Aurora se preparó para ir al aeropuerto, pero una sensación extraña la invadió aquella mañana, como una calidez extraña y extrañamente fresca.
«Él tambien nació para mi» se dijo una y otra vez, era curioso en exceso, pero tambien aterrador, y aunque lo más probable es que se hubiera vuelto loca, no podía dejar de preguntarse una y otra vez si todo podía ser real.
Mientras esperaba el taxi con su maleta a un lado buscó en su celular el nombre de Franco en Italia, pero eran miles de resultados, ¿Cómo podía saber quién era él?
Ya en el taxi se preguntó si en realidad se estaba volviendo loca, siempre en toda su vida Aurora esperó a que llegara la persona correcta, y lo había intentado una y otra vez hasta que terminó hastiada y decepcionada de los hombres.
Por ello decidió concentrar en su trabajo al máximo y gracias a eso se convirtió en la directora de una importante revistas de entretenimiento, pero, ¿y si su cabeza había inventado a Franco y toda esa fantasía de la magia en la sangre era para poder llenar ese vacío que sentía a veces?
Recogió a Carlos en la parada del auto bus, el muchacho estaba tan contento de ir a Italia con ella que no dejó de hablar ni un solo instante de datos curiosos del país, y se había pasado toda la noche redactando paso a paso la entrevista que le harían a la famosísima actriz Iliana Banderoni, incluso había hecho dos secciones de preguntas.
— Se las envié en la madrugada a Iliana — le dijo él — ya sabe, Italia nos lleva como seis horas.
— ¿No dormiste? — le preguntó Aurora y el muchacho negó.
— Había muchas cosas por hacer antes de irnos, además estaba ansioso por lo de mi pasaporte, pero llegó hace un par de horas.
«Muchas gracias jefa por invitarme de verdad aprecio mucho el gesto le prometo, que no la voy a decepcionar.
— Callate, Carlos — bromeó ella y el muchacho se puso rojo — esto fue tu idea, te mereces estar aquí, además… — se lo pensó por un momento, pero se lo dijo de igual forma — el jefe me dijo que esta será la decisiva, si esta noticia potencia la revista nos permitirá seguir con la competencia, pero si no…
— ¿Todos dependerán de esto? — preguntó él asustado y ella asintió con la cabeza — si fallamos en esto cerrarán la revista.
— Eso no pasará — estiró la mano y apretó la del muchacho — ya verás que todo saldrá muy bien, le ganaremos al tonto de Víctor — Carlos sonrió a medias.
— Si ganamos todos los trabajadores del periódico tambien perderán su trabajo, no sé qué será peor.
— Yo sí sé que sería peor, pero no te agobies por eso, cuando llegue el momento hay que ver que hacemos, por el momento que no te preocupe el futro — Carlos asintió con la cabeza y continuó con otra lista de cosas que tenían que hacer para la entrevista y que no podían dejar el país sin comer pizza.
Ya estando en el avión Aurora sintió un nudo en el estómago, eran sin duda nervios, muchos nervios.
«No seas idiota » se dijo mientras trataba de conciliar el sueño en el incómodo asiento « Roma es una ciudad muy grande y en el hipotético caso de que Franco exista no creo que me lo encuentre, además, ni sé si está en Roma.
Las cortas turbulencias le impidieron dormir, pero Carlos se cubrió los ojos con una media y dormía con la boca entre abierta de una forma muy tierna que a Aurora le produjo risa.
— ¿Ahora viajamos? — le preguntó alguien a a su lado y ella se giró para encontrarse con Franco que le sonreía de medio lado.
— ¿Estás durmiendo? — le preguntó ella, sentía el corazón acelerado, pero fingió estar calmada — ¿con esa ropa? — él se miró el cuerpo, tenía un traje hecho a medida sin corbata.
— Verás, mis horarios de sueño son complejos, ahora estoy tomando una siesta. Miralo — dijo y señaló a Carlos — viajas con el niño bonito, ¿A dónde vas? — Aurora trató de no pensar en la palabra Italia, por si él le leía la mente.
— No te incumbe — le soltó y el hombre se inclinó hacia ella.
— Claro que me incumbe — le dijo, el aliento le acarició la oreja a Aurora que sintió un escalofrío que le recorrió la columna — ya te dije que debo saber dónde estás, es por tu seguridad — Aurora negó.
