Al abrirse la puerta de la cabina del baño, William, distinguió la palidez en el rostro de Camila, además que caminaba sosteniéndose de las paredes, con la frente fruncida.— ¿Aún no se ha ido? —se quedó parada en la puerta.—Ivy está preocupada por ti —indicó—, irme, significaría prácticamente dejarla sola —bufó.—Siempre nos la hemos arreglado así —recalcó.—Si te la pasas escondiéndote, es obvio —reclamó.Ella sonrió sin mucho ánimo.—Nunca me he escondido, sigo viviendo en el mismo barrio, y trabajando en el mismo lugar —indicó con extrañeza, ante su comentario, se estremeció al sentir las manos de él en uno de sus brazos, para ayudarla a continuar.—Acuéstate, aquí —solicitó Ivy. —Señalando el sillón—, te traje una almohada y mi cobija favorita.William no pudo evitar sentir profunda ternura por la niña.—Gracias, mi princesa —la chica se acomodó sobre el sillón y cerró los ojos.Momentos después, Ivy llevó un vaso con agua y unos analgésicos.—La otra vez, dijo Lucía que los vol
William se encontraba sentado en su silla de piel, observando desde lo alto del rascacielo que se encontraba, la panorámica de la ciudad, completamente pensativo, en los documentos que había solicitado a su abogado.Miró su reloj, sabiendo que iba a ser la hora de comer, se puso de pie tomando su saco y una carpeta, y salió de su oficina.—Cancela todas mis citas —indicó a su asistente.La joven frunció el ceño con extrañeza, ya que su jefe no solía hacer eso, jamás.Tomó su vehículo, esta vez conduciéndolo él mismo, justo cuando atravesaba la ciudad, se decidió pasar primero al centro comercial. En dónde realizó algunas compras y luego volvió a seguir su trayectoria.Al llegar al piso donde vivía Ivy sonrió al ver que caminaba con Natasha de la mano del colegio.—No sabía que ibas a venir —Ivy mencionó con una gran sonrisa, que le llegó hasta su mirada.—Deseaba sorprenderte, ¿comemos juntos? —mostró las bolsas que sostenía.—Sí —la niña dio un par de saltos llena de emoción.Sin emb
— ¿Perdió el juicio? —cuestionó ella—. Usted y yo no tenemos nada en común, más que a Ivy. —Negó con la cabeza. — ¿Cree que en algún momento nos podríamos llevar bien? —se burló—, de lo único que me dan ganas es de darle con la escoba.Will presionó los labios para evitar reírse y con discreción desvió su mirada hacia sus sencillas ropas, y a sus desgastados zapatos deportivos, además de la apretada coleta, que llevaba.—Lo único que se me viene a la mente con esa escoba, es verte volando por los suburbios —se mofó divertido.El crujir del estómago de Camila, delató que se encontraba muy hambrienta. Sus mejillas se tornaron color carmín.William ladeó su rostro para apreciar lo bien que lucía con ese ligero rubor.—Te deje una porción de ramen —indicó y volvieron a entrar, entonces ambos se dieron cuenta que Ivy estaba sollozando.— ¿Qué te ocurre? —Camila se acercó a ella, mientras Will, se quedaba parado en el umbral de la puerta.—Ustedes están peleando, y a mí no me gusta que lo
William frunció el ceño con extrañeza, y se quedó pensativo.— ¿Por qué lo dices? —preguntó con curiosidad, deseando escuchar su teoría.Guillermo se aclaró la garganta, sin poder dejar de ver la hermosa mirada color azul de Ivy, a través de su móvil.—Si mal no recuerdo esa muchacha, aceptó rentar su vientre, porque tenía…, un familiar enfermo, ¿qué sabes de eso?Se sentó sobre la comodidad de un hermoso sillón reposet, en el cual se imaginaba por las noches con su hija, leyéndole un cuento.—No había pensado en ello —se sinceró—, no tengo la menor idea de lo que ocurrió con su madre, lo último que recuerdo es que Kate mencionó que la trasladarían a Texas, creo.—Hay mucho por averigüar —Guillemo no quiso decir más, ya que, le surgieron más dudas, ¿Quién podría elegir quedarse con un hijo ajeno y a la vez cuidar de una madre muy enferma, sabiendo los problemas legales que eso le traería? En definitiva, las cosas no encajaban, pero no era a él quien le tocaba descubrir la verdad, sufi
