Valentino después de haber enterrado el amor de su vida, no dejaba de sentirse culpable, por no haber confiado en ella. Debió dudar de su declaración, pues ella no era capaz de semejante crimen, sin embargo, la trató con crueldad, prefirió ponerse de parte de sus propios hermanos, pues nunca los creyó capaces de conspirar contra su felicidad.
Supo desde el mismo momento cuando la vio por primera vez, que sería importante en su vida y nunca amaría a ninguna mujer como a ella, sin embargo, cuando la creyó una arpía y la asesina de su hermano, sus acciones alimentaron su odio. Ahora, el remordimiento lo estaba hundiendo de forma irremediable en un estado de angustia, por haber cometido semejante error, ni siquiera tenía ganas de vivir, nada tenía sentido, la había perdido a ella y a su beba, lo peor eran las palabras que pronunció en su contra, prefería no tener un hijo a tenerlo con ella, siempre supo que debía controlar lo que salía de su boca, pero ahora lo entendía perfectamente, la vida se encargó de tomar al pie de la letra las necedades que pronunciaba su lengua, las palabras hieren y mucho, hacen daño a quien las propina y a quien van dirigidas.
Valentino, daría todo lo que poseía, por una nueva oportunidad con su Rena, tener a su beba entre sus brazos, ver su rostro ¿A quién se hubiese parecido? Seguro hubiese sido tan linda como su madre, sus ojos, sus labios ¿Y su carácter, de quien lo hubiese heredado?
—¡Mi Rena! Cómo me hubiese gustado, verte con tu prominente vientre, tocarte y sentir como mi niña se movía dentro de ti —pronunció en voz alta en un tono lastimero.
¿Cómo se sentiría? Debió haber sido horrible como la martirizaron, golpearon su cabeza en la pared destrozándola, seguro sintió miedo, como pudieron ser tan cruel de acuchillarla estando embarazada, eso era un crimen horrendo, no se explicaba como una persona podía actuar con tanta saña para hacerle daño a otra. Él no se perdonaría haber propiciado su traslado, para que la llevaran a esa cárcel junto con esas asesinas.
Se mudó a una zona montañosa superior a dos mil metros, cercana a una localidad situada en el estado Portuguesa llamado Biscucuy, pueblo muy pintoresco, con sus hermosas casas de colores y limpias calles, dedicado al turismo y a la agricultura, que se desarrolla en los alrededores montañosos de la ciudad, ubicado en un valle formado por tres ríos Chabasquén, Saguáz y Biscucuisito, con un clima fresco comprendido entre los diez y veintiocho grados, anclado al piedemonte andino, específicamente en la Sierra de Portuguesa de la cordillera de Mérida, en la zona alta del noroeste del Estado Portuguesa.
Compró una casa en la ladera de la montaña, que colindaba con una cabaña que estaba deshabitada. Allí se internó, solo bajaba al pueblo cada quince o veinte días para comprar insumos, en una de las habitaciones, colocó la ropa de Macarena, una cartelera de corcho con sus fotografías, mandó a pintar varios cuadros de ella y hasta un mural donde aparecía sonriente camino al Cotopaxi. Tenía fotos de ella por toda la casa, diariamente salía y recorría la montaña en busca de flores, las colocaba en frente de sus fotografías.
Hablaba con ella como si viviera, era tal su obsesión y sufrimiento por ella, que rayaba en la locura. Había perdido peso, su barba había crecido, lloraba todos los días por su ausencia. Se mantenía alejado del mundo exterior, habían pasado cuatro meses desde el trágico momento y tres desde que lo había dejado todo.
Cuando estaba almorzando, sintió tocaban la puerta, se paró furioso de la mesa, ¿Quién se atrevía a perturbarle su dolor? Al abrir la puerta se sorprendió sobremanera, allí frente a él estaba Matías, el hermano de Macarena y no estaba solo cargaba un pequeño bultito en sus brazos.
Ambos se miraron sorprendidos, él primero en hablar fue Matías.
—¿Puedo pasar?
—Claro, pasa —le dijo permitiéndole el acceso.
Cuando Matías entró, abrió su boca en gesto de asombro. Las paredes tenían cuadros de su hermana por doquier, había fotografías de ella en las repisas, vio a Valentino y le dio lástima debió haber sido duro para él perder la mujer que amaba, si él sufría por Perla, que su padre se la había llevado al mes y medio de haberla sacado de la casa y aun cuando sabía estaba viva era grande su desespero, ¿Cómo se sentiría él que nunca más la volvería a ver? Aunque ahora había una copia de Rena, eso lo animaría, el hombre estaba muy desmejorado, delgado, barbudo, con ojeras y una mirada vacía.