— Mejor vete a dormir — le dijo ella y él apretó los labios.
— Eso hago, no puedo controlar estar aquí — se acercó más, hasta que Aurora sintió el calor que desprendía su cuerpo — pero podemos ocuparnos mientras despierto — estiró la mano y apretó el muslo de ella que dio un salto y le apartó la mano.
— ¿Cómo sé que esto es real? — le preguntó y Franco le habló en el oído.
— ¿Te parece que soy de mentiras? — le dijo y subió un poco más la mano, muy cerca y Aurora sintió que el calor se subió a la cara.
— Tu mismo me dijiste que no podía sentir nada que no hubiera sentido antes — le dijo — entonces puedes ser invenciones de mi cerebro — Franco negó con la voz.
— Dejame que ponga mis garras sobre tu cuerpo y verás lo real que puedo ser, pero si tienes duda, dame tu correo electrónico — Aurora se lo dijo con un murmuro de voz — ¿te han masturbado antes? — le preguntó y Aurora sintió que el calor le subió a la cara.
— No, aquí no — pero la mano de Franco se metió entre su falda y la tocó por debajo de la ropa interior.
— Papá dice que esto es lo mejor de nuestras parejas destinadas — le comentó él y cuando terminó de hablar lamió la oreja y Aurora dejó escapar el aliento — vamos a probarlo — con un hábil movimiento dejó de lado la ropa interior de Aurora y la tocó, justo ahí donde las sensaciones eran más fuertes.
— ¿Cómo es que se siente tan real? — preguntó ella conteniendo las ganas de gemir.
— Ya te lo dije, tu cerebro recrea todas las veces en que te has tocado y en las que te han tocado, pero añade un poco mi habilidad — un dedo se resbaló dentro de ella y Aurora le agarró la mano para que se estuviera quieto y cuando lo miró a los ojos grises notó la lujuria reflejada en ellos y no pudo envidar mover las caderas.
Los dedos del hombre rascaron dentro de ella, la lengua le recorrió el cuello.
Aurora estiró la mano hacia él, quería sentirlo, quería saber si era real y cuando posó la mano en la endurecido bulto lo sintió palpitar.
— Esto es una locura — dijo Aurora y él como respuesta masajeó dentro de ella con más intensidad, logró sentir como se humedeció más aún y metió la mano entre el pantalón del hombre y agarró el miembro, se sentía todo tan real, tan vívido que la lujuria le hizo arrancar un gemido.
— Franco idiota, despierta. Se te ve la rección, patético — Escuchó una voz Aurora que venía desde lejos.
— Me despertarán — le dijo al odio — pero soy tan real como el placer que estas sintiendo en este momento, y te lo voy a demostrar — la mano de Franco desapareció, no salió de dentro de ella, solo desapareció.
Cuando abrió los ojos estaba sola, la fila del lado derecho estaba completamente vacía y a la derecha Carlos la miraba con los ojos abiertos. Aurora se bajó la falda con incomodidad.
— Es que soy sonámbula — dijo ella, el muchacho le sonrió de lado — estaba soñado.
— Ojalá yo tuviera esos sueños — bromeó y se giró hacia la ventana del avión — tenías cara de enamorada — Aurora negó con la cabeza.
— Claro que no, apenas lo conozco — dijo y Carlos la miró de nuevo — digo, es la primera vez que sueño con él es… voy al baño — dijo con incomodidad y tomó su bolso de mano.
Estaba tan húmeda que tuvo que cambiarse toda la ropa interior y cuando regresó al asiento Carlos ya estaba de nuevo dormido.
Logró conciliar el sueño con facilidad y durmió profundamente y sin sueños.
Cuando llegaron a Roma era de madrugada y el aeropuerto estaba casi vacío, así que Aurora caminó con rapidez por los pasillos seguida de un adormilado Carlos que arrastraba su maleta.
— Hay mucho que hacer antes de la entrevista al medio día, no tenemos ni tiempo de dormir — le dijo, el muchacho caminaba con pasos torpes.
Un hombre con una especie de carreta en la que llevaba unas maletas se le atravesó, pero logró agachar la cabeza y cruzar sin golpearse, pero después de hacerlo escuchó un golpe seguido de un:
— ¡miércoles! — dijo Carlos y cuando Aurora se volvió lo vio tirado en el suelo con la mano en la frente.
