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Capítulo 4. Lucifer it’s burning

‘’El infierno solo es infierno cuando se sufre, pero en el dolor también hay placer. ’’

                                    

El ardiente lugar al que me han condenado desde que me rebelé contra el mismísimo Dios; creador de todo, ha sido mi hogar, mi infernal hogar.

Dominando por años las torturas a personas que comenten pecados, atormentando a demonios que solo ceden ante mis demandas, mis leales súbditos, condenados a la eternidad para servirme.

Me rodea la maldad: el dolor, la ira, la venganza, las más oscuras intenciones del ser humano; humanos... Todos son tan iguales, tan hipócritas consigo mismo. Los conozco, perdí la cabeza por una humana hace siglos, la perdí por enamorarme de quien no debería. Pero solo un tonto pensaría que algo prohibido no me llamaría la atención.

Dios me ordeno firmemente que no tocase a sus perfectas creaciones, sus más grandes obras, diseñadas para servirle, adorarle, amarle sin cuestionar nada. ¡CIEGOS!  Les puedo jurar que lo intenté, pero nunca he sido de los más obedientes del señor. No por nada me llaman el ángel caído.

Dios estaba tan empecinado en sus malditas creaciones que yo no pude evitar sentir algo de curiosidad, elegí el momento indicado, el día perfecto para encontrarme a solas junto con esas ‘’perfectas creaciones’’, de perfectas no tenían nada.

Dos personas completamente desnudas, sin conciencia de sí mismos, sin detallar el peligro que les rodea. Vivian en una perfecta ensoñación, así no es la vida. Detalle toda la situación, un paraíso hermoso y dos personas desnudas que ni siquiera se miraban, no había deseo ahí.

Me arrastre con cuidado como una culebra, rodeo todo el lugar esperando el momento perfecto, me dirigí hasta (a la que yo pensaba) la más débil, la más inocente y torpe.

Le hable de lo que se estaba perdiendo, de las maravillas del universo y de la tierra… ella, para mi sorpresa, en vez de asustarse o negarse, me preguntaba más. Me encantó la idea de seducir a una de sus creaciones. Tal perfección no debería corromperse tan fácilmente, ¿o sí, padre?

Aquella mujer de cabello rubio, de ojos azules, de rostro perfecto, de cuerpo sensual y con poderosas curvas llamada Eva, cayó en mi juego, cayó rendida ante mí, y no les voy a negar… Yo también caí seducido en su ingenuidad.

Eva poco a poco fue prefiriendo mi secreta compañía, ignoraba a Adán, elegía estar rodeada de mis chistes oscuros, metáforas crueles y conocimiento sobre la vida. Le enseñé como tocarse, como cubrirse, como darse placer a sí misma para no tener que mendigar por el imbécil de Adán.

Cuando menos lo esperé, Eva estaba totalmente enamora de mí, la idea de tocar o besar a Adán le aborrecía, sin embargo ella se sentía atrapada a ese paraíso hermoso. Y no les voy a negar que yo también me enamoré de ella. Lo que comenzó como un turbio juego para molestar a Dios, término como una hermosa trampa en la que caí rendido a los pies de Eva.

Las noches eran solo de ambos, pasamos tantas noches hablando sobre todo, nunca pensé que esa mujer inocente podría ser tan pecaminosa conmigo, y lo peor del caso, es que me sentía bien con ella. Nuestros cuerpos encajaban tan bien el uno sobre el otro.

El placer era algo nuevo para ella, se volvió adicta a mí al igual que yo a ella.

—No puedo soportar la idea de quedarme en este paraíso sin ti… Lucifer. —Murmuraba mientras nos besábamos desnudos en el lago de su perfecto paraíso.

Nada me excitaba más que corromper desde dentro, follandome a la perfecta creación de un narcisista viejo.

— ¿Quieres venir conmigo? —le ofrecí. Embelesado por su belleza, por sus ojos de mirada penetrante y labios carnosos.

—Quiero que me lleves lejos contigo. —murmuró, fue como música para mis oídos.

Nuestros planes se vieron interrumpidos por la presencia de Dios, quien furioso solo la hizo desaparecer… Se la llevó lejos de mí, pero ella no se fue sin antes decirme ‘Me encontrarás en otra vida… Lucharé por nacer de nuevo’’.

