Itzae, se despertó una hora después, sin embargo, mantuvo los ojos cerrados al sentir el peso de una pierna masculina encima de la suya, por un momento su mente quedó en blanco, segundos después recuperó sus sentidos y no pudo evitar el arrepentimiento que la embargo. Enseguida comenzó a recriminarse de forma severa, había escuchado hablar del ratón moral, no sabía de manera exacta a que se refería, sino hasta ese preciso instante “¡¿Qué diablos hiciste Itzae?! ¿Cómo fuiste capaz de entregarte a un hombre quien te cree otra mujer y por eso se acostó contigo?!” Estar consciente de esa situación le causó un profundo pesar, ella no recordaba durante esos años haberse sentido atraída por alguien hasta ese momento, mas estaba consciente de haber cometido el peor error de su vida.
Valentino se movió, y ella aprovechó para levantarse, caminó con prisa al baño, se miró al espejo y vio varios cardenales en su cuerpo, como fieles testigos de lo sucedido la madrugada anterior, mas no pudo evitar sentir un sabor agridulce, él no le hizo el amor a ella, sino a su mujer muerta.
Se duchó con rapidez, intentando de esa manera borraría las huellas de sus besos y de sus caricias en el cuerpo, mas no fue posible, estas se habían grabado con fuego en su piel, suspiró sintiéndose impotente, se cubrió con la bata de baño y decidió enfrentarse a Valentino quien la estaba esperando afuera, y dejar de esconderse; aunque tenía la esperanza que al salir, el hombre aún estuviera dormido, para su angustia, su ilusión se vio rota, cuando al abrir la puerta, él estaba sentado, recostado en el espaldar de la cama observándola con una expresión mezcla de curiosidad y confusión, Itzae comenzó a temblar, hizo amago de girarse, más se detuvo al escuchar la voz gruesa.
—¿Vas a seguir huyendo de mí? ¿Por qué? —inquirió el hombre, quedándose en silencio por unos instantes, recordando lo sucedido entre ellos la noche anterior, se llevó la mano a la cabeza, en un gesto de lamento, mas antes de poder agregar alguna palabra, ella le respondió.
—Allí está la respuesta, a tus preguntas, por favor no vayas a decir nada —levantó la mano, para evitar con ese gesto sus palabras—. No soy tonta, Valentino, en el momento cuando te escuché pronunciar su nombre, estuve clara, pero me dejé llevar por esas sensaciones, no quise apartarme, pese a saber que el amor no terminaste haciéndomelo a mí, sino a tu adorada Rena, pese a ello, te pido, no me hagas sentir peor.
» Si ya estás mejor, por favor levántate y sal de mi casa, no te sientas comprometido conmigo. Hagamos de cuenta que no sucedió nada entre nosotros.
Se giró para salir de la habitación, pero antes de poder llegar a la puerta, Valentino la tomó por detrás, acercándola y pegándola a su cuerpo, con una mano le apartó el cabello y le besó el cuello al mismo tiempo de recorrerla con la punta de la lengua, causando un estremecimiento en la joven.
—No te vayas, yo…—se quedó en silencio, teniendo una lucha en su interior entre el deseo de retenerla para estar con ella, porque sentía alivio al tenerla cerca y en no traicionar los recuerdos de Macarena—. Lo siento, tienes razón, yo no puedo darme oportunidad en mi vida, porque no puedo hacerlo eso a ella.
» Yo la maté Itzae, condené a la mujer a quien amaba, a la madre de mi hija, e incluso a mi pequeña también, las sentencié a muerte—respiró profundo, experimentando de nuevo ese profundo dolor, gruesas lágrimas escapaban de sus ojos, sin embargo se aferraba a ella, como si de un salvavidas se tratara.
Itzae, se giró, vio esa expresión de tormento, le acarició el rostro, mientras trataba de enjuagar sus lágrimas, mas estas seguían corriendo como si un dique se hubiese roto y el agua represada comenzara a desbordarse.
