Una vida sin pasos
Ser la hermana mayor para David ahora con esa revelación, sin dudas sería tanto o más complicado que el hecho de pensar que sería madre sin contar con el respaldo de Cristian, pero de solo pensar que todo se me podía acumular en una sola posibilidad bastante desalentadora y dolorosa me hizo plantear aquella pregunta sin darme ninguna oportunidad de esperar un segundo más.
Sabía que con Cristiana yo no había tenido tiempo de nada más. Solo un par de palabras confusas se habían intercambiado antes de que el dolor me hiciera perderme en el mundo de las sombras, pero el hecho de que Ana estuviese a mi lado en ese momento me decía que el Señor Cavill había cumplido su palabra y había podido proteger a mi amiga y a mi hermano de las garras de aquellos malhechores que me habían dejado a mí en esa condición. Mi corazón solo debería estar sintiendo en ese momento rabia, ira y rencor por aquellos nombres que se sucedían en una concatenación de inmoralidades sin parangón que solo podían venir de corazones vacíos y llenos de maldad. Martins, Owen y Rebeca habían sido los artífices de orquestar lo que sin duda alguna era mi infierno personal, todo para su propio beneficio y para lucrar con la desgracia de los demás, sin embargo, a pesar de todo eso, yo no me permití albergar en mi corazón ni una pisca de atención de venganza para alguno de ellos; yo tenía claro que si quería afrontar la difícil prueba que se me estaba por venir, definitivamente no iba a tener tiempo como para perderlo dedicándoles a ellos una insignificante partícula de atención.
Ana se mostraba cada vez más confiada en su papel de portadora de malas noticias, no porque el pesar de las noticias menguase en el proceso, sino porque parecía que el dolor de la una acompañaba al dolor de la otra y de esa manera parecía que al contar las noticias malas, unas detrás de las otras, solo se podía conseguir que el cuerpo y la mente de la víctima, al encontrarse anonadado por el caudal de desgracias y mala fortuna, solo puede quedar aturdido y sin saber cómo reaccionar. No podía asegurarlo con exactitud, pero esa parecida ser la estrategia de Ana en ese momento. Yo nunca había sufrido de alguna falencia cardiaca y ese día lo comprobé, pues lo que mi amiga estaba a punto de contarme tenía el potencial destructor equivalente a un millón de bombas nucleares.
―Emi, necesito que seas fuerte para que entiendas lo que debo decirte ―al comenzar con esas palabras todos los músculos de mi cuerpo perdieron la fuerza, incluso los de mis piernas flácidas y sin vida se desvanecieron en su estado inerte―… las cosas no han tenido un color bonito los últimos cinco días que has pasado en esa cama.
― ¿Llevo cinco días aquí? ―pregunté como por instinto, buscando la revelación de esa noticia fatal que no quería escuchar, sin embargo, tarde o temprano debía acceder a las verdades que escupirían fuego de agonía en mi corazón.
―Cinco días contando el primer día cuando tu jefe como todo un superhéroe llegó cargándote en brazos ―Ana demostró contando aquello con una nostalgia que hacía pensar que aquello que relataba formaba parte de una epopeya heroica de la mitología antigua. Sus palabras llenas de admiración solo lograron acrecentar el sentimiento de fatalismo que me tenía con el nudo en el cuello―… David y yo estábamos cerca de la puerta cuando le vimos entrar y por eso estuvimos contigo desde el principio cuando él nos contó todo lo que había ocurrido. Gracias a Cristian y su intervención oportuna solo tuviste tres días en un coma producto del daño que resintió tu sistema nervioso. Los dos últimos días habías estado sedada para hacerte más llevadero el dolor de tu espina dorsal.
Asentí desganada y llena de pesar. Enterarse de que se habían perdido prácticamente una semana de mi vida en esas dos visitas al hospital solo parecía ser parte de un chiste que se contaba con repique de platillos al final, pero aún faltaba más; mucho más.
―Está bien, entiendo que tuvieron que sedar a la lisiada para no sentir lástima de ella.
―Emi no hables así…. Nadie te ha tratado de esa manera.
―Lo sé Ana, solo rio para no llorar, pero por favor, por lo que más quieras: Dime donde están David y Cristian.
