Luchar por ellos

Noah se fue de casa de Areliz a paso rápido y decidido, paso lleno de determinación en que ya había hecho suficiente daño, en que no tenía que obligarla a seguir viendo su traicionero e incompetente rostro.

Le fallo.

Como esposo, como padre, como hombre… le falló a su familia y de la peor forma posible…

Las palabras de Areliz todavía se clavaban en su corazón como feroces puñales:

“—No estuviste ahí en los momentos más difíciles… —siguió ella con la voz rota—. Cuando era un recién nacido, cuando yo pasé días sin dormir y sin trabajar para estar con él, limpiando, cocinando, comprando, con frío, con calor, con sueño… tú debías estar ahí… y no estuviste… No estuviste ahí para nosotros, Noah…”

Ella tenía razón, siempre tuvo razón, y él siempre estuvo equivocado y no solo eso, ojala fuera cuestión de solo haberse equivocado, pero esto no calificaba como un simple error, esto iba más allá, era lo peor que había hecho en toda su vida…

Cuando vio a su bebé recién nacido, cuando vio l
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