—¿Qué te atormenta Valentino? Cuéntame, a veces las penas, es mejor desahogarlas, compartirlas, así son más llevaderas —pronunció, esperando se abriera y terminara contándole lo sucedido, pues de esa forma podía ayudarlo a aliviar su dolor, lo llevó a sentarse en la cama, al mismo tiempo de tomar una sábana y cubrirlo, pues al verlo desnudo se ruborizó, luego se inclinó al frente de él, en el piso.
—Ese es mi castigo, así me, logre enamorar de ti, no tengo derecho a tener paz, merezco vivir atormentado por mis pecados, la destruí, fui inclemente, sentía tanto odio cuando la creí responsable de la muerte de mi hermano, ella se declaró culpable —expresó sin poder controlar el llanto—. ¿Sabes por qué lo hizo? Por protegernos a todos, porque me amaba y yo ni un solo momento dudé de su culpabilidad, la mandé a trasladar a la cárcel más peligrosa del país y allí fue asesinada de forma inmisericorde.
» La apuñalaron dieciocho veces en su cuerpo, le destruyeron el rostro, y todo porque mi hermano Gian Piero quiso abusar de ella, Macarena, solo quiso defenderse, lo empujó, y él accidentalmente cayó, se golpeó la cabeza con el filo de los escalones, murió en el acto, mi otro hermano, su gemelo, Gian Paúl, ocultó las pruebas en su defensa, hasta ese mismo día cuando fue apuñalada, la visitó antes y se dio cuenta de su embarazo, por eso decidió hablar, pero ya era tarde, porque hice todo para mandarla a trasladar a ese peligroso lugar, cuando quise retractarme, luego de conocer la verdad, no pude hacer nada, ya la habían atacado.
» Hubiese preferido salvar su vida, así ella terminara odiándome, no pude hacer nada. Destruyeron nuestro amor, aunque no hay un mayor responsable, solo yo, fui su peor verdugo, una maldición para su existencia. Deberías huir de mi Itzae, porque quizás, acabe también por destruirte —pronunció, mientras abría la boca, tratando de enviar aire a sus pulmones porque se sentía como una mano invisible estaba a punto de asfixiarlo.
—Quizás no seas el único culpable, por lo que cuentas, ella tiene también una dosis de responsabilidad, porque no quiso decirte la verdad, prefirió declararse culpable, aún sabiendo las consecuencias, ¿Cómo podías pensar en su inocencia, ante su propia confesión? Quizás ella…—Sin embargo, Valentino no la dejó continuar.
—No trates de justificarme, me porté ruin con ella desde el mismo momento cuando vi a mi hermano desplomado a un lado —como vio su expresión de incredulidad, decidió darle a conocer su historia —. Voy a contarte de nuestras vidas desde el momento cuando nos conocimos, quizás así puedas entender mejor —. Ella se sentó en el suelo y comenzó a escuchar toda la confesión del hombre, desde el momento cuando su hermano colisionó con la madre de Macarena, cuando la conoció y cada uno de los momentos vividos. Con cada palabra, una extraña sensación se iba alojando en el pecho de Itzae, la cual para su inquietud, no pudo identificar.
Itzae lo observaba, como su rostro pasaba de un gesto a otro, sin dejar de exhibir esa mirada de amor mientras hablaba de ella, por un momento sintió envidia de Macarena, porque a pesar de no estar, de haber pasado casi cinco años, Valentino seguía amándola con locura, cuanto le gustaría, que algún día él la mirara con esa misma expresión.
No pudo evitar sentir tristeza en el corazón y preguntarse “¿Seré capaz de competir con los recuerdos de una muerta?” Sus pensamientos fueron interrumpidos al ver de nuevo en su cara ese tormento, supo había llegado de nuevo a la parte dolorosa, donde ella fue asesinada, no quería verlo sufriendo, se le encogía el corazón al verlo padecer ese suplicio.
—Si te hace daño hablar de eso, mejor no continúes, no quiero verte triste —pronunció, levantándose del suelo y acariciándole el rostro.
De inmediato Valentino la haló hacia él, haciéndola caer en la cama, la giró y comenzó a besarla.
