Habían pasado tres semanas, continuaban los días lluviosos, y con algo de frío, Camila se abrigó lo mejor que pudo, cerrando lo más que pudo sus prendas desgastadas. Después de terminar su turno, se dirigió a ver un cuarto que le ofreció la dueña de la panadería, para mudarse lo antes posible, ya que estaban por desalojarla.
Posterior a eso, se dirigió una vez más, caminando a la cita que tenía con la doctora que la asistió, el día que fue a aquella clínica. Llegó de manera puntual, y esperó con paciencia a que la pudiera atender, debido a la gran cantidad de citas que se tenían.
—Camila.
La voz de la mujer, la sacó de sus pensamientos. Se puso de pie y se acercó a la doctora, quien le sonrió con cariño.
— ¿Te sientes mejor? —preguntó en cuánto cerró la puerta.
—Sí, muchas gracias, por haber sido tan paciente conmigo.
—Desde que te vi, supe que no estabas segura de lo que ibas a hacer —explicó—, soy buena detectando mentiras. —Ladeó los labios sonriente.
Camila no pudo evitar corresponder a su sonrisa.
—Gracias por haberme entregado el papel que necesitaba, para comprobar que lo había hecho, con eso, ese hombre dejó de molestarme. —Se recostó sobre la camilla.
—Me alegra, cuando vi que te estaba maltratando, estuve a punto de llamar a la policía ¿Te estás tomando las vitaminas que coloqué en tu bolso? —preguntó.
—Sí, muchas gracias, no habría podido pagarlas —resopló.
—No te preocupes yo te ayudaré con los medicamentos y también a que ingreses a un hospital público, llegada la hora. —Comenzó a monitorear el estado del embrión al hacerle un ultrasonido y capturó una imagen—, este es tu bebé, aún es muy pequeño, pero poco a poco, crecerá sano y fuerte, tienes que alimentarte muy bien y no dejar de tomar las vitaminas.
—Así lo haré. —Camila limpió las lágrimas de su rostro al ver la ecografía. —Se llevó las manos a su vientre y suspiró satisfecha de saber que había hecho lo correcto—. Estaremos bien, lo prometo.
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William descendió de su automóvil y se llevó las manos a su cabeza algo turbado, miró a los ojos a la chica que lo estaba esperando frente a la entrada de un edificio con inquietud, y caminó hacia ella con rapidez.
— ¿Estás segura de lo que dices? —indagó.
La mirada de Tiana, la mejor amiga de William, se llenó de aflicción.
—Por desgracia, sí —respondió con voz fragmentada.
Presionó con fuerza sus puños, sin poder creer aún lo que sucedía. Caminaron por el pasillo, después de que salieron del ascensor, sin decir una sola palabra. Justo cuando se detuvieron en la puerta indicada, Tiana le entregó la llave del lugar.
—Ventaja de ser la hija del dueño, se la robé a mi papá —explicó y presionó con fuerza la mano de él.
William abrió la puerta con lentitud, antes de ingresar, giró hacia su amiga y la detuvo.
—Tengo que hacerlo solo —explicó con voz inestable.
—Lo entiendo —dijo bajito—, te estaré esperando en el estacionamiento.
Cerró la puerta con tranquilidad y comenzó a dar pasos lentos por el lugar, reconoció el bolso de Kate, sobre uno de los sillones, y luego prosiguió observando un camino de ropa que había tirada, sobre las relucientes baldosas, hasta llegar a la entrada de una de las habitaciones.
—El embarazo te ha sentado muy bien.
Escuchó a un hombre decir.
—No mientas.
Reconoció la voz de kate, así como sus candentes jadeos, pidiendo más. Su corazón dolió, al escucharla decir lo mucho que le gustaba y lo deseaba. Con un gran temblor, sus dedos abrieron la manija de la puerta, y entonces lo que vio, le abrió una gran grieta en su pecho.
