Elevó sus pozos color miel y se reflejó con su azulada mirada. —No…, no sucede nada —expresó con nerviosismo, percibiendo como su delicioso aroma inundaba sus fosas nasales, y llegaban a lo más profundo de su ser, al estar tan cerca de él—. Vine a prepararle un emparedado a Ivy. —Mostró los platos que sostenía. — ¿Aún no han cenado? —cuestionó sin poder dejar de verla a los ojos. —No, Ivy tomó una ducha en la bañera, sacarla de ahí, fue lo más complicado que he hecho en mi vida —comentó riendo—, se quedó dormida, ya no tarda en despertar —informó. William elevó su rostro y observó a sus empleadas actuar de forma extraña. — ¿Por qué no le prepararon a la señorita Camila la cena? —inquirió con molestia. —A Ivy le encantan los emparedados, preparados por mí —explicó—, detecta cuando no viene de mi. — ¿En serio? —Will cuestionó con curiosidad. —Sí, mi amiga Lucía, se los ha preparado y se da cuenta —narró. —Bueno siendo así, no te entretengo más —manifestó. Al subir ambos las es
Soltó la taza que tenía entre sus dedos y corrió hacia Camila, para intentar evitar que se golpeara al caer al suelo, pero fue inutil, cuando llegó a ella, yacía inconsciente. — ¡Guadalupe! —gritó buscando a la chica de servicio. — ¿Dónde estás? —la llamó, tomando entre sus brazos a Camila y salió con rapidez con ella para recostarla sobre uno de los sillones de la sala. — ¿Qué necesita? —la joven salió del cuarto de servicio, en cuanto escuchó que la llamaba. —Llama al doctor De la Peña y solicita que venga cuanto antes —ordenó. —Enseguida, señor. William desabrochó algunos botones de la blusa de la chica y subió sus pies sobre algunas almohadas, al notar que respiraba, sintió alivio. — ¡¿Qué le pasó a mi mamá?! —Ivy se exaltó, ya que entró a la casa al escuchar los fuertes gritos de su papá. Con rapidez se movilizó hacia Camila, y la tomó de la mano—. Mamita por favor no te mueras —suplicó derramando varias lágrimas. —Tranquila, Ivy —William se acercó a ella, sintiéndose mal a
—Buenos días, dormilón.William, sintió que le descubrían el rostro.—Despierta, tenemos cosas que hacer. —Ivy saltó sobre su estómago, haciendo que diera un alarido.—Necesito dormir más.Entonces me voy a acostar un rato a tu lado. —Haló las cobijas.A continuación, William abrió los ojos de golpe y opuso resistencia con una de sus manos y con la otra, palpó hacia sus piernas, ya que no podía recordar si se acostó con el pijama.—Espera —solicitó.— ¿Qué ocurre? —arrugó su frente y soltó el edredón.—No traigo pijama —explicó—. Girate sobre la pared —indicó y ladeó los labios sonriendo.Ivy se bajó de la cama y se volteó mirando hacia el muro.—No entiendo cómo puedes dormir solo en calzones. —Soltó de golpe.—Bóxer, se llaman bóxer —corrigió—, para mí es algo muy cómodo —mencionó mientras se colocaba un pantalón de pijama.—¿Ya acabaste? —cuestionó con impaciencia—, el suelo está muy frío —indicó.Rodó los ojos y resopló.—Deberías usar pantuflas o sandalias. —Se acercó a ella y la
— ¿A dónde crees que vas? —William se colocó frente a la puerta oponiéndose. —Tengo que salir a buscar un trabajo —informó—, ya han pasado cuatro días, en los que he guardado reposo, tal y como lo ordenó el médico. Considero que ya tengo las fuerzas suficientes para continuar con mi vida —enunció. Él negó con la cabeza. —Hasta que el médico no te dé de alta, no puedes salir de esta casa, Ivy me dejó a tu cuidado y no puedo permitir que algo te suceda. Camila puso los ojos en blanco, sabía que no había forma posible de poder con la corporeidad de aquel hombre que le ganaba en altura y también en músculos. — ¿Cuándo podré ver al médico? —cuestionó—. Me siento apenada de que por mi culpa, no ha ido a trabajar. —Por la tarde te atenderá el especialista, ya tiene los resultados de los estudios que te realizaron—. Ladeó los labios y sonrió—. Puedo perfectamente hacer home office, por mi trabajo no te preocupes. Por lo pronto déjate cuidar —llamó a Lupita—, tráele un té a Camila, por fa