—Te necesito —pronunció el hombre con esa voz ronca, producto de la excitación, comenzó a besarla con desesperación, jugueteaba con su lengua, embebiéndose de ella, hasta de repente paralizarse y expresar en voz apenas audible —¡Soy un traidor! ¿Verdad? No debería estar contigo, no cuando ella está muerta por mi culpa —la miró con dolor y se apartó, pasándose las manos por el cabello, desesperado—. Lo siento mucho Itzae, yo estoy roto, no creo pueda recomponerme nunca y no quiero causarte ningún daño.
Ella iba a debatirle, pero repentinamente escucharon la campana de la puerta, lo cual le pareció extraño a la joven, porque nunca nadie la tocaba, él tomó la ropa y comenzó a vestirse con premura.
—¿Esperabas alguna visita? —preguntó Valentino con curiosidad.
—No, quienes me visitan son Meliena y tú cuando vienes a traerla. ¿Será que pidió a algunos de sus tíos traerla? —preguntó emocionada, saliendo hasta la sala para abrir la puerta del frente, justo antes de hacerlo, escuchó una voz, que la logrando paralizarla en seco.
—Itzae ¿Estás allí? ¡¿Por qué tardas en abrirme?! ¿Acaso estás con alguien? —interrogó el hombre, sin ocultar la molestia y la firmeza de su voz, mientras ella, se llevaba una de las manos a la boca, cubriéndola debido a la sorpresa, a la vez que dirigía la vista a Valentino con preocupación, en un gesto suplicante de auxilio.
«Las sorpresas favorables son fáciles de manejar. Son las sorpresas desfavorables las que causan el problema». David Clark.
Valentino se quedó observándola la angustia en el rostro de la joven, estaba pálida, a punto de desplomarse. Se acercó a ella e intentó tranquilizarla, susurrando en voz baja.—¿Por qué te pones así? ¿De qué tienes miedo? ¿Quién es ese hombre que te causa tanta angustia? —inquirió sintiéndose preocupado por su actitud—. Puedo enfrentarlo si deseas.—¡No! ¡Estás loco! No vas a enfrentar a nadie, ese es mi padre, nos va a matar, es detective de la policía —Sus palabras causaron una extraña reacción en Valentino, no obstante ante de poder saber las razones para sentirse de esa manera, el hombre en la puerta, comenzó a dar fuertes golpes con la palma de la mano.—Itzae, ¿Estás sorda? ¿Qué tanto estás haciendo? &i
Por segunda vez en dos días, la chica deshacía el camino andado, aunque esta vez con el corazón totalmente roto, las lágrimas corrían por sus mejillas de forma descontrolada, había sido una tonta, una parte de ella pensó de manera errada, que quizás Valentino podía sentir algo por ella, mas estuvo equivocada.Cuando apenas él salió de la casa, corrió a abrirle la puerta a su padre, luego de saludarlo con un beso en cada mejilla y un abrazo, este decidió ducharse; mientras tanto ella debido a la separación abrupta con Valentino, no le dio tiempo de pedirle que le llevara a Meliena, porque no la había visto desde el día anterior y la extrañaba, por eso decidió buscarla, y aprovechar la ocasión para presentársela a su papá y tratar de ir limando las asperezas, para cuando conociera a Valentino, no obstante, al llegar y e
Meliena observaba a su padre con curiosidad, esperando una respuesta a sus peguntas, entretanto Valentino la tenía en sus brazos y nervioso buscaba una respuesta adecuada para una niña de cinco años.—Mi princesa, no te preocupes, tu tía solo bromeaba, no es cierto que tu Rena quiera metérseme por los ojos, además ella te ama muchísimo, eres la niña de sus ojos —expuso besando su frente.—¿Y qué es revolcarse? —preguntó de nuevo su hija, poniendo una expresión ceñuda y sin querer dar zanjada la conversación. Valentino suspiró y se sonrió antes de responder.—Revolcarse, es cuando uno se acuesta a jugar en la arena o hierba, y comienza a dar vueltas —fue la única explicación acertada para decir a su hija.—Entonces, ¿Cuánd
