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5~ Sueños de placer.

Aurora se preparó para ir al aeropuerto, pero una sensación extraña la invadió aquella mañana, como una calidez extraña y extrañamente fresca.

«Él tambien nació para mi» se dijo una y otra vez, era curioso en exceso, pero tambien aterrador, y aunque lo más probable es que se hubiera vuelto loca, no podía dejar de preguntarse una y otra vez si todo podía ser real.

Mientras esperaba el taxi con su maleta a un lado buscó en su celular el nombre de Franco en Italia, pero eran miles de resultados, ¿Cómo podía saber quién era él?

Ya en el taxi se preguntó si en realidad se estaba volviendo loca, siempre en toda su vida Aurora esperó a que llegara la persona correcta, y lo había intentado una y otra vez hasta que terminó hastiada y decepcionada de los hombres.

Por ello decidió concentrar en su trabajo al máximo y gracias a eso se convirtió en la directora de una importante revistas de entretenimiento, pero, ¿y si su cabeza había inventado a Franco y toda esa fantasía de la magia en la sangre era para poder llenar ese vacío que sentía a veces?

Recogió a Carlos en la parada del auto bus, el muchacho estaba tan contento de ir a Italia con ella que no dejó de hablar ni un solo instante de datos curiosos del país, y se había pasado toda la noche redactando paso a paso la entrevista que le harían a la famosísima actriz Iliana Banderoni, incluso había hecho dos secciones de preguntas.

— Se las envié en la madrugada a Iliana — le dijo él — ya sabe, Italia nos lleva como seis horas.

— ¿No dormiste? — le preguntó Aurora y el muchacho negó.

— Había muchas cosas por hacer antes de irnos, además estaba ansioso por lo de mi pasaporte, pero llegó hace un par de horas.

«Muchas gracias jefa por invitarme de verdad aprecio mucho el gesto le prometo, que no la voy a decepcionar.

— Callate, Carlos — bromeó ella y el muchacho se puso rojo — esto fue tu idea, te mereces estar aquí, además… — se lo pensó por un momento, pero se lo dijo de igual forma — el jefe me dijo que esta será la decisiva, si esta noticia potencia la revista nos permitirá seguir con la competencia, pero si no…

— ¿Todos dependerán de esto? — preguntó él asustado y ella asintió con la cabeza — si fallamos en esto cerrarán la revista.

— Eso no pasará — estiró la mano y apretó la del muchacho — ya verás que todo saldrá muy bien, le ganaremos al tonto de Víctor — Carlos sonrió a medias.

— Si ganamos todos los trabajadores del periódico tambien perderán su trabajo, no sé qué será peor.

— Yo sí sé que sería peor, pero no te agobies por eso, cuando llegue el momento hay que ver que hacemos, por el momento que no te preocupe el futro — Carlos asintió con la cabeza y continuó con otra lista de cosas que tenían que hacer para la entrevista y que no podían dejar el país sin comer pizza.

Ya estando en el avión Aurora sintió un nudo en el estómago, eran sin duda nervios, muchos nervios.

«No seas idiota » se dijo mientras trataba de conciliar el sueño en el incómodo asiento « Roma es una ciudad muy grande y en el hipotético caso de que Franco exista no creo que me lo encuentre, además, ni sé si está en Roma.

Las cortas turbulencias le impidieron dormir, pero Carlos se cubrió los ojos con una media y dormía con la boca entre abierta de una forma muy tierna que a Aurora le produjo risa.

— ¿Ahora viajamos? — le preguntó alguien a a su lado y ella se giró para encontrarse con Franco que le sonreía de medio lado.

— ¿Estás durmiendo? — le preguntó ella, sentía el corazón acelerado, pero fingió estar calmada — ¿con esa ropa? — él se miró el cuerpo, tenía un traje hecho a medida sin corbata.

— Verás, mis horarios de sueño son complejos, ahora estoy tomando una siesta. Miralo — dijo y señaló a Carlos — viajas con el niño bonito, ¿A dónde vas? — Aurora trató de no pensar en la palabra Italia, por si él le leía la mente.

— No te incumbe — le soltó y el hombre se inclinó hacia ella.

— Claro que me incumbe — le dijo, el aliento le acarició la oreja a Aurora que sintió un escalofrío que le recorrió la columna — ya te dije que debo saber dónde estás, es por tu seguridad — Aurora negó.

— Mejor vete a dormir — le dijo ella y él apretó los labios.

— Eso hago, no puedo controlar estar aquí — se acercó más, hasta que Aurora sintió el calor que desprendía su cuerpo — pero podemos ocuparnos mientras despierto — estiró la mano y apretó el muslo de ella que dio un salto y le apartó la mano.

