- Alia – nombró mi padre sacándome de mi ensoñación, haciendo que regara el jugo sobre mí.
De inmediato mis padres se lanzaron a uno quitarme el vaso y otro a limpiarme el jugo sobre mi camiseta, que se me pegó a la piel.
Gruñí y negué – Voy a cambiarme – murmuré levantándome.
- ¿Estás bien? – preguntó mi padre con un tono de preocupación a nivel máximo.
Negué y sonreí para calmarlos, sin embargo, Camille se ofreció a llevarme a mi habitación y ayudarme con la blusa mojada. Al llegar a mi habitación Camille cerró la puerta mientras me sentaba en la cama y ella hurgaba entre mi armario y después me dio una blusa cuando yo ya me había quitado la mía.
- ¿Por qué estás tan distraída
Al día siguiente, como era viernes, no tenía que ir a estudiar, tenía los viernes libres de la universidad así que pasé todo el día en pijama, adelantando trabajos. Terminando algunos otros y cuando llegó el medio día, bajé hacia la cocina escuchando la voz de dos personas hablando en ella. Una de ella era la de mi madre, pero la otra no la reconocí. Me era familiar de algún lugar, pero no podía recordar de donde exactamente. Finalmente decidí entrar en vez de escuchar la conversación y más bien ser partícipe de ella. - Buenos días – murmuré sentándome en una banca frente a la isla. Mi madre y la persona con la que hablaba se quedaron callados y sentí su mirada sobre mí y más exactamente mis ojos. - ¿Tus gafas donde están cariño?
Sin previo aviso, ya estaba entre los brazos de Silas, quien dio varias vueltas riendo mientras me abrazada. Sonreí ante la emoción tan diferente que sentí en el momento que hizo aquello que cuando me dejó en el suelo, completamente abatida tanto por su reacción como por lo que sentí internamente cuando lo hizo, que no tuve palabras para hablar, ni siquiera aire para poder respirar hasta que el decidió hablar con la voz entrecortada por la emoción. - Es la mejor noticia del mundo, eso quiere decir que podrás tener una vida normal – comentó volviéndome a abrazar. Me alejé un poco de él y negué – No quiero una vida normal – musité. - ¿No es lo que anhelas? Volví a negar – Algunas
Mi madre me guío hacia el consultorio del doctor Adam mientras mi padre me escoltaba y Camille estaba al otro lado, con su mano en mi hombro mientras yo sostenía con esa mano mi bastón. Suspiré cuando nos detuvimos e imaginé una puerta blanca con un número o una placa con el nombre del doctor, pero no sabría hasta que no lo viera con mis propios ojos. Con nerviosismo, golpeó mi madre varias veces y sentí que mi corazón se detuvo en el momento que escuché la puerta abrirse y sentir el aroma del doctor frente a mí. Humedecí mis labios – Buenos días, doctor Adam. Extendí mi mano que tenía tomada con la de mi madre y él la estrecho amablemente haciéndonos pasar a los cuatro. Tomé una fuerte bocanada de aire cuando me senté y el doctor
Los días pasaron y el domingo 17 de septiembre, se acercaba más mientras mis nervios no solo míos, sino también de las personas a mí alrededor, crecían. No me sentía sola, ni tampoco en medio de la oscuridad desamparada, sabía que a pesar de no poder ver nada estaban las personas indicadas en mi vida y lo agradecía porque a pesar de no poder ver, me encargué de escoger las personas adecuadas para que en este momento tan importante de mi vida me acompañen y padezcan mi dolor entre todos. La primera semana de septiembre pasó y seguía estudiando, aun mi madre insistía en que dejara de estudiar porque para la operación llegaría muy estresada pero no quería quedarme en casa todo el tiempo pensando en cómo sería la operación o divagar sobre mis salidas cada vez más frecuentes con Silas. Me sentía a gusto junto a él, y su compañía también me
El domingo siguiente Silas vino a recogerme porque quería presentarme a sus padres. De alguna forma eso me ponía nerviosa, aunque sabía que me presentaría como una amiga, como nada más. Pero de igual forma eso me ponía con los pelos de punta. Mi madre al enterarse en esa mañana desaprobó mi atuendo común y corriente ya que decía que Silas se mostraba que era de una familia de estatus y que yo no podría ir como si fuera una pordiosera. La verdad quería ir natural, como soy siempre, pero Camille y mi mamá me insistieron en que me arreglara mejor, así que me siento como un conejillo de indias mientras Camille me maquilla y mi madre busca algo en mi armario. Sam llamó también y le dije que no podría salir con ella debido a que no me dejarían salir de casa hasta no estar "presentable" o lo que presentable signifique para mi hermana y mi ma
Silas Al dejar a Alia en su casa, conduje a casa lo más rápido posible, saltándome todos los semáforos en el camino sin importarme nada. Solo llegar a casa. Específicamente les había dicho a mis padres días antes de traerla que es una chica especial, no es común y corriente a las demás. Alia es ese tipo de chica que te refresca el alma, que siempre está ahí para darte una sonrisa hermosa que te iluminara el día. Ella siempre tiene algo que decir, una palabra, un roce, un sentimiento que se siente en el aire. Cualquier cosa se siente cuando está alguien junto a ella. La busqué después de perder contacto con ella en la playa y la busqué sin parar, por días. Hasta que lo logré. La encontré tan serena, riendo
Alia No supe nada de Silas en toda la semana que pasó. No quería llamarlo porque la última vez que nos hablamos fue en la cena con sus padres, y no salió muy bien que digamos. Sin embargo, en esta semana tuve que quedarme en casa, porque el domingo seria la operación y mi madre quería que estuviera descansada para ese entonces. Sam venia todos los días para darme sus apuntes para poder estudiar, aunque tenía que leerme porque no sabía que decía. Durante toda la semana no me preguntó por Silas, supongo que mi expresión de extrañeza y el hecho de que mi madre le contó en la entrada el primer día que vino diciendo que después de que Silas me dejó con ellos, no volvió y tampoco llamó. De igual forma, agradecí que no preguntaran para así poder concentrarme en es
No sabía cuál había sido mi último recuerdo cuando podía ver, ni tampoco lograba recordar nada que no fuera cuando desperté y poco a poco con el tiempo, mis padres me dijeron que Gus había muerto en el accidente y ya había pasado un mes desde aquello. Pero algo que si recuerdo muchísimo, es la desesperación e impotencia que recorrió mi cuerpo tan frágil y joven cuando me quitaron la venda y solo veía oscuridad. No me quería morir, ni tampoco estaba enojada con el mundo o con Dios. Estaba tan pequeña que jamás se me pasó por la cabeza alguno de esos pensamientos. Lo único que atravesó mi cabeza fue una frase en letras blancas iluminando la oscuridad en la que viviría hasta el día de mi muerte. "Jamás podré volver a ver" Y eso bastó