Aurora se metió en la cama con un poco de incomodidad, sabía que era la cama de Franco y le pareció algo íntimo, como si se estuviera metiendo en su intimidad o algo así, pero las sábanas estaban tan cálidas y suabes que no pudo evitar soltar un gemido de placer cuando se cubrió por completo. A pesar de todo no pudo conciliar el sueño, su mente regresaba una y otra vez a la estación de policía de done había desaparecido Carlos y tomó su celular, pero la red wifi de la casa tenía contraseña. Miró el indicador que aparecía en la pantalla un largo segundo y luego sus dedos teclearon una combinación de letras y números y logró acceder a la conexión. El celular se le llenó de decenas de notificaciones, entre esas preguntando qué había pasado que no llegaron en el vuelo, y Aurora tecleó una respuesta, pero justo antes de enviarla la puerta se abrió y cayó sentada de golpe en la cama. Franco la miró en su cama con una mescla de lujuria y curiosidad que la hicieron cubrirse con la sábana.
Aurora se había quedado dormida, dormida de verdad.Cuando los brazos de Franco se enredaron en su cuerpo para tranquilizarla un poco, todo se volvió una oscuridad cómoda, y ahí durmió, sin sueños y sin pesadillas hasta que llegó la mañana y despertó entre las sábanas rojizas de la cama del mafioso.Miró su celular, eran las once de la mañana y cayó sentada en la cama.Nunca se había levantado tan tarde, aunque era claro que se había acostado igual de tarde.Su celular tenía un millón de notificaciones y lo primero que hizo fue llamar a su jefe por la aplicación de mensajería instantánea.— ¿Dónde diablos están metidos? — le gruñó — debieron llegar ayer…— Lo sé, pero hubo unas complicaciones con el pasaporte de Carlos, nos tomará un poco resolverlo, pero la aerolínea costeará el pasaje de regreso y los hoteles — el hombre pareció más calmado al saber que él no tendría que pagar un peso más y Aurora se sintió mal, nunca había sido una mentirosa.— ¿Qué pasó? ¿Cómo está el muchacho? —
Tenía el cabello rojizo como el cobre, las pecas le llenaban el puente de la nariz y tenía un constante ceño fruncido mientras leía con concentración el libro que tenía en la mano.Estaba metido en las sábanas, y a fuera el clima era fuerte y tormentoso, la niebla cubría toda la ventana y apenas se lograba ver un poco más allá de un metro.Carlos estaba de pie en medio de la habitación sin saber muy bien que era lo que hacía, pero el hombre que estaba leyendo le llamó poderosamente la atención.No logró distinguir más detalles que la cama y muchos libros por ahí regados por el suelo.Se sentía como en un sueño lúcido, tan realista que lo preocupó, él no era una persona que soñara mucho, y la mayoría de sus sueños eran a blanco y negro por alguna extraña razón, pero ese sueño era diferente, era tan vivido y los colores tan realistas que se sintió un poco en paz, como si ahí pudiera salir un poco de la pesadilla que estaba viviendo en el mundo real.Dio un paso al frente para observar a
Todos estaban ahí reunidos y Aurora no supo que decir, ¿Como podía convencer a Carlos de que eso no solo era un sueño? A ella misma le había costado varios días aceptarlo, e incluso en ese momento podía llegar a creer que estaba loca. — Carlitos — dijo, pero Gio levanto la mano en el aire— Está dormido — dijo y agarró el brazo de Franco que estaba a su lado — ¿Por qué esta dormido? — Franco negó con la cabeza desconcertado.— ¿No debería estarlo? — preguntó Aurora y Gio negó — si lo estoy viendo es porque está dormido, pero en el sueño tambien lo está — la mujer encargada de la comida, o eso pensaba Aurora, se rio un poco.— Pues despiértalo — todos la miraron — cuando el cuerpo y la mente están muy agotados la arena nos deja descansar. Vamos, despiértalo. Gio dio un paso al frente y se arrodilló en el suelo y Aurora contempló todo enmudecida. — Carlos — dijo él y con el dorso de la mano acarició el aire. Aurora estaba desconcertada, era como si el pelirrojo estuviera
