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Capítulo 3: Inicio

—¿Quién?  —Félix volteo a verme.

—La de la bofetada.

—¿Qué? ¿Estás seguro? —Volvió a voltear a verla, ella estaba hablando algo con mi padre. Se veía tan despreocupada, como si golpear a las personas a su paso fuera del diario.

—Steven, te buscan afuera —Lorena, la chica de maquillaje se me acercó.

—¿Quién? —Dije saliendo de mi trance, no podía asimilar que la chica que estaba viendo ahorita era la misma grosera que me había golpeado sin una razón factible.

—Daniela.

—Dile que no estoy.

—Se ve mal, parece que lleva llorando por días.

Negué con la cabeza, esa chica podría ser actriz si bien se lo proponía. —Está bien, gracias —Dije caminando hacia donde se suponía que ella estaba. Salí por la puerta trasera y de pronto el aire fresco de invierno me pegó en el rostro.

Ahí estaba ella sentada en una barda. Con lentes oscuros y sus cabello dorado desarreglado, parecía que solo se levantó y se “intentó” agarrar el cabello con una liga. Su nariz estaba roja. Traía puesto un suéter mío color azul que había dejado hace semanas en su casa, unos jeans ajustados y unas pantuflas en forma de zapatillas. Para ser sincero si se veía mal, a comparación de la chica arreglada en todo momento que siempre suele ser. Me extraña de ella, pero no dudo que sea una estrategia para que yo crea que está en momentos de agonía, que tiene alguna enfermedad o cualquier excusa para que no la bote.

—Steven —Se levantó tan pronto me vio.

—¿Qué quieres?  —Aunque lo intentara no podía ocultar mi desprecio por ella.

—No sabía qué hacer, te marqué y no contestabas, ayer estabas vuelto loco y temía que te hubiera pasado algo, por eso vine a buscarte aquí —Se aproximó hacia mi amenazando con agarrarme del brazo, afortunadamente me moví antes de que lo hiciera.

—Estoy perfecto.

—Perdóname, sé que lo que hice no tiene justificación.

—No me interesa lo que hiciste, me da igual —Dije sincero.

Su postura de victima cambió en un segundo, puedo decir que solo porque tenía lentes no se vio, pero puedo jurar que las lágrimas que estaban a punto de salir de sus ojos se volvieron a meter.

—No puedes decir eso, ayer te volviste loco en cuanto nos viste, no puedes negarlo. No puedes decir que no te importa. —Su tono de voz cambió de un segundo a otro, ahora como siempre iba a hacer que todo se tratara sobre ella, como si fuese mi centro del mundo, como si ella fuera el sol del universo.

Solté una risita sarcástica, esa risa que ella tanto odiaba, pero que era imposible no tenerla —Ese siempre fue tu problema Daniela, siempre piensas que el mundo gira en torno a ti. Si ayer me puse como loco fue por dos razones. Una, estaba ebrio y dos, te cogiste a uno de mis mejores amigos, el enojo no fue contigo, el enojo fue con él. Tú ya hace bastante tiempo me venias dando igual, pero no sabía cómo terminar sin que te pusieras como loca, y mira, gracias, por fin soy libre de ti.

—Mientes.

—Pregúntale a Roger, él era el más interesado en que te dijera que ya no te quería, hace meses que venía intentando “convencerme” de decirte las cosas y ya veo por qué. Si antes no lo hice fue porque te conozco, habrías hecho lo imposible para hacerme quedar mal con las personas y hacerte la víctima. Pero ya no, dudo que después de terminar andes por la vida diciendo que el motivo fue que me engañaste, o que intentes inventar cualquier otra cosa, porque de testigos hay bastantes personas —Levanté una ceja.

