Valentino observó el camino, esperando verla, pero no se veía el mínimo rastro de ella, iba a salir a buscarla, cuando su hermano lo tomó de la mano y lo detuvo.
—¿Quién es ella? ¿Por qué se asustó tanto cuando me vio? —indagó Gian Paúl, tratando de encontrar una justificación lógica a la reacción de la mujer.
—Seguro, se sintió sorprendida al ver a un extraño en nuestra puerta y se asustó, no está acostumbrada a las visitas, quizás se cohibió —respondió con tranquilidad, sin embargo, un sentimiento de intranquilidad se alojó en su interior y la duda empezó a carcomerle.
“¿Será posible?”, se preguntó, no obstante, desechó esos pensamientos, sería hacerse falsas ilusiones, ella no podía ser Macarena, porque ella había muerto por su causa.
—Voy a ir a buscarla, espérame aquí —pidió a su hermano mientras se encaminaba a casa de Itzae, cuando apenas llevaba recorrido veinte pasos, apareció Meredith.
—Valentino, la niña está llorando, no quiere nada con nadie ¿Puedes venir? —El hombre vio con añoranza una vez más, hacia el lugar donde quedaba la cabaña de Itzae, pese a ello, sabía que también su pequeña lo necesitaba y debía estar con ella.
—Ya voy —se giró y caminó a la casa, cuando entró, los lamentos de Meliena se escuchaban en toda la casa.
Al ver a su padre, se levantó en la cama y le extendió los brazos, de inmediato él la cargó.
—¿Por qué lloras mi niña? ¿Cuál es la causa de estos berrinches? —preguntó mientras ella pasaba sus manos por el cuello y le recostaba la cabeza en el pecho.
—Tengo sueño, no quiero dormir, porque deseo ver a Itzae, me prometiste traerla —expresó la niña con su voz infantil.
—Esa no es una razón, para comportarte de esa manera, no es necesario llorar, debes entender, no todo el tiempo podrás ver a Itzae y cuando no la veas no puedes comportarte de forma berrinchuda y caprichosa, no se ve bien, te ves fea —reprendió a la niña, quien comenzó a llorar con sentimiento, mientras él trataba de consolarla.
—Tengo miedo de no volver a verla, que se vaya como se fue mi mamita y más nunca pude verla, solo en una foto, pero no es lo mismo —pronunció mientras hipaba.
Las palabras de la pequeña le causaron pesar en el corazón, por un momento se encontró sin poder decir nada, entendía su miedo, sin embargo, a la vez le preocupaba el hecho de que su hija pudiera sentirse de esa manera.
—Itzae te quiere mucho, no va a dejarte, siempre la vas a ver —respondió mientras caminaba con ella.
Cuando la fue a acostar, la niña estaba aferrada a él, no quería soltarlo, por eso debió recostarse junto a ella.
—¿Mamá me dejó porque no me quería? —preguntó la pequeña en un tenue tono de voz.
—No mi niña, mamá te amaba con toda su alma, tanto que no cerró los ojitos hasta verte a salvo, escogió tu nombre, fue capaz de enfrentar las peores circunstancias por ti, sin dejar de protegerte en ningún momento, ella fue la mejor mujer del mundo, una guerrera, valiente, grandiosa, lo dio todo por amor —mientras pronunciaba esas palabras, no pudo evitar las lágrimas silenciosas salir de sus ojos.
Le dio un beso en la frente, al escucharla emitir un leve suspiro, la acostó en la cama y se levantó, la conversación con Meliena, le había causado una profunda tristeza, reabriendo esas heridas incurables en su interior; caminó a la habitación que convirtió en un santuario para Macarena y se encerró allí, viendo los álbumes de fotos, oliendo sus prendas y a llorar una vez más esa ausencia, por esos remordimientos indetenible, que se le incrustaban en el alma carcomiéndola de manera dolorosa.
No pudo aguantar más esos recuerdos, de su sonrisa, sus abrazos, besos, caricias, pero también de los momentos cuando la vio en su departamento y la inculpó, le dijo palabras tan duras e hirientes.
