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El apuesto socio italiano

En una bella hacienda apartada de la ciudad, Abigail Montesinos jugaba con el pequeño Abelardo, el niño había cumplido seis meses, estaba precioso, regordeto y muy despierto, tenía los hermosos ojos marrón oscuro de su padre al igual que su color de cabello y que decir de su adorable sonrisa igual a la de Sasha.

Aby se enfadaba cada vez que le buscaba a su hijo algún parecido a ella, y no encontraba nada más que el lunar en la palma de su mano, un lunar que también llevaba ella en la mano derecha.

Aaaaaahs ¡Odio que mi hermoso bebé se parezca tanto a Sasha!

Desde que Abigail fue echada de Grecia y regresada a su familia en México, Darius y Sasha se había dedicado a sabotear los negocios que tenían junto a la familia Mexicana, había sido difícil para los Montesinos hacerles frente, Sasha al sentirse engañando y burlado estaba desquitando su dolor volcando toda su furia sobre la familia de la mujer que él creía lo traicionó.

Era muy joven, su padre y su hermano no la habían dejado meterse en el negocio, ellos solo la consentían y la cuidaban cómo a la niña de sus ojos, fueron ellos los que le advirtieron que no podía confiar ciegamente en Sasha, Darius Diamantis nunca les dió buena espina y por supuesto, no se equivocaron

Los Montesinos se aliaron con la familia de mafiosos italianos la Cosa Nostra como una solucion perfecta, una antigua mafia que había sido tomada y modernizada por el mafioso Lukani Gambino, gracias a ellos pudieron hacerle frente al despiadado Darius Diamantis y Sasha Diamantis que intentaban desaparecerlos de la faz de la tierra

De todo eso apenas se iba enterando Abigail, su padre y su hermano habían estado en guerra con los griegos por qué cómo justo había escuchado al padre de Sasha decir, los querían fuera del negocio y quitarles el territorio que a base de trabajo y esfuerzo habían ganado

Abigail seguía leyendo todos los correos que había estado recibiendo su padre por más de un año, asesinaron a su gente, robaron sus contenedores, incautaron su droga ayudados por los Jhonson, siempre dejando un mensaje de burla.

se llenó de rabia,《¡esos desgraciados le habían destruido mi vida y no conforme con eso también querían destruir a mi familia!

¡Juro que me voy a vengar! ¡juro que me voy a vengar de ustedes griegos hijos de la gran puta!

Van a lamentar habernos traicionado y habernos menospreciado por ser mexicanos, pero sobre todo tú Sasha, te vas arrepentir de haberme echado peor que perro de tú vida!》

Aby salió del despacho furiosa, iba camino hacía el ala de la hacienda dónde se encontraba su pequeño Abelardo con la niñera, sin darse cuenta Chocó con un cuerpo alto y duro, conforme iba levantando la mirada iba recorriendo el cuerpo del adonis, al llegar a su masculino rostro, unos ojos azules cómo el color del océano robó su mirada verde agua, por unos segundos el atractivo hombre y la hermosa mujer se quedaron sin moverse.

—Lo...lo siento, yo iba.. iba hacía la otra ala, dijo Aby, estaba por seguir su camino cuándo el hombre de traje oscuro habló

—Disculpa, no te vi venir, fue un accidente, un hermoso accidente diría yo...

—Soy Lukani Gambino, el socio de Marcos y Antonio Montesinos, ¿tú eres?

—¡Oh! yo soy Abigail Montesinos, hija de Marcos y hermana de Antonio, siento mucho haber chocado con usted, ¡en verdad no lo vi!

Aby metía las sus manos en los ajustados vaqueros que llevaba puestos ese día, le gustaba salir a montar para distraerse y dejar salir todo el dolor que guardaba en su alma, eso le hacía mucho bien, en la mano llevaba un fuete, la camisa a cuadros y las botas a las rodillas la hacían ver cómo una vaquera más de la hacienda, pero su bello rostro y su estatura de uno setenta la hacía resaltar así fuera en un establo

—¿Te dirigías a montar? podría disculparte por golpearme si me invitas, ¿qué dices?

