Fuente de dolor

Remy acompañó a Areliz a su casa, los dos conversando animadamente, sonriendo relajados, hasta que llegaron a la puerta y llegó el momento de despedirse.

—Hoy la pasé genial, me divertí muchísimo —exclamó Areliz alegremente, luego miró a sus manos unidas y sonrió con algo de ternura—. Sabes, Remy… quizás esto pueda funcionar… —Él la miró muy sorprendido y ella de pronto se sintió muy nerviosa y soltó su mano, guardándola detrás de su espalda—. Pe… pero… de… deberíamos ir… lento. —Carraspeó.

—Cla… claro, eso está bien por mí. —Asintió una y otra vez—. No quiero presionarte ni en lo más mínimo, ya sabes lo que… lo que siento por ti a… así que… —Frotó su brazo con una mirada nerviosa—. Yo… en realidad no… no tuve muchas relaciones en mi vida. Una novia de muchos años me rompió el corazón hace tiempo, así que… también quiero ir con cautela.

Areliz lo miró con sorpresa.

—¿De verdad? Nunca… nunca supe que algo así te haya pasado. —Lo miró con pena.

—No es algo de lo que me guste habla
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