Dios nuevamente acabó con algo que me daba una motivación para sonreír, acabó con la única pizca de felicidad, desde ese día descarto a la humanidad como su ‘’obra perfecta’’ los dejo a su suerte, me dejo sin Eva, pero yo lo dejé sin perfección.

Me sentía derrotado, de nuevo en mi infierno. Ya nada era igual, no me apetecía torturar, no me apetecía sentarme en mi gran trono de huesos, sosteniendo con mi cabeza la enorme corona de fuego. Reinar el infierno antes me daba un propósito, pero ahora, sin Eva, me siento sin nada.

El tiempo transcurrió para los humanos, fue indiferente para mí, aquí en el infierno el tiempo no tiene relevancia, o peso, o significado. No estaba muy animado a hacer mi trabajo, no había momento en que no pensara en Eva, en sus curvas, en sus besos, en su mirada inocente jurándome amor eterno.

Pensé que le haría daño a Dios y  jugué con fuego que terminó quemando al mismísimo Diablo.

Mi amiga la muerte me mantenía informado sobre todas las almas que llevaba hacia su destino, la muerte me caía bien, era imparcial, no se inclinaba ante ningún equipo; ni bien, ni mal. Solo hacia su trabajo, pero cedió sin problema a hacerme saber si alguna de esas almas era de casualidad Eva. Le pareció algo entretenido, algo diferente a su eternidad rutinaria de siempre ir y venir con almas.

Cada que venía con un montón de almas para ser torturadas la veía con mis ojos emocionados, esperando alguna señal de Eva, pero solo eran negativas. Hasta que cambio un día.

—Lucifer… Creo que está aquí.

Corrí sin detenerme hasta donde la muerte me indicó. Un accidente de auto; el fuego cubría como una manta los dos cadáveres dentro de un auto, pero unos pasos más allá estaba ella… Eva, o… mejor dicho, alguien que lucía como Eva.

—No es Eva— murmure yo. Algo decepcionado por el hecho de esperar tanto  tiempo por nada. No tiene el cabello dorado, es de cabello negro oscuro, ella es más blanca.

—No, no directamente ella… pero huele como ella, tiene su sangre. Lo puedo sentir dentro de su cuerpo. —Afirma la muerte.

— ¿Es su hija? —Cuestioné.

La muerte negó con la cabeza.

—Es una descendiente  de Eva.

Nuestra presencia era imposible de ver para los humanos que lloraban, corrían y gritaban desesperados por ayuda, nadie podía vernos.

—Significa que Eva tuvo hijos… —Dije, en un estado de negación y tristeza. Eva hubiese querido tener hijos conmigo, no con cualquiera.

—Así es, quizá Dios la llevó a donde tú no pudiste verla y la hizo tener hijos. Ya sabes cómo es él, tosco, necio y orgulloso.

—Lo sé— dejando salir una sonrisa de medio lado— Yo fui lo único que no pudo controlar.

—Ella se llama Zoe, iba a morir con sus padres, pero imaginé que te alegraría saber que algo de Eva todavía existe, no pude dejarla morir.

No voy a negarlo, no quería a nadie más que no fuese Eva, pero al prestarle atención a esa chica tirada en el suelo, agonizando, a punto de morir, sentí la curiosidad de averiguar qué tan parecida es a Eva, que tiene de Eva.

Le agradecí a la muerte por su ayuda, y me deslicé hasta llegar al cuerpo de esta chica. Introduciéndome dentro de su mente.

Al entrar me quede algo desconcertado, está vacío. Es como una habitación negra y oscura. Caminé por los senderos de su mente hasta encontrarla ahí sentada en el suelo, con su cabeza apoyada sobre sus rodillas.

Me acerque lentamente, quiero ver cómo reacciona al verme ahí.

¿Ya es hora de llevarme? —musito sin siquiera verme. Quede perplejo, no puedo creer que sea consciente de lo que le está pasando a su cuerpo real.

—No exactamente. —Me acerqué, mostrándome como uno de ellos, un humano más. No quiero que mi apariencia diabólica le cause un infarto y termine de perderla para siempre.

—No entiendo. ¿No vienes a llevarme?

—No, todavía no lo decido.

