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22. No había escapatoria para la maldad.

Karl

El corazón era el peor enemigo de la mente humana, capaz de volvernos vulnerables ante sentimientos engañosos. Tal vez eso era lo que me pasaba con Naira, un sentimiento falso, una debilidad que no podía permitirme. Pero ahora, no había espacio para reflexiones: estaba a punto de matar a ese imbécil que se atrevió a tocar lo que es únicamente mío.

Entré al calabozo y allí estaba el animal que intentó violar a Naira. Parecía petrificado, sudando a mares y al borde de perder el control de sus esfínteres.

—Señor, perdóneme la vida. Sé que cometí un error, no sabía que ella era su mujer... Cuando la vi trabajando ahí... —balbuceó, su voz temblando de miedo.

Lo miré con desprecio, dejando que el silencio se llenara de su patético ruego.

—Estás perdido. Aunque no fuera mi mujer, no tienes derecho a tocar a ninguna mujer indefensa. —Mi voz era firme, fría—. Ahora que lo pienso, has estado abusando de tu puesto. Eso no me gusta. Vamos a ver qué desea mi mujer que hagamos contigo.

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