Eran las 8 de la mañana, las calles estaban cerradas, mientras las cámaras eran acomodadas junto con los micrófonos. Hoy había dormido muy poco, no me sentía cansada pero mi cara decía lo contrario, ni el maquillaje ocultaba las ojeras que se me hacían. Odiaba mi piel, no se me marcaba lo oscuro de las ojeras, pero si se me hinchaban bastante. Los actores esperaban su llamado mientras que otros, tenían unos minutos para comer. Sostenía la tableta en mis manos y estaba de un lado a otro junto con Albert.
—Vaya, hasta que llegas temprano —Albert le dijo a Steven.
—Si bueno, hoy nadie me golpeó en el subterráneo haciendo que quedara atrapado adentro y me tuviera que ir hasta la siguiente estación —Dijo sin quitarme la vista de encima.
Sentí como mis músculos se tensaron, temía que hiciera algo como venganza y terminaran por despedirme.
Por suerte Albert estaba viendo el guion de la escena que estaba por grabarse y no prestó atención a lo que dijo su hijo.
—¿Dónde está John? —Dijo levantando la mirada, levantó la mano derecha dónde tenía el guion —¿Qué es esto? ¿Dónde están los arreglos que te pedí? —Albert se alejó para acercarse a un tipo de unos 35 años. Volteé la mirada hacia Steven, ahora me daba cuenta me miraba fijamente.
—¿Qué pretendes? —susurré abriendo los ojos grandes.
—¿Sobre qué? —Dio una sonrisa maliciosa, él sabía a qué me refería, pero no iba admitirlo.
—Mira —suspiré sintiendo como mi dignidad disminuía —Siento lo...
—Bien, ya está listo —Albert se acercó de nuevo interrumpiéndome —Él es mi hijo Katherine.
—Mucho gusto —dije como si fuera la primera vez que lo veía.
—Sí, ya tuve la desgracia de conocerla.
Retuve la respiración, esperando alguna respuesta de Albert, me hizo quedar como una tonta al decir eso, si este tipo seguía haciendo comentarios así me haría muy difícil el trabajo.
—¿Hay algo de lo que me estoy perdiendo?
—No —dijimos al mismo tiempo.
—Bueno ayer nos vimos en el subterráneo —dije intentando componer las cosas.
—Sí, exacto, en el subterráneo —dijo achicando los ojos con ese tono tan peculiar cuando no estás diciendo todo realmente, vi cómo subió su mano a su mejilla y comenzó a pasar su mano por la pequeña cicatriz que le había dejado.
—Bien —dijo Albert no tan convencido —Vamos Steven no te veo trabajando para pagar la chatarra de auto que dejaste —Steven solo hizo una mala cara y se fue de ahí.
Después de unas largas horas de trabajo, volvimos al set donde ya esperaban otros actores para grabar otras escenas, las horas pasaban rápido, era cansado, pero ya lo esperaba, andar de un lado a otro, sin sentarse o pasar hambre por las prisas.
Estábamos todos en silencio viendo rodar la escena, las actrices eran hermosas y con justa razón eran las protagonistas. Estaba detrás de las cámaras viendo junto con Albert las escenas a través de unas pantallas.
—¡Corte! No, no y no, no me están demostrando eso, Amelie, no me transmites ese deseo de venganza, es la tercera vez y no logras dármelo, va de nuevo. —las actrices solo asintieron y se acomodaron de nuevo a sus lugares —¡Acción! —Todo comenzó de nuevo, de tanto ya me había aprendido las líneas —¡Eso es! —Dijo murmurando mientras estaba atento a la pantalla. Minutos más tarde hablo de nuevo.
—¡Corte! ¡Perfecto! Justo eso era lo que quería. Pueden comer y reanudamos en una hora.
—¡Por fin! —dijo un tipo que estaba bajando unos micrófonos, al dejarlos en el suelo movió los brazos en círculos, parecía que ya le pesaba estar en esa posición desde hace tiempo.