Salió de la casa y comenzó a correr como loco, tratando de huir de la conciencia, de esos pensamientos originados por su crueldad, la lluvia comenzó a caer, su cuerpo empezó a ser empapado por gruesas y frías gotas que se le colaban por la ropa y calzado, sin embargo, el abatimiento y dolor de su alma, era más grande a cualquier malestar físico; sin darse cuenta, en la carrera llegó a la cabaña de Itzae, se sentó en un columpio ubicado a un lado de la casa, sin buscar la manera de guarecerse del inclemente clima, permaneció allí, los minutos se convirtieron en horas y estas fueron pasando, la lluvia amainó y volvió a arreciar y se mantuvo inmovible, sumergido en esos tormentosos recuerdos, completamente ajeno al mundo exterior.
La temperatura del cuerpo se le elevó, y comenzó a temblar no solo producto de la fiebre, sino también del llanto, ya en la oscuridad lo encontró Itzae, se bajó de la motocicleta, se acercó a él, le habló.
—Valentino, ¿Qué le sucede? ¿Está bien? —Sin embargo, él se mantuvo en silencio, repitió la pregunta y esperó su respuesta.
De nuevo, parecía abstraído, ajeno a sus palabras, ido por completo, como si solo estuviese su cuerpo más no su espíritu, lo escuchó castañar sus dientes, eso la hizo fruncir el ceño con preocupación. Lo tocó, no solo estaba mojado, sino también hirviendo de la fiebre, sin pérdida de tiempo, lo ayudó a levantarlo del columpio, lo movió con dificultad, lo guió hasta la casa, al encender la luz, lo observó, sus ojos estaban vidriosos, atormentados, como si un profundo dolor lo estuviese atravesando, no pudo evitar sentir el corazón encogérsele, al punto de sentir unas ganas inexplicables de consolarlo y ayudarlo a sanar sus heridas.
Lo encaminó hacia el cuarto de huéspedes, por unos segundos tuvo duda de desnudarlo, luego de debatir internamente consigo misma, llegó a la conclusión de que no podía acostarlo sin quitarle la ropa, porque entonces enfermaría más, pues incluso podría pescar una neumonía. Empezó a desabrocharle la camisa, no pudo evitar ruborizarse, cuando le vio el torso desnudo, intentó apartar la vista de su cuerpo, mas al parecer la atraía como un imán al hierro o al acero, seguidamente le quitó el pantalón dejándolo con el bóxer, su corazón comenzó a palpitarle en pecho de manera vertiginosa, su boca se secó y una creciente excitación le recorrió el cuerpo.
“Cálmate Itzae, ¿Acaso estás loca? El hombre muriéndose con un resfriado y tú no dejas de mirar su cuerpo como si fuese un bistec y tú una pobre hambrienta”.
Después de aconsejarse, terminó de acostarlo, lo arropó, buscó un vaso de agua natural con una pastilla de acetaminofén, quiso dársela, aunque era una tarea bastante difícil, luego de varios intentos, por fin lo logró, pero cuando intentó alejarse, el hombre se movió dejándola atrapado entre sus brazos, diciendo palabras ininteligibles.
Su respiración se aceleró ante la cercanía, se mantuvo inmóvil, en espera de verlo dormir, para buscar la manera de liberarse de su agarre, sin embargo, los minutos fueron transcurriendo, Valentino se mantenía inquieto, mientras ella se sumía en la calma antes de quedarse por completo dormida.
En horas de la madrugada, Valentino se movió, aún adormitado sintió un cuerpo junto al suyo y el corazón le brincó en su pecho emocionado, olió el largo cabello de la mujer junto a él y enseguida los recuerdos del pasado lo inundaron.
—Macarena, mi amor ¿Eres tú? —preguntó sin poder dejar de sentirse feliz, la joven respondió con un leve gemido —. Te extrañé mi princesa.
Sin esperar ni un segundo más, se giró sonriente, unió sus labios con los de ella, sumiéndose en las profundidades de su deseo, la besó con delicadeza, embebiéndose de ese sabor y de esas sensaciones enloquecedoras, descendió por la garganta saboreando su piel y grabando con su lengua a fuego, sus besos en el cuerpo.
Descendió por la clavícula, se encontró con la prenda como obstáculo para seguir con su avance, le levantó los brazos y la despojó del vestido, dejó un reguero de besos desabrochó el brasier, palpando y acariciando con sus manos esas dos cúspides, voluptuosas, provocadoras, se deleitó delineándolas con la punta de la lengua, de la boca de Itzae salían pequeños gemidos.
