Gracias por acompañarnos en esta historia, debo decirles que tuvo matices distintos, pero enriquecedores para mí. Tengo planeado un capítulo extra o quizás dos para la historia, los cuales subiré a lo largo de la semana, deseo darles gusto a quienes me han preguntado por algunos personajes. Espero que nos acompañen. Saludos con cariño y nuevamente, gracias.
Dos años después.Miami, Florida.William caminó sosteniendo de la mano a su pequeño Liam, como le decían para no confundirse, hacia la mesa en donde desayunarían, lo sostuvo entre sus firmes brazos y lo colocó en la silla para niños y lo colocó con cuidado ahí.— ¿Quieres un poco de fruta? —indagó mirando a su hijo.El pequeño movió su cabeza y afirmó.— ¡Mamá! —exclamó con emoción al ver que se acercaba Camila hacia ellos, retirándose el hermoso sombrero que llevaba. — ¿Necesitas ayuda? —indagó.—No, lo tengo todo bajo control —explicó—, aguarda con Liam —solicitó acercándose a robarle un tierno beso en los labios. Camila sonrió ante aquella pequeña muestra de afecto que le dio su esposo, haciendo que suspirara al saber que estaba loca de amor por él. Al regresar Guillermo de la barra de alimentos le entregó un vaso con jugo de naranja.Mientras ambos observaban comer al pequeño Liam, de casi tres años de edad, se acercaron a ellos, Mark, Tiana y su pequeña de dos años Ava, la luz
Los Angeles, California.—Vengo a decirle que ya no habrá trato —indicó el hombre enviado por la familia Ellison. En cuanto ingresó a la humilde vivienda, hizo una mueca de desagrado al sentir repugnancia, de la sencillez del lugar.Al escucharlo hablar, Camila se llevó las manos a su pecho, apenas hacía unas cuantas horas, que acababa de llegar del funeral de su madre, la única persona que tenía en el mundo, y no estaba preparada para recibir otra mala noticia. — ¿Qué quiere decir? —cuestionó sin poder comprender.Guardó silencio unos segundos, y colocó en la vieja mesa un sobre que llevaba consigo. No pudo evitar escudriñar con su fría mirada, lo mal que se veía el interior del lugar, los pocos muebles que había estaban muy desgastados, y los muros parecían que en cualquier momento se caerían a pedazos.Se acercó y le entregó un documento que había firmado, unos meses atrás.—Las cosas cambiaron —expuso con seriedad—, ya no van a necesitar de tus servicios, por lo que han decidido
— ¿Hiciste lo que te ordené? —cuestionó Kate, la esposa del millonario William Ellison, poseedor de una gran cadena de centros comerciales, además de restaurantes de renombre e inversionista. Cerró la puerta del estudio para que nadie pudiera escuchar la importante conversación que tenía con el hombre que acaba de llegar a la residencia.—Sí, señorita. Vengo de ver a la muchacha —respondió el hombre.— ¿Le dejaste en claro, que no se puede acercar a nosotros? —indagó con severidad.El hombre ladeó los labios y sonrió de manera siniestra.—Estoy seguro que recibió su mensaje, claro y fuerte.—Me alegra saberlo, ¿Le pagaste por sus honorarios?Aquel sujeto inhaló profundo y sin poder evitarlo, recordó el momento en el que guardó en la caja fuerte la mitad del dinero que la señora Kate envió y solo le dejó cinco mil dólares.—Por supuesto que liquidé sus servicios —manifestó con total tranquilidad. Tomó asiento en la silla de cuero de su novio y sacó su chequera. No era una mujer tonta,
—Tampoco, yo puedo creerlo —la chica limpió un par de lágrimas, su cuerpo se tensó al escuchar su último comentario, retrocedió un par de pasos y su rostro cambió en el acto. — ¿Acaso no te llamaron de la clínica? —indagó.William frunció el ceño y ladeó su rostro con extrañeza.—No, no he recibido ninguna llamada —respondió. — ¿Ocurrió algo? —cuestionó al ver su reacción y la tomó entre sus brazos, sentándola sobre su regazo.Kate inhaló profundo y mordió su labio inferior.—La chica sufrió…, un aborto espontáneo —explicó con nerviosismo—, recuerdas que el médico dijo que eso era una posibilidad…, me sentí tan mal al saberlo. —Su voz decreció—, lo lamento tanto. —Inclinó su rostro.— ¡Oh Dios! —exclamó él con pesar. — ¿Sabes si ella está bien? —cuestionó con tristeza.—Ya la dieron de alta —contestó.—Creo que tenemos que ir a visitarla y darle las gracias por haber intentado ayudarnos.—Hablé con ella esta mañana, me dijo que iban a trasladar a su mamá a Texas, que se iría con ella