—¿Qué tanto le ves a mi amigo? —Escuché a Steven detrás de mi oreja, me estremecí en el momento, tenía una voz muy peculiar, sí bien lo decidiera podría ser locutor.
—Nada —entendí que me había quedado ida mientras lo veía estirarse, pero lo que me llamaba la atención era su ropa, ¿Cómo era posible que le permitieran venir a trabajar con ropa de playa y sandalias? —Abracé la tableta y caminé hacia mi casillero.
— Espera ¿a dónde vas? el comedor está hacia el otro lado —Steven caminó detrás de mi hasta que me alcanzó.
—No voy a comer, tengo cosas que hacer.
—¿Cosas? ¿Cómo qué?
Lo vi por un segundo pensando si era correcto que dijera lo que tenía en la punta de la lengua casi por escupir.
—¿Qué intentas? ¿Estar molestándome hasta que tu papá me corra?
—No te estoy molestando —Se recargó en el casillero que estaba al lado del mío, puso sus manos dentro de las bolsas delanteras de su pantalón.
—Sí lo haces, la forma que hablas frente a tu papá, sí le vas a decir que fui yo la que te hizo eso — apunté a su cachete —Pues hazlo, solo piensa en cuánto puedes perjudicarme por un berrinche tuyo.
Una sonrisa se pintó en su cara y luego se me acercó demasiado, me miró a los ojos, por inercia me hice para atrás.
—¿Por qué tienes los ojos de color amarillo?
Lo miré frustrada —No son amarillos —Dije sacando una bolsa negra del casillero y después lo cerré fuertemente.
—Escucho tu disculpa —Dijo cobrando la postura.
—¿Disculpa?
—Sí, hace rato, ibas a disculparte, pero mi padre llegó, ahora que no hay nadie te escucho —Levantó ambas cejas.
—Tú deberías disculparte. Tú eras el que estaba viendo lo que no deberías.
—Debí haber dejado que hicieran lo que tenían que hacer esos tipos y ahora si a ver qué hacías —Se cruzó de brazos
—No me consta ¿Cómo sé que no mientes?
—Cómo tú quieras, no tengo que probarle nada a nadie, pero reza que esta cicatriz se quite pronto, porque mientras tanto…
—Mientras tanto ¿qué? —Pregunté de mala gana. Odiaba que usaran ese tono conmigo.
El solo se encogió de hombros dando una media sonrisa y se fue.
Caminé por todo el set pensando en lo que dijo, no iba a dejar que un hijo de papi me intimidara. Para él era fácil, seguramente tuvo todo lo que quiso en el momento que lo deseara. Algunos de nosotros tenemos que trabajar duro para conseguir una cuarta parte de lo que personas como él obtendrían en un abrir y cerrar de ojos.
—¿No vas a comer? —Lorena me interceptó con un plato lleno de alitas, una mini hamburguesa y un poco de ensalada.
—No, tengo algo pendiente que hacer —Levanté la bolsa que tenía en mis manos.
—Bueno, llévate algo, llevamos horas aquí y tienes el estómago vacío.
—Gracias, pero el tiempo no me alcanza, compraré algo en el camino —Caminé hacia la puerta de salida alejándome de ella.
Salí y el sol me dio en la cara dejándome deslumbrada por un momento. Si me apresuraba llegaría diez minutos antes de que la filmación se reanudara.
—¿A dónde vas? —Steven estaba recargado en un auto, fumando un cigarrillo y a su lado estaba el tipo de ropa rara.
Hice como que no lo escuché y caminé hacia la parada el camión. Agradecí que el bus ya viniera, hice la parada y en cuestión de segundos iba hacia mi destino.
Steven
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —Félix y yo íbamos en el subterráneo regreso a casa.
—No era tan importante —Comenté sin dar más detalle.
