KarlEl eco de los gritos de Margaret en la cárcel de mujeres aún resonaba en mis oídos mientras abandonaba aquel lugar. La ironía de su destino no escapó a mi atención: una mujer acostumbrada a manipular a todos a su alrededor, ahora sometida a su propio infierno personal. Su esposo, ese hombre despreciable, estaba pagando su penitencia en la cárcel de hombres, rodeado de peligros que, con un poco de ayuda, se volverían inevitables. Había mandado a Mijael para asegurarnos de que ambos sintieran la verdadera magnitud de su maldad. El pago mucho dinero a algunos reclutas para hacer el trabajo sucio.Sabía que Margaret creía que iba disfrutar la herencia de su difunto padre, pero el viejo había sido más astuto de lo que ella imaginaba. Toda su fortuna terminó en manos de su joven esposa, una burla final que selló el destino de Margaret. Salí del lugar sintiéndome aliviado, aunque sabía que esto era solo el principio de lo que les esperaba.Al regresar a la mansión, me sentía más relajado
NairaSentía mis pies entumecidos por la incómoda posición en la que llevaba horas. Cada músculo de mi cuerpo pedía descanso, pero el pánico no me dejaba pensar con claridad. Sabía que estaba dentro de un barco; el vaivén del agua y el constante murmullo de las olas me lo confirmaban. No podía ver mucho, solo percibía la oscuridad opresiva de la bodega y los sonidos de pasos pesados sobre la cubierta. Afuera, el bullicio de los hombres que manejaban la nave resonaba como una amenaza constante.De repente, un ruido fuerte proveniente de la parte trasera rompió la tensión. Mi corazón dio un vuelco cuando escuché una voz llena de furia. Era él. Podía sentir su rabia incluso antes de que abriera la puerta. Intenté desatar mis manos atadas a la espalda, pero mis dedos estaban entumecidos, y la soga estaba tan apretada que apenas podía moverme. El miedo me secaba la garganta, y la sed comenzaba a hacerse insoportable.La puerta se abrió de golpe, y allí estaba él. Su figura llenó el umbral,
KarlRápidamente subí a la lancha que me llevaría al lugar donde esta el miserable de la Pantera, él había dicho que estaría en el altamar. Sabía que tenía trampas preparadas para mí, pero no iba a dejar que eso me detuviera. Le ordené a Mijael que tomara otra ruta con mis mejores hombres, mientras yo enfrentaría esto solo, tal como él lo había pedido. No iba a dejarme vencer, aunque muriera en el intento. Naira tenía que ser salvada, sin importar el precio.Por primera vez en mi vida deseaba no morir. Por primera vez, quería ser feliz. Rogué a Dios que me concediera el deseo de tener a Naira a mi lado, a salvo, sin consecuencias, sin peligro alguno. Y si me concedía ese milagro, le prometí que renunciaría a mi vida de crimen, dejaría de traficar drogas y dedicaría mi herencia a ayudar a los más necesitados. Nada me importaba más que ella. Naira era mi todo, con ella quiero formar una familia, nunca imaginé que una mujer me haría sentir como ella lo ha hecho. Ahora, lo único que deseo
Naira.Era el día más importante de mi vida. No solo era mi boda, también era mi cumpleaños, y lo más increíble de todo era que llevaba un bebé en mi vientre. Nunca imaginé que mi vida daría un giro tan radical en tan poco tiempo. Karl, había decidido dejar atrás su pasado oscuro. Cerró aquel almacén donde vendía productos ilícitos y le pidió a Mijael, su hombre de confianza, que se encargara de todo. Quería empezar una vida nueva, limpia, conmigo y nuestro hijo. Saber que había tomado esa decisión por nosotros me llenaba de esperanza. Su padre había fallecido hacía poco. Karl siempre había guardado rencor hacia él por los abusos y el daño que le hizo cuando era niño, pero su muerte pareció darle un cierre a ese capítulo de su vida. No hubo lágrimas, ni grandes despedidas; lo enterraron y ya. Aunque sentí algo de pesar por aquel hombre, no podía contradecir a Karl. Él decía que el pasado debía quedar enterrado junto con quienes lo protagonizaron. Aunque algunos lo consideren un monst
