Una entre tantas

Una entre tantas

Ana se estremeció cuando escuchó mi pregunta, pero no se dejó entrever en su rostro ninguna muestra de sorpresa, definitivamente ella ya debía estar esperando algo como eso y mis palabras solo servían para confirmar lo que ya se sabía de antemano.

Quería decir algo, pero las preguntas no salían de mis labios. El aire había desaparecido de esa habitación, ya no había como respirar, las paredes se comenzaban a cerrar sobre mí.

Ana comenzó a llorar en un trance mudo. Su sollozo no producía ni un ruido, solo eran lágrimas que caían de un rostro vacío y sin expresión. Yo era quien ocupaba la cama del hospital, pero mi amiga parecía la muerte personificada. Sin duda alguna su corazón cargaba con una mole de pesar sin comparación. Era del todo portentoso descubrir el peso de las emociones que se descubrían en ese momento en la habitación del hospital.

―Emi yo… los doctores ―Ana guardó silencio, como si hablar le resultase en una carga lo suficientemente difícil como para no darle la oportunidad de vivir mientras hablaba. Todo su cuerpo parecía estar sufriendo de espasmos terriblemente difíciles de soportar en esas circunstancias, por eso, a pesar de que todo el mundo se me estaba descalabrando encima, intenté mostrarme pasiva para darle tiempo de hablar sin que sintiera que yo quería apresurarle―…. Creo que lo mejor es que los busque para que te lo puedan explicar.

―No Ana… por favor, no dejes que sea alguien más quien me destruya la vida ―aquella frase me brotó del alma dolida que sufría en ese momento por no poder soportar el cúmulo de miseria que comenzaba a encontrar lugar frecuente en esa alma atormentada que yo tenía―. Por favor… si debo recibir noticias difíciles lo que más desearía es que seas tú quien tengas la oportunidad de contármelas.

Ana se crispó, como mostrándose insegura por lo que yo le acababa de decir. Comprensiblemente, ella no entendía como es que yo no lloraba en ese momento, pero para mí tenía todo el sentido del mundo: Después de haber sufrido lo que yo había sufrido y descubrir que aún se podía sufrir más, cuando pensaba que estaba a punto de encontrar la felicidad, solo puede ser un motivo para comenzar a ver la vida con una cara diferente. No es que me había roto ni tampoco era señal de haber perdido mi humanidad, sencillamente estaba ya curada de falsas esperanzas de felicidad y ahora era un cascarón vacío y desprovisto de alguna expectativa de futuro.

―Dime por favor lo que pasó con mi hijo… lo de mis piernas ya me lo puedo imaginar.

Ana no logró reaccionar del todo antes de responder, ella aún se encontraba concentrada en la mirada de vacío que encontraba en mí. Ella me conocía lo suficientemente bien y sabía que yo era una mujer con un corazón dado a la emotividad, por eso para ella debía resultar bastante llamativo descubrirme así.

―Él bebe, está vivo y es lo importante ―logró decir Ana después de que sus pulmones se llenaran de aire para volver a respirar con un gesto que se hacía muy llamativo por la forma en como Ana lo hacía hasta exagerar―…. Hubo dudas al principio por el sangrado que se ocasionó después del golpe, pero por suerte llegaste rápido al hospital y lograron controlar la situación a tiempo antes de que existiese algo que lamentar. Los últimos sondeos han demostrado que todo sigue su curso y con respecto al embarazo ya no hay nada que temer.

Aquello era lo único que de verdad me importaba y lo único que de verdad podía hacerme sentir que había una rendija de esperanza para mí, ahora me debía preparar para las noticias malas, aunque nada del mundo hubiese podido preparar a una simple muchacha de campo como yo para lo que había de vivir todavía después de todo lo que había sufrido ya.

―El golpe ocasionó que la lesión que habías sufrido la semana pasada durante el choque se acrecentara de manera radical, tal como la doctora lo había mencionado en los posibles riesgos ―Ana hizo silenció y trago grueso mirándome mientras tanto algún punto en el vacío detrás de mí. Sus ojos remojados por la humedad de las lágrimas se encontraban enrojecidos y rodeados por bolsas de cansancio que solo servían para acrecentar esa apariencia de extremo pesar que le hacía ver terriblemente mal―. Siento mucho tener que decírtelo Emi… pero no podrás caminar y los médicos no saben cuánto tiempo tardaras en volver a hacerlo.

El nudo de la garganta de Ana se extendió por el aire para llegar y atraparme a mí también en ese mutismo sin la capacidad de poder decir nada. De alguna manera yo ya me estaba mentalizando en algo así. El recuerdo de las palabras de la doctora me atenazaron en la consciencia, apenas me di cuenta de aquella caída que me provocó la rubia de mirada infernal, pero nunca nadie puede estar lo suficientemente preparado como para recibir una noticia así. Solo era cuestión de internalizar las implicaciones de aquella noticia, como para qué el mundo interior de cualquiera se comience a derrumbar sin tener la mínima oportunidad de hacer algo para frenar el caudal de miedos que se comenzaban a desatar al pensar en cómo iba a ser mi vida después de eso: la vida solo comenzaba a mostrarme que las crueldades solo podían comenzar. Abrí la boca en un primer momento, pero solo salió un suspiro de dolor. Ana me tuvo paciencia ahora que esperaba una contestación de mi parte. Ella sabía que para mí solo serían malas noticias de ahora en adelante, por lo que tuvo el acertado tino de esperar y no llamar a los médicos hasta que las verdades no se comenzaran a asentar en mi corazón.

La verdad de mi condición solo podía llevarme a sopesar todos los futuros posibles teniendo en cuenta esa condición a la que ahora me debía enfrentar, entonces recalé en una pregunta que de inmediato tuve que plantear:

― ¿Dónde están Cristian y David?

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