—Ese gran hijo de puta —Dijo Félix sin darse cuenta de que su tono de voz era demasiado alto como para que las personas de nuestro alrededor voltearan. —No lo puedo creer —Moderó su voz al darse cuenta.
—Ya amigo, era de esperarse, Roger es así, debí verlo venir.
—Justo ayer en la noche me pidió que nos viéramos, pero le dije que no podría por el trabajo, ¿Qué querrá?
—No sé, y no me interesa, para mi esos dos están muertos.
Escuché que mencionaron la estación donde tendría que bajarme. Me despedí de mi amigo y me fui directo a la casa.
Llegando vi que estaba Natalie con un par de amigas en la sala. Caminé hasta mi cuarto y me tiré en la cama boca abajo. Odiaba trabajar con mi papá, me hacía parecer que tenía la vida resuelta y no era así, pero lo necesitaba, era el único lugar donde me pagaban decentemente para poder solventar los gastos del auto y el préstamo que pedí, si estuviera en cualquier otro lado tardaría meses en ahorrar lo que necesito.
Me quedé viendo la pared azul de mi cuarto, mis ojos fueron a parar a unos cuadros con fotos mías y de Daniela que estaban en la pared y que ella misma se había encargado de colgar, me levanté y comencé a buscar ropa para bañarme. Abrí el cajón donde tenía mi ropa interior. Mis ojos pararon en la ropa de Daniela que estaba a un lado de mis cosas. Poco a poco iba dejando cosas aquí, ropa interior, un par de blusas, e incluso un vestido con el cual fuimos a una gala y que al final terminó dejando aquí después de usarlo y se regresó a su casa con un pants y una camisa mía, pensé en hace cuanto tiempo había sido de eso ¿un año? accesorios y de más cosas encontraba entre más hurgaba. Saqué todas sus cosas y las puse sobre mi cama. Al salirme de bañar y ya cambiado agarré las cosas y bajé hacia el patio. Ahí había un tambo. Sin pensarlo dos veces metí sus cosas y después de rociar un poco de gasolina y encender un fosforo, dejé que todas sus cosas terminaran haciéndose cenizas.
Conforme pasaban los minutos llegaban más y más amigos de mis hermanos. Mis padres ya habían subido a dormir, y les permitieron hacer un tipo de “pijamada” siempre y cuando no pusieran la música tan alta como para no dejarlos descansar bien.
—¿Te quedarás esta noche con nosotros Steven? —Preguntó una amiga de mi hermana, si bien tengo entendido que no son las mejores amigas, ya hace varios meses la he visto por aquí —Jugaremos a la botella —Levantó una botella de vidrio agitándola y me sonrió de forma coqueta. Que atrevidas eran estas niñas de ahora.
—No lo creo —dije subiendo las escaleras. Me acosté y tomé mi celular. Indagando un poco en I*******m se me ocurrió buscar a Katherine, en realidad no sabía nada de ella, y si se lo preguntaba no iba a decírmelo.
Cuando por fin di con su cuenta, mi desagrado se dio cuando vi que estaba en privado. Creo que no era muy social pues solo seguía alrededor de 200 personas y de seguidores no sobrepasaba los 300.
Inicié mi búsqueda ahora por F******k, aquí no tuve tanta suerte pues no sabía sus apellidos y a pesar de que vi alrededor de 80 perfiles con el nombre de Katherine. Ninguna era esa chica pelirroja. Una burbuja de chat se abrió en mi pantalla. Era un mensaje de Roger. “Oye” aparecía que está escribiendo, pero antes de que mandara el segundo mensaje lo bloquee.
Dejé el celular a un lado y puse la almohada sobre mi cara y la abracé, esa era mi forma de dormir siempre. A Daniela le molestaba, pues decía que ella quería dormir abrazada a mí, y yo necesitaba ponerla así para poder conciliar el sueño. Ella terminaba durmiendo a una distancia considerada de mi espacio personal.
Escucho que tocan la puerta y un segundo después la abren.
