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SÁDICO

Capítulo 02

Elisa Scott

Mis ojos recorrieron todo el lugar, intentando buscar a alguien que pudiera salvarme de esto, pero sabía que ninguno lo haría.

Zahira agarró el brazo de Argey apenas se dieron cuenta de mi encrucijada, de la cual estaba totalmente difícil de que fuese liberada. Mi mandíbula comenzó a temblar pero apreté las piernas para disimular mi miedo porque lo menos que quería era mostrarme débil delante de este hombre.

—Vamos a otro lugar—demandó colocando su mano en la parte trasera de mi cuello, su piel estaba completamente fría logrando así que los vellos de mi piel se erizaran con su mero tacto. Mis pies se enredaban un poco al dar el primer paso pero cuando noté el temor y la zozobra en los ojos de mi mejor amiga, sabía que si algo salía mal esta noche, la única persona que pagaría las consecuencias, sin duda alguna seríamos ella y yo.

Me estaba costando respirar, miré como uno de los hombres de aquel sujeto peligroso, tiró del brazo de Zahira para hacerla continuar su camino, mientras que Argey seguía los pasos del mafioso sin decir absolutamente nada.

Subimos una escalera angosta que nos llevó hacia el segundo piso del bar, me paralicé al notar una enorme puerta que daba hacia un lugar totalmente desconocido para todos; Maximiliano rodeó mi mano para unirla a la suya y aunque hace un par de segundos solo me hubiese rehusado, creo que lo mejor por ahora es no hacerlo enojar.

—¿Te gusta?—espetó colocando la palma de su mano sobre mi espalda baja y señalando todo el lugar, era como una especie de apartaestudio con bar incluido y una enorme cama para descansar. Una de las personas que lo acompañaban se adelantó para colocar música y así poder ambientar su macabra fiesta.

—¿Qué es lo que quieres?—la comisura de su labio se elevó—¿Podrías decirme que hago aquí?

Una mujer vestida de blanco apareció en mi campo de visión trayendo consigo una botella de whisky que podía deducir que era exageradamente costosa y que jamás podría pagar aunque reuniera mis dos sueldos juntos.

Zahira se sentó en el sofá al frente de nosotros mientras que su novio intentaba calmarla. Verla llorar no era algo que disfrutaba—¿Podrías dejar que ellos se vayan?—el mafioso gruñó un poco para luego negar.

—En los negocios, ellos se llaman "Garantía"—inhalé el aire suficiente para cuestionarlo pero un apretón en mi brazo derecho me hizo callar de inmadiato—Yo como tú, los salvaría ¿No crees?

El sonido de la música y las voces de las personas aquí adentro me tenían aturdida—Esto no es un negocio, es la privación de mi libertad y la de mis amigos—declaré con mis dientes apretados, el hombre de mirada fría me observó por algunos segundos para luego soltarse a reír con una sonora carcajada.

—¿Quién te dijo que te retengo contra tu voluntad?—dijo para acto seguido tocar el puente de su nariz con sus dedos—Eres muy linda, cariño, pero yo no obligo a nadie. Sí quieres, vete.

Señaló la puerta y no lo dudé dos veces, agarré a Zahira por la tela de su vestido y corrí con ella hasta la puerta pero dos tipos enormes y bien armados nos bloquearon el paso.

Me giré aniquilando con la mirada al bastardo mafioso, verlo sonreír como si fuese la reina de corazones en una partida de poker que vas perdiendo, me hizo arder la sangre.

—¡Eres un sucio! Sácame de aquí... ¡Ahora!

—¿Por qué me lo dices a mí? Esos tipos son los que no te dejan salir, no yo—se encorvó de hombros tomando una posición más relajada—Odio cuando la gente me levanta falsos, verdad, Argey...

Zahira palidecio y entendió algo que me costó algunos segundos comprender. Su novio me había negociado con él.

Me avalancé sobre el que creía que era mi amigo, deseando poder hacerle un daño tan irreversible que jamás pudiese olvidarse de mí, pero pude sentir las manos de Maximiliano rodear mi estómago y a traerme enseguida hacia él.

—¡Eres un sucio tramposo, Argey!—Zahira comenzó a llorar, el hombre que ella amaba nos había metido en un enorme problema; quizás por la ambición del obtener dinero fácil.—Lo siento, cariño...—consolé a la morena mujer—Quizás solo fue orillado a esto. No creo que él sea así de cruel...

Una risita que se escapó de los labios del señor Moretti me hizo mirarlo enseguida.

—Argey Serratos, trabaja para mí...

Zahira se desplomó sobre el suelo, sus ojos estaban bien abiertos mientras que su cuerpo temblaba descontroladamente. Había estado con su novio desde hace cuatro años, al principio cuando los conocí Argey me pareció una persona demasiado "Misteriosa" como cuando alguien te ocultaba secretos, pero luego con el pasar del tiempo comprendí que sólo era su personalidad y que de verdad, él la amaba mucho y sólo eso me bastó.

—Zahira necesita una clínica.—ella estaba en shock, podía sentir la respiración de Maximiliano Moretti cerca de mí—Te prometo que volveré para negociar contigo.

