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CAPÍTULO 5. CONFESIONES  

Itzae, se despertó una hora después, sin embargo, mantuvo los ojos cerrados al sentir el peso de una pierna masculina encima de la suya, por un momento su mente quedó en blanco, segundos después recuperó sus sentidos y no pudo evitar el arrepentimiento que la embargo. Enseguida comenzó a recriminarse de forma severa, había escuchado hablar del ratón moral, no sabía de manera exacta a que se refería, sino hasta ese preciso instante “¡¿Qué diablos hiciste Itzae?! ¿Cómo fuiste capaz de entregarte a un hombre quien te cree otra mujer y por eso se acostó contigo?!” Estar consciente de esa situación le causó un profundo pesar, ella no recordaba durante esos años haberse sentido atraída por alguien hasta ese momento, mas estaba consciente de haber cometido el peor error de su vida.

Valentino se movió, y ella aprovechó para levantarse, caminó con prisa al baño, se miró al espejo y vio varios cardenales en su cuerpo, como fieles testigos de lo sucedido la madrugada anterior, mas no pudo evitar sentir un sabor agridulce, él no le hizo el amor a ella, sino a su mujer muerta.

Se duchó con rapidez, intentando de esa manera borraría las huellas de sus besos y de sus caricias en el cuerpo, mas no fue posible, estas se habían grabado con fuego en su piel, suspiró sintiéndose impotente, se cubrió con la bata de baño y decidió enfrentarse a Valentino quien la estaba esperando afuera, y dejar de esconderse; aunque tenía la esperanza que al salir, el hombre aún estuviera dormido, para su angustia, su ilusión se vio rota, cuando al abrir la puerta, él estaba sentado, recostado en el espaldar de la cama observándola con una expresión mezcla de curiosidad y confusión, Itzae comenzó a temblar, hizo amago de girarse, más se detuvo al escuchar la voz gruesa.

—¿Vas a seguir huyendo de mí? ¿Por qué? —inquirió el hombre, quedándose en silencio por unos instantes, recordando lo sucedido entre ellos la noche anterior, se llevó la mano a la cabeza, en un gesto de lamento, mas antes de poder agregar alguna palabra, ella le respondió.

—Allí está la respuesta, a tus preguntas, por favor no vayas a decir nada —levantó la mano, para evitar con ese gesto sus palabras—. No soy tonta, Valentino, en el momento cuando te escuché pronunciar su nombre, estuve clara, pero me dejé llevar por esas sensaciones, no quise apartarme, pese a saber que el amor no terminaste haciéndomelo a mí, sino a tu adorada Rena, pese a ello, te pido, no me hagas sentir peor.

» Si ya estás mejor, por favor levántate y sal de mi casa, no te sientas comprometido conmigo. Hagamos de cuenta que no sucedió nada entre nosotros.

Se giró para salir de la habitación, pero antes de poder llegar a la puerta, Valentino la tomó por detrás, acercándola y pegándola a su cuerpo, con una mano le apartó el cabello y le besó el cuello al mismo tiempo de recorrerla con la punta de la lengua, causando un estremecimiento en la joven.

—No te vayas, yo…—se quedó en silencio, teniendo una lucha en su interior entre el deseo de retenerla para estar con ella, porque sentía alivio al tenerla cerca y en no traicionar los recuerdos de Macarena—. Lo siento, tienes razón, yo no puedo darme oportunidad en mi vida, porque no puedo hacerlo eso a ella.

» Yo la maté Itzae, condené a la mujer a quien amaba, a la madre de mi hija, e incluso a mi pequeña también, las sentencié a muerte—respiró profundo, experimentando de nuevo ese profundo dolor, gruesas lágrimas escapaban de sus ojos, sin embargo se aferraba a ella, como si de un salvavidas se tratara.

Itzae, se giró, vio esa expresión de tormento, le acarició el rostro, mientras trataba de enjuagar sus lágrimas, mas estas seguían corriendo como si un dique se hubiese roto y  el agua represada comenzara a desbordarse.

—¿Qué te atormenta Valentino? Cuéntame, a veces las penas, es mejor desahogarlas, compartirlas, así son más llevaderas —pronunció, esperando se abriera y terminara contándole lo sucedido, pues de esa forma podía ayudarlo a aliviar su dolor, lo llevó a sentarse en la cama, al mismo tiempo de tomar una sábana y cubrirlo, pues al verlo desnudo se ruborizó, luego se inclinó al frente de él, en el piso.

—Ese es mi  castigo, así me, logre enamorar de ti, no tengo derecho a tener paz, merezco vivir atormentado por mis pecados, la destruí, fui inclemente, sentía tanto odio cuando la creí responsable de la muerte de mi hermano, ella se declaró culpable —expresó sin poder controlar el llanto—. ¿Sabes por qué lo hizo? Por protegernos a todos, porque me amaba y yo ni un solo momento dudé de su culpabilidad, la mandé a trasladar a la cárcel más peligrosa del país y allí fue asesinada de forma inmisericorde.