Naira.Al llegar a la mansión, tuve un momento especial con mi madre. Nos abrazamos en silencio, ambas conscientes de lo mucho que había cambiado mi vida. Cleo también estuvo conmigo un rato antes de irse a dormir. Fue un instante íntimo y lleno de amor. Pero cuando Karl y yo estuvimos a solas, todo cambió. Mientras él desabotonaba mi vestido con delicadeza, sentí cómo mi piel se encendía bajo su tacto. Sus labios rozaban los míos con una intensidad que hacía que el mundo desapareciera. Cada caricia, cada susurro, nos acercaba más, hasta que no hubo nada entre nosotros, excepto el deseo de ser uno solo. Esa noche no solo compartimos nuestros cuerpos, sino también nuestras almas. Me sentí completamente suya, y él, completamente mío. Sus besos bajando por mis pechos, mientras sonreía coqueto, me hacía sentir única para él. Sentí sus labios bajar hasta mi centro y jugar con mi clítoris, chupando como si de un manjar se tratara. —Me encantas, mi canelilla, eres tan exquisita.— musi
Karl.Durante años pensé que la vida no tenía nada bueno para mí. Mi infancia estuvo marcada por el maltrato, la humillación y el odio de mi propio padre, el hombre que, según yo creía, debería amarme por ser su único hijo. Pero lo único que recibí de él fueron golpes y desprecio. Un odio que no comprendía en su momento, pero con los años entendí que él solo era un hombre lleno de resentimiento, un ser que buscaba dominar a los más débiles, a los pobres, a los necesitados, incluso a mí, su hijo.Mi pecado, según él, fue haber nacido blanco mientras él era negro. ¿Qué culpa tenía yo de mi color? Él nunca lo aceptó. Durante años insistió en hacer pruebas de ADN, convencido de que no podía ser su hijo. Mi madre, cansada de su abuso, lo abandonó. Y el murió en el mismo lugar dónde una vez me tenía encerrado. No lloré su muerte. No sentí nada. Ni siquiera lástima, merecía más castigo de lo que la vida le cobro.Ahora, 15 años después, soy un hombre completamente diferente. Feliz. Estoy cas
Narrador.Naira observaba el caos desatarse en su hogar, como si la vida se empeñara en arrebatarle lo poco bueno que le quedaba. Su madre, entre lágrimas y desesperación, golpeaba con furia a su padrastro, quien se había endeudado con un mafioso de la élite y estaban cobrandole, sin embargo elle pedia a mi madre que lo pagara o que me mandara a buscar trabajo en los mejores bares y club de este sector.—Estás loco, tu gastaste ese dinero jugando y ahora me pides y mi hija y yo lo paguemos.—Pues quien más, tu debes pagarlo.El temor de lo que este hombre podía hacerle a su madre, era como una nube oscura. Naira permanecía inmóvil, sentada, observando la escena, sin palabras para el desastre que se desplegaba frente a ella. Su cuerpo estaba paralizado hasta que, de repente, un grito desgarrador escapó de su garganta al ver a su madre desplomarse sobre el suelo helado de su humilde vivienda.—¡Abre los ojos! ¡Por tu culpa, mi madre está así! —gritó Naira, desesperada, mientras su madre
KarlAño 1997.Mi mirada seguía perdida, fija en ese punto invisible. No había miedo, ni dolor, ni siquiera rabia. Cada golpe que me daba no tenía sentido, no para mí. Él se irritaba más al ver mi rostro vacío de emociones, desesperado por sacarme alguna reacción. Me pateó con furia, tumbándome en el suelo helado.—¡Maldito! Llora, quiero verte suplicar de dolor —gritaba, lleno de impotencia, pero yo nunca le daría el gusto. Yo soy Karl, y nada de lo que me haga puede afectarme. El dolor nunca me ha tocado, no en este cuerpo. En realidad, lo disfruto, porque si no puedo sentir nada por mí, al menos me reconforta ver a otros sufrir. Es lo único que me queda. Verlo sufrir de rabia.Cuando no pudo hacer nada más, se fue de la habitación, y yo solo quedé ahí recostado, tapé mi rostros y reí a carcajadas.***Salí de la aburrida habitación, y llegué a la cocina. Cleotilde al verme se acercó nerviosa.—Jovencito, su padre vendrá pronto. Debería encerrarse en su habitación, ya sabe cómo se p