Areliz se sentó en el sitio de encuentro que habían acordado a esperar que Remy llegara para comenzar su cita, y mientras tanto miró a su alrededor. Areliz se encontraba ahora mismo esperando con a Remy en la nueva cafetería de la ciudad situada en una callejuela adoquinada, cuyo exterior tenía un encanto nostálgico que invitaba a entrar desde el primer momento, por lo que ella solo pudo felicitar mentalmente la elección y el buen gusto de Remy. Apenas llegar a la calle notó la fachada de ladrillo pintada en tonos cálidos que resaltaba con elegancia, mientras que grandes ventanales con cortinas de encaje blanco permitían a los curiosos echar un vistazo al interior acogedor. Macetas colgantes, repletas de flores coloridas, decoraban los aleros del techo, añadiendo un toque de vida y frescura al ambiente.Al traspasar las puertas de cristal apenas llegar, Areliz se encontró inmediatamente envuelta en una atmósfera de calidez y serenidad. El interior de la cafetería estaba bellamente d
Areliz y Remy pidieron cada uno un café cappuccino y medialunas, cosa que los hizo sonreír al tener los mismos gustos. Mientras esperaban su orden, Areliz le preguntó a Remy por su carrera universitaria, ya que aparte de trabajar como enfermero estudiaba la carrera para convertirse en doctor en unos años. —Bien, me está yendo mejor de lo que pensaba. Hace poco tuve exámenes y aprobé todos con buena nota, soy de los mejores de la clase. —Eso no me sorprende, siempre eres muy bueno en todo lo que te propones. —Le sonrió con ojos cálidos y él rio con nerviosismo, apartando un poco la mirada, cosa que la hizo sentir cierto toque de ternura. Remy era solo un par de años menor que ella, pero le recordaba mucho a sus primeras citas en la preparatoria, aunque esas citas nunca llegaron a nada, pero con él se sentía mucho más a gusto que con esos bobos adolescentes que a veces solían buscarla solo para que les hiciera la tarea al ser la más lista de la escuela. A los pocos minutos, les
Noah estaba furioso. Muy, muy furioso, tan furioso como hace mucho no estaba. Al principio, su plan de frustrar y arruinar la cita de su ex esposa con su amigo enfermero de quinta le estaba resultando todo a la perfección. Distraía a Areliz con el fantasma de su presencia, con pequeños detalle que le recordaran a él o indicios de que estaba cerca del lugar donde ella estaba, pero siempre sin dejar que lo viera ni por un solo instante, solo generando la ilusión de estar ahí para que ella no dejara de pensar en él a cada momento, lo cual era muy eficiente para que estuviera incómoda e irritada durante su cita con ese enfermero de quinta. Si, todo funcionó de maravilla... hasta que de repente dejo de funcionar. Ahora mismo, Noah se encontraba en un rincón del museo que estaban visitando Areliz y su cita de quinta, ya sin saber qué hacer para arruinar esta maldita cita ridícula, por que ya lo había intentado todo, pero en un punto sus estrategias simplemente... dejaron de funcionar.—
Remy acompañó a Areliz a su casa, los dos conversando animadamente, sonriendo relajados, hasta que llegaron a la puerta y llegó el momento de despedirse. —Hoy la pasé genial, me divertí muchísimo —exclamó Areliz alegremente, luego miró a sus manos unidas y sonrió con algo de ternura—. Sabes, Remy… quizás esto pueda funcionar… —Él la miró muy sorprendido y ella de pronto se sintió muy nerviosa y soltó su mano, guardándola detrás de su espalda—. Pe… pero… de… deberíamos ir… lento. —Carraspeó. —Cla… claro, eso está bien por mí. —Asintió una y otra vez—. No quiero presionarte ni en lo más mínimo, ya sabes lo que… lo que siento por ti a… así que… —Frotó su brazo con una mirada nerviosa—. Yo… en realidad no… no tuve muchas relaciones en mi vida. Una novia de muchos años me rompió el corazón hace tiempo, así que… también quiero ir con cautela. Areliz lo miró con sorpresa. —¿De verdad? Nunca… nunca supe que algo así te haya pasado. —Lo miró con pena. —No es algo de lo que me guste habla