— Lo siento, es que no los vi — les dijo el hombre que tenía la carreta y Aurora se arrodilló frente a Carlos.
— Tranquilo, fue un accidente — le dijo ella — Espera, dejame ver — le apartó las manos a Carlos y comprobó que era una herida que requería al menos un punto.
— ¿Voy a morir? — preguntó él y Aurora negó.
— No, ni cicatriz te quedará, pero tendremos que ir a un hospital — lo ayudó a ponerse de pie y miró alrededor — bienvenidos a Italia — se dijo a sí misma.
Algo que le pareció muy curioso a Aurora era que el señor que se les atravesó en el aéreo puerto hablara tan bien el español, y tambien la recepcionista del hospital y aseguró que debía ser por los turistas. A Carlos, como supuso Aurora , le pusieron un único punto, pero el borde con el que se había estrellado estaba oxidado y tuvieron que mandarle una cantidad exorbitante de antibióticos más un examen de sangre para comprobar que todo estuviera bien y aquello les arrancó gran parte del presupuesto. Una vez en el hotel Aurora y Carlos se dividieron cada uno en sus respectivas habitaciones. Era un hotel bastante barato que ni tenía agua caliente, pero era a lo único que podían aspirar. Debió agradecer que el agua estuviera bien fría, ya que el mero hecho de recordar los dedos del Franco dentro de ella le producían calor en el vientre. Cuando salió del baño y conectó su celular a la red wifi del lugar, su celular se llenó de notificaciones, entre ellas los mensajes de los chicos del
— Es imposible que hubieran dejado que esto pasara! — gritó Aurora por todo el lugar, las personas que estaban por ahí se reunían para ver el escándalo que estaba haciendo la muchacha. —No sabemos qué fue lo que pasó —le dijo el policía que la había acompañado a ver la celda de Carlos —no sabemos cómo es que su amigo huyó.— ¿Como que huyo? — preguntó Aurora con rabia —él no huyo, él no tenía nada por lo que huir, mejor déjese de payasadas y muéstreme las cámaras de seguridad para ver qué es lo que paso con él —estaba tan encolerizada que a su espalda había un puñado de policías.El hombre asintió con la cabeza y se metió dentro de un habitación y mientras Aurora esperaba todo el cuerpo se le lleno de tensión. «¿cómo se fue? » se preguntó, era absurdo que si Carlos hubiera podido escapar se hubiera espantado del lugar, a menos de que si tuviera algo que esconder. El policía salió con una expresión extraña en el rostro y tomó a Aurora del brazo para meterla dentro de la oficina y l
El auto rodaba por las calles de Italia y de no ser por la situación en la que Aurora estaba hubiera aprovechado para disfrutar un poco el paisaje, pero no pudo hacerlo, tenía un nudo que le apretaba el estómago y le impedía respirar con facilidad.Se alisó la ropa y tambien trató de peinarse un poco el cabello, no sabía que sentir al respecto, estaba a punto de conocer al hombre con el que había soñado los últimos días y eso la convirtió en un manojo de nervios que le hicieron erizar la piel de los brazos.— ¿Cómo llego tan rápido? — le preguntó al conductor y la voz le tembló — cuando se lo dije a él pasó apenas un par de segundos antes de que me despertara… — luego cerró la boca, no sabía si todo eso de la magia que tenían en la sangre era un secreto.— El tiempo en el espacio mental es diferente — le dijo el hombre después de un rato y Aurora entendió que él tenía conocimiento al respecto.— ¿Entonces todo es real? — el hombre la miró por el retrovisor.— No pensé que aún le queda
Aurora se metió en la cama con un poco de incomodidad, sabía que era la cama de Franco y le pareció algo íntimo, como si se estuviera metiendo en su intimidad o algo así, pero las sábanas estaban tan cálidas y suabes que no pudo evitar soltar un gemido de placer cuando se cubrió por completo. A pesar de todo no pudo conciliar el sueño, su mente regresaba una y otra vez a la estación de policía de done había desaparecido Carlos y tomó su celular, pero la red wifi de la casa tenía contraseña. Miró el indicador que aparecía en la pantalla un largo segundo y luego sus dedos teclearon una combinación de letras y números y logró acceder a la conexión. El celular se le llenó de decenas de notificaciones, entre esas preguntando qué había pasado que no llegaron en el vuelo, y Aurora tecleó una respuesta, pero justo antes de enviarla la puerta se abrió y cayó sentada de golpe en la cama. Franco la miró en su cama con una mescla de lujuria y curiosidad que la hicieron cubrirse con la sábana.