Habían pasado tres semanas, continuaban los días lluviosos, y con algo de frío, Camila se abrigó lo mejor que pudo, cerrando lo más que pudo sus prendas desgastadas. Después de terminar su turno, se dirigió a ver un cuarto que le ofreció la dueña de la panadería, para mudarse lo antes posible, ya que estaban por desalojarla.Posterior a eso, se dirigió una vez más, caminando a la cita que tenía con la doctora que la asistió, el día que fue a aquella clínica. Llegó de manera puntual, y esperó con paciencia a que la pudiera atender, debido a la gran cantidad de citas que se tenían.—Camila.La voz de la mujer, la sacó de sus pensamientos. Se puso de pie y se acercó a la doctora, quien le sonrió con cariño.— ¿Te sientes mejor? —preguntó en cuánto cerró la puerta.—Sí, muchas gracias, por haber sido tan paciente conmigo.—Desde que te vi, supe que no estabas segura de lo que ibas a hacer —explicó—, soy buena detectando mentiras. —Ladeó los labios sonriente.Camila no pudo evitar correspo
Cinco años después.Camila estaba sentada esperando a que su amiga Lucía Brown, la doctora que le había ayudado cuando más necesitaba, llevara un par de tazas con té.—Me apena, que me estés atendiendo en mi propia casa. —Llevó su mano a la mitad de su rostro.—Para eso estamos las amigas ¿Ya te sientes mejor? —cuestionó Lucía.—Sí, muchas gracias, la inyección que me aplicaste, hizo efecto muy rápido —mencionó aún con un poco de malestar.—No me voy a tardar mucho, para que descanses, me iré cuando te vea un poco mejor. —Se quedó pensativa.—Te lo agradezco mucho. —Camila bebió un poco de té. — ¿Ocurre algo? —cuestionó.—Desde hace tiempo deseaba preguntarte algo, pero no sé si sea apropiado. —Observó a la pequeña Ivy entretenida, viendo la televisión desde la única habitación que tenían.— ¿Qué cosa? —preguntó con extrañeza Camila.— ¿Has considerado la idea de buscar al padre de la pequeña?, creo que es importante que Ivy, tenga con quien contar en caso de emergencia. No has estado
— ¡Ustedes no pueden estar aquí! En ese momento, se escuchó la voz del personal de seguridad, quienes salían del ascensor, señalaron a las niñas y se acercaron a ellas.—Disculpe patrón, se colaron entre el grupo de jóvenes que ingresaron, pero en este momento nos haremos cargo. —Dos empleados las tomaron por el brazo.— ¡No! —Ivy gritó asustada.—No somos delincuentes —Natasha manoteó a los hombres.Los ojos de William se abrieron de par en par, al ver la reacción de la pequeña.—No las toquen —indicó William con voz firme. — ¡Suéltenlas! —ordenó y se puso en cuclillas. — ¿Te encuentras bien? —cuestionó, en ese momento se dio cuenta de la ropa tan sencilla que vestía, y pasó saliva con dificultad, ya que él era todo lo contrario, cada prenda que llevaba puesta era muy, muy costosa.—Sí, estamos bien. —Al tenerlo tan cerca, Ivy cerró unos segundos sus párpados e inhaló el agradable aroma que desprendía él, sintió una sensación muy placentera recorrerla. Era más guapo en persona que,
Al darse cuenta que la joven que acompañaba a Ivy, estaba pálida, Will se acercó al cajón de su escritorio, y tomó una hermosa bombonera, que contenía unas exquisitas trufas de chocolate con rellenos de jaleas de diferentes sabores.— ¿Quieren uno? —preguntó para intentar mitigar lo asustada que se veía la adolescente.—Yo sí —de inmediato expresó Ivy, y se acercó con mucha confianza a él.La observó atento, desenvolver aquella golosina y saborearla, como si no hubiera nada más importante en el mundo que disfrutar de un chocolate, y se emocionó, ya que él hacía exactamente lo mismo cuando los comía.—Nunca en toda mi vida, había comido un chocolate tan bueno como ese —mencionó Ivy con la boca llena—. Tienes que probarlos —solicitó a su amiga y le entregó un puñado de ellos—, guarda algunos en tu bolso para el camino —murmuró en secretó.William presionó sus labios, divertido al escucharla con claridad.— ¿Qué dicen me acompañan a comer? —volvió a preguntar—, les prometo que después de