—Hay algo de lo cual debemos hablar —pronunció Matías de golpe—. Te traigo a la bebé de Rena y tuya.
Sus ojos se iluminaron por un momento, pero luego se pagaron volviendo la tristeza.
—Eso no puede ser verdad, el inspector Oropeza, dijo que la beba había muerto con su madre —manifestó en tono quedo.
—En ese momento no dijo la verdad, los hechos sucedieron de otra manera, cuando a Macarena la golpearon y apuñalaron, al momento de trasladarla al centro médico, seguía con vida, le hicieron una cesárea de emergencia y pudieron sacar a la niña, apenas le extrajeron a la beba, ella murió, la niña estuvo seis semanas en incubadora. Eso lo supimos cinco semanas después del entierro, tú te habías venido, al principio no quería entregártela, pensaba que esta bebé era como si Macarena tuviera una nueva vida.
» Después reflexioné, me di cuenta de que eres el padre, y tienes derecho de estar con ella, la beba se merece estar por lo menos con uno de sus progenitores. Te busqué, pero no pude encontrarte, hasta fui a casa de tu padre con la niña, le conté que era tu hija y las razones por las cuales te buscaba. Él se emocionó al verla, dijo que nunca había sido tan feliz de ver a su nieta, la primera damita nacida en los Pagliuca.
» Fue él quien me dio tu dirección hace como tres semanas, pero la niña se enfermó y no fue posible venir en ese momento.
Estiró los brazos dándole la niña a Valentino, quien se quedó pasmado, no sabía que pensar, ni hacer, sin embargo, la tomó con sumo cuidado, al cargarla, la beba abrió sus grandes ojos marrones, él emitió una exclamación, al observarla, eran exactos a los de Rena, no pudo evitar las lágrimas correr por sus ojos, y comenzó a abrazarla, mientras sonoros sollozos salían de su garganta.
Matías lo observó, se conmovió, al principio había tenido sus dudas, pero luego de pensarlo, concluyó que no tenía derecho a separarlo de su hija, él no era un mal hombre, había tratado mal a Macarena, pensando ella era responsable de la muerte de su hermano, eso se justificaba. Además no podía criar a su sobrina con odio hacia su padre, ya el rencor y la venganza habían causado muchos sufrimientos en ambas familias, no podía sentenciar a su sobrina a sufrir como lo hizo su hermana. Además Valentino cuidaría bien de Meliena, así se llamaba la chiquilla, Macarena le colocó el nombre de su hija, lo había escrito en la libreta, donde plasmaba todos sus sentimientos.
—Gracias, Matías por traerla. Es lo más hermoso que he visto en mi vida—expresó con admiración Valentino.
—Se parece a las Mendoza, es igual a su madre, se llama Meliena. Aunque no la hemos registrado. Te la traje para que seas tú quien lo haga.
—Gracias, no sabes lo que significa para mí tener a esta hermosa beba, a un pedacito de la mujer amada. La protegeré, le daré todo mi amor, viviré para cuidarla, mi niña será feliz, le hablaré de su madre, crecerá amando, sin rencor, le enseñaré a perdonar y a no juzgar a priori, no quiero que cometa los errores de sus padres.
» Ella será la luz para alumbrar mi camino, el faro que me guíe hacia puerto seguro, me mostrará una nueva esperanza, otra oportunidad, y se llamara Meliena Melissa Pagliuca Mendoza, como ella, como mi Rena, la mujer de mi vida, ella siempre vivirá y reinará en mi corazón, porque a mi amada nadie jamás la reemplazará, nunca la olvidaré —concluyó Valentino sin detener las gruesas lágrimas rodando por su rostro.
—Espero la cuides todos los días de tu vida. Háblale de sus tíos, enséñale a amarnos. También, espero la dejes que nos visite, es el único vínculo con mi hermana, su último acto de amor, luchó hasta el último momento para permitir naciera su niña. Valentino mi hermana siempre te amo, aunque no supo manejar toda la situación presentada, y yo también influí para que tomáramos decisiones equivocadas —lágrimas brotaron de sus ojos, la voz se le quebró, sin embargo, siguió hablando—. Acá te dejo su libreta, la leí y lloré, es una especie de diario, estaba arrepentida de haber participado en el engaño en tú contra. Sabes, también temía supieras la verdad sobre su inocencia, porque pensaba que eras muy inclemente con los errores y con quien más te ensañabas era contigo mismo.
