después de terminar su turno, se dirigió a ver un cuarto que le ofreció la dueña de la panadería, para mudarse lo antes posible, ya que estaban por desalojarla.Posterior a eso, se dirigió una vez más, caminando a la cita que tenía con la doctora que la asistió, el día que fue a aquella clínica. Llegó de manera puntual, y esperó con paciencia a que la pudiera atender, debido a la gran cantidad de citas que se tenían.—Camila.La voz de la mujer, la sacó de sus pensamientos. Se puso de pie y se acercó a la doctora, quien le sonrió con cariño.— ¿Te sientes mejor? —preguntó en cuánto cerró la puerta.—Sí, muchas gracias, por haber sido tan paciente conmigo.—Desde que te vi, supe que no estabas segura de lo que ibas a hacer —explicó—, soy buena detectando mentiras. —Ladeó los labios sonriente.Camila no pudo evitar correspo
Cinco años después.Camila estaba sentada esperando a que su amiga Lucía Brown, la doctora que le había ayudado cuando más necesitaba, llevara un par de tazas con té.—Me apena, que me estés atendiendo en mi propia casa. —Llevó su mano a la mitad de su rostro.—Para eso estamos las amigas ¿Ya te sientes mejor? —cuestionó Lucía.—Sí, muchas gracias, la inyección que me aplicaste, hizo efecto muy rápido —mencionó aún con un poco de malestar.—No me voy a tardar mucho, para que descanses, me iré cuando te vea un poco mejor. —Se quedó pensativa.—Te lo agradezco mucho. —Camila bebió un poco de té. — ¿Ocurre algo? —cuestionó.—Desde hace tiempo deseaba preguntarte algo, pero no sé si sea apropiado. —Observó a la pequeña Ivy entretenida, viendo la televisión desde la única habitación que tenían.— ¿Qué cosa? —preguntó con extrañeza Camila.— ¿Has considerado la idea de buscar al padre de la pequeña?, creo que es importante que Ivy, tenga con quien contar en caso de emergencia. No has estado
— ¡Ustedes no pueden estar aquí! En ese momento, se escuchó la voz del personal de seguridad, quienes salían del ascensor, señalaron a las niñas y se acercaron a ellas.—Disculpe patrón, se colaron entre el grupo de jóvenes que ingresaron, pero en este momento nos haremos cargo. —Dos empleados las tomaron por el brazo.— ¡No! —Ivy gritó asustada.—No somos delincuentes —Natasha manoteó a los hombres.Los ojos de William se abrieron de par en par, al ver la reacción de la pequeña.—No las toquen —indicó William con voz firme. — ¡Suéltenlas! —ordenó y se puso en cuclillas. — ¿Te encuentras bien? —cuestionó, en ese momento se dio cuenta de la ropa tan sencilla que vestía, y pasó saliva con dificultad, ya que él era todo lo contrario, cada prenda que llevaba puesta era muy, muy costosa.—Sí, estamos bien. —Al tenerlo tan cerca, Ivy cerró unos segundos sus párpados e inhaló el agradable aroma que desprendía él, sintió una sensación muy placentera recorrerla. Era más guapo en persona que,
Al darse cuenta que la joven que acompañaba a Ivy, estaba pálida, Will se acercó al cajón de su escritorio, y tomó una hermosa bombonera, que contenía unas exquisitas trufas de chocolate con rellenos de jaleas de diferentes sabores.— ¿Quieren uno? —preguntó para intentar mitigar lo asustada que se veía la adolescente.—Yo sí —de inmediato expresó Ivy, y se acercó con mucha confianza a él.La observó atento, desenvolver aquella golosina y saborearla, como si no hubiera nada más importante en el mundo que disfrutar de un chocolate, y se emocionó, ya que él hacía exactamente lo mismo cuando los comía.—Nunca en toda mi vida, había comido un chocolate tan bueno como ese —mencionó Ivy con la boca llena—. Tienes que probarlos —solicitó a su amiga y le entregó un puñado de ellos—, guarda algunos en tu bolso para el camino —murmuró en secretó.William presionó sus labios, divertido al escucharla con claridad.— ¿Qué dicen me acompañan a comer? —volvió a preguntar—, les prometo que después de
La joven se llevó las manos a su cabellera, de inmediato una fuerte punzada le llegó a la cabeza, al ver como se alejaba con Ivy en brazos.— ¡No puede quitármela! —gritó y en ese instante lo alcanzó—, ella es mi hija. —De inmediato se interpuso para negarle el paso—. Tendrás que acabar conmigo, antes de que la apartes de mi lado —expusó con los dientes apretados.William bufó.—No te parece suficiente el daño que nos has ocasionado, me has privado de conocerla, de verla crecer —señaló ofuscado.Camila se llevó la mano a la mitad de su rostro y presionó sus párpados con fuerza, como pudo tomó una escoba que había sobre el pasillo, y lo miró con furia.—¿Tan temprano vas a volar? —William ladeó los labios y la miró con seriedad.—Muy gracioso. Si da un paso más. —Lo señaló con su dedo índice—, yo lo… —Presionó el mango con fuerza y lo levantó, intentando sonar amenazante.— ¿Qué estás haciendo mami? —la pequeña Ivy cuestionó, dando un largo bostezo.Ella inhaló profundo y con calma col
Al abrirse la puerta de la cabina del baño, William, distinguió la palidez en el rostro de Camila, además que caminaba sosteniéndose de las paredes, con la frente fruncida.— ¿Aún no se ha ido? —se quedó parada en la puerta.—Ivy está preocupada por ti —indicó—, irme, significaría prácticamente dejarla sola —bufó.—Siempre nos la hemos arreglado así —recalcó.—Si te la pasas escondiéndote, es obvio —reclamó.Ella sonrió sin mucho ánimo.—Nunca me he escondido, sigo viviendo en el mismo barrio, y trabajando en el mismo lugar —indicó con extrañeza, ante su comentario, se estremeció al sentir las manos de él en uno de sus brazos, para ayudarla a continuar.—Acuéstate, aquí —solicitó Ivy. —Señalando el sillón—, te traje una almohada y mi cobija favorita.William no pudo evitar sentir profunda ternura por la niña.—Gracias, mi princesa —la chica se acomodó sobre el sillón y cerró los ojos.Momentos después, Ivy llevó un vaso con agua y unos analgésicos.—La otra vez, dijo Lucía que los vol
William se encontraba sentado en su silla de piel, observando desde lo alto del rascacielo que se encontraba, la panorámica de la ciudad, completamente pensativo, en los documentos que había solicitado a su abogado.Miró su reloj, sabiendo que iba a ser la hora de comer, se puso de pie tomando su saco y una carpeta, y salió de su oficina.—Cancela todas mis citas —indicó a su asistente.La joven frunció el ceño con extrañeza, ya que su jefe no solía hacer eso, jamás.Tomó su vehículo, esta vez conduciéndolo él mismo, justo cuando atravesaba la ciudad, se decidió pasar primero al centro comercial. En dónde realizó algunas compras y luego volvió a seguir su trayectoria.Al llegar al piso donde vivía Ivy sonrió al ver que caminaba con Natasha de la mano del colegio.—No sabía que ibas a venir —Ivy mencionó con una gran sonrisa, que le llegó hasta su mirada.—Deseaba sorprenderte, ¿comemos juntos? —mostró las bolsas que sostenía.—Sí —la niña dio un par de saltos llena de emoción.Sin emb