—Sé que estás dolido y que por eso dices todo esto, te entiendo y no lo tomaré personal. —Seguía de necia, parecía que mis palabras le entraban por una oreja y le salían por la otra, ¿está hueca de la cabeza o qué? Sabía que Daniela era una completa bruja y que si todo esto no sale cómo ella quiere, va a terminar por querer hacerme la vida de cuadritos, pero no me importaba. Era una maldita santígüela que hace meses lo único que hacía era chuparme la sangre. La miro y me doy cuenta de que siempre fue así, pero uno recién enamorado es idiota, no ves los defectos de esa persona y me cegué por mucho tiempo, pero ya no más.

—Como tú quieras —Tengo que irme. Entré de nuevo al set y cerré la puerta por dentro antes de que quisiera seguir con esta conversación y peor aún, hiciera un show enfrente de todos, y conociendo mi reputación seguro hacía que todos creyeran que el malo del cuento soy yo.

Katherine

La sangre se me heló, no bastaba estar lo suficientemente nerviosa con ésta, la que era la gran oportunidad de mi vida. Sino que también el depravado de esta mañana estaba aquí.

El señor Albert estaba diciéndome algunas cosas, sobre lo importante que sería mi ayuda para él y que confiaba en que su esposa habría tomado la mejor decisión al contratarme.

—¿Qué tienes ahí? —Apuntó hacia las bolsas que cargaba.

—Cosas personales —Le sonreí tratando de parecer amable.

—Bien mira, Lorena ven por favor —Le habló a una chica morena de cabello muy pero muy rizado, era de esas chicas que, aunque se pusieran ropa holgada sus curvas se podrían notar a kilómetros, era muy bajita pero su voz era muy grave.

—¿Sí? —Dijo acercándose, me vio un segundo y me dio una sonrisa.

—Ella es Katherine, mi nueva asistente. Katherine, ella es Lorena, la chica que se encarga del maquillaje, podrás ver que hace unas maravillas.

—Mucho gusto —Lorena me tendió la mano, aun batallando con mis bolsas hice el esfuerzo de darle la mano también.

—Muéstrale cuál será su casillero— Le dijo Albert a Lorena —Ahí podrás poner todas tus cosas, aquí nunca se ha perdido nada y hay 0 tolerancia con esas cosas, así que puedes estar tranquila de que cosa que tengas aquí, cosa que estará segura.

—Muchas gracias.

—Bien, por hoy ya terminamos, tenemos casi 15 horas trabajando. Mañana a primera hora te espero en esta dirección. —Me tendió un papel —Grabaremos algunas escenas en la calle. Te mandaré por correo todo lo que necesito que lleves… ¿Dónde está Félix? —Albert volteo a varios lados.

—Ahorita estaba detrás de los camerinos.

—Bueno, después de que guarde sus cosas llévala con él —Se dirigió a Lorena. —Él tiene la Tableta que le pertenecía a mi antigua asistente, ahí viene el calendario y todo lo que tenemos programado para este mes para que lo analices y estés un poquito al corriente, cualquier duda pregúntame sin miedo.

Asentí. Caminamos por toda la locación hasta donde estaban los camerinos, a un lado estaban los casilleros.

—Te ves muy joven Katherine ¿Cuántos años tienes?

—Recién cumplí 18.

—Ya veo ¿Por qué decidiste trabajar aquí?

—Llevo un año en la carrera de cinematografía, he suspendido un semestre para poder hacer experiencia en este ámbito, sé que requiere mucho esfuerzo y no podría estudiar y trabajar aquí a la vez. Me parece una gran oportunidad.

—Y lo es, espero supere las expectativas que tienes.

—El estar aquí y tener el puesto es un gran avance ¿Tú cuántos años tienes?

—26, trabajo en esto hace 4 años. A veces con Albert, a veces trabajo para otros directores, dependiendo lo que salga es en lo que ando, también tengo mi salón de belleza, pero lo trabajan unas chicas, aquí me consume mucho tiempo y es raro que tenga tiempo de atender mi negocio yo misma.

—Entiendo, me parece muy interesante, ya veo que estar aquí es con base a sacrificio para todos.