—Oye, Roger esta abajo, le dije que subiera, pero dijo que él esperaba mejor a que tú bajaras —Dijo mi hermano. No le contesté.
—¡Steven!
—Ya te escuché, dile que estoy dormido.
—Le dije que te acababas de subir, no me va a creer.
—Bien —Quité la almohada de mi cara —Ya bajo.
Me puse una camisa y bajé las escaleras. Por las ventanas enormes de vidrio que estaban en remplazo de una pared que daba al jardín lo vi recargado en un auto que no era el suyo.
Me paré frente a él esperando que hablara primero. Cuando volteó hacia mí pude ver su rostro todo golpeado, una cintilla en el pómulo y el labio superior hinchado. Me sorprendió bastante verlo así.
—¿Cómo estás?
—Mejor que tú.
—Oye quiero disculparme, lo que hice…
—No me interesa Roger, quédate con ella, me hiciste un favor.
Él iba a decir algo, pero luego se quedó en silencio.
—Mi padre quiere que presente una denuncia por esto.
—A mí no me interesa lo que te haya pasado.
—¿No? ¡Tú lo hiciste Steven!
Solté una risita, no recordaba nada de lo que había pasado aquella noche, pero de algo estaba seguro, no podría haberle dado una paliza a Roger y salir ileso, porque en primera el tipo era entrenador de box y en segunda medía como dos metros.
—¿No te acuerdas? —Preguntó, su reacción era completamente de seriedad, creo que fue cuando comencé a creerme lo que había dicho.
—¿Qué sucedió?
—Pasó lo de Daniela y yo. Tú te pusiste como loco, la cerveza que tenías en la mano la tiraste contra la pared y saliste de la casa, en seguida me fui detrás de ti temiendo que hicieras alguna estupidez. —Conforme Roger me contaba lo que había pasado pequeñas escenas pasaban por mi cabeza.
Un montón de flashbacks llegaron a mí.
“La música estaba de poca madre, luces led por todas partes, el ambiente buenísimo. La casa de Roger había quedado perfecta, sus padres estaban en un viaje por su aniversario, así que aprovechó para hacer algo aquí. La alberca estaba a reventar. Hace unos minutos Daniela me dijo que iría al tocador, yo me quedé platicando con unos amigos de la universidad. Conforme pasaron los minutos, iba tomando una cerveza tras otra. Hasta que por fin caí en cuenta de que Daniela no había vuelto.
Caminé abriéndome paso desde la orilla de la alberca hasta la sala.
—¿Has visto a Daniela? —Pregunté a una chica que llevaba clases con ella.
Ella solo negó con la cabeza mientras se movía al ritmo de la música.
Seguí hasta el baño de abajo y nada, no había nadie ahí. Subí las escaleras. Me tropecé, pero me alcancé a agarrar de la barandilla. De no ser así me habría tumbado todos los dientes. Reí como un idiota, siendo consciente que las horas que llevaba de una cerveza tras otra ya estaban pegando, agregando los shots de distintas botellas que me habían estado dado.
—¿Daniela? —Pregunté tocando la puerta del baño que estaba en el segundo piso.
—Está ocupado.
Era la voz de una chica pero no era Daniela. Ella ya había bebido un poco, así que lo primero que supuse fue que se terminó por acostar en alguna de las habitaciones. Así era ella, un par de bebidas y con eso tenía para caer como una roca. A veces ni siquiera quería ir a fiestas con ella. Me daba pereza tener que estar detrás de ella siempre, o irla a dejar temprano a su casa porque ya estaba ebria. Pero es como un cadillo, se te pega y con nada te la quitas de encima.
Abrí un par de habitaciones en el piso de arriba y no había nadie, en la tercera habitación encontré un par de chicas que andaban de traviesas. Ambas me voltearon a ver y sonrieron pícaramente incitándome.
Cerré la puerta y me recargué en la pared. Respiré hondo, me sentí mareado por un instante.