¿Eres Dios? —me cuestionó, lanzó su mirada hacia mí, y justo ahí me di cuenta… esa mirada de inocencia con curiosidad, es exactamente igual a mi Eva. Quede hipnotizado, aunque sé que no es Eva, me siento igualmente atraído por esta mujer.

Yo negué con la cabeza y me senté junto a ella.

—No soy tu Dios, pero si soy tu salvador.

—Entonces eres una especie de ángel guardián.

No pude evitar reírme, intente contener mi risa, pero lo irónico de esto es que le acertó a lo que soy, en parte.

— ¿Qué te causa tanta risa?

—Que acertaste, soy un ángel… pero no cualquier ángel.

Ella guardo silencio, no tenía muchas ganas de adivinar mi identidad, estaba muy pensativa sobre su propia situación.

—Si no estoy muerta ¿En dónde estoy? —Miro a su alrededor, muy confundida.

—Pues… —Medite muy bien mis palabras, — en tu mente.

— ¿Mi mente, es decir que sigo viva? —se acercó a mí, mirándome con intensa frustración.

—Estás inconsciente, yo te mantengo inconsciente. Si despiertas ahora puedes morir.

— ¡Entonces libérame! —Grito, con lágrimas en sus ojos.

— ¿Qué? ¿Quieres morir? —Le cuestioné, muy molesto.

Ella se levantó y comenzó a correr hacia la nada, su mente está muy oscura, no hay lugar a donde correr, pero por alguna razón no pude evitar seguirla. Aparecí justo en frente de ella.

Zoe llora, y no hablo de unas pequeñas lágrimas, hablo de un llanto incontrolable, parece no poder sostenerse en sus propios pies: tambaleando, temblando, sollozando. No había reaccionado de esta forma porque pensó que ella estaba muerta, se había resignado por completo a la idea de morir y no sentir nada, pero al descubrir que sigue viva, agonizando y sola, la tristeza la domino.

Puedo saber esto porque su mente me hace sentir esto, es como si al estar dentro de su mente tengo acceso a todo lo que ella siente o piensa sin necesidad de que ella me diga nada.

—Debes dejarme morir, yo, yo no quiero sentir nada— me suplicó, yo odio que me suplique esto.

La sujeté por ambos brazos y la abracé lo más fuerte que pude, nos deje caer a ambos al suelo y la contuve por unos minutos. Sintiéndola en mi pecho, acariciando sus cabellos negros.

No puedo comparar a Zoe con Eva, está claro que Eva se fue hace mucho tiempo, lo nuestro acabo en el instante en el que Dios decidió apartarla de mi para siempre, pero con Zoe, ahora que la tengo cerca, puedo sentir una conexión que ni con la misma Eva tenía. Es como si quisiera proteger a Zoe de todo y de todos, llevármela conmigo hasta el mismísimo infierno y que reinemos juntos en las llamas de la eternidad. Definitivamente la muerte no se equivocó en mostrármela, sabe perfectamente que yo amaría incondicionalmente a Zoe.

—No puedo dejarte morir, Zoe.

—Yo no puedo regresar… No me espera nada si despierto.

—Me tienes a mí, me aseguraré de hacerte sentir mi compañía, no importa que.

Zoe me miro con esos ojos azules que a partir de ahora se convierten en mi debilidad, su rostro es tan perfecto, sus ojos derrochan tristeza, pero cuando me mira destellan esperanza, amo que tenga sus  esperanzas en mí.

Tome con mis manos el rostro de Zoe, la cual de forma inconsciente cerró los ojos para dejarse llevar por mí a donde sea que yo la guie. Lo nuestro fue atracción inmediata.

No podía mantenerla conmigo en su mente demasiado tiempo, en el mundo real esta entubada, en coma y perdiendo poco a poco su esperanza de vida. Tenerla en el subconsciente me dio la oportunidad de tocarla, sentirla y admirarla, sé quién es y sé que estoy enamorado obsesivamente por Zoe Jones… Una humana que, aunque a penas la conozco, me siento con la necesidad de protegerla y cuidar de ella.

Desde que despertó solo pude enviarle pequeñas notas que la hicieran saber que estoy ahí, pero al parecer no recuerda nada de lo que hablamos en su mente. Eso no me detendrá para asegurarme de que sepa quién soy.

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