— ¿Cómo sé que esto es real? — le preguntó y Franco le habló en el oído.

— ¿Te parece que soy de mentiras? — le dijo y subió un poco más la mano, muy cerca y Aurora sintió que el calor se subió a la cara.

— Tu mismo me dijiste que no podía sentir nada que no hubiera sentido antes — le dijo — entonces puedes ser invenciones de mi cerebro — Franco negó con la voz.

— Dejame que ponga mis garras sobre tu cuerpo y verás lo real que puedo ser, pero si tienes duda, dame tu correo electrónico — Aurora se lo dijo con un murmuro de voz — ¿te han masturbado antes? — le preguntó y Aurora sintió que el calor le subió a la cara.

— No, aquí no — pero la mano de Franco se metió entre su falda y la tocó por debajo de la ropa interior.

— Papá dice que esto es lo mejor de nuestras parejas destinadas — le comentó él y cuando terminó de hablar lamió la oreja y Aurora dejó escapar el aliento — vamos a probarlo — con un hábil movimiento dejó de lado la ropa interior de Aurora y la tocó, justo ahí donde las sensaciones eran más fuertes.

— ¿Cómo es que se siente tan real? — preguntó ella conteniendo las ganas de gemir.

— Ya te lo dije, tu cerebro recrea todas las veces en que te has tocado y en las que te han tocado, pero añade un poco mi habilidad — un dedo se resbaló dentro de ella y Aurora le agarró la mano para que se estuviera quieto y cuando lo miró a los ojos grises notó la lujuria reflejada en ellos y no pudo envidar mover las caderas.

Los dedos del hombre rascaron dentro de ella, la lengua le recorrió el cuello.

Aurora estiró la mano hacia él, quería sentirlo, quería saber si era real y cuando posó la mano en la endurecido bulto lo sintió palpitar.

— Esto es una locura — dijo Aurora y él como respuesta masajeó dentro de ella con más intensidad, logró sentir como se humedeció más aún y metió la mano entre el pantalón del hombre y agarró el miembro, se sentía todo tan real, tan vívido que la lujuria le hizo arrancar un gemido.

— Franco idiota, despierta. Se te ve la rección, patético — Escuchó una voz Aurora que venía desde lejos.

— Me despertarán — le dijo al odio — pero soy tan real como el placer que estas sintiendo en este momento, y te lo voy a demostrar — la mano de Franco desapareció, no salió de dentro de ella, solo desapareció.

Cuando abrió los ojos estaba sola, la fila del lado derecho estaba completamente vacía y a la derecha Carlos la miraba con los ojos abiertos. Aurora se bajó la falda con incomodidad.

— Es que soy sonámbula — dijo ella, el muchacho le sonrió de lado — estaba soñado.

— Ojalá yo tuviera esos sueños — bromeó y se giró hacia la ventana del avión — tenías cara de enamorada — Aurora negó con la cabeza.

— Claro que no, apenas lo conozco — dijo y Carlos la miró de nuevo — digo, es la primera vez que sueño con él es… voy al baño — dijo con incomodidad y tomó su bolso de mano.

Estaba tan húmeda que tuvo que cambiarse toda la ropa interior y cuando regresó al asiento Carlos ya estaba de nuevo dormido.

Logró conciliar el sueño con facilidad y durmió profundamente y sin sueños.

Cuando llegaron a Roma era de madrugada y el aeropuerto estaba casi vacío, así que Aurora caminó con rapidez por los pasillos seguida de un adormilado Carlos que arrastraba su maleta.

— Hay mucho que hacer antes de la entrevista al medio día, no tenemos ni tiempo de dormir — le dijo, el muchacho caminaba con pasos torpes.

Un hombre con una especie de carreta en la que llevaba unas maletas se le atravesó, pero logró agachar la cabeza y cruzar sin golpearse, pero después de hacerlo escuchó un golpe seguido de un:

— ¡miércoles! — dijo Carlos y cuando Aurora se volvió lo vio tirado en el suelo con la mano en la frente.

— Lo siento, es que no los vi — les dijo el hombre que tenía la carreta y Aurora se arrodilló frente a Carlos.

— Tranquilo, fue un accidente — le dijo ella — Espera, dejame ver — le apartó las manos a Carlos y comprobó que era una herida que requería al menos un punto.

— ¿Voy a morir? — preguntó él y Aurora negó.

— No, ni cicatriz te quedará, pero tendremos que ir a un hospital — lo ayudó a ponerse de pie y miró alrededor — bienvenidos a Italia — se dijo a sí misma. 

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