Karl.Mi mente aún estaba atrapada en lo que había sucedido unas horas antes. Los recuerdos en los platillos de girasoles, la conversación con Naira, y ese sentimiento indescriptible que había comenzado a nacer en mí, seguían invadiendo mi mente. Naira estaba siendo todo lo que yo quería, su actitud, su presencia… todo en ella estaba diseñado para complacerme, para hacer que me sintiera bien, pero también me hacía cuestionar algo. Este placer que estábamos compartiendo, ¿era solo con ella o era algo que podría experimentar con otras? Debía descubrirlo, quizás esta noche lo haría.La noche caía lentamente y, con ella, venía la necesidad urgente de entender qué era lo que realmente estaba pasando dentro de mí. No podía permitirme ser vulnerable ante ningún ser humano, ni siquiera ante una mujer. Siempre me había considerado un hombre sin emociones, sin esas pequeñas cosas que algunos llaman amor o afecto. Eso era un lujo que nunca tuve, ni de mis padres, ni de nadie. Siempre me enseñaro
Karl.Naira estaba nerviosa, lo podía notar en cada uno de sus gestos. Sus manos jugaban inquietas con el borde de su vestido, y sus ojos esquivaban los míos. Sabía bien que este evento podría marcar el destino de su vida… y de la mía. Pero yo no pensaba perderla. No. Ella sería mía, y lo sería limpiamente, aunque lo que estuviera haciendo fuese un absurdo juego de orgullo y sombras. Pero así era yo: un hombre sin escrúpulos, sin furor. Necesitaba arrancarme de raíz aquel sentimiento amargo que se había instalado en mi pecho. ¿Era amor lo que sentía por Naira? ¿O simplemente era mi ego, intentando comprobar su propio poder?Estábamos ahí, entre murmullos y risas de los demás, cuando escuché mi nombre a mis espaldas.—¡Cuánto tiempo, Karl! Ahora eres todo un adulto —dijo una voz femenina que heló mi sangre.Me giré lentamente, y allí estaba Margaret. La misma mujer que había destrozado mi dignidad junto a mi padre… y al suyo. Y no estaba sola. A su lado, el hombre que había sido su cóm
Karl. Cuando finalmente terminó la subasta, el salón quedó inundado de murmullos y risas discretas. Los asistentes disfrutaban de los aperitivos y el brillo de las copas de champán, reflejando las luces de las grandes lámparas que pendían sobre nuestras cabezas. Me encontraba de pie junto a una mesa, observando cómo los últimos detalles de la velada se desenvolvían, cuando el gobernador volvió a acercarse a mí. Su rostro irradiaba una mezcla de admiración y curiosidad. —Es usted muy astuto, señor Karl — Comentó , levantando su copa en un gesto que pretendía ser amistoso—. Por un momento pensé que iba a vender a esta bella dama. Me permití esbozar una sonrisa ligera, aunque mis ojos permanecieron fríos. Respondí con voz calmada, pero firme: —¿De verdad cree que iba a vender lo que me pertenece? Esta muñeca es mía y solo mía. La subasta fue un simple juego, uno en el que sabía que ganaría. El gobernador asintió con una risa breve, admirando el juego de diamantes y zafiros que l
Naira Estaba experimentando una sensación demasiado deliciosa, quería soltar ese líquido que me estaba volviendo loca a punto de acabar, y recibir mi orgasmo. Pero sabía que él no quería eso y tenía que obedecerlo, sus juegos estaban a punto de volverme loca y ambiciosa ante él, ya no había marcha atrás, Karl ya me había contagiado, no había manera de cambiar las cosas. Los meses a su lado me había hecho una mujer fuerte, diferente y sobre todo necesitada de su cercanía, de sus besos, de sus manos sobre mi piel, sus caricias únicas y placenteras.Lamentablemente había caído en la red del monstruo, ya no había marcha atrás. Dejé mis ensimismamiento al ver que empezó a mover su lenguas de una manera excitante y a la misma vez dolorosa.Unto mi cuerpo con chocolate, al parecer esto lo excitaba aún más. —Te encanta mi amor ¡Dímelo — Exigió con la voz pesada.—Sí mi señor — respondi soltando un suspiro, que hasta varios gemido me salió. Él se levantó, vi que agarró una fresa, lo puso so
