Una vez terminó de hablar con Areliz, Nia fue directo a la oficina de su hermano, viendo que todavía seguía discutiendo con su madre respecto al tema que la había llevado allí corriendo: la paternidad del pequeño Nick. Estaba muy agradecida de que su madre siempre le contara todo y siempre la llamará para hacer de su apoyo cuando ella y Noah no estuvieran de acuerdo, aunque esta vez Nia planeaba tomar el lado de su hermano, tristemente para su madre. —¡Te digo que es una pérdida de tiempo, madre! ¡No voy a hacer una prueba inutil de paternidad cuando ya sé que no es mío! —¿Cómo puedes estar tan seguro? Mira, yo soy tu madre, yo te vi cuando eras pequeño, y te digo que sí se parece a ti. —Por favor, madre, eso fue hace treinta años, ¿cómo puedes confiar tanto en tu memoria? Muchas veces no recuerdas ni dónde están tus joyas más valiosas ¿y quieres que te crea que recuerdas a la perfección mi apariencia de niño? —Es diferente, unas joyas nunca tendrán tanto valor para mí como mi p
Areliz tenía un mal presentimiento, un muy mal presentimiento desde el día de ayer, desde su encuentro con Agatha y Noah en uno de los jardines de su exageradamente bella clínica. No podía explicar este mal presentimiento, simplemente lo sentía. De hecho, Noah ni siquiera se había aparecido ayer para darle su malteada del día, y ella no había tenido ganas ni de reclamarle. De hecho, de lo que no tenía ganas era de verlo. Fue a la clínica a trabajar normalmente luego de dejar a su hijo con Fabia (que le preguntó por su rostro preocupado, pero le dijo que hablarían luego). Estuvo trabajando mayormente tranquila, sin cambios, hasta que salió a almorzar y tuvo el presentimiento de estar siendo observada. No vio a nadie en particular mirándola, así que encogió los hombros y después de almorzar volvió a su oficina, donde ya se sintió más tranquila. A este punto ya estaba comenzando a llegar al fin del análisis de todos los síntomas y el historial médico de Emma, pronto sería hor
Al día siguiente en el hospital, Areliz fue directamente al cuarto de Emma, acompañada de Remy. Les dijo a los otros doctores las pruebas que necesitaba hacer, pero ellos le dijeron que tendría que esperar a la noche a cuando Emma estuviera despierta para darle el consentimiento. —No puedo esperar a la noche, soy madre, siempre me voy a horario. —Pues entonces debes esperar a mañana —dijo el Dr. Mordred, viéndola con fastidio, como siempre. —¿Y qué haremos hasta entonces? ¿Qué hacen mientras esperan su consentimiento? —Monitorearla —explicó Amber, luciendo aburrida. —Podemos monitorear juntos —dijo el Dr. Rogers con su tono coqueto de siempre. —No gracias. —Lo miró con cansancio—. Creo que mejor iré a hacer algo de investigación… —Vamos, podemos pasarla bien y...—Ella le dijo que no, doctor. —Remy miró mal a su superior sin importarle nada, como siempre, y Areliz de inmediato le sonrió agradecida. Se despidió de Remy y salió de la habitación y fue a su oficina, donde estuvo
Areliz se sentía muy débil y patetica, no tenía ganas de ir a trabajar ese día después del tonto espectaculo de llanto que dio frente a Noah… Sin embargo, la Lizzy doctora en ella era muy responsable, y necesitaba saber si Emma había aceptado las pruebas, así que no tuvo más opción que levantarse e ir aunque a regañadientes. Dejó a su hijo con Fabia y condujo al hospital. Se encontró con Remy y fueron a la habitación de Emma, donde los otros doctores le dijeron que su querida paciente había rechazado las pruebas. —¡¿Qué?! ¡Pero no puedo hacer mi trabajo si no me deja hacer nada! —Lo siento, dijo que no quiere más pruebas y dijo… —Amber dudo un poco en seguir hablando— dijo que nunca aceptaría hacer nada que tú le digas… —¿Qué se supone que hacemos con un paciente así? —preguntó Remy—. ¿Conseguir una orden de la corte? —Quizás solo debamos hacer que el jefe hable con ella, ya que es su pareja —sugirió Amber con una sonrisa nerviosa. Areliz rodó los ojos. —Bien, hablaré con