El corazón de Camila, palpitó con gran fuerza ante aquella pregunta que le hizo, arrugó la frente y entonces un fuerte golpe de indignación, la recorrió.— ¿Qué yo…, qué? —preguntó con asombro. — ¡¿Cómo se atreve a sugerir que yo le robé a su hija?! Ustedes, los de la clase alta, son de lo peor —gruñó—, basta con que tengan dinero para creer que pueden hacer con los demás, lo que se les da la gana —espetó con molestia.William abrió los ojos de par en par, sorprendido al escuchar la forma en la que le hablaba.—Si no te robaste a mi hija, entonces explícame ¿Cómo demonios es qué estás con ella y yo no? —inquirió sintiendo que su pecho subía y bajaba.—Vaya tal parece que tiene amnesia. —Lo miró con resentimiento—. Fueron ustedes los que llegaron a mi casa para exigirme que me practicara un abortó. —Colocó las manos sobre su vientre—, ni siquiera me dejaron llorar la pérdida de mi mamá, y comenzaron con sus amenazas.Agitó su cabeza negando.—Eso no es posible —refirió sintiendo que su
Ivy saltaba divertida sobre un brincolín, regalo de su papá. Desde la comodidad de una tumbona Camila y William se sentaron a verla, disfrutar de aquel momento.— ¿Vas a venir a brincar conmigo? —Ivy gritó a William.Él sonrió y negó con la cabeza.—No, eso es para niños —mencionó.—Anda, aunque sea un ratito —volvió a gritar la niña—, por favor, te lo pido —solicitó sin dejar de brincar.Ladeó los labios y sonrió, se puso de pie y caminó hacia la pequeña, entonces se retiró su calzado deportivo y se subió al brincolin. Soltó una carcajada cuando saltó y su hija salió volando, por lo que de inmediato la sujetó y se dejó caer con la niña, muerto de la risa.—Es peligroso que estemos juntos aquí.Ivy prosiguió saltando con su papá acostado.—Será mejor que no te muevas, casi salgo disparada al césped —mencionó sin poder dejar de reir.Desde donde los observaba, Camila tampoco pudo evitar reír, hacía tanto que no disfrutaba de un buen momento, que aquel pequeño instante, significó mucho
Elevó sus pozos color miel y se reflejó con su azulada mirada. —No…, no sucede nada —expresó con nerviosismo, percibiendo como su delicioso aroma inundaba sus fosas nasales, y llegaban a lo más profundo de su ser, al estar tan cerca de él—. Vine a prepararle un emparedado a Ivy. —Mostró los platos que sostenía. — ¿Aún no han cenado? —cuestionó sin poder dejar de verla a los ojos. —No, Ivy tomó una ducha en la bañera, sacarla de ahí, fue lo más complicado que he hecho en mi vida —comentó riendo—, se quedó dormida, ya no tarda en despertar —informó. William elevó su rostro y observó a sus empleadas actuar de forma extraña. — ¿Por qué no le prepararon a la señorita Camila la cena? —inquirió con molestia. —A Ivy le encantan los emparedados, preparados por mí —explicó—, detecta cuando no viene de mi. — ¿En serio? —Will cuestionó con curiosidad. —Sí, mi amiga Lucía, se los ha preparado y se da cuenta —narró. —Bueno siendo así, no te entretengo más —manifestó. Al subir ambos las es
Soltó la taza que tenía entre sus dedos y corrió hacia Camila, para intentar evitar que se golpeara al caer al suelo, pero fue inutil, cuando llegó a ella, yacía inconsciente. — ¡Guadalupe! —gritó buscando a la chica de servicio. — ¿Dónde estás? —la llamó, tomando entre sus brazos a Camila y salió con rapidez con ella para recostarla sobre uno de los sillones de la sala. — ¿Qué necesita? —la joven salió del cuarto de servicio, en cuanto escuchó que la llamaba. —Llama al doctor De la Peña y solicita que venga cuanto antes —ordenó. —Enseguida, señor. William desabrochó algunos botones de la blusa de la chica y subió sus pies sobre algunas almohadas, al notar que respiraba, sintió alivio. — ¡¿Qué le pasó a mi mamá?! —Ivy se exaltó, ya que entró a la casa al escuchar los fuertes gritos de su papá. Con rapidez se movilizó hacia Camila, y la tomó de la mano—. Mamita por favor no te mueras —suplicó derramando varias lágrimas. —Tranquila, Ivy —William se acercó a ella, sintiéndose mal a