Podía escuchar el sonido de las manecillas del reloj pegado justo en la entrada de la habitación, mi estómago estaba comprimido y el temor de perder a mi mejor amiga me estaba matando lentamente.

—Necesito una garantía.

Sacó a deducir encendiendo la punta de su tabaco cubano.

—¡¿Cómo puedes pedirme garantía cuando alguien puede morir?!

Las personas detrás de mí, comenzaron a reír.

—Garantía o se muere.

La señaló con indiferencia.

—¿Qué quieres?

Sonrió complacido.

La mujer que le entregó la botella al principio, se nos acercó para ahora hacerle entrega de la bebida que rechacé al principio.

—Tomate esto. Eso será mi garantía.

—Eres un demente...

Su lengua emitió un chasquido—Sin alagos, por favor...—levantó la copa de cristal para hacerme beber.

—¿Solo esto?

Me mostró los dientes.

—¿Qué crees tú, bella mía?

Empujó la bebida sobre mis labios haciendo así que mi lengua, encía y mejillas internas se impregnaran de ese sabor dulce pero amargo a la vez. Me tambaleé un poco al sentir algo extraño apoderarse de mi estómago.

—¿Qué me dijiste?

Maximiliano tomó mi mentón para alzar mi rostro—Te ves preciosa con tus mejillas de este color—me soltó de inmediato—Ah, Elisa—me detuve cuando ya estaba levantando a Zahira del suelo pero terminé gritando al sentir la sangre Argey salpicar mi rostro, el mafioso le había apuntado—Y eso fue por venderte... No te preocupes, las ratas como él, siempre sobreviven.

(***)

Mis ojos estaban nublados por mi llanto, los colores de la sirena de la ambulancia, me cegaban por momentos, mi mejor amiga apretaba mi mano mientras que observaba con incertidumbre el cuerpo casi agonizante de Argey.

Desde que habíamos salido del bar ninguna de las dos se había dirigido la palabra—Me odias, ¿Verdad?—preguntó pero negué al sentir su mano más fría de lo que debería.

—No. Sabes que no—miré hacia un costado.

—Deberías irte lejos ahora que puedes—concluyó soltándose—Mi madre me contó una historia sobre la familia Moretti y créeme, Elisa—se volteó para verme a la cara—Las pesadilla son cuentos de princesas delante de la maldad de un miembro de la mafia italiana.

Salté al sentir mi cuerpo sacudirse. Habíamos llegando al hospital.

—No puedo irme y dejarlos.

Era casi imposible que lo hiciera.

—Vas a hacer que nos maten a todos, yo me iré a México por un tiempo y tú deberías esconderte hasta que ese mal nacido se busque a otra con quien jugar... Yo...—bajó la cabeza para romperse a llorar—Nunca quise esto. ¿Me crees, verdad? Huye de aquí y no te dejes encontrar del italiano.

Me bajé de la ambulancia apenas llegamos a la clínica. Mi siquiera fui capaz de mirar hacia atrás, me dolía el pecho y aunque aguanté la respiración para no llorar al final solo me había dando cuenta que de un momento a otro mi vida había vuelto a cambiar una vez más.

Llegar hasta mi pueblo natal no fue para nada fácil, los boletos todos estaban agotados, así que me tocó gastar mucho dinero del cual casi no tenía en un taxi particular.

Mis piernas estaban prácticamente arrastrándose sobre el suelo, la idea de volver a ver a Abbie luego de tanto tiempo no era de mi agrado, pero al menos Maximiliano no podría encontrarme en este lugar.

En pocas palabras nadie sabía o tenía información sobre este sitio, así que me sentía segura estando aquí.

Toqué un par de veces antes de que mi madrastra saliera y la sonrisa que traía dibujada sobre sus labios se borrara de inmediato apenas se dio cuenta de mi presencia.

—¿Qué haces aquí?

Me agarró del brazo con vehemencia para así apartarme del porche de su casa.

—Vengo a ver a papá.

Se burló por mi respuesta.

—No tienes nada que hacer aquí...—se calló al sentir a mi padre detrás de ella—Estoy tan feliz que hayas vuelto hija mía—sus brazos tomaron posesión de mi cuello fingiendo así un cálido abrazo que en realidad era todo lo contrario.

En el rostro de mi padre se le notaba la ducha de verme.

Caminé detrás de ellos queriendo huir también de aquí, mis manos estaban sudando pero me paralicé al ver un arreglo enorme de girasoles sobre la mesa de centro en medio de la sala.

—Oh,Elisa. Tu novio sabía que venias, ¿No?

Arrugué la frente al escuchar la pregunta de Abbie.

—¿Novio?

Inquerí sin entender.

—¿Quién más sabría cuáles son tus flores favoritas, pequeña Elisa?

Cuestionó papá acomodando los girasoles.

Corrí hasta ellos y pude sentí como mi rostro perdía los colores.

"Tenemos un trato, Elisa Scott

Tuyo, Maximiliano Moretti"

Él me tenía.

El mafioso no sólo sabía mi nombre, si no también mi información.

Yo, estaba perdida... 

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