Valentino llevó una mano a la tanga, donde acarició la zona más erógena de su cuerpo, a través de la fina tela masajeó provocando que del cuerpo de la joven brotara su esencia, sin dejar de bebé del dulce néctar de sus pechos, ella comenzó a menear sus caderas, al ritmo marcado por las manos del hombre.
Sus cuerpos se envolvieron en una especie de capullo ardiente, elevando su temperatura a niveles inimaginables, devorándolos, haciéndoles sentir la fuerza de la excitación, en su desespero, él le arrancó la única prenda que le impedía fundirse por completo con ella, se apartó un poco liberándose del bóxer para segundos después enterrarse en su cavidad vaginal de una sola estocada, un pequeño grito mezcla de dolor y placer, salió de los labios de Itzae.
Sus cuerpos comenzaron una danza primero lenta, para después irse intensificando a medida que fueron transcurriendo los segundos, las acometidas fuertes, certeras, adentro y afuera, el vaivén de sus caderas sincronizadas, compenetrados por completo uno con el otro, los elevaba, a la cúspide más sublime del placer, hasta hacerlos explotar en un caleidoscopio de sensaciones, donde solo eran ellos y ese infinito goce, catapultándolo al más profundo éxtasis que dos cuerpos pudieran experimentar, para minutos después abandonarse de nuevo a los brazos de Morfeo completamente satisfechos.
“Las pasiones son como los vientos, que son necesarios para dar movimiento a todo, aunque a menudo sean causa de huracanes.” Bernard Le Bouvier de Fontenelle.
Itzae, se despertó una hora después, sin embargo, mantuvo los ojos cerrados al sentir el peso de una pierna masculina encima de la suya, por un momento su mente quedó en blanco, segundos después recuperó sus sentidos y no pudo evitar el arrepentimiento que la embargo. Enseguida comenzó a recriminarse de forma severa, había escuchado hablar del ratón moral, no sabía de manera exacta a que se refería, sino hasta ese preciso instante “¡¿Qué diablos hiciste Itzae?! ¿Cómo fuiste capaz de entregarte a un hombre quien te cree otra mujer y por eso se acostó contigo?!” Estar consciente de esa situación le causó un profundo pesar, ella no recordaba durante esos años haberse sentido atraída por alguien hasta ese momento, mas estaba consciente de haber cometido el peor error de su vida.Valentino se movió, y ella aprov
Valentino se quedó observándola la angustia en el rostro de la joven, estaba pálida, a punto de desplomarse. Se acercó a ella e intentó tranquilizarla, susurrando en voz baja.—¿Por qué te pones así? ¿De qué tienes miedo? ¿Quién es ese hombre que te causa tanta angustia? —inquirió sintiéndose preocupado por su actitud—. Puedo enfrentarlo si deseas.—¡No! ¡Estás loco! No vas a enfrentar a nadie, ese es mi padre, nos va a matar, es detective de la policía —Sus palabras causaron una extraña reacción en Valentino, no obstante ante de poder saber las razones para sentirse de esa manera, el hombre en la puerta, comenzó a dar fuertes golpes con la palma de la mano.—Itzae, ¿Estás sorda? ¿Qué tanto estás haciendo? &i
Por segunda vez en dos días, la chica deshacía el camino andado, aunque esta vez con el corazón totalmente roto, las lágrimas corrían por sus mejillas de forma descontrolada, había sido una tonta, una parte de ella pensó de manera errada, que quizás Valentino podía sentir algo por ella, mas estuvo equivocada.Cuando apenas él salió de la casa, corrió a abrirle la puerta a su padre, luego de saludarlo con un beso en cada mejilla y un abrazo, este decidió ducharse; mientras tanto ella debido a la separación abrupta con Valentino, no le dio tiempo de pedirle que le llevara a Meliena, porque no la había visto desde el día anterior y la extrañaba, por eso decidió buscarla, y aprovechar la ocasión para presentársela a su papá y tratar de ir limando las asperezas, para cuando conociera a Valentino, no obstante, al llegar y e