El mafioso italiano Lukani Gambino no era un hombre romántico, ni siquiera coqueteaba con mujeres, nunca había tenido oportunidad de hacerlo ya que ellas siempre llegaban hasta él ofreciéndole todo y de todo, el simplemente lo tomaba y lo disfrutaba

,—¡no creo que puedas montar en traje de Ceo millonario!—Abigail enarcó una de sus delineadas cejas

— ¿CEO millonario yo? mira que me habían llamado de todo, incluso por hijo de las mil putas, ¡pero CEO millonario jamás!—A Lukani se le escapó una risa,

Pues estás vestido cómo uno, Aby hizo una expresión con su ceja en dirección al mafioso, Abigail sabía de marcas y ese traje que el italiano vestía era de diseñador y de muy buena calidad, su ex esposo Sasha solía vestir solamente de costosas marcas, ella acomodaba sus trajes personalmente en el clóset

—Solo visto así cuándo estoy trabajando, por hoy ya terminamos con la junta que tuvimos con tu padre y tú hermano, si me das un momento me cambiaré y te alcanzo en los establos

—Yo... —Aby pensaba rechazar su invitación a qué lo invitará a montar, había decidido a último momento regresar a jugar con su pequeño Abelardo, Lukani se dió cuenta que estaba apunto de ser rechazado y se adelantó

—Soy mafioso, no soy un secuestrador de mujeres bellas, además soy un caballero señorita Montesinos, no me desaire sin conocerme—Lukani sonrió amable, haciendo que Abigail dejara escapar un suspiro y asentir, lo espero en las caballerizas mafioso cabelleroso

Aby siguió su camino, mientras que Donato Carvalli su mano derecha había visto de lejos la escena

—¿No sabía si vomitar o darte mi número de teléfono? ¿desde cuándo coquetas con mujeres Luka? tú no tienes otro amor que tú imperio, además ¿no te olvides del por qué estamos en ésta alianza? además de ganar millones de dólares, estamos en guerra con el ex esposo de esa lindura que se acaba de ir

—!junta a los hombres que traemos con nosotros en mi habitación de prisa! —ordenó el mafioso Lukani ignorando los comentarios sarcásticos de su mano derecha

Donato rodó los ojos y llamó a todos sus hombres a través del auricular en su oído, a pesar que los Montesinos era gente de confianza, él cómo jefe de seguridad del cabeza de familia de la Cosa Nostra debía estar prevenido

Una vez en la habitación Lukani les hizo llevar sus maletas, echó un vistazo a sus ropas y eligió unos vaqueros y una playera blanca, ninguno llevaba botas para montar, pero llevaban unas de trabajo rudo que fueron suficientes para él

Lukani se cambió de prisa una vez que echó de su habitación a sus hombres, ya le había ordenado a Donato recompensarlos, su mano derecha nunca fallaba en cumplir una órden suya, de todos los años que llevaba trabajando para él, jamás había tenido una queja

El mafioso ya había visitado la hacienda antes, el mismo Marcos Montesinos se la había mostrado personalmente, no le iba a ser difícil dar con los establos, dejó su largo cabello peinado hacía atrás, se perfumó el cuerpo y cuándo estaba a punto de salir escuchó

—¡Pareces un quinceañero saliendo a su primera cita!— Donato lo estaba molestando

—¡Pudrete! —fue la respuesta para Donato

Abigail había regresado a ser la belleza de antes , esa que Sasha se había encargado de marchitar, ahora su escultural cuerpo de diosa estaba de vuelta, su largo cabello ya estaba sano, en sus bellos ojos verde agua ya no estaban esas oscuras ojeras, se le veía radiante, la maternidad le sentaba muy bien

El mafioso Lukani la encontró acariciando y hablándole a una pura sangre enorme, la bella joven la trataba con mucho cariño, hasta le dio unos cuantos besos que por alguna extraña razón el mafioso italiano deseaba para él

—!Hola Abigail, ya estoy aquí!

La gruesa voz del mafioso casi hace brincar del susto a Aby, se llevó la mano al pecho, el corazón le latía a mil, levantó su hermosa mirada al apuesto hombre, parecía una persona completamente diferente al que había visto apenas unos momentos antes, la blanca camisa dejaba ver su trabajado abdomen y sus marcados brazos, en ellos resaltaban unos cuántos tatuajes que no hacían más que aumentar la brutal sensualidad del mafioso

Lukani sonrió al ver el efecto que había causado en la hermosa Aby, el de sabía a sus veintinueve años un hombre muy deseable, las docenas de mujeres que querían meterse a su cama se lo confirmaban, mujeres que no le importaban en lo más mínimo

—¡Dios qué palidez! ¿acaso has visto un fantasma?

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