KarlRecuerdos del pasado.Miraba el cielo oscurecerse desde una de las ventanas del rancho. La lluvia golpeaba con fuerza los cristales, pero yo no sentía ni frío ni calor. Apenas era un jovencito, pero mi vida ya era un laberinto de incertidumbre. Mi padre, Carlos Voss, era el hombre más poderoso de la región, dueño de miles de hectáreas, tierras fértiles y, según decían, pozos de petróleo que escondía bajo su propiedad. Pero también era dueño de algo mucho más oscuro: una cueva que guardaba riquezas inimaginables y secretos que nadie osaba mencionar en voz alta.A pesar de su inmenso poder, yo, su hijo, no significaba nada para él. Peor que un perro, peor que uno de sus peones, así era como me trataba. Mi único "error" era haber nacido con la piel clara, como mi madre, en lugar de heredar su tez morena. Él me despreciaba por eso, como si el color de mi piel fuera una ofensa a su linaje.Mi madre, incapaz de soportar las humillaciones que él me hacía pasar, decidió abandonarme. Me d
Karl.Desperté con el corazón acelerado, empapado en sudor frío. Esa maldito recuerdo tan horrible... Claro, el pasado quería volver a mí, quería ajustar cuentas. Sonreí amargamente. No había dudas: esta vez yo tendría el control. Ya no era el niño indefenso que solía ser. A mi lado, Naira despertó y me miró con ojos somnolientos pero preocupados. —¿Estás bien? —preguntó con suavidad—. ¿Qué sucede? ¿Tuviste una pesadilla? —Sí, pero no importa —respondí rápidamente, intentando calmar mi respiración y borrar la tensión de mi rostro. —¿Quieres que te traiga un vaso de agua? Negué con la cabeza. —No te preocupes. Iré yo mismo. Descansa, aún no amanece.—¿Seguro? —Sí. En la mañana tendremos un día largo en el campo, recuerda que te llevare al otro lado de la montaña... Por ahora, quiero que duermas. Naira asintió lentamente, aunque aún podía ver la duda en su mirada. —Está bien, Karl. Pero no tardes. —No lo haré. Me levanté de la cama y fui directo al baño para darme u
Naira.Tenía una emoción desbordada en mi interior al escuchar a Karl decirme que iríamos a ver a mi madre. Era evidente que él estaba cambiando a mi lado. No sabía si ese cambio sería para bien o para mal, pero estaba segura de una cosa: haría lo necesario para que todo saliera bien. Ver a mamá era mi mayor deseo, y si era posible sacarla de ese lugar, lo haría. Hablaría con Karl para buscarle un sitio seguro, lejos de mi padrastro. Ese hombre, esa escoria, solo sabía aprovecharse de mi madre. No sabía nada de ella, desde que estoy con él, lo único que supe es que estaba bien. Ella vivía trabajando incansablemente para mantenerlo y darle de comer, mientras él se dedicaba a endeudarse y destruirlo todo. El precio de una de esas deudas fui yo.Sí, yo fui la paga que Karl aceptó a cambio de esa maldita deuda. Al principio, lo odié. Lo vi como un hombre frío y calculador, alguien que me arrancó de mi hogar sin importar mis sentimientos. Pero ahora, algo dentro de mí ha cambiado. Karl ya
Karl La amo más de lo que puedo entender. Es como una obsesión que me carcome por dentro, hasta el punto de querer arrancarle los dientes a cualquiera que intente interponerse entre nosotros. Más ahora, cuando estoy seguro de que ella es mi Canelilla, la mujer que he buscado por tanto tiempo, mi única razón. Pero hoy... este imbécil, este desconocido, tuvo el atrevimiento de abrazarla frente a mí. ¿Quién se cree? Me importa un comino si dice ser su amigo, no tiene ningún derecho. —Lo siento, Naira… no lo sabía —dijo ese idiota, retrocediendo como si yo fuera un perro rabioso. —Estás claro —respondí con un tono helado—. No te acerques a mi futura esposa. —Manuel, tranquilo, Karl. Cálmate. —Naira colocó una mano en mi pecho, notando mi furia—. Solo es un amigo, no pasa nada. Por favor, no hagamos un escándalo. Vinimos a ver a mi madre, ¿recuerdas? Su tono era firme, pero también había un toque de molestia que me hizo dar un paso atrás. Asentí en silencio, aunque todavía sentía