Al no encontrarla, lo único que pensé fue que se había ido sin decirme. Agarré mi móvil y le escribí un mensaje mientras bajaba con cuidado las escaleras.
—¿Te has ido a casa?
Iba hacia la alberca de nuevo, guardé mi celular y con la otra mano sostuve fuerte mi cerveza, di un trago y voltee hacia la sala. Caminé hacia la puerta blanca que estaba ahí. Era una habitación que por lo regular estaba cerrada, era la habitación de Roger cuando era niño, pero después se transformó en la habitación de huéspedes.
Moví la perilla y para mi suerte esta estaba abierta. Abrí la puerta y lo primero que mis ojos vieron fue a ella encima de Roger.
—¿Qué joda es esto? —Dije sintiendo como la sangre iba hacia mi rostro. Daniela lo primero que hizo fue quitarse y meterse entre las sábanas. Mientas Roger intentaba incorporarse.
—Espera amigo —Ponía las manos enfrente haciéndome la señal de que me calmara.
—Son una m****a ambos —La botella que tenía en la mano dio justo en la pared, a lado de él. Si bien mi intención en ese momento era darle con la botella, falle.
Me di la media vuelta y caminé hacia mi auto. Sentía impotencia. Malditos sean los dos.
—Amigo tranquilízate. —Sentí una mano en mi hombro. Me di la media vuelta y sin pensarlo le tiré un puñetazo.
Roger se llevó la mano a la nariz y me miró. —Me lo merezco, anda desquítate. Sé que lo que hice no tiene justificación.
Sus palabras fueron música para mis oídos en ese momento. Con la furia que tenía dentro de mí, me abalancé sobre él. Uno, dos, tres golpes seguidos. Y él no hacía nada por defenderse, ni siquiera metía las manos.
—Steven —Dijo cuándo después de unos buenos golpes paré —Escúchame por favor.
—A la m****a —Dije caminando hacia mi auto.
—No te puedes ir así —Caminó hacia la ventana del copiloto con una mano en la nariz.
Le pinté el dedo de en medio, y arranqué el auto a toda velocidad. De pronto una luz se puso frente a mí, me retorné, agarré la velocidad suficiente y di mi auto de lleno con el suyo. Destrozando la parte delantera. No era suficiente, un poco más. Di de nuevo en la puerta del piloto. Y solo así puedo decir que volví renovado a casa. Sabía que los golpes no le dolerían. Era su estilo de vida día a día, y estaba impuesto a ello. Pero el auto era su adoración. Pues lo había comprado con el dinero que había estado ahorrando durante dos años.
—Ya recordé —Dije levantando la mirada, todas las escenas pasaron en cuestión de un segundo.
—Le dije a mi padre que todo esto había sido por un chico desconocido que llegó a la fiesta, no quise inculparte.
—Vaya que generoso —Dije sarcástico.
—Estoy aquí no para reclamarte, sé que todo lo que hiciste lo hiciste con justa razón. No me voy a justificar, solo estaba ebrio y en ese momento pareció fácil. Además, todos sabíamos que Daniela es una zorra.
Solté una risa sin poder creer lo que decía —Todo eso no fue por Daniela. Daniela no me importa. Me afectó tu traición. De haber sido otro tipo me habría importado un bledo. Mejor para mí, yo ya quería deshacerme de ella. ¿Pero qué fueras tú? ¿Mi “amigo” que conocí desde el preescolar?
—Por eso estoy aquí, no quiero que algo como esto rompa nuestra amistad.
—¿Algo como esto? Agradece que no fue alguien a quien yo amara de verdad, te habría matado Roger —Negué con la cabeza, di unos pasos hacia atrás.
—Steven
Lo ignoré y entré a la casa. Todos voltearon a verme.
—¿Qué? —Pregunté de mal humor.
—¿Tú le hiciste eso? —Preguntó Natalie.
—Eso no te importa —dije subiendo las escaleras. Me tiré en la cama y ahora si por fin pude dormir como tanto deseaba.