Se acercó a pasos lentos, intentando jalar aire, para poder explotar.
— ¿Desde cuándo te estás revolcando con ese imbécil? —gritó lleno de rabia.
Kate abrió los ojos de par en par, al escuchar aquella feroz voz, giró para corroborar de quien se trataba, y en el instante se recostó de inmediato, para cubrir su desnudez y tomar una bata.
—No…, es lo que parece —refirió con voz trémula.
William ladeó los labios y se llevó las manos a la cabeza, lleno de impotencia, su mirada se tornó vidriosa.
—Si no es lo que parece, entonces explicame, ¿qué es lo que estás pasando? —cuestionó con ironía.
Después de colocarse la bata, la mujer se puso de pie y se acercó a él.
—Perdóname —suplicó—, esto no significa nada para mí, es, es…, solo una aventura —intentó justificarse.
—Yo jamás te hubiera traicionado —William refirió y salió de la habitación, sintiéndose completamente asqueado, deseando alejarse de inmediato de ahí; sin embargo Kate, fue detrás de él, tomando del suelo sus prendas y comenzó a vestirse.
—Vayamos a casa y hablemos. —Acercó sus dedos a los de él.
William se tensó al sentir el roce de su mano y en el acto la retiró, se aclaró la garganta, para poder hablar.
Eres una cínica, no has respondido a mi cuestión, ¿desde hace cuanto me estás engañando? —fijó su azulada mirada en ella sin poder ocultar el dolor que le ocasionaba hacerle esas preguntas. — ¿Quién es el padre del niño que esperas?, ¡contéstame! —gritó.
—Kate y yo llevamos mucho tiempo juntos —su amante respondió al salir de la habitación.
Ella abrió los ojos de par en par, y su barbilla tembló al escucharlo.
— ¡Callate! —ordenó, y luego se dirigió a su esposo—. Por supuesto que tú —contestó agitada. — ¡Cómo puedes dudar de eso!
—Espero que lo que dices, sea cierto porque, le haré en cuanto nazca, pruebas de ADN, en un lugar que, no sabrás y no habrá forma de que me mientas —rugió con ferocidad.
—Ese niño es mío —el amante de Kate confesó—, no es necesario que sometan a nada a mi hijo.
Elevó con altivez su cabeza, y se giró en su eje.
—Mi abogado se pondrá en contacto contigo, no deseo tener nada que me una a ti. ¡¡¡QUIERO EL DIVORCIO!!! —exclamó—, haré que saquen tus cosas de ‘mi casa’ —mencionó, y a grandes pasos se alejó de ahí.
Después de azotar la puerta, recargó sus manos sobre la pared, percibiendo como su pecho ardía con fuerza, ya que no esperaba una traición de ella, la mujer que más amaba en la vida.
«¿Qué hice para merecer esto?», se cuestionó con voz inestable. — ¿Acaso tengo que ser un hijo de … para que no me vean la cara?