Noah todavía recordaba el momento en el que su madre le dio la noticia de las palabras de Areliz, de su confesión respecto a la paternidad de su hijo. Su madre había llegado a su oficina junto con Nia, las dos viéndose bastante tristes, aunque su hermanita no dejaba de darle empujones a su madre para que se sentara frente a Noah y le diera la noticia. —Dile, madre, él merece saber la verdad que ella tanto se negó a decirle —dijo Nia con ojos tristes. —Lo sé, lo sé. —Su madre suspiro—. Escucha, Noah… Fu… fui a hablar con tu ex esposa y… —Agh, fuiste para pedirle que haga una prueba de paternidad, ¿no es cierto? Te dije que no quiero que intervengas, madre, no quiero una prueba inútil para algo que se ve a simple vista. —Pues tenías razón… —susurró su madre con voz queda y la mirada baja, dejándolo boquiabierto y confundido. —¿Qué?...—Fui a verla y… ella reconoció que tú no eres el padre, que el padre es su amigo ese de gustos raros… Dylan. Tenías razón. Y Noah se quedó congel
Areliz se sintió como si pudiera desmayarse, quiso salir corriendo, pero él alcanzó a tomar su muñeca y, en un parpadeo, la hizo caer hasta estar encima de su cuerpo en el sofá. La envolvió en sus brazos y la abrazó contra su cuerpo, haciendo que su respiración fallara y que su corazón empezara a latir como loco en su pecho. —Lizzy… —habló con voz baja y ronca, haciéndola estremecerse levemente y más cuando sintió sus manos acariciar sus brazos de forma que le revivía muchos recuerdos de su época de casados—. No te vayas, Lizzy… Quédate aquí conmigo.—N… Noah, estás demasiado borracho. —Negó con la cabeza, preocupada y apenas pudiendo pensar correctamente por su cercanía y los recuerdos que la estaban invadiendo ahora mismo, recuerdos demasiado íntimos que tenían su rostro convertido en un tomate gigante como si fuera una adolescente. —No estoy borracho, Lizzy, sabes que siempre te he querido a ti… Solo a ti. —La jaló y de pronto tuvo su rostro enterrado en su cuello, rastrillando
Noah no podía dejar de recriminarse por sus estúpidas acciones. ¿Cómo pudo emborracharse tanto como para ir a casa de su ex esposa tan ebrio que se quedó a dormir ahí y en su misma cama? Y cerca de su pequeño hijo, también. Y como si fuera poco hasta tuvo el valor de besarla mientras la creía dormida, pero sabía que ella estaba despierta desde antes, porque sintió ese movimiento inconsciente de sus labios, ese mismo que hacía cuando fingía que no quería nada con él, que nunca sentiría nada. Cuando él estaba desesperado por conquistarla, por ganarse su corazón, ella jugaba a que él no le interesaba, luego le confesó que siempre tuvo debilidad hacia él, pero a veces incluso le decía que podía intentarlo todo y nunca lograría enamorarla. A veces hasta le permitía besarla y le juraba que no iba a corresponderle, en esa época de “cortejo”. Y él la besaba con toda su pasión, pero no con desenfreno, más bien con dulzura, con lentitud, intentando lograr que sintiera su sinceridad, y e
Por suerte, Nick se puso mejor al cabo de una semana, por lo que Areliz decidió volver a trabajar el jueves y ya en la clínica Remy le dio la noticia de que Emma por fin cedió y dejaría que le hiciera los exámenes médicos. —Ay, ya era hora. —Areliz suspiró aliviada—. Aunque me imaginó que no quiere que los haga personalmente. —No, esa fue una de sus condiciones. —Su amigo enfermero le sonrió nerviosamente—. La Dra. Amber y los demás se encargaran, de seguro. —Sí, aunque será mejor que me ponga de acuerdo con ellos cuanto antes, porque quiero que me dejen revisar algunas cosas. —Creo que la Dra. Amber está en la habitación de la paciente. —Bien, iré a hablar con ella. Gracias, Remy. Se despidió y se dirigió a la habitación de Emma, pero al entrar no vio a nadie, nadie más que la propia Emma, que… estaba despierta, leyendo una revista de moda como si nada. Al verla, se estremeció con disgusto. —Ugh, ¿y a ti quién te dejó entrar a mi habitación privada? Areliz entrecerró los