La pelicastaña salió de la sala de reuniones y Ben detrás de ella. Cuando entró a su oficina el CEO no imaginó que Erika se había instalado en la oficina que ocupaba Sara. —¿Qué haces aquí, Erika? —le preguntó con hostilidad.—Es mi nueva oficina Ben. Es lo lógico que tú y yo trabajemos juntos. —respondió sonriente.Ben no quería seguir discutiendo con Erika; la verdad se estaba sintiendo un poco mal, sentía una fuerte opresión en el pecho y una sensación de hormigueo en las manos. Preririó dar la vuelta y regresar a su oficina, su ex mujer era de armas tomar y para vencerla debía usar sus mismas armas. A esas alturas del partido, Erika se sentía vencedora, todo estaba saliendo a pedir de boca y así debía seguir siendo. Mas, su alegría le duraría muy poco pues si algo caracterizaba al CEO, era su carácter competitivo. Él no era un oponente fácil de vencer. Ben se sentó en su sillón, tomó su móvil y llamó al jefe del departamento de mantenimiento, pidiéndole sellar la puerta qu
Los días siguientes fueron una especie de batalla campal. Cada vez que Erika tenía la oportunidad, buscaba la manera de provocar la inseguridad en la pelicastaña. Erika no sólo era una mujer hermosa, elegante, sino que su manera de vestir era impecable y seductora; eso sin mencionar la forma como se expresaba. Su buen gusto y sofisticación, era algo que hacía sentir a Sara minimizada ante su glamour. Ben podía en cualquier momento establecer comparaciones y de seguro, ella no saldría tan bien parada. La experiencia en todos los campos, incluso sexual era algo que la pelicastaña debía considerar muy bien. Lo que más le preocupaba a Sara era que Erika cumpliera su amenaza y lograra su expulsión de la empresa y en consecuencia la pérdida de su pasantía, por lo que la chica debía conducirse con cuidado, cualquier paso en falso podría ser fatal para ella. El ambiente estaba tenso Erika no se daría por vencida tan fácilmente, jugaba sus mejores cartas y aún tenía la mejor aliada de to
El nido de amor de los amantes, permite que ellos puedan verse todas las tardes, sin poner en riesgo la reputación de Sara. Realmente Ben la amaba, aquello que había comenzado como un deseo ardiente entre ellos, se había convertido en un sentimiento especial para ambos. Evitaban verse en la oficina, ocultar sus emociones e instintos, parecer distantes cuando más unidos estaban. Sin embargo, Erika no parecía creerse nada de aquello, era lo suficientemente experta en el tema de la clandestinidad y el sexo. Ella había vivido esa situación en carne propia; estuvo con su chofer durante meses viéndose a escondidas, hasta que decidió irse con él y darle rienda suelta a su pasión. Pocos meses después el encantamiento fue desapareciendo rápidamente, sobre todo cuando ella tuvo que encargarse de pagar las cuentas, mientras Emir buscaba un nuevo empleo como chofer. El apuesto y fornido joven, tenía un buen empleo como chofer de confianza del empresario y un sueldo envidiable; mas había pre
Sara fue a su hora de almuerzo junto a su amiga; mientras conversaba con Ann, Frank y Richard se sumaron a la mesa. —Buenas tardes, ¿Podemos acompañarlas? —preguntó Frank, Ann asintió, mas Sara se sintió un poco incómoda.— ¿Tienes algún inconveniente Sara? —Le preguntó. La pelicastaña tuvo que disimular sonriendo. La actitud de Frank era un poco rara, si bien en alguna que otra ocasión, él bromeaba con ella, era un poco intensa la forma en que lo hacía últimamente. Nunca mostró tanto interés por su compañera como lo hacía ahora. No se trataba de que a Sara le desagradara él, no; Frank era apuesto, inteligente, pero no la atraía como mujer; no con la fuerza que Ben Collins lograba despojarla de su propia voluntad. Durante el almuerzo, todos charlaban, excepto ella que seguía pensativa. Imaginando a Ben junto a su glamorosa ex mujer. ¿Y si volvían? ¿Si Ben estaba teniendo dudas sobre su relación? Habían pasado la semana más ardiente de su vida en aquel apartamento, entregándose p