Cinco años después.Camila estaba sentada esperando a que su amiga Lucía Brown, la doctora que le había ayudado cuando más necesitaba, llevara un par de tazas con té.—Me apena, que me estés atendiendo en mi propia casa. —Llevó su mano a la mitad de su rostro.—Para eso estamos las amigas ¿Ya te sientes mejor? —cuestionó Lucía.—Sí, muchas gracias, la inyección que me aplicaste, hizo efecto muy rápido —mencionó aún con un poco de malestar.—No me voy a tardar mucho, para que descanses, me iré cuando te vea un poco mejor. —Se quedó pensativa.—Te lo agradezco mucho. —Camila bebió un poco de té. — ¿Ocurre algo? —cuestionó.—Desde hace tiempo deseaba preguntarte algo, pero no sé si sea apropiado. —Observó a la pequeña Ivy entretenida, viendo la televisión desde la única habitación que tenían.— ¿Qué cosa? —preguntó con extrañeza Camila.— ¿Has considerado la idea de buscar al padre de la pequeña?, creo que es importante que Ivy, tenga con quien contar en caso de emergencia. No has estado
— ¡Ustedes no pueden estar aquí! En ese momento, se escuchó la voz del personal de seguridad, quienes salían del ascensor, señalaron a las niñas y se acercaron a ellas.—Disculpe patrón, se colaron entre el grupo de jóvenes que ingresaron, pero en este momento nos haremos cargo. —Dos empleados las tomaron por el brazo.— ¡No! —Ivy gritó asustada.—No somos delincuentes —Natasha manoteó a los hombres.Los ojos de William se abrieron de par en par, al ver la reacción de la pequeña.—No las toquen —indicó William con voz firme. — ¡Suéltenlas! —ordenó y se puso en cuclillas. — ¿Te encuentras bien? —cuestionó, en ese momento se dio cuenta de la ropa tan sencilla que vestía, y pasó saliva con dificultad, ya que él era todo lo contrario, cada prenda que llevaba puesta era muy, muy costosa.—Sí, estamos bien. —Al tenerlo tan cerca, Ivy cerró unos segundos sus párpados e inhaló el agradable aroma que desprendía él, sintió una sensación muy placentera recorrerla. Era más guapo en persona que,
Al darse cuenta que la joven que acompañaba a Ivy, estaba pálida, Will se acercó al cajón de su escritorio, y tomó una hermosa bombonera, que contenía unas exquisitas trufas de chocolate con rellenos de jaleas de diferentes sabores.— ¿Quieren uno? —preguntó para intentar mitigar lo asustada que se veía la adolescente.—Yo sí —de inmediato expresó Ivy, y se acercó con mucha confianza a él.La observó atento, desenvolver aquella golosina y saborearla, como si no hubiera nada más importante en el mundo que disfrutar de un chocolate, y se emocionó, ya que él hacía exactamente lo mismo cuando los comía.—Nunca en toda mi vida, había comido un chocolate tan bueno como ese —mencionó Ivy con la boca llena—. Tienes que probarlos —solicitó a su amiga y le entregó un puñado de ellos—, guarda algunos en tu bolso para el camino —murmuró en secretó.William presionó sus labios, divertido al escucharla con claridad.— ¿Qué dicen me acompañan a comer? —volvió a preguntar—, les prometo que después de
La joven se llevó las manos a su cabellera, de inmediato una fuerte punzada le llegó a la cabeza, al ver como se alejaba con Ivy en brazos.— ¡No puede quitármela! —gritó y en ese instante lo alcanzó—, ella es mi hija. —De inmediato se interpuso para negarle el paso—. Tendrás que acabar conmigo, antes de que la apartes de mi lado —expusó con los dientes apretados.William bufó.—No te parece suficiente el daño que nos has ocasionado, me has privado de conocerla, de verla crecer —señaló ofuscado.Camila se llevó la mano a la mitad de su rostro y presionó sus párpados con fuerza, como pudo tomó una escoba que había sobre el pasillo, y lo miró con furia.—¿Tan temprano vas a volar? —William ladeó los labios y la miró con seriedad.—Muy gracioso. Si da un paso más. —Lo señaló con su dedo índice—, yo lo… —Presionó el mango con fuerza y lo levantó, intentando sonar amenazante.— ¿Qué estás haciendo mami? —la pequeña Ivy cuestionó, dando un largo bostezo.Ella inhaló profundo y con calma col
