Jaspe estaba en su habitación, aguardando para ser llevada a quirófano; estaba muy nerviosa, la sola idea de que ese segundo intento para hacerla recuperar la vista fuese fallido, la llenaba de angustia. —Mamá, no quiero quedarme ciega. —dijo y abrazó a su madre.—Hija todo va a estar bien, serás operada por los mejores especialistas del país. No tienes porque estar preocupada. —No sé, mamá. Tengo mucho miedo. En ese momento, Amanda entró a la habitación y le pidió a la rubia que saliera.—Sra Collins, con su permiso, necesito que salga, debo terminar de preparar a la paciente. —la mirada de repulsión de Erika fue instantánea.—¿Quién se cree que es? —espetó la mujer. Amanda evitó responderle de la misma manera que ella lo haría, con prepotencia y arrogancia.—Es la enfermera de nuestra hija, Erika —la voz de Ben detrás de su espalda, la hizo girar. —Los dos deben retirarse, Sr Collins —aclaró la mujer y Ben asintió. Llevaba días notando a Amanda un tanto irritada al habl
—¿Eres Sara? —La rubia preguntó, mientras veía de pie a cabeza a la hermosa joven.—Sí, señora ¿En qué puedo servirle? —Erika, elevó su ceja izquierda y con actitud arrogante se aproximó a la pasante. —Creo que tú y yo tenemos pendiente una conversación.—¿Usted y yo? —preguntó Sara, confundida y nerviosa.—Sí. Cierra la puerta —La rubia le ordenó, la chica fue, cerró la puerta y regresó a su asiento.— No sé quién te piensas que eres, pero no voy a permitir que una chica insignificante y con poca clase como tú, pretenda venir a meterse en mi matrimonio —Sara la miró con aspaviento.—¿Qué? ¿Quién le dijo eso? —preguntó con voz trémula.—Quién me lo dijo no importa ahora, lo único que importa es que lo sé. Mi marido y yo, hemos tenido algunos inconvenientes como pareja, eso es algo que ocurre en toda relación, desacuerdos, dudas, celos. Lo cierto de todo esto es que a pesar de todo eso, llevamos veinte años casados, Ben me ama y yo a él.—Sra Collins, no tiene porque venir a con
—Ben creo que es mejor que te vayas.—¿Por qué Sara? Dime qué te ocurre. No atiendes mis llamadas. —la pelicastaña baja la mirada.— ¿Acaso ya no deseas nada conmigo? —la mira fijamente y como hipnotizados uno por el otro, Ben entra, ella cierra la puerta. —No está bien, lo que está pasando entre ambos, no debió pasar. —¿Qué dices? —él la toma de ambos brazos.— ¿Te arrepientes de lo nuestro? —ella no le responde con palabras, mas trata de vestirse de coraje.Ben la abraza, busca sus labios, pero ella no corresponde a aquel besos, por lo que él al ver su actitud, la toma de la cintura, la jala y la ciñe contra a su cuerpo. Con una de sus manos la sujeta de la nuca y vuelve a besarla mayor pasión e intensidad. Esta vez la voluntad de Sara desaparece y se entrega a aquel beso. Aunque su mente le dice que debe detenerse, su cuerpo como siempre la desobedece, es como si el CEO tuviera los códigos de acceso a su cuerpo con sólo tocarla.Las manos de Ben, se dirigen hacia sus caderas
Amanda miró su reloj por tercera vez, estaba dispuesta a salir de la habitación, era el segundo llamado que le hacían para presentarse en el área de emergencia. Ben apresuró el paso cuando oyó en el altavoz el nombre de Amanda: “Enfermera, Amanda Clark por favor dirigirse al área de emergencia” Ben no se percató de aquel detalle, sólo se apresuró a subir rápidamente las escaleras hasta llegar a la habitación de su hija.—Disculpe por la tardanza, Amanda. —Por fin llega, Sr Collins. Ya he sido llamada en dos oportunidades, esto puede ocasionarme inconvenientes en mi trabajo. —Lo siento, lo siento. —Ben se disculpó, pero Amanda le dio la espalda y se dirigió al área de emergencia. Ben se sintió un tanto apenado por su irresponsabilidad, pero cuando estaba con Sara, todo era diferente para él, su mundo giraba sólo en torno a ellos dos. Sonrió al recordar los momentos de pasión y lujuria vividos minutos atrás.Se recostó en el sofá y se quedó profundamente dormido. Amanda regr