Ahora si me voy Valentino, debo buscar a la mujer de mi vida. Hasta pronto, te deseo amor y paz, que logres ser feliz.
Después de la partida de Matteo, los recuerdos se agolparon en su mente y no pudo evitar llorar con gemidos intensos, mientras cargaba a su niña repitiendo como mantra.
—Perdóname hija, ¡Ay Dios! Que dolor tan grande siento, quisiera todo se tratara de un mal sueño y despertar con Macarena y contigo a mi lado hija, mas esto es la realidad, yo maté a tu mamá, la condené a muerte de manera inmisericorde, fui intransigente. No tengo perdón, porque aún amándola no tuve piedad de ella.
» Debí protegerla, ella le temía a Gian Piero, ¿Por qué no me di cuenta? ¿Quién sabe cuántas veces la acosó? ¿Por qué no confió? Debió decirme, le hubiese creído, debí pensarlo al verla semidesnuda en la sala, en las veces en las cuales él nos interrumpió cuando hacíamos el amor, cuando llegué al apartamento, lo encontré allí y ella desmayada.
» He sido el más majadero de todos los hombres. Pero ahora debo hacer todo distinto, cuidarte a ti mi pequeña, protegerte, enseñarte tantas cosas. Juró por la memoria de tu madre que solo viviré por ti y para ti, te daré cariño por los dos, tú serás la prueba viviente de nuestro amor, pero que lamentablemente como toda gran historia de amor, terminó en tragedia.
» Macarena vivirá en mis recuerdos, en mi corazón y en el tuyo, pequeña, mientras este allí nunca morirá.
—Por mi parte mi vida, me declaro Culpable de amarte, de haberte tenido y de haberte perdido, pero te prometo que esto solo es por ahora porque algún día cuando pase el tiempo, que me toque partir, vendrás a mi encuentro, para volvernos a amar por la eternidad—extendió su vista al suelo, se había caído la libreta de Rena, sostuvo a la niña y al inclinarse para recogerla la libreta estaba abierta en un poema que decía:
“Si algún día visitas mi tumba, no llores,
solo imagina que estoy durmiendo
Te visitaré con el alba,
Te abrazaré con el viento,
Te besaré con la lluvia
Y cantaré para ti en silencio.
Nunca pienses que me he ido,
Porque entonces…
Entonces si habré muerto.”
“Todos pueden controlar un duelo excepto el que lo tiene”. William Shakespeare.
Valentino se encontraba nervioso, la familia de Macarena había decidido ir a visitarlos para esa Semana Santa, desde la muerte de ella, solo los veía un par de veces al año, a Matteo y a Meredith, pero nunca habían acudido a ninguna celebración en su casa, para él eso fue lo mejor, pues la cabaña era un santuario donde vivía con su pequeña y los recuerdos guardados de la mujer, a quien a pesar de transcurrir el tiempo seguía amando como el primer día. No podía olvidarla, ni dejar de recriminarse por la injusticia cometida, el remordimiento lo carcomía constantemente, corroyendo cada vez un poco más el alma, si no fuese por su hija, habría cedido a las inmensas ganas de dejar ese mundo e ir al encuentro de su amada.Por otra parte, estaba esa joven, Itzael, quien últimamente se coló en sus vidas, se hizo amiga de Meliena y ahora eran
Valentino llevaba a Meliena tomada de la mano, hasta que la pequeña testaruda se negó a continuar. —No quiero seguir caminando —dijo cruzándose de brazos, haciendo un puchero. —Debemos continuar andando, tus tíos están esperando en casa—indicó Valentino con firmeza. —¡Tú eres un papá muy malo! Hiciste llorar a mi amiga Itzae y quería invitarla para que nos acompañara y no dejaste. No me gusta dejarla sola —manifestó muy irritada—. ¡No te quiero! Eres un papá muy feo. —¡Cálmate Meliena! Sigamos caminando —exclamó enfadado por la pataleta de la niña, quien se mantenía firme en la actitud. —¡No voy!—espetó la chiquilla. Valentino suspiró con impotencia, sabía que en eso su hija era como su madre, a través de la fuerza bruta o ganas de imponerse, no lograría nada con ella, debía buscar la forma de convencerla de porque debía ir con él.&nbs
