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Sueños de mafia
Sueños de mafia
Por: DiegoAlmary
Prologo: Un sueño real.

Tenía los ojos grises como la luna, y la miraba, la miraba de frente y ella se sintió nerviosa y torpe.

Estaban en un lugar oscuro, lleno de humedad y con un ruido fuerte que venía de arriba, como metal contra metal. El metro.

Había un hombre de rodillas frente a él, estaba atado con fuertes lazos que le herían la piel y ella observó todo desde un discreto segundo plano.

— Dime donde se esconde — le dijo el hombre de ojos grises al que estaba atado, tenía el cabello tan oscuro como el petróleo y una fina línea de tatuajes se notaba por debajo de la camisa larga que tenía puesta.

— No lo sé, yo solo consigo su mercancía, nada más — le contestó el hombre que estaba atado en el suelo.

El de ojos grises dejó de mirarla y se volvió hacia el que estaba en el suelo y le apuntó a la cabeza con un arma.

El corazón de ella comenzó a palpitar con fuerza, el que estaba de rodillas suplicó por su vida, tenía una cicatriz ancha en toda la cara y los ojos pequeños como una rata.

— Entonces no me sirves — le dijo el de ojos grises y disparó, y ella lanzó un grito cuando vio el cuerpo caer. El hombre de ojos grises se volvió hacia ella y la miró de nuevo — ya me encontraste — le dijo y ella no supo qué contestar — no pensé que sería tan pronto, pero ya eres mía — sintió como por todo el cuerpo comenzó a resbalarse un torrente de arena y el ruido molido de la arena al caer al suelo se la llevó del sueño.

Aurora despertó agitada, con la respiración fuerte y sudando. Aun era temprano en la mañana y el sol apenas salía por el horizonte, pero, aunque ella aún tenía tiempo, no quiso volver a dormir.

Era la tercera vez que soñaba con aquel hombre, pero esa vez había sido diferente, las otras dos veces solo le había visto el rostro en medio de otros sueños tranquilos, pero esa vez, todo era tan real.

No se pudo sacar de la mente la imagen del hombre de la cicatriz en la cara así que se puso de pie y salió de la cama, tenía mucho que adelantar antes de salir al trabajo.

Lejos de ahí, un hombre se acercó al cuerpo inerte del hombre al que había acabado de matar y lo empujó con el pie.

— Te vi hablarle al aire — le comentó su amigo acercándose desde atrás y el hombre de ojos grises pasó saliva.

— Ella llegó a mi — le dijo y el otro respiró.

— ¿Hace cuanto comenzaron los sueños? — él se encogió de hombros.

— No importa, ella ya me puede ver, y pronto yo la veré a ella.

— No te tomes esto a la ligera — le advirtió su amigo — una vez la arena se lleve las fronteras entre los dos y estén juntos no hay marcha atrás.

— Si lo sé, la haré mía — levantó el arma y disparó dos veces más al cuerpo inerte en el suelo —  Pero primero acabaré con mis enemigos, si ellos descubren que la encontré… ellos la matarán. Así que tengo que matarlos primero antes de que acaben con la mujer que nació para mí.

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