Ana asintió sintiéndose conmovida por mi reacción que demostraba los esfuerzos que para ese punto seguía haciendo para tratar de sobrellevar la situación, entonces llegó el momento y se dijo lo que ella no quería decir y lo que yo no quería escuchar:
―Todo se lo llevó el diablo Emi ―sentencio Ana con un gesto de desesperanza y frustración―… La esposa de tu jefe lo acuso de violencia doméstica implicándote a ti en el proceso. Tal parece que todos los empleados domésticos estaban aliados con ella porque todos testificaron que tú entraste a la casa y trataste de agredirla para seguir manteniendo una supuesta relación extramarital con su esposo y que él, en vez de defenderla a ella, la golpeó haciendo que callera junto a ti de las escaleras saliendo dañadas ambas en el proceso. La policía lo vino a buscarlo al hospital desde la noche del primer día y no hemos podido saber mucho más sobre él. Al parecer mucha gente se le ha revelado y le dieron la espalda, pues salió a relucir una cuestión con el tema de una fulana herencia que está también en la palestra…. Lo siento mucho por tener que decírtelo así Emi, pero como ya te dije: todo se fue a la m****a desde ese día.
La velocidad con la que mi cerebro procesaba aquello solo era capaz de obtener la parte más dolorosa para que el sentimiento se intensificase, pero sin darme margen para procesar lo que había de ser procesado en el proceso. Solo había dolor y frustración cuando la confusión se comenzaba a adueñar de mis pensamientos. Si había algo que podía salir mal, al parecer iba a salir mal. Después de toda esa ley de Murphy parecía destinada a cumplirse en mi vida sin ninguna esperanza de obtener un final feliz. Había un millón de preguntas que quería y necesitaba hacer, pues aquello que Ana me había contado no tenía ni pies ni cabeza, pero aún quedaba un nombre del que quería y necesitaba obtener respuestas:
―Ana… por favor, por lo menos dime que David si está bien.
Ya estaba lista para morirme, pero el rostro de Ana me dejó en claro que aún no se había dicho todo lo que se debía decir.
Amenazas cumplidas―Todo paso muy rápido Emi ―el pesar con el cual Ana comunicó esa afirmación de sentencia pesarosa me dejó sabiendo que estaba por venirse un remate que solo podía ser algo verdaderamente terrible si se sumaba a lo que ya había tenido la oportunidad de enterarme―, fue en cuestión de horas que todo fue orquestado como por una mente maestra.Ana no sabía lo que estaba diciendo, ella no estaba enterada de las verdades que yo sabía y por eso no entendía por qué yo me encontraba así de consciente de lo que ella estaba por decir, puesto que yo ya podía imaginarme quien era esa mente maestra que había orquestado el mal para mi familia. Yo sabía que todo lo que estaba ocurriendo solo podía ser producto de esa maldad sin precedentes del abogado que había sido mi peor pesadilla los últimos tiempos. Debía ser definitivamente él, quien estaba llevándome al borde de la locura.Ana sentenció:―A David se lo llevaron Emi. Al terminar de decir aquello, la pobre no pu
Descalabro―Lo que aún no logro entender es el cómo hizo esa mujer y sus cómplices para poner en jaque a Cristian solo con una denuncia sin fundamento. Esa duda me rondaba en la cabeza y me tenía sumida en la consternación total y absoluta. No me cabía en la cabeza el poder pensar en cómo era posible que un hombre tan poderoso y rodeado del respaldo absoluto de una empresa multimillonaria pudiese quedar a merced de una mujer que era malintencionada hasta los tuétanos y de eso no quedaban dudas, pero que no tenía ni de lejos los recursos suficientes como para montarle una ofensiva legal tan férrea como para poner en complicaciones a quien era el hombre más poderoso de la ciudad económicamente hablando. Para explicarme eso, Ana aún tenía un par de revelaciones que hacer y que surgieron sobre todo después de que yo le contara lo que había tenido que sufrir por culpa del malnacido de Martins. ― ¡Ese hombre es el diablo en persona! ―sentencio ella apretand
Pocos aliados.―Ana, sé que lo que estoy por decirte puede parecerte una locura… pero quiero que sepas que sin importar la decisión que tomes yo estaré infinitamente agradecida por todo tu apoyo. Si decides hacerte a un lado y no involucrarte lo entenderé completamente y no espero que te sientas mal por eso… quiero que sepas qué pienso hacerle frente a esos condenados.Ana se me quedó viendo mientras sopesaba el peso de mis palabras. Ella era una mujer muy atenta cuando llegaba el momento de una conversación así de seria. No por nada tenía Ana la capacidad de comportarse como una madre preocupada para con sus amigos, sin embargo, aquello que yo le planteaba logró sacarla de sus cavilaciones, creándole un choque de confrontación enorme y bastante fuerte. Ella era mucho menos impulsiva que yo, por lo que casi nunca metía la pata y se tomaba con detenimiento la toma de cualquier decisión, aunque fuese una minúscula y en apariencia insignificante. Aquel planteamiento que yo le hacía, por