Valentino, no supo en qué momento se dejó vencer por esa tentación, pero todo en esa mujer le era tan familiar, la dulzura de esos labios, la lengua jugueteando con la suya, sintió cada fibra del cuerpo sediento por ella, por segundo dejó de pensar, se dejó llevar por esas sensaciones, las cuales eran un aliciente para su atribulado corazón. Poco a poco fue caminando hasta recostarla con cuidado en la cama, descendió con su boca mordisqueando por el cuello, mientras con sus manos acariciaba la silueta de la chica, quien se sintió hipnotizada antes sus caricias.Él levantó la prenda e introdujo sus manos dentro del vestido, delineando su silueta en el exterior, hasta llegar a la altura de la entrepierna, dirigiendo allí la mano, acarició su femineidad por encima de la prenda, provocando que de la boca de Itzae surgieran suaves gemidos, sin embargo, esa burbuja de excitaci&o
Valentino observó el camino, esperando verla, pero no se veía el mínimo rastro de ella, iba a salir a buscarla, cuando su hermano lo tomó de la mano y lo detuvo.—¿Quién es ella? ¿Por qué se asustó tanto cuando me vio? —indagó Gian Paúl, tratando de encontrar una justificación lógica a la reacción de la mujer.—Seguro, se sintió sorprendida al ver a un extraño en nuestra puerta y se asustó, no está acostumbrada a las visitas, quizás se cohibió —respondió con tranquilidad, sin embargo, un sentimiento de intranquilidad se alojó en su interior y la duda empezó a carcomerle.“¿Será posible?”, se preguntó, no obstante, desechó esos pensamientos, sería hacerse falsas ilusiones, ella no podía
Itzae, se despertó una hora después, sin embargo, mantuvo los ojos cerrados al sentir el peso de una pierna masculina encima de la suya, por un momento su mente quedó en blanco, segundos después recuperó sus sentidos y no pudo evitar el arrepentimiento que la embargo. Enseguida comenzó a recriminarse de forma severa, había escuchado hablar del ratón moral, no sabía de manera exacta a que se refería, sino hasta ese preciso instante “¡¿Qué diablos hiciste Itzae?! ¿Cómo fuiste capaz de entregarte a un hombre quien te cree otra mujer y por eso se acostó contigo?!” Estar consciente de esa situación le causó un profundo pesar, ella no recordaba durante esos años haberse sentido atraída por alguien hasta ese momento, mas estaba consciente de haber cometido el peor error de su vida.Valentino se movió, y ella aprov
Valentino se quedó observándola la angustia en el rostro de la joven, estaba pálida, a punto de desplomarse. Se acercó a ella e intentó tranquilizarla, susurrando en voz baja.—¿Por qué te pones así? ¿De qué tienes miedo? ¿Quién es ese hombre que te causa tanta angustia? —inquirió sintiéndose preocupado por su actitud—. Puedo enfrentarlo si deseas.—¡No! ¡Estás loco! No vas a enfrentar a nadie, ese es mi padre, nos va a matar, es detective de la policía —Sus palabras causaron una extraña reacción en Valentino, no obstante ante de poder saber las razones para sentirse de esa manera, el hombre en la puerta, comenzó a dar fuertes golpes con la palma de la mano.—Itzae, ¿Estás sorda? ¿Qué tanto estás haciendo? &i
Por segunda vez en dos días, la chica deshacía el camino andado, aunque esta vez con el corazón totalmente roto, las lágrimas corrían por sus mejillas de forma descontrolada, había sido una tonta, una parte de ella pensó de manera errada, que quizás Valentino podía sentir algo por ella, mas estuvo equivocada.Cuando apenas él salió de la casa, corrió a abrirle la puerta a su padre, luego de saludarlo con un beso en cada mejilla y un abrazo, este decidió ducharse; mientras tanto ella debido a la separación abrupta con Valentino, no le dio tiempo de pedirle que le llevara a Meliena, porque no la había visto desde el día anterior y la extrañaba, por eso decidió buscarla, y aprovechar la ocasión para presentársela a su papá y tratar de ir limando las asperezas, para cuando conociera a Valentino, no obstante, al llegar y e
Meliena observaba a su padre con curiosidad, esperando una respuesta a sus peguntas, entretanto Valentino la tenía en sus brazos y nervioso buscaba una respuesta adecuada para una niña de cinco años.—Mi princesa, no te preocupes, tu tía solo bromeaba, no es cierto que tu Rena quiera metérseme por los ojos, además ella te ama muchísimo, eres la niña de sus ojos —expuso besando su frente.—¿Y qué es revolcarse? —preguntó de nuevo su hija, poniendo una expresión ceñuda y sin querer dar zanjada la conversación. Valentino suspiró y se sonrió antes de responder.—Revolcarse, es cuando uno se acuesta a jugar en la arena o hierba, y comienza a dar vueltas —fue la única explicación acertada para decir a su hija.—Entonces, ¿Cuánd