— ¿Y el señor William? —pregunto a Linda, la mujer del servicio. El señor tuvo que salir de emergencia —informó. —Déjame a solas con esta mujer —ordenó—, tenemos muchas cosas que hablar. Camila se puso de pie al tener frente a Kate, sus dedos presionaron con fuerza el respaldo de una de las sillas, intentando disimular el terror que sentía. —Supe de muy buena fuente, que estás viviendo en esta casa, bajo la protección de William. Vaya que saliste más lista de lo que imaginé. —Ladeó los labios y volvió a mirarla de arriba hacia abajo. Camila se paralizó ante la desagradable sorpresa que se llevó, no podía creer que ella estaba ahí, sí hubiera imaginado que eso podría haber sucedido, jamás habría aceptado la invitación del padre de Ivy. —Parece que te comieron la lengua los ratones —se mofó—. Dime ¿qué se siente ser el centro de atención de mi…, ex. —Alzó con altivez el mentón—, supe que se ha dedicado a cuidarte en cuerpo y alma, que te lleva el desayuno a la cama, y que incluso h
Camila fijó sus ojos color miel en los de William, sin comprender qué es lo que tramaba Kate, algo en su interior le decía que no debía confiar en ella. Inhaló lo más profundamente que pudo y elevó su rostro, para no demostrar lo acorralada que se sentía. William se acercó dando pasos firmes y se interpuso entre ambas, distinguió con claridad, la mirada llena de aflicción de Camila, en cambio la de Kate, era la misma llena de frialdad, como siempre. «No sé cómo pude enamorarme de ti», Will dijo en su mente. — ¿Qué es lo que deseas? —cuestionó con dureza. — ¿Cómo te enteraste de la existencia de Ivy? —interrogó. —Deseo que me conozca, que se entere que, yo soy su verdadera madre, que lleva mi sangre. —Su mirada se cristalizó e inclinó su rostro. —No, usted no tiene derecho a estar cerca de mi hija. —Golpeó la mesa con sus puños—, o acaso ya se le olvidó que enviaron a ese hombre, John para obligarme a practicarme un aborto, diciendo que ya no requerían de ese bebé, como si se trat
William la sujetó entre la calidez de sus brazos y la llevó a la cama, se sentó a su lado y la cubrió con una frazada. —Intenta descansar. —Tomó un pañuelo desechable y limpió sus mejillas. —No creo poder hacerlo. —Observó el retrato que había en la mesa de noche, donde estaban Ivy y ella abrazadas—, no puedo dejar de tener miedo —manifestó. — ¿Y si me meten a la cárcel y nunca la vuelvo a ver? Una amarga sensación sobrecogió a William, la sola idea de imaginarla presa lo aterró. —Eso no va a pasar —se lo prometió a él mismo—, estaré pendiente de Kate, no permitiré que se atreva a denunciarte. —Depositó un beso casto sobre su frente. Camila cerró sus ojos y disfrutó por un breve instante, de la calidez y suavidad de sus labios, sintiendo una electrizante sensación, que rodeó todo su cuerpo, sintiendo una agradable sensación. Emitió una pequeña sonrisa, sin nada de ánimo, cerró sus ojos, y se quedó dormida, ante los mimos que William le daba. «¿Qué vamos a hacer?», se preguntó l
—Por…, que parece que le gusta hacerse la graciosa —William caminó a grandes zancadas hacia Kate y la tomó por el brazo—. Acompáñame a mi oficina —ordenó con voz seca y tiró de ella. La mujer abrió los ojos de par en par, ante la reacción de él. — ¿Acaso te volviste loca? —cuestionó con su gruesa voz. —¿No es lo que le iban a decir a la niña?, yo solo le di la pauta —se quejó. —Eres una completa desconocida, ¿qué es lo que buscas?, ¿causarle daño? —indagó. — ¿No se supone que te importa mucho? Kate presionó los labios con fuerza, para contener el temblor que sintió, ante sus cuestiones. —Deseo acercarme a ella, estoy impaciente —expresó con ansiedad. —Pues…, esta no es la forma —William presionó su mandíbula—, a la única mujer que ha conocido como su madre, es a Camila, y por el momento tiene que seguir así —ordenó. Kate no pudo evitar hacer un mohín, en señal de disgusto. —Después de todo lo que nos hizo, ¿vas a permitir que se siga saliendo con la suya? —interrogó ella. Wil