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Sueños de miel
Sueños de miel
Por: Lesliecnt
Capítulo 1: Steven

Un malestar en mi estómago hizo que me despertara, intenté ignorarlo y me removí un poco, sentí incomodidad y me percaté que no estaba en mi cama. Abrí los ojos y me senté para orientarme, lo primero que vi era que estaba en mi auto. El asiento del piloto estaba inclinado hacia atrás, no recordaba en qué momento me quedé dormido. La cabeza comenzó a punzarme como nunca, mi boca estaba seca y sabía que apestaba a drenaje.

La sensación en mi estómago se hacía cada vez más fuerte. Comencé a producir saliva excesivamente de un momento a otro. Abrí la puerta solo para vomitar, con cada esfuerzo salía más y más líquido, parecía que nunca iba a terminar. El olor a alcohol me llegó en cada respiración que hacía para tomar fuerza y seguir sacando toda la intoxicación de mi sistema.

Cuando por fin terminé me miré en el espejo retrovisor, tenía las ojeras más marcadas de mi vida, mi piel se veía pálida, mi cabello estaba despeinado. Bajé la mirada a mi ropa y noté mi camisa celeste manchada ¿era alcohol? La agarré y me la acerqué a la nariz para olfatearla, un olor fétido dio directo en mis fosas nasales, no era una mancha de alcohol, era una mancha de vómito. Abrí la puerta y volví a vomitar de nuevo, si la cruda no me había matado, oler mi propio vómito me mandó directo a las puertas de San Pedro.

Salí del auto y caminé hacia la puerta de mi casa zigzagueando. Abrí la puerta y lo primero que hice fue tirarme en el sofá rojo que mi madre había comprado hace tan solo unos días. Sentí que el sofá daba vueltas, cerré los ojos para contenerme. Sentí cómo mi garganta se secaba poco a poco, necesitaba beber algo, bañarme, lavarme los dientes, en realidad necesitaba dormir y descansar una semana completa, pero sabía que eso era imposible.

Me levanté para poner un poco de agua en la cafetera. Creía que eso era lo único que me haría sentir mejor. Me quité la camisa y la tiré al piso, me acosté de nuevo en el sillón tratando de recordar que había sucedido.

Mi cruda moral comenzó al instante. Muchos recuerdos se me vienen a la mente, pero particularmente se me vino uno que hizo que me sentara de golpe. Me levanté deprisa para ir a ver mi auto.

Salí de la casa y lo primero que noté es que estaba estacionado casi a media calle, estaba todo atravesado. Estaba tan mal hace un momento que ni siquiera me di cuenta de esto mientras luchaba por mi vida al intentar no ahogarme con mi propio vómito. Lo miré con más detenimiento, toda la parte de enfrente destrozada y ni siquiera tenía espejos retrovisores laterales.

—Esto es una joda ¡mis padres van a matarme! — Me llevé las manos a la cabeza. ¿Y ahora que m****a les iba a decir? Si ni yo mismo sabía que era lo había sucedido. Este auto me lo habían regalado por motivo de mi cumpleaños número 20 hace menos de dos meses. “Ya eres un hombre responsable” Recordé las palabras de mi madre mientras me entregaba las llaves en aquella ocasión.

Entré en el auto y lo metí a la cochera, suerte que ningún vecino se había quejado por esto. No tenía idea que hora era, pero aquí todavía no salía el sol. Recuerdos de hace algunas horas aparecían en mi memoria. Bebía de una botella de vodka como si fuera un jugo. Tipos que me aplaudían mientras lo hacía, pero a ninguno lo reconocía.

Volví dentro de la casa pensando en todo lo que había ocurrido. La pelea, Daniela, mis padres colgándome de las bolas del edificio más alto de Manhattan en cuanto se enteren.

El agua de la cafetera ya estaba caliente, agarré mi taza favorita y justo iba a verter un poco puse mis ojos en ella prestándole atención. Levanté la mano haciendo contacto visual con la figura de Dead pool, como si él pudiera verme y yo a él. Casi podía escuchar su voz diciéndome "Eres un idiota". La tiré al bote de la b****a, la bolsa estaba vacía así que apenas la taza tocó el bote pude escuchar como ésta se partió en varios pedazos.

Daniela me la había regalado el día de mi cumpleaños número 18 cuando recién nos habíamos hecho novios.

Ahora no éramos nada, un mal sabor de boca me da con solo recordarla y no precisamente me refiero al sabor de mi aliento a drenaje, maldita bruja.

Agarré una taza transparente y ahora si vertí café en ella, a pesar de estar tan impuesto al aroma del café, en ese momento mi nariz percibió ese delicioso olor. Técnicamente mi cuerpo estaba intoxicado y esto era como un alivio para mi ser. No recuerdo la primera vez que tomé café en mi vida, muy seguramente fue de algún sorbo que le di a los tan acostumbrados tarros que mi padre carga a todos lados. Desde ahí no pude dejarlo. Sentí mi lengua quemarse un poco en cada sorbo que daba. Pero era casi como un placer para mí. Por la ventana ya se percibían los rayos del sol. Encendí el televisor solo para ver la hora.

Al percatarme de lo tarde que era me levanté apresurado y me cambié de ropa, ni siquiera me dio tiempo de bañarme, cepillé mis dientes, consiente que no sería suficiente para quitarme este olor a borracho. Hace ni 15 minutos había despertado en mi auto destruido, ebrio aún y ahora tenía que salir corriendo hacia el estudio. Me puse perfume para disimular el olor, creo que con eso sería suficiente. Con suerte llegaría temprano y en un tiempo que tuviera me bañaría en las duchas de allá. En dos minutos metí ropa y lo que creí necesario en mi mochila.