Katherine—Mi papá quiere un café, cappuccino con doble crema y mucha espuma, no te tardes demasiado —Escuché esa vocecita detrás de mí.—Buenos días —Dije viendo hacia la Tableta—Ah, saludas.—Me voltee para verlo —Tengo educación —Dije con una sonrisa muy amplia pero fingida.—Con doble crema —Dijo antes de irse.Suspiré, estaba desvelada. No dormí como hubiese querido. No me dio tiempo de arreglarme así que solo me hice una coleta alta, enchiné mis pestañas y puse un poco de rímel, pinté mis labios con un poco de labial rojo para que desviara la mirada y no recayera la atención en mis muy notables ojerasSi bien nos iba, hoy solo trabajaríamos 5 horas. Así que dentro de mí había una voz que me decía. “vamos,
Katherine Colgué el teléfono, había llamado para mover algunas citas que tenía Albert el día de hoy. Él tendría el día libre lo que haría que yo también lo tuviera. Ya tenía 3 semanas trabajando aquí. Puedo decir que lo más pesado aún no ha comenzado pues en unos días comenzarían las grabaciones de la serie nueva que va a producir. Nos moveríamos de locación y eso me ponía algo nerviosa, sentía que aún no me acoplaba muy bien del todo. —Un cappuccino con doble crema para mi papá —Steven apareció de pronto burlándose. —A mí no me la vuelves hacer —Lo apunté con el dedo índice, él por el contrario comenzó a burlarse de mí. —Oye el otro día me dejaste pensando. —¿Ah sí? ¿Y esa habilidad esta recién desarrollada? —Ignoraré tus palabras que están de más. Pensé sobre lo que me dijiste de la antigua asistente de papá. Yo no tuve que ver con que la corrieran. Yo solo me encogí de hombros mientras tecleaba en el celular
—¿Tu hijo? —El rostro le cambió —Pero toda la noche llamaba mamá y papá a tus padres. Le sonreí —Así les dice porque escucha que así les digo yo. —Vamos Steven, tenemos que volver —Dice Albert desde la camioneta. —Tengo que irme, gracias —Dijo dándome una pequeña sonrisa. Asentí y cerré la puerta en cuanto él se dio la vuelta. —Katherine, Trey quiere que tú seas quien le lea su cuento el día de hoy —Dijo mi madre asomándose por las escaleras. —En seguida voy —Me quité los zapatos y me los cambié por las pantuflas. Fui hacia el cuarto color azul con rojo que había pintado yo misma hace años. —¿Qué cuento quieres hoy Trey? —¿Quiénes eran los señores de hoy mami? —Eran mi jefe y su hijo —Dije sentándome a su lado mientras comenzaba a acariciarle el cabello. Lo vi en su pequeña pijama color amarilla que le había comprado recién y a él le había encantado. *** Estos últimos días a pesar de que n
Negué con la cabeza, la preocupación que sentí en el momento me desbalanceó completamente. Una presión me dio en el pecho. Volteé con Steven y supuse que mi cara decía todo. —¿Qué sucede? —Dijo bajándose de la barda. —Tengo que ir al hospital, Trey estuvo convulsionando —Dije caminando deprisa hacia el auto. —Espera yo te acompaño. —No, estoy bien. Perdón por no poderte irte a dejar —Dije entrando al auto. —Yo iré contigo, mira cómo te pusiste, no está bien que manejes —Me tendió la mano para que le diera las llaves, lo pensé un segundo y se las dí, mi cabeza comenzó a dar vueltas. Mi niño estaba mal y yo no estaba para él. Durante el camino me la pasé callada, solo le indicaba cómo llegar, cuando por fin llegamos corrí hacia pediatría. —¿Cómo está? —Pregunté a mi papá apenas lo vi. —Necesitan tu firma para autorizar el suministro de fármacos. Fui hasta donde estaba el doctor, firmé dando mi consentimien