Itzae miraba a su padre como si le hubiesen salido dos cabezas, no entendía como supo el nombre de Valentino, si nunca se lo había dicho, eso provocó en su interior un atisbo de desconfianza, movió su cabeza en un gesto negativo, sin perder detalle de su rostro.—Necesito me aclares ciertas interrogantes, no quisiera pensar mal, pero las evidencias como dicen en el argot policial están en tu contra —a medida que las palabras de la joven iban saliendo de su boca, Julián se ponía más nervioso, dándose cuenta de su metida de pata.» ¿Cómo sabes que el padre de Meliena se llama Valentino Pagliuca, cuando nunca te lo he mencionado? ¿De dónde sacaste esa información? ¿O Acaso hay me estás ocultando algo? Tampoco me quedó claro ¿Por qué llegaron a mi mente recuerdos de una señora hermosa a qui
Melody escuchó los ruidos de la puerta, pero como estaba saliendo en ese momento del baño, no fue a abrirla, no obstante, tuvo la leve corazonada de que solo podía tratarse de Itzae, por eso trató de alistarse lo más pronto posible, para impedirle a Meredith, salirse con una de las suyas.Valentino salió temprano, a llevar a Matteo al terminal, pues este recibió información sobre el paradero de Perla, por eso Gian Paúl terminó yéndose solo, la chica sentía alivio de haberse podido quedar, no soportaría estar encerrada tantas horas con ese hombre, era un idiota, quien solo tenía ojos para Meredith, a pesar de los constante desprecios de esta.Entretanto, a ella le constaba disimular cada día sus sentimientos, había tratado de huir, de mantenerlos ocultos sin poder expresarlo, por eso procuraba escapar cuando él llegaba al lug
Valentino la ayudó a montarse en la motocicleta, luego subió él, colocó la maleta en la parte delantera entre sus piernas y condujo a la cabaña de Itzae, apenas llegó bajó la maleta y descendió, antes de que la chica pudiera bajar, la alzó, acercándola a su cuerpo. La tomó de la mejilla y comenzó a besarla.—Durante todo el trayecto no pensé en otra cosa, sino hacer esto —expuso con voz ronca, besándola de nuevo—. Te deseo tanto que resulta demasiado doloroso.—Yo también, te deseo, nunca me había sucedido, siento una extraña atracción y fascinación por ti, es como si te hubiese conocido de antes, todo en ti me es familiar, ¿Me entiendes? —preguntó frunciendo el ceño con un poco de desconcierto, porque le parecía sorprendente esa sensación.
Por un momento se quedaron en silencio, todos analizando sus palabras, pero sin saber cómo abordar la situación, hasta que Valentino fue el primero en hablar. —Itzae es importante saber los detalles que te pregunté ¿Estaba tu padre contigo durante todo el tiempo cuando estuviste enferma? ¿Cuánto tiempo después despertaste? ¿Tienes idea de cuándo, cómo y dónde fue el accidente? La angustia de Valentino era evidente, en su tono de voz, incluso en la postura de su cuerpo un poco tenso, deseaba con desesperación respuestas y esperaba poderlas conseguir de parte de ella, pero en cambio la joven se sentía agobiada, confusa, comenzó a mover su cabeza de forma negativa y se cubrió el rostro, emitiendo un gemido mezcla de dolor y desesperación. —Lo siento, no lo sé no puedo ayudarlos —mencionó, con una inflexión lastimera en la voz. Valentino se sentó a un lado, la atrajo a su cuerpo abrazándola, acar
Itzae lo observó con picardía, le gustaba sentir el control sobre él, pues eso la hacía sentir poderosa, sin embargo, no contaba con qué Valentino no esperaría, desesperado por un mayor contacto con ella, levantó la mano y la tomó de la nuca halándola hacia él, uniendo sus labios con una pasión arrebatadora, entretanto, con la otra mano la llevaba a uno de sus valles, acariciándolo por encima de la tela con uno de sus pulgares. Con una sorprendente paciencia, desabrochó los botones superiores del vestido y la liberó con una sola mano el brasier, dejando libres sus voluptuosos pechos para su deleite, los masajeó suavemente, pero al ver la mirada de disfrute de la chica, los apretó un poco más, trató de desnudarla, quitándole el vestido, mas ella lo impidió. Acercándose a su rostro lo besó con una apremiante necesidad, jugueteó con sus lenguas, cruzándolas con movimientos circulares, ambas bailando de forma acompasada, mientras pequeños ru