Davis no puede creer que después de haber visto días atrás a Amanda, haya vuelto a encontrarla. Pensó en algún momento que se había confundido con aquella mujer, pero no, efectivamente era ella, la mujer que nunca logró olvidar, aquella de la cual se enamoró perdidamente pero a quien no supo valorar. —Te presento a Amanda, ella es la enfermera de Jaspe. Y él es Davis Anderson, mi socio. —Amanda se negó a estrechar su mano— ¿Se conocen? —preguntó Ben con curiosidad. —No, no. —respondieron al unísono; Amanda terminó estrechando la mano de Davis y la larga brecha de todos aquellos años sin verse, se deshizo al instante. Davis se sentó, parecía ausente a lo que estaba pasando. Amanda, en cambio sentía sus piernas y manos temblando.—¿Los bombones son para mí? —bromeó Erika. —N-no, no son para Jaspe. —tartamudeó él—¿Trajiste mis favoritos, tío Dave? —preguntó emocionada. —Si te siguen gustando los de avellana cubiertos con chocolate, sí. —le entregó la caja y Jaspe comenzó a d
El auto se detuvo, Amanda bajó y entró al edificio. Mientras subía las escaleras se quedó pensativa, Davis seguía siendo un hombre muy atractivo, la madurez le sentaba muy bien. Suspiró antes de sacar las llaves de su bolso y entrar a su apartamento; cuando se disponía a introducir la llave, Sara le abrió la puerta. —¡Hija! —Amanda la miró sosprendida y Sara la abrazó emocionada.—Que bonita estás, mamá. ¿El que te trajo era tu jefe? — Amanda se quedó callada.—No, no. Era un taxista. Solo eso. —respondió con voz trémula.—Cuéntame, cómo estuvo todo. —El entusiasmo de Sara era evidente. —Bien, hija. ¿Podemos hablar luego? Estoy exhausta. —Está bien, mamá. ¿Pido algo para cenar juntas?.—Ya cene, lo siento. No pensé que estarías esperando por mí. —No te preocupes, mamá. Ve y descansa. Sara notó a su madre un poco triste, no era común verla de esa manera ¿Qué le podía estar pasando?Amanda se encerró en su habitación, se miró al espejo. No se veía tan mal después de todo.
Davis revisó los datos de cada uno de los pasantes antes de pasar la nómina de su primer pago dentro de la empresa. Inesperadamente encontró algo que lo dejó sorprendido, Sara vivía en el mismo edificio que Amanda; con un poco de suerte y astucia podría obtener más información. Ahora que sabía que Amanda estaba soltera, surgió una nueva esperanza en su corazón, quizás podría reconquistar su amor nuevamente.—Srta Campbel podría decirle a la Srta Clark que venga a mi oficina.—Sí, señor. En seguida la busco. Ann fue hasta la oficina de Sara y le dio el mensaje.—Sara, el Sr Anderson quiere verte —la pelicastaña sintió que su corazón latía con rapidez.Saber que Davis quería verla, la llena de angustia, su última conversación fue algo incómoda, por lo que los nervios la invadieron. Tocó la puerta de la oficina, entró y se aproximó a Davis, frotando sus manos una contra la otra.—Siéntese Sara. —la chica se sentó— Srta Campbel me trae un café, por favor. —En seguida señor. —An
—Te tengo una invitación para el fin de semana. —¿Sí? ¿A donde me llevarás? —Es una sorpresa. —dijo sin despegar sus labios de su cuello. —Me encantan las sorpresas. —susurró ella a su oído. —Necesito que avises a tus padres que estarás fuera un par de días. —separó su rostro y la miró con seriedad. —¿Un par de días? —preguntó ella. —Sí, ¿podrás? —ella sonrió sin decirle nada. Sara miró su reloj, era hora de almorzar y había quedado de reunirse con Ann; luego de aquella salida, su amistad había resurgido más fuerte. Además debía pedirle apoyo para aquel paseo, no quería correr el riesgo de que su madre pudiera enterrarse. Para dos amantes que se desean tanto como ellos, nada es imposible. Sara aprovechó que su madre estaría trabajando doble turno ese sábado, por lo que ese mismo jueves le platicó que estaría de paseo con Ann. Amanda estaba tan dispersa que no mostró interés en aquel viaje; sólo le preocupaba que Davis volviera a aparecer. Sabía el edificio en el cual vivía, aun