Al día siguiente comenzamos a trabajar desde muy temprano, dormí lo suficiente para aguantar la jornada así que no me preocupé. Cada vez que veía como rodaban las escenas sentía la necesidad de sentarme y comer palomitas o algo así. Me emocionaba ver a los actores en escena. —¿Comerás con nosotros Katherine? —Félix preguntó mientras iba a mi lado con un par de micrófonos. —No —Dije de mala gana. —¿Y ahora que tienes? —Pregúntale a tu amiguito —Dije viéndolo de lejos, Steven estaba agachado ajustando unas cosas, él ni enterado que lo estaba fulminando con la mirada. —Achis ¿ahora de que me perdí? —¿Estás lista? —Liana llegó avisando para irnos a comer. —Sí —Le sonreí. —Hola —Félix sonrió ampliamente. —Hey hola…¿Félix cierto? —Sí, soy yo, mucho gusto, no había tenido el honor de presentarme —La saludó de mano, fue ese tipo de saludo nervioso y a la vez que también te arranca el brazo. Quise reírme en el mo
El aire pegaba en mi rostro, íbamos sobre un barco que nos llevaría a una isla, donde según Félix se podría practicar surf e incluso daban clases para principiantes, al parecer la única nueva en esto era yo. Después de un recorrido de aproximadamente 25 minutos llegamos, seguido nos subimos a una camioneta muy parecida a la de los safaris y nos llevaron hasta el lugar junto con un montón de turistas. —¿Oye que te sucede? —Steven llegó a mi lado mientras iba hacia la orilla del mar, las olas eran lo suficientemente altas para aterrar a cualquiera, a lo lejos podía ver a varias personas intentando entrar en ellas pero fracasaban y otras tantas realmente lo hacían bien. —Nada ¿por qué? —No has hablado mucho. —Todo está bien —Le sonreí Pusimos nuestras cosas en una mesa, a lo lejos vi a Félix con Liana haciendo fila para tomar sus respectivas tablas de surf. Steven Me crucé de brazos cuando vi que Ka
KatherineMe vi por última vez en el espejo, traía un vestido color plata con mangas a los hombros, ajustado al cuerpo y me llegaba a media pierna. Opté por unos tacones negros que hicieran juego con la bolsa. El maquillaje no era cargado, pero sí me aseguré de poner bastante rímel y hacerme el delineado de gato bien marcado. Unas ondulaciones en mi cabello para que se viera natural y un labial color entre rojo y marrón que hacía juego con mi cabello.— Que bárbara mujer, eres todo un boom —Liana se levantó de la cama diciéndome que me veía bonita, pero a su lado yo era una zarigüeya. Ella sí que estaba guapísima, todo le quedaba bien por su tipo de cuerpo, si bien se lo propusiera podría ser modelo también. Ella decidió el cabello lacio con un vestido de tirantes descubierto de la espalda, ajustado color rojo con unos
En ese momento no supe que decir, vacilé un poco con sus palabras, quería creer que estaba de broma, pero dentro de mi sabía que no era así, yo no podía decirle lo mismo ya que si en algún momento cuando éramos niños llegó a gustarme, nunca pasó de un enamoramiento de chavales y con el tiempo se me pasó, me sobresaturé con su confesión y me di cuenta que lo que menos quería había sucedido, meter la pata hasta el fondo. Unas ganas inmensas de querer vomitar vinieron a mí, salí corriendo al baño y comencé a vomitar, escuché que detrás de mi me hablaban, sentí que alguien agarraba mi cabello. —Tranquila, estoy aquí —Escuché la voz de Liana. —Ya vámonos — Le dije apenas terminé de vomitar, el piso comenzó a darme vueltas. Ella asintió, se veía que también ya estaba pasadita de copas. Antes de salir volví con Trey. —Ya nos vamos, lo siento. —Me agarró de la mano, supe que sabía que mi disculpa no era por irme, sino por no poder corresponderle de la forma q