Aquel encuentro despierta el hambre en Ben y Sara, quienes esa tarde se encuentran en el apartamento para continuar amándose. La reconciliación entre ambos, es intensa, apasionada, llena de lujuria. —Esta vez no puedo quedarme hasta tarde, le prometí a mi madre que llegaría para cenar juntas.—Nunca hablas de ella ¿Cómo se llama? ¿Qué hace? —Amanda, se llama Amanda —Ben la mira con asombro. ¿Era posible que se tratara de la misma persona?. Sara nota su gesto de sorpresa y sin dudarlo le pregunta— ¿Pasa algo? —él hace un breve silencio. Luego responde:—No, nada... sólo que así se llama la enfermera que estuvo cuidando de mi hija. —La pelicastaña es quien ahora lo mira con aspaviento.—¿De verdad? —pregunta sorprendida.—Sí, de hecho en algún momento la llevé al mismo edificio donde vives. —mueve su cabeza en señal de negación— ¿Es tu madre? ¿Amanda es tu madre? —insiste.—Pues sí, ella es enfermera. —Sara se queda pensativa, recuerda el apellido de la chica del accidente cu
—¿El Sr Davis? ¿Por qué le escribe a mi madre de esa manera? —preguntó aturdida. Tenía dos opciones, preguntarle a su madre sobre su relación con Davis o evitar una segunda confrontación con Amanda. Lo pensó por algunos segundos y terminó dejando el móvil donde lo encontró. Cuando iba a abrir la puerta, se regresó nuevamente, tomó el móvil y tocó la puerta de la habitación de su madre. Viendo que no contestaba, abrió lentamente y vio que se había quedado dormida. Se acercó sin hacer ruido, colocó el móvil sobre la mesa de noche. Cuando se disponía a salir tropezó con la cómoda y su madre despertó sobresaltada.—¡Sara! —la pelicastaña se volteó hacia ella. —Vine a traer tu móvil, estaba sonando —lo agarró y se lo entregó. Amanda tomó el móvil y un poco somnolienta, vio que se trataba de Davis. —¿Podemos hablar, hija? —Sí, dime —se quedó parada frente a su madre.—Siéntate por favor —le pidió golpeando levemente el colchón. Sara dudó unos segundos y finalmente accedió a se
Esa tarde, Sara regresó temprano a su apartamento. Había quedado de no verse con Ben y lo que menos deseaba ella, era verlo. Se sentía indignada, engañada. ¿Por qué él no le había dicho que iría con su mujer? Tal vez por eso no la llevó a la reunión. El sabor amargo de la mentira, comenzaba a agriarle el corazón a la pelicastaña. En tanto, Ben había bebido más de la cuenta, estaba lleno de celos, de ira de frustración. Sara le había mentido, quizás como él mismo lo dijo, aquel café era la excusa perfecta para que ella y Frank iniciaran un romance. Davis se retiró antes, debía ir por Amanda para llevarla a la clinica, eso sin contar que moría de ganas por verla. —Bueno con permiso de ustedes, debo retirarme. —estrechó la mano de Carrington, luego se despidió de Erika y por último de Ben.— Para de beber, desde que llegamos estás tomando —le murmuró al oído.—¡Adiós Davis! —dijo en voz alta.Amanda terminó de alistarse para esperar a Davis abajo. Estaba ansiosa de contarle lo
La rabia de Erika estaba en su punto máximo, debía hacer algo de inmediato para drenar su rabia. Se sentó sobre el escritorio donde minutos atrás su hijo Michael se follaba a la pasante. Aún el olor a sexo impregnaba el lugar. Subió su falda y comenzó a estimular su clítoris con caricias intensas. El ruido en la oficina, llamó la atención del vigilante; el hombre de unos treinta años, complexión fuerte y estatura baja se aproximó, vio la puerta entreabierta y terminó de abrirla, encontrando aquella escena excitante y provocante.—Mil disculpas, Sra Collins, no sabía que aún estaba aquí. —dijo el hombre con cierta vergüenza.—Joseph, no me dirá que nunca vio a una mujer cachonda, autosatisfacerse. —No, Sra Collins —el hombre evitaba mirarla, mientras ella continuaba frotando sus labios gruesos y carnosos. —Entonces deje de mirar a otro lado y míreme. —Joseph la miró con asombro. Obedeció como el más fiel de los empleados, observando como Erika abría con dos de sus dedos sus l