Di un último sorbo a mi café y me miré al espejo, mi cabello castaño estaba un poco despeinado pero así solía usarlo algunas veces así que no habría problema, noté que la barba me estaba comenzando a salir y ya era hora de quitármela, pero tiempo era lo que ahorita menos tenía, salí casi corriendo de mi casa. Mi celular sonó, desvié la llamada y noté que tenía 5% de pila, no me daba tiempo de pedir un taxi, tendría que tomar el subterráneo.

Salí corriendo de mi casa, con mucha suerte y a una velocidad constante estaría abordando el metro en 10 minutos, lo que menos necesitaba ahora era que mi perfume y mi hedor se mezclara con mi sudor, pero ya era muy tarde para eso. No podía llegar retrasado, no podía faltar y mucho menos podía haber una excusa de por medio.

Por fin las puertas se cerraron detrás de mí. Mi celular sonó otra vez, con una mano me detenía mientras con la otra visualizo quién es. En la pantalla vi 7 llamadas perdidas. Y una entrante de Daniela. No contesté, lo puse en vibrador y así dejé que se quedara, pronto vi como la pantalla se puso negra avisando que la pila estaba completamente descargada. Guardé de nuevo mi teléfono en la parte trasera de mi pantalón.

En cada estación subían más y más personas y conforme a eso me tenía que ir recorriendo. Me acerqué a una puerta, en unas cuantas estaciones más me bajaría y no quería tener que estar empujando a todas las personas para poder pasar.

Me agarré del tubo viendo por la ventana. Escuché a dos tipos susurrar entre ellos. Por sus miradas hacia un lugar en específico entendí que hablaban de una chica. Volteé hacia ella. Estaba a unos asientos de donde yo estaba parado. Ella estaba sentada, dormía recargada al asiento, su cabeza estaba hacia atrás y su boca estaba entreabierta. Hice una cara de desagrado. Tenía unos lentes estilo aviador color dorados, parecían ser de aumento porque el vidrio era transparente.

Tenía el cabello pelirrojo casi naranja, no parecía que lo pintara. Su cabello estaba hecho un nudo como si de una coleta se tratara. Parecía que sentía la mirada de aquellos tipos agregando la mía, ya que se removió un poco y con ello abrió más la boca estando dormida. Dios, que mujer tan… no encontraba palabras para describirla. Parecía ser joven pero su apariencia me daba la de una señora fodonga.

Volví mi vista a la ventana, faltaban un par de estaciones para llegar a mi destino cuando escuché de nuevo a los tipos. Volví mi vista hacia la chica y en un segundo supe de que hablaban. Su camisa blanca de botones se había desabrochado de los primeros dos, dejaba ver gran parte de su pecho y dejaba a la vista su sostén color piel. Quité mi mirada en seguida. No me interesaba verla, ni siquiera era atractiva para mi gusto. Podría apostar que era de esas mujeres que se quedan solteras hasta los 50 y luego se llenan de gatos. Pues vaya que a ningún hombre le gustaría que su novia o esposa anduviera en esas fachas en público.

Uno de los hombres se acercó a ella. Ahí fue cuando me pasaron cosas por la mente. No me gustaba que los hombres fueran aprovechados con las mujeres o irrespetuosos. Yo podría ser un canalla, egocéntrico, patán y un cabrón, como tanto me lo habían dicho algunas chicas antes. Pero jamás había faltado el respeto de ninguna mujer en cualquiera de sus formas. Y no, pensar que es una fodonga es muy distinto a decirle que es una fodonga.

Caminé hacia ella, el hombre me vio y me hizo una mueca como diciendo “Hey, ¿ves lo mismo que yo?” Como si se sintiera orgulloso de su actitud.

—Oye —Dije tocando con mi dedo índice su hombro.

Ella se sobresaltó, lo primero que vi fueron unos ojos cafés tan claros que casi podría decir que tenían un tono amarillento.

—Tu blusa esta desabrochada —Advertí, el hombre a lado mío puso mala cara. Ella agachó la mirada para ver y en un abrir y cerrar de ojos puso sus manos sobre su pecho. Intentó abrochar los botones, parecía que aún seguía dormida y las manos no le respondían.

—¡Maldito pervertido! —La cara se me cayó al suelo cuando la escuché gritarme. Por inercia todos voltearon a verme. El subterráneo se detuvo, ella agarró el montón de bolsas que tenía sobre las piernas y se levantó. —¿Por qué no vas y le ves los senos a tu abuela? —No sé en qué momento su mano estampó mi mejilla. Puedo jurar que tenía las manos llenas de bolsas, no sé de dónde salió la mano que me golpeó.

—¿Qué? —Dije poniendo mi mano sobre mi cachete asimilando y soportando la vergüenza que sentía ahora mismo. Esto me pasa por querer hacer el bien. Los dos tipos reían detrás de mí. Las puertas sonaron avisando que ya se cerrarían. Ella volteó y me mostro los dos dedos de en medio. Seguía sin poder creer lo que había pasado. Vi hacia arriba y vi el nombre de la estación. “¡Con un demonio!” Era la estación en la que debí de haberme bajado, intenté salir, pero la puerta se cerró frente a mi cara. Oficialmente iba a llegar tarde.

Lesliecnt

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