Los siguientes días transcurrieron en relativa calma para Areliz, excepto claro por el hecho de que Noah ahora actuaba muy pero muy, muy extraño cada vez que estaba en presencia de Areliz, ya sea yendo a su oficina o encontrándose con ella por accidente en los pasillos de su clínica. El lunes por la tarde cuando Noah llegó a darle su malteada del día como parte de su condición que debía cumplir para mantenerla trabajando allí, Areliz lo miró mal por que aún después de pasada la cita todavía estaba muy, muy, muy segura de que sí había hecho alguna tontería para meterse en su cita, por más que luego de la cafetería ya no hizo nada, pero de todos modos sabía que de seguro sí la había espiado de alguna forma. Sin embargo, Noah ni siquiera se digno a mirarla al entrar a la oficina, ni siquiera se digno a hablarle, simplemente dejó la bandeja con la malteada y se fue, caminando tranquilo, como si nada pasara, ignorando totalmente su mala cara (y sus obvias ganas de gritarle, para el caso
Noah estaba encerrado en su oficina, temiendo la hora en la que llegara el temido e incómodo momento de por fin tener que prepararle a su ex esposa su maldita malteada del día, por que la verdad que no quería verla en lo absoluto, pero… Sin embargo, a pesar de su gran y obvio deseo de no querer verla, no pudo evitar sacar de su escritorio algo que tenía escondido desde hace tiempo, ni más ni menos que el álbum de fotografías de su boda, el mismo que tenía guardado en el rincón más oscuro y lúgubre de un cajón con llave en su escritorio (había reemplazado su antiguo escritorio por uno con más cajones y que se pudieran cerrar con llaves solo por esta simple y única razón), y lo puso sobre su regazo con la intención de leerlo aprovechando que estaba solo y encerrado en su oficina sin que nadie fuera a molestarlo por un tiempo, o al menos eso esperaba, ya que a veces Nia venía de visita sorpresa a ver qué hacía, pero esperaba que esta vez no fuera el caso.En la primera página, una foto
—Maldita sea, Areliz… digo, Dra. Thatcher… —Se frotó las sienes, lleno de frustración por la actitud tan infantil que podía tener su prometida actual a veces—. Emma no va a aceptar eso ni en un millón de años, no sin pruebas mejores de que realmente necesita eso. Y no tienes suficientes pruebas, antes de venir a decirme esto, bien podrías haber reunido más, por que sabes que no es que yo no quiera, si no que ella nunca va a querer aceptar eso.—Pero su estado podría empeorar si no actuamos ya, Noah. Yo tampoco te lo estoy diciendo por que quiera, si fuera prudente esperar por más pruebas, esperaría, pero si es la enfermedad que yo creo, entonces lo que más nos conviene es actuar lo antes posible. Sé que ha estado estable los últimos meses, pero hay posibilidades de que su cuerpo contenga una bomba de tiempo esperando a estallar. Lo mejor es al menos intentar hacer algo muy pronto, mejor ahora que esperar a que sea demasiado tarde. —Lo sé, sé que tienes tus motivos, que sabes de lo qu
Noah recorrió con paso sigiloso los largos pasillos del hospital, sintiendo la familiar mezcla de desinfectante y ansiedad en el aire. Sus ojos recorrieron las placas identificativas en las puertas, buscando el número correspondiente al cuarto de Emma. A pesar de haber ido tantas veces, siempre buscaba el número, quizás por costumbre, quizás por que eso le daba una excusa para tardar más tiempo en tener que verla… Ese día en particular tenía una razón más fuerte para no querer verla, por que sabía que le esperaba una difícil conversación, la dura tarea de convencerla de hacer algo que ella odiaría: hacerle caso a su ex esposa. Finalmente, encontró el número y se detuvo frente a la puerta.Con un leve suspiro, giró el pomo y entró en la habitación. Una suave luz tenue iluminaba el espacio, revelando las líneas limpias y modernas del cuarto de hospital. Las paredes de un blanco impoluto contrastaban con los paneles de madera oscura que adornaban la habitación, creando un ambiente