Aurora se había quedado dormida, dormida de verdad.Cuando los brazos de Franco se enredaron en su cuerpo para tranquilizarla un poco, todo se volvió una oscuridad cómoda, y ahí durmió, sin sueños y sin pesadillas hasta que llegó la mañana y despertó entre las sábanas rojizas de la cama del mafioso.Miró su celular, eran las once de la mañana y cayó sentada en la cama.Nunca se había levantado tan tarde, aunque era claro que se había acostado igual de tarde.Su celular tenía un millón de notificaciones y lo primero que hizo fue llamar a su jefe por la aplicación de mensajería instantánea.— ¿Dónde diablos están metidos? — le gruñó — debieron llegar ayer…— Lo sé, pero hubo unas complicaciones con el pasaporte de Carlos, nos tomará un poco resolverlo, pero la aerolínea costeará el pasaje de regreso y los hoteles — el hombre pareció más calmado al saber que él no tendría que pagar un peso más y Aurora se sintió mal, nunca había sido una mentirosa.— ¿Qué pasó? ¿Cómo está el muchacho? —
Tenía el cabello rojizo como el cobre, las pecas le llenaban el puente de la nariz y tenía un constante ceño fruncido mientras leía con concentración el libro que tenía en la mano.Estaba metido en las sábanas, y a fuera el clima era fuerte y tormentoso, la niebla cubría toda la ventana y apenas se lograba ver un poco más allá de un metro.Carlos estaba de pie en medio de la habitación sin saber muy bien que era lo que hacía, pero el hombre que estaba leyendo le llamó poderosamente la atención.No logró distinguir más detalles que la cama y muchos libros por ahí regados por el suelo.Se sentía como en un sueño lúcido, tan realista que lo preocupó, él no era una persona que soñara mucho, y la mayoría de sus sueños eran a blanco y negro por alguna extraña razón, pero ese sueño era diferente, era tan vivido y los colores tan realistas que se sintió un poco en paz, como si ahí pudiera salir un poco de la pesadilla que estaba viviendo en el mundo real.Dio un paso al frente para observar a
Todos estaban ahí reunidos y Aurora no supo que decir, ¿Como podía convencer a Carlos de que eso no solo era un sueño? A ella misma le había costado varios días aceptarlo, e incluso en ese momento podía llegar a creer que estaba loca. — Carlitos — dijo, pero Gio levanto la mano en el aire— Está dormido — dijo y agarró el brazo de Franco que estaba a su lado — ¿Por qué esta dormido? — Franco negó con la cabeza desconcertado.— ¿No debería estarlo? — preguntó Aurora y Gio negó — si lo estoy viendo es porque está dormido, pero en el sueño tambien lo está — la mujer encargada de la comida, o eso pensaba Aurora, se rio un poco.— Pues despiértalo — todos la miraron — cuando el cuerpo y la mente están muy agotados la arena nos deja descansar. Vamos, despiértalo. Gio dio un paso al frente y se arrodilló en el suelo y Aurora contempló todo enmudecida. — Carlos — dijo él y con el dorso de la mano acarició el aire. Aurora estaba desconcertada, era como si el pelirrojo estuviera
Aurora subió al cuarto de Franco para entrar al baño y buscar algo abrigado, pero en las cosas que él le había dado no encontró nada que pudiera cubrirla del frio que estaba haciendo afuera, así que buscó en la ropa del hombre que estaba obsesivamente organizada y encontró un saco de lana muy grueso que le quedaba grande, y por una razón a la que ya no quería darle explicación, sabía que no era de sus favoritos. Cuando bajó a la sala la casa estaba en marcha, varias personas estaban limpiando y organizando y el olor a cena caliente llenó el aire a pesar de la hora. Aurora se recordó preguntarle a Franco el rol que tenía cada persona en la casa y luego salió afuera. Un viento helado se le metió por debajo del saco y se abrazó a sí misma, la niebla ocultaba la luz de la luna y todo se veía oscuro y terrorífico. — ¿Siempre hay niebla? — le preguntó a Franco cuando llegó a su lado y él asintió. — Por eso escogí este lugar, la niebla nos ayuda a esconder — Aurora asintió con la cabeza,