KarlRecuerdos del pasado.Miraba el cielo oscurecerse desde una de las ventanas del rancho. La lluvia golpeaba con fuerza los cristales, pero yo no sentía ni frío ni calor. Apenas era un jovencito, pero mi vida ya era un laberinto de incertidumbre. Mi padre, Carlos Voss, era el hombre más poderoso de la región, dueño de miles de hectáreas, tierras fértiles y, según decían, pozos de petróleo que escondía bajo su propiedad. Pero también era dueño de algo mucho más oscuro: una cueva que guardaba riquezas inimaginables y secretos que nadie osaba mencionar en voz alta.A pesar de su inmenso poder, yo, su hijo, no significaba nada para él. Peor que un perro, peor que uno de sus peones, así era como me trataba. Mi único "error" era haber nacido con la piel clara, como mi madre, en lugar de heredar su tez morena. Él me despreciaba por eso, como si el color de mi piel fuera una ofensa a su linaje.Mi madre, incapaz de soportar las humillaciones que él me hacía pasar, decidió abandonarme. Me d
Karl.Desperté con el corazón acelerado, empapado en sudor frío. Esa maldito recuerdo tan horrible... Claro, el pasado quería volver a mí, quería ajustar cuentas. Sonreí amargamente. No había dudas: esta vez yo tendría el control. Ya no era el niño indefenso que solía ser. A mi lado, Naira despertó y me miró con ojos somnolientos pero preocupados. —¿Estás bien? —preguntó con suavidad—. ¿Qué sucede? ¿Tuviste una pesadilla? —Sí, pero no importa —respondí rápidamente, intentando calmar mi respiración y borrar la tensión de mi rostro. —¿Quieres que te traiga un vaso de agua? Negué con la cabeza. —No te preocupes. Iré yo mismo. Descansa, aún no amanece.—¿Seguro? —Sí. En la mañana tendremos un día largo en el campo, recuerda que te llevare al otro lado de la montaña... Por ahora, quiero que duermas. Naira asintió lentamente, aunque aún podía ver la duda en su mirada. —Está bien, Karl. Pero no tardes. —No lo haré. Me levanté de la cama y fui directo al baño para darme u
Naira.Tenía una emoción desbordada en mi interior al escuchar a Karl decirme que iríamos a ver a mi madre. Era evidente que él estaba cambiando a mi lado. No sabía si ese cambio sería para bien o para mal, pero estaba segura de una cosa: haría lo necesario para que todo saliera bien. Ver a mamá era mi mayor deseo, y si era posible sacarla de ese lugar, lo haría. Hablaría con Karl para buscarle un sitio seguro, lejos de mi padrastro. Ese hombre, esa escoria, solo sabía aprovecharse de mi madre. No sabía nada de ella, desde que estoy con él, lo único que supe es que estaba bien. Ella vivía trabajando incansablemente para mantenerlo y darle de comer, mientras él se dedicaba a endeudarse y destruirlo todo. El precio de una de esas deudas fui yo.Sí, yo fui la paga que Karl aceptó a cambio de esa maldita deuda. Al principio, lo odié. Lo vi como un hombre frío y calculador, alguien que me arrancó de mi hogar sin importar mis sentimientos. Pero ahora, algo dentro de mí ha cambiado. Karl ya
Karl La amo más de lo que puedo entender. Es como una obsesión que me carcome por dentro, hasta el punto de querer arrancarle los dientes a cualquiera que intente interponerse entre nosotros. Más ahora, cuando estoy seguro de que ella es mi Canelilla, la mujer que he buscado por tanto tiempo, mi única razón. Pero hoy... este imbécil, este desconocido, tuvo el atrevimiento de abrazarla frente a mí. ¿Quién se cree? Me importa un comino si dice ser su amigo, no tiene ningún derecho. —Lo siento, Naira… no lo sabía —dijo ese idiota, retrocediendo como si yo fuera un perro rabioso. —Estás claro —respondí con un tono helado—. No te acerques a mi futura esposa. —Manuel, tranquilo, Karl. Cálmate. —Naira colocó una mano en mi pecho, notando mi furia—. Solo es un amigo, no pasa nada. Por favor, no hagamos un escándalo. Vinimos a ver a mi madre, ¿recuerdas? Su tono era firme, pero también había un toque de molestia que me hizo dar un paso atrás. Asentí en silencio, aunque todavía sentía