Aurora subió al cuarto de Franco para entrar al baño y buscar algo abrigado, pero en las cosas que él le había dado no encontró nada que pudiera cubrirla del frio que estaba haciendo afuera, así que buscó en la ropa del hombre que estaba obsesivamente organizada y encontró un saco de lana muy grueso que le quedaba grande, y por una razón a la que ya no quería darle explicación, sabía que no era de sus favoritos. Cuando bajó a la sala la casa estaba en marcha, varias personas estaban limpiando y organizando y el olor a cena caliente llenó el aire a pesar de la hora. Aurora se recordó preguntarle a Franco el rol que tenía cada persona en la casa y luego salió afuera. Un viento helado se le metió por debajo del saco y se abrazó a sí misma, la niebla ocultaba la luz de la luna y todo se veía oscuro y terrorífico. — ¿Siempre hay niebla? — le preguntó a Franco cuando llegó a su lado y él asintió. — Por eso escogí este lugar, la niebla nos ayuda a esconder — Aurora asintió con la cabeza,
Carlos corrió hacia el muchacho con el objeto en alto y el pelirrojo lo miró con curiosidad, y cuando llegó de un hábil movimiento logró quitarle el atizador y someterlo contra la pared.Carlos sintió rabia y confusión, y por más que intentó liberarse del otro hombre este lo sostuvo bien firme contra la pared.— Espera, por favor — le dijo el pelirrojo — no te enojes, ¿Qué te pasa? Yo no te haré daño — Carlos cerró los ojos y respiró profundo antes de dejar de forcejear y él lo soltó despacio.Cuando lo soltó dio un par de pasos atrás y Carlos se volvió hacia él, se sintió extraño, como si estuviera soñando.— ¿Qué es esto? — preguntó — ¿Estoy soñando? — el pelirrojo negó, pero no pronunció ninguna palabra, parecía que estaba igual de conmocionado que él — Yo te conozco — le dijo — por eso soñé contigo, te he visto antes. ¿Giovanny? — él negó con la cabeza, luego asintió. — Si, me llamo Geovanny, pero no me dicen así, y no me has visto antes nunca, la primera vez fue en mi habitació
Aurora no hubiera querido levantarse esa mañana de la cama, Franco se sentó en el borde y ella le contempló la espalda, era amplia y la piel pálida se le antojó, el cuerpo del hombre era tentadoramente cálido. — ¿Por qué tenemos que irnos? — le preguntó y él no la miró cuando contestó, únicamente dejó escapar un suspiro. — Es por Doménico — le dijo — si logra enterarse de que encontré a mi pareja… con lo que hicimos para rescatar a Carlos prácticamente se lo confirmé, él tratará de acabar conmigo acabando contigo, y no lo voy a permitir. En América estarás más a salvo, allá no tiene poder. Aurora se estiró y se sentó en el borde de la cama a su lado y él estiró la mano para acariciarle la espalda desnuda mientras ella se cubría con las sábanas. De repente la invadió una gran tristeza, pero no era suya, las emociones de Franco en sí misma se sentían diferentes, como un sueño incompleto, una sensación imposible de ocultar. — Lo siento — le dijo él — ante ti no puedo fingir ser el ma
Aurora no quiso hablar en un buen rato, el humor de Carlos había regresado a su ternura habitual, pero se había quedado dormido y ella esperó que no estuviera soñando con Gio, de lo contrario se levantaría asustado y ya le había demostrado que era un poco escéptico con el tema.Aurora se puso a pensar en sí misma, y notó que había aceptado tal cosa con estoica motivación, si Franco había nacido para ella ¿qué más podía hacer? Incluso podía ser una buena noticia, ella siempre había sido bastante mala a la hora de encontrar relaciones.Había tenido sexo unas cuantas veces, pero siempre con personas casi que desconocidas y únicamente por que el llamado de la naturaleza se lo pedía, pero ahora, el hecho de imaginar poder tener sexo con el hombre más sexy que hubiera conocido en cualquier momento sin importar en qué parte del mundo esté cada uno le pareció, cuando menos, morbosa.Lo mejor era que nadie podía ver a otra persona, ¿Podía hacerlo en el ascensor? ¿o debajo de su escritorio? Si,