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Stranger Love
Stranger Love
Por: Miliana Idler
STRANGER LOVE (EL ORIGEN) Capítulo 1. El accidente.

"Nunca le he temido a la muerte, creo que es lo más seguro que tenemos en la vida, es igual de seguro que respirar y  parpadear, es inevitable. Lo que las personas realmente temen es que sea pronto, inesperada y abrupta; la idea de ya no estar con tus seres queridos, o de dejarlos abandonados, desprotegidos y sin ese amor que solo tú puedes ofrecer.

Eso es a lo que realmente se le tiene miedo, a ya no estar con quienes amas y convertirte en un simple recuerdo..."

Jacksonville, Julio, 2020.

Recuerdo una cálida brisa de verano golpeando mis cabellos, me gustaba abrir la ventanilla del auto y asomar mi rostro para sentir ros rayos del sol directos en mi rostro.

— ¡Te vas a quemar la cara con el sol tan fuerte que está pegando! — me reclamaba mi madre, desde el asiento del copiloto.

Siempre era lo mismo cuando hacíamos estos viajes ocasionales; mi padre manejando, mi madre elegía la música y yo solo admiraba el hermoso paisaje que duraba solo minutos debido a la velocidad del auto.

Íbamos a casa de mi abuela en Orlando, como es de costumbre visitarla en las vacaciones escolares. Ingresé a la universidad hace poco "Jacksonville University" en la carrera de enfermería, la emoción de mis padres cuando fui admitida me hizo entender lo orgullosos que estaban de mí. Sin embargo, no éramos conocedores de como la vida se haría cargo de cambiar todo.

Mis padres y yo solíamos jugar a adivinar en qué número pensábamos, el que ganaba elegía la siguiente canción. Cuando mi madre ganaba siempre colocaba baladas, cuando mi padre ganaba siempre colocaba country y cuando yo ganaba pues cualquier canción ruidosa de rock pesado solo para mirar sus caras de incomodidad durante los siguientes cuatro minutos. Ellos odiaban cuando yo ganaba.

En vez de un juego para distraer, se trataba de alguna clase de tortura auditiva entre todos. Ahí encontrábamos nuestra propia diversión.

— ¿Estás muy feliz en tu universidad, cariño? — cuestiona mi madre, quien  interrumpió el juego.

—Sí, es bastante agradable, tengo un par de amigas. — respondí, intentando adivinar el número en el que piensa mi padre.

— ¿Qué hay de los chicos? — Pregunta de forma directa, — ¿Hay chicos guapos?

Yo me sonroje de inmediato, mi padre miró despectivamente a mi madre en forma de sarcasmo.

— ¡HEY JUDE! nuestra hija no está lista para chicos— refuta.

— ¡Tiene 18 años! — Me mira y me guiña un ojo— claro que lo está.

—No me fijé si había chicos guapos, mamá... — explique yo.

—Tampoco debes fijarte, solo debes concentrarte en tus clases— dice mi padre.

Yo solo pude sonreír.

— ¡Uno! — Grité—  ¿Ese es el número en el que piensas?

— ¡No!— gritó mientras se reía a carcajadas.

—Carl, en algún momento nuestra pequeña se casará, tendrá hijos y tú y yo seremos abuelos orgullosos... — cuenta mi madre.

—Estoy muy joven para pensar en eso. — confesé, mientras imaginaba como sería mi boda con aquel chico guapo de la universidad; Ethan, cuyos cabellos rubios y ojos azules me hipnotizaban.

Nunca cruzamos palabras, Pero siempre habían miradas repentinas en medio de la clase, que emitían un poco de tensión y un aire de esperanza ¿Le llegué a parecer atractiva? Ni idea, pero me gustaba imaginarme tomada de la mano, comiendo helados y viviendo una vida juntos.

— ¡Gracias! — dijo con sarcasmo, mi padre.

—Vas a tener que aceptarlo, Carl, ella está creciendo y no hay nada que puedas evitar— afirma mi madre.

Ambas sonreímos, me tomó de la mano desde su asiento, ella era más que una mamá, era como mi mejor amiga. Sabía perfectamente usar esa línea delgada entre la complicidad y la autoridad de una madre. Ella era perfecta.

Mi padre por el contrario solo fingía ser estricto, es un sarcasmo andante, muy gracioso y pocas veces se toma con seriedad algún tema.

El día era genial, día perfecto, risas perfectas, incluso la música que eligió mi madre era la perfecta "Don't worry de Madcon (con Ray Dalton)”... No sé qué hicimos mal para que el destino nos jugara está mala pasada.

Aunque todo pasó rápido, en cuestión de segundos, puedo jurar que en mi mente se sintió como una escena de película donde todo va a una velocidad trágicamente lenta.

Mi padre quitó tan solo unos segundos los ojos de la carretera para darle una pequeña sonrisa a mi madre, cuando un camión de cargamento pesado se quedó sin frenos desde la vía contraria, haciendo que se lleve por delante a toda velocidad a nuestro auto.

Dimos varias vueltas, los vidrios se hicieron pedazos, cayendo como lluvia cortante sobre nuestros rostros, mi madre gritaba desesperada, mientras que mi padre intentaba maniobrar de cualquier forma el volante y recuperar el control, cosa que a este punto ya era imposible.

De los tres yo era la única que no usaba cinturón de seguridad, siempre fui de esas jóvenes tontas que le incomodaban esas cosas, ya que me sentía lo suficientemente protegida por la excelente habilidad de manejo de mi padre. Que estúpida decisión.

Debido a eso y al impacto del auto contra otro auto, yo salí volando del carro por una de las ventanas rotas. Recuerdo claramente ver la sangre derramada de mis padres, sus cabezas y hombros estaban con heridas, pero no lo suficiente como para que hubiesen fallecido por eso.

Mi cuerpo cayó un par de metros lejos del carro (el cual se encontraba abollado por todos lados), aunque estaba consciente no podía moverme. No me dolía nada, no sentía dolor por nada, estaba desesperada por ver a mis padres, ellos seguían ahí.

Un par de minutos pasaron cuando la multitud de personas comenzaron a rodearme y a rodear el auto de mis padres.

— ¡Llamen una ambulancia! — gritaban algunos.

Segundos después, una explosión hizo callar a todos, algunos fragmentos del auto cayeron sobre mi cuerpo, las personas comenzaron a gritar despavoridas, el calor se sentía más fuerte.

—El auto explotó y esa pobre familia seguía dentro... — gritó una señora.

Algo en mi corazón se quebró, que irónica es la vida, eran los únicos usando el cinturón de seguridad que supuestamente les debe salvar la vida, pero fue lo que los aferró a una muerte inminente.

No podía llorar, no podía gritar, no podía moverme, no podía hacer o decir nada. Solo sabía que cuando me levantara de este asfalto caliente todo en mi vida cambiaría y no estoy segura de que sea para mejor.

Cerré mis ojos y eso es todo lo que pude recordar.

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