Meliena observaba a su padre con curiosidad, esperando una respuesta a sus peguntas, entretanto Valentino la tenía en sus brazos y nervioso buscaba una respuesta adecuada para una niña de cinco años.—Mi princesa, no te preocupes, tu tía solo bromeaba, no es cierto que tu Rena quiera metérseme por los ojos, además ella te ama muchísimo, eres la niña de sus ojos —expuso besando su frente.—¿Y qué es revolcarse? —preguntó de nuevo su hija, poniendo una expresión ceñuda y sin querer dar zanjada la conversación. Valentino suspiró y se sonrió antes de responder.—Revolcarse, es cuando uno se acuesta a jugar en la arena o hierba, y comienza a dar vueltas —fue la única explicación acertada para decir a su hija.—Entonces, ¿Cuánd
Itzae miraba a su padre como si le hubiesen salido dos cabezas, no entendía como supo el nombre de Valentino, si nunca se lo había dicho, eso provocó en su interior un atisbo de desconfianza, movió su cabeza en un gesto negativo, sin perder detalle de su rostro.—Necesito me aclares ciertas interrogantes, no quisiera pensar mal, pero las evidencias como dicen en el argot policial están en tu contra —a medida que las palabras de la joven iban saliendo de su boca, Julián se ponía más nervioso, dándose cuenta de su metida de pata.» ¿Cómo sabes que el padre de Meliena se llama Valentino Pagliuca, cuando nunca te lo he mencionado? ¿De dónde sacaste esa información? ¿O Acaso hay me estás ocultando algo? Tampoco me quedó claro ¿Por qué llegaron a mi mente recuerdos de una señora hermosa a qui
Melody escuchó los ruidos de la puerta, pero como estaba saliendo en ese momento del baño, no fue a abrirla, no obstante, tuvo la leve corazonada de que solo podía tratarse de Itzae, por eso trató de alistarse lo más pronto posible, para impedirle a Meredith, salirse con una de las suyas.Valentino salió temprano, a llevar a Matteo al terminal, pues este recibió información sobre el paradero de Perla, por eso Gian Paúl terminó yéndose solo, la chica sentía alivio de haberse podido quedar, no soportaría estar encerrada tantas horas con ese hombre, era un idiota, quien solo tenía ojos para Meredith, a pesar de los constante desprecios de esta.Entretanto, a ella le constaba disimular cada día sus sentimientos, había tratado de huir, de mantenerlos ocultos sin poder expresarlo, por eso procuraba escapar cuando él llegaba al lug
Valentino la ayudó a montarse en la motocicleta, luego subió él, colocó la maleta en la parte delantera entre sus piernas y condujo a la cabaña de Itzae, apenas llegó bajó la maleta y descendió, antes de que la chica pudiera bajar, la alzó, acercándola a su cuerpo. La tomó de la mejilla y comenzó a besarla.—Durante todo el trayecto no pensé en otra cosa, sino hacer esto —expuso con voz ronca, besándola de nuevo—. Te deseo tanto que resulta demasiado doloroso.—Yo también, te deseo, nunca me había sucedido, siento una extraña atracción y fascinación por ti, es como si te hubiese conocido de antes, todo en ti me es familiar, ¿Me entiendes? —preguntó frunciendo el ceño con un poco de desconcierto, porque le parecía sorprendente esa sensación.
Por un momento se quedaron en silencio, todos analizando sus palabras, pero sin saber cómo abordar la situación, hasta que Valentino fue el primero en hablar. —Itzae es importante saber los detalles que te pregunté ¿Estaba tu padre contigo durante todo el tiempo cuando estuviste enferma? ¿Cuánto tiempo después despertaste? ¿Tienes idea de cuándo, cómo y dónde fue el accidente? La angustia de Valentino era evidente, en su tono de voz, incluso en la postura de su cuerpo un poco tenso, deseaba con desesperación respuestas y esperaba poderlas conseguir de parte de ella, pero en cambio la joven se sentía agobiada, confusa, comenzó a mover su cabeza de forma negativa y se cubrió el rostro, emitiendo un gemido mezcla de dolor y desesperación. —Lo siento, no lo sé no puedo ayudarlos —mencionó, con una inflexión lastimera en la voz. Valentino se sentó a un lado, la atrajo a su cuerpo abrazándola, acar