NairaMe sentí aturdida cuando mi madre me reveló que el señor Karl y yo nos conocíamos desde que éramos niños. Era imposible creer que, después de tantos años, el destino nos hubiera reunido de esta forma. Resulta que, tras el huracán que destruyó nuestra finca y me arrebató a mi padre, también perdí la memoria de todo lo ocurrido ese fatídico día, incluyendo mi memoria sobre mi pequeño amigo Karl. Ahora, escucharlo de labios de mi madre era como si estuviera armando un rompecabezas que nunca supe que había perdido. —Entonces, señor, ¿soy su "canelilla", como usted dice? —le pregunté con una mezcla de curiosidad y asombro. Karl sonrió con ternura mientras tomaba mis manos entre las suyas. Su calidez me hizo estremecer, y cuando dejó un beso suave en el dorso de mi mano, el latido de mi corazón se aceleró como una locomotora en pleno proceso. —Sí, Naira, tú eres mi canelilla —respondió él, sus ojos llenos de emoción—. Eres la misma niña que me volvía loco con sus travesuras. Te bus
KarlCuando llegamos a la mansión, Naira y yo no perdimos ni un segundo. Apenas cerramos la puerta, el deseo nos consumió como dos llamas que se encuentran para arder juntas. Su cuerpo, cálido y encajado perfectamente en mis brazos, era todo lo que necesitaba para olvidarme de los problemas, de mis demonios, y de las sombras que siempre han rondado mi vida. La tumbé suavemente en la cama y me perdí en ella, dejando que su calor me envolviera, llenando cada espacio vacío dentro de mí.Estaba loco por ella, ya no había duda. Había pasado demasiado tiempo intentando negarme este sentimiento, tratando de convencerme de que mi vida no podía permitirse un amor como este. Pero Naira había rebasado todos mis límites. Ella no solo había cruzado las barreras que yo mismo me había impuesto, sino que las había destruido por completo. Y ahora no había vuelta atrás.Mientras la miraba moverse debajo de mí, hermosa y radiante, lo supe con certeza: haría lo imposible por hacerla feliz. Naira era mi lu
Karl.Finalmente llegamos a la cueva donde almacenábamos los productos destinados a exportación. Mijael se quedo afuera por cualquier ataque. El eco de mis pasos resonaba entre las paredes húmedas y oscuras, mientras observaba a Josué contando las cajas con nerviosismo evidente. Otros hombres se acercaron rápidamente para ayudarlo. Algo no cuadraba. —¿Cuántas cajas faltan? —pregunté con voz firme, sin levantarla, pero lo suficiente para imponer autoridad. —Seis, señor. —Josué alzó la mirada, sudando, y tragó saliva antes de añadir—: Además… los dos hombres que estaban trabajando estos dias en esta área han desaparecido. Mis ojos se estrecharon, y sin pensarlo dos veces, apunté mi arma hacia él. El clic del seguro resonó en el aire como un latido ominoso. Josué dio un paso atrás, levantando las manos, su rostro palideciendo por completo. —Señor, por favor, créame. No soy yo quien hace esto. —¿Estás seguro? —repliqué, acercándome a él lentamente, sosteniendo la pistola firme, la mi
Naira.Me levanté temprano y caminé por el jardín, dejando que el aire fresco acariciara mi rostro. El canto de los pájaros llenaba el ambiente con una melodía dulce, mientras las gallinas cacareaban y los perros ladraban a lo lejos. Por primera vez en mucho tiempo, me permití disfrutar de este lugar. Antes, no creía merecerlo. Pero como Karl me ha insistido, debo aprender a vivir el presente. Ahora me siento segura, aunque una parte de mí sigue inquieta por las decisiones de mi madre. Suspiro profundamente, deseando poder abrirle los ojos y ayudarla a ver la verdad sobre el hombre que tiene a su lado.Mientras observo a los caballos relinchar y a los peones trabajando, no puedo evitar pensar en Karl. Lo amo, y sé que él siente lo mismo por mí, pero sus secretos me atormentan. Lo veo en sus ojos, en sus pesadillas que lo despiertan sudoroso en las noches. Karl se esfuerza por aparentar fortaleza, pero yo puedo ver su dolor. Ojalá pudiera ayudarlo a liberar esa ira que guarda en su int