31. Mi canelilla.

Karl

La amo más de lo que puedo entender. Es como una obsesión que me carcome por dentro, hasta el punto de querer arrancarle los dientes a cualquiera que intente interponerse entre nosotros. Más ahora, cuando estoy seguro de que ella es mi Canelilla, la mujer que he buscado por tanto tiempo, mi única razón. Pero hoy... este imbécil, este desconocido, tuvo el atrevimiento de abrazarla frente a mí. ¿Quién se cree? Me importa un comino si dice ser su amigo, no tiene ningún derecho.

—Lo siento, Naira… no lo sabía —dijo ese idiota, retrocediendo como si yo fuera un perro rabioso.

—Estás claro —respondí con un tono helado—. No te acerques a mi futura esposa.

—Manuel, tranquilo, Karl. Cálmate. —Naira colocó una mano en mi pecho, notando mi furia—. Solo es un amigo, no pasa nada. Por favor, no hagamos un escándalo. Vinimos a ver a mi madre, ¿recuerdas?

Su tono era firme, pero también había un toque de molestia que me hizo dar un paso atrás. Asentí en silencio, aunque todavía sentía
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