» La apuñalaron dieciocho veces en su cuerpo, le destruyeron el rostro, y todo porque  mi hermano Gian Piero quiso abusar de ella, Macarena, solo quiso defenderse, lo empujó, y él accidentalmente cayó, se golpeó la cabeza con el filo de los escalones, murió en el acto, mi otro hermano, su gemelo, Gian Paúl, ocultó las pruebas en su defensa, hasta ese mismo día cuando fue apuñalada, la visitó antes y se dio cuenta de su embarazo, por eso decidió hablar, pero ya era tarde, porque hice todo para mandarla a trasladar a ese peligroso lugar, cuando quise retractarme, luego de conocer la verdad, no pude hacer nada, ya la habían atacado.

» Hubiese preferido salvar su vida, así ella terminara odiándome, no pude hacer nada.  Destruyeron nuestro amor, aunque no hay un mayor responsable, solo yo, fui su peor verdugo, una maldición para su existencia. Deberías huir de mi Itzae, porque quizás, acabe también por destruirte —pronunció, mientras abría la boca, tratando de enviar aire a sus pulmones porque se sentía como una mano invisible estaba a punto de asfixiarlo.

—Quizás no seas el único culpable, por lo que cuentas, ella tiene también una dosis de responsabilidad, porque no quiso decirte la verdad, prefirió declararse culpable, aún sabiendo las consecuencias, ¿Cómo podías pensar en su inocencia, ante su propia confesión? Quizás ella…—Sin embargo, Valentino no la dejó continuar.

—No trates de justificarme, me porté ruin con ella desde el mismo momento cuando vi a mi hermano desplomado a un lado —como vio su expresión de incredulidad, decidió darle a conocer su historia —. Voy a contarte de nuestras vidas desde el momento cuando nos conocimos, quizás así puedas entender mejor —. Ella se sentó en el suelo y comenzó a escuchar toda la confesión del hombre, desde el momento cuando su hermano colisionó con la madre de Macarena, cuando la conoció y cada uno de los momentos vividos. Con cada palabra, una extraña sensación se iba alojando en el pecho de Itzae, la cual para su inquietud, no pudo identificar.

Itzae lo observaba, como su rostro pasaba de un gesto a otro, sin dejar de exhibir esa mirada de amor mientras hablaba de ella, por un momento sintió envidia de Macarena, porque a pesar de no estar, de haber pasado casi cinco años, Valentino seguía amándola con locura, cuanto le gustaría, que algún día él la mirara con esa misma expresión.

No pudo evitar sentir tristeza en el corazón y preguntarse “¿Seré capaz de competir con los recuerdos de una muerta?” Sus pensamientos fueron interrumpidos al ver de nuevo en su cara ese tormento, supo había llegado de nuevo a la parte dolorosa, donde ella fue asesinada, no quería verlo sufriendo, se le encogía el corazón al verlo padecer ese suplicio.

—Si te hace daño hablar de eso, mejor no continúes, no quiero verte triste —pronunció, levantándose del suelo y acariciándole el rostro.

De inmediato Valentino la haló hacia él, haciéndola caer en la cama, la giró y comenzó a besarla.

—Te necesito —pronunció el hombre con esa voz ronca, producto de la excitación, comenzó a besarla con desesperación, jugueteaba con su lengua, embebiéndose de ella, hasta de repente paralizarse y expresar en voz apenas audible —¡Soy un traidor! ¿Verdad? No debería estar contigo, no cuando ella está muerta por mi culpa —la miró con dolor y se apartó, pasándose las manos por el cabello, desesperado—. Lo siento mucho Itzae, yo estoy roto, no creo pueda recomponerme nunca y no quiero causarte ningún daño.

Ella iba a debatirle, pero repentinamente escucharon la campana de la puerta, lo cual le pareció extraño a la joven, porque nunca nadie la tocaba, él tomó la ropa y comenzó a vestirse con premura.

—¿Esperabas alguna visita? —preguntó Valentino con curiosidad.

—No, quienes me visitan son Meliena  y tú cuando vienes a traerla. ¿Será que pidió a algunos de sus tíos traerla? —preguntó emocionada, saliendo hasta la sala para abrir la puerta del frente, justo antes de hacerlo, escuchó una voz, que la logrando paralizarla  en seco.

—Itzae ¿Estás allí? ¡¿Por qué tardas en abrirme?! ¿Acaso estás con alguien? —interrogó el hombre, sin ocultar la molestia y la firmeza de su voz, mientras ella, se llevaba una de las manos a la boca, cubriéndola debido a la sorpresa, a la vez que dirigía la vista a Valentino con preocupación, en un gesto suplicante de auxilio.

«Las sorpresas favorables son fáciles de manejar. Son las sorpresas desfavorables las que causan el problema». David Clark.

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