—Y lo es, se necesita ser muy apasionado para pasar los días enteros aquí —Dijo con una sonrisa, ambas nos detuvimos. —Mira aquí está —Apuntó a uno de los casilleros —Esta llave y este candado son tuyos. Acomoda tus cosas, yo iré a buscar a Félix, en un momento vuelvo.

—Está bien, gracias. —Dejé las cosas en el piso mientras guardaba lo que sabía que era necesario dejar. Eran alrededor de las 9 de la mañana, no pensé que hoy estaría tan poco tiempo aquí pero así es esto. Estaba dispuesta a entregar mi vida en ello, mi futuro dependía de que aquí hiciera las cosas bien.

—¿Qué te sucedió? No eres la misma fea de hace rato. —Escuché decir detrás de mí. Seguí metiendo las cosas —¡Hey! mal agradecida te estoy hablando.

Voltee incrédula que fuera a mí a la que le hablaban. El asqueroso grosero estaba detrás de mí.

 —Aléjate de mí, pervertido.

—¿Pervertido? —Soltó una risa que no me gustó para nada —Te salvé de que dos tipos te vieran de más o incluso te metieran mano ¿Y qué me gané? ¿Esto? —Apuntó con su índice a su cachete. Tenía un rasguño. Por inercia cerré mis puños y reaccioné, mis uñas estaban lo suficientemente largas como para haberle hecho eso.

—No lo encontré —Llegó Lorena —¿Sabes dónde está Félix, Steven?

—Se fue hace un par de minutos —Dijo sin quitarme la mirada.

—¿Sabes dónde quedó la Tableta de Xiomara?

—Ni idea, pero ahorita lo investigo… ¿Tienes saldo? Mi celular se quedó sin batería.

Ella sacó su celular y se lo dio. Él marcó un número, supongo que debe ser el del tal Félix. Caminó y se alejó de donde estábamos nosotras.

—¿Y ese quién es? ¿Trabaja aquí? —Pregunté implorando que no fuera así.

—Es el hijo de Albert, ha estado aquí por un tiempo, pero no creo que dure mucho.

—¿Hijo? —Tragué saliva, ¿había abofeteado al hijo de mi jefe? y no solo eso, le había gritado, mostrado el dedo de en medio frente a una multitud de personas y además

lo llamé pervertido, sin contar la marca que le dejé en la cara.

—Sí, es buen tipo, pero mejor mantente alejada de él. Los rumores dicen que por él fue que corrieron a la antigua asistente de Albert. Y siendo realistas Steven es todo un caso.

—Félix no contesta, pero qué más da, mañana se la da. —El tal Steven apareció.

—¡Steven! —Una muchachita de cabello largo y negro apareció gritándole, volteó a vernos con mala cara, sus ojos celestes no podían pasar desapercibidos junto con su piel paliducha.

—¿Qué quieres Natalie? ya te dije que no traje el auto, lárgate de aquí. —Dijo haciéndole una seña con la mano de que se alejara, él se fue hacia otro lado y ella se fue detrás de él.

—¿Quién es ella? —Pregunté curiosa.

—Su hermana menor —Dijo ella mientras esperaba que yo cerrara el candado.

—Que patán ¿Cómo puede hablarle así a su hermana? —Me arrepentí al instante de haber dicho eso, estaba molesta aún por lo de esta mañana, pero no podía andar por ahí haciendo este tipo de comentarios con alguien que no conocía. Y menos si se trataba del hijo de mi jefe.

—Es que no la conoces, es un verdadero dolor de cabeza. —Me sentí aliviada que ella no me viera mal, y al contrario dijera eso, confirmando que no había tomado a mal mi comentario.

—Si no es indiscreción, ¿Qué fue lo que sucedió con la antigua asistente? —Pregunté caminando ya hacia la salida.

—Los dos estuvieron bebiendo aquí, pero la única afectada fue ella, se emborracho y aquí se armó todo un lío. Hay varias versiones de los hechos, pero tu haz como que no te dije nada, esto no lo supiste por mí.

—Entendido, no diré nada.

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