Al abrirse la puerta de la cabina del baño, William, distinguió la palidez en el rostro de Camila, además que caminaba sosteniéndose de las paredes, con la frente fruncida.— ¿Aún no se ha ido? —se quedó parada en la puerta.—Ivy está preocupada por ti —indicó—, irme, significaría prácticamente dejarla sola —bufó.—Siempre nos la hemos arreglado así —recalcó.—Si te la pasas escondiéndote, es obvio —reclamó.Ella sonrió sin mucho ánimo.—Nunca me he escondido, sigo viviendo en el mismo barrio, y trabajando en el mismo lugar —indicó con extrañeza, ante su comentario, se estremeció al sentir las manos de él en uno de sus brazos, para ayudarla a continuar.—Acuéstate, aquí —solicitó Ivy. —Señalando el sillón—, te traje una almohada y mi cobija favorita.William no pudo evitar sentir profunda ternura por la niña.—Gracias, mi princesa —la chica se acomodó sobre el sillón y cerró los ojos.Momentos después, Ivy llevó un vaso con agua y unos analgésicos.—La otra vez, dijo Lucía que los vol
William se encontraba sentado en su silla de piel, observando desde lo alto del rascacielo que se encontraba, la panorámica de la ciudad, completamente pensativo, en los documentos que había solicitado a su abogado.Miró su reloj, sabiendo que iba a ser la hora de comer, se puso de pie tomando su saco y una carpeta, y salió de su oficina.—Cancela todas mis citas —indicó a su asistente.La joven frunció el ceño con extrañeza, ya que su jefe no solía hacer eso, jamás.Tomó su vehículo, esta vez conduciéndolo él mismo, justo cuando atravesaba la ciudad, se decidió pasar primero al centro comercial. En dónde realizó algunas compras y luego volvió a seguir su trayectoria.Al llegar al piso donde vivía Ivy sonrió al ver que caminaba con Natasha de la mano del colegio.—No sabía que ibas a venir —Ivy mencionó con una gran sonrisa, que le llegó hasta su mirada.—Deseaba sorprenderte, ¿comemos juntos? —mostró las bolsas que sostenía.—Sí —la niña dio un par de saltos llena de emoción.Sin emb
— ¿Perdió el juicio? —cuestionó ella—. Usted y yo no tenemos nada en común, más que a Ivy. —Negó con la cabeza. — ¿Cree que en algún momento nos podríamos llevar bien? —se burló—, de lo único que me dan ganas es de darle con la escoba.Will presionó los labios para evitar reírse y con discreción desvió su mirada hacia sus sencillas ropas, y a sus desgastados zapatos deportivos, además de la apretada coleta, que llevaba.—Lo único que se me viene a la mente con esa escoba, es verte volando por los suburbios —se mofó divertido.El crujir del estómago de Camila, delató que se encontraba muy hambrienta. Sus mejillas se tornaron color carmín.William ladeó su rostro para apreciar lo bien que lucía con ese ligero rubor.—Te deje una porción de ramen —indicó y volvieron a entrar, entonces ambos se dieron cuenta que Ivy estaba sollozando.— ¿Qué te ocurre? —Camila se acercó a ella, mientras Will, se quedaba parado en el umbral de la puerta.—Ustedes están peleando, y a mí no me gusta que lo
William frunció el ceño con extrañeza, y se quedó pensativo.— ¿Por qué lo dices? —preguntó con curiosidad, deseando escuchar su teoría.Guillermo se aclaró la garganta, sin poder dejar de ver la hermosa mirada color azul de Ivy, a través de su móvil.—Si mal no recuerdo esa muchacha, aceptó rentar su vientre, porque tenía…, un familiar enfermo, ¿qué sabes de eso?Se sentó sobre la comodidad de un hermoso sillón reposet, en el cual se imaginaba por las noches con su hija, leyéndole un cuento.—No había pensado en ello —se sinceró—, no tengo la menor idea de lo que ocurrió con su madre, lo último que recuerdo es que Kate mencionó que la trasladarían a Texas, creo.—Hay mucho por averigüar —Guillemo no quiso decir más, ya que, le surgieron más dudas, ¿Quién podría elegir quedarse con un hijo ajeno y a la vez cuidar de una madre muy enferma, sabiendo los problemas legales que eso le traería? En definitiva, las cosas no encajaban, pero no era a él quien le tocaba descubrir la verdad, sufi