Obstáculo inesperado ―El chofer me pidió encarecidamente mantenerle informado de tu progreso… me pidió informarle, apenas lograrás despertar. ― ¡Bien! ―exclamé alegre de escuchar aquello, Arthur era justo la persona con la que necesitaba charlar, si de verdad quería hacer algo para tomarle el pulso a la situación―, entonces llámalo, dile por favor que necesito hablar con él cuanto antes. Ana me prestaba atención, pero no se movió al escucharme decir aquello, lo que me ocasionó un poco de molestia, por lo cual la miré con cara de pocos amigos y le dije. ―Ana, por favor, no tenemos tiempo que perder. Pero Ana seguía sumida en su meditación. Entonces me explicó: ―El chofer de tu jefe fue muy enfático en el peligro que corríamos todas las personas que podíamos de alguna manera hacerle la contra al plan de esos maniáticos, por eso no me dejo ningún número de teléfono ni nada. Él solo me dijo que
Como dos fugitivas El resto del recorrido fue sumido en el caos de la inquietud que nos hacía saber que habíamos dejado a Ethan renqueando del dolor sobre el suelo del tercer piso. El tiempo que tardaría ese ascensor en llegar al primer piso podía ser crucial en la posibilidad de tener un escape limpio y sin mayores sobresaltos. Era plena mañana, por lo que el lugar bullía de actividad, pero fue esa actividad caótica y desenfrenada la que de alguna manera nos permitió mezclarnos con la confusión del momento, pues todo el mundo se encontraba concentrado en sus cosas de tal manera que no estaban como para prestar atención a una muchacha joven con traje de enfermera llevando en una silla de ruedas a otra chica con cara de alegría. Yo sonreía en todo momento para no delatar ningún gesto incierto que pudiese delatar alguna situación fuera de lugar. Cuando el ascensor se detuvo en los dos pisos para que otra gente subiera y bajara, nos mantuvimos apegadas, Ana y yo, a esos
Arthur Aquella tienda me despertaba una marejada de sensaciones y recuerdos que de manera insoportable me hacían pensar en él. Ese había sido uno de los lugares que visitamos aquel primer día de la que sería esa especie de relación que nos unió a los dos bajo los parámetros de aquel contrato que luego quedó en él olvidó cuando fueron el amor y la pasión las que dirigieron el rumbo de nuestros pasos, encaminando todo para que en ese momento yo, a pesar de estar sufriendo por la limitación de mis piernas, estuviese atravesando esa cruzada solo para poder ayudar al hombre al que amaba con locura y desenfreno para librarlo de las garras de aquellos que por la codicia y la ambición habían convertido nuestras vidas en un infierno sin precedentes. Las palabras que Arthur había dicho a Ana me parecían demasiado sutiles, pero también lo suficientemente elocuentes como para que ese mensaje tuviese sentido. Arthur sabia a la perfección que aquel lugar tenía una pr
Piezas en su lugar.―Entiendo que para ti no ha sido nada fácil todo este proceso Arthur… todos le dieron la espalda ―espeté con un dejo de furia contenida en aquella expresión que me llenaba la boca con la rabia al descubrir que en el momento de la prueba, los que un día habían estado a su lado ahora le daban la espalda sin un mínimo de vergüenza. Una prueba necesaria para saber en quién confiar, pero lamentablemente en el caso de Cristian, la prueba le había llevado a estar en la prisión.―Varios de los antiguos empleados de la empresa intentaron ponerse del lado del señor Cavill para testificar a su favor, pero Martins había estado trabajando en silencio y entre las sombras, infiltrando todos los estamentos de la empresa hasta tener gente de su confianza en todos los departamentos del lugar. Al final los pocos que tenían intenciones de apoyar a su jefe terminaron sucumbiendo a las amenazas o los sobornos y aun los pocos que no cedimos nada de eso hemos sido víctimas de atentados po
Un aliado invaluableArthur se atrevió a salir de su escondite solo por saber que había que hacer algo para poder revertir la situación. Él ya había intentado de todo y sabía bien que en sus manos no tenía nada que poder ofrecer para la resolución necesaria de la situación, sin embargo, su espíritu de entrega y su instinto de protección le empujaron a dejar de lado cualquier precaución y acompañarnos para cuidarnos de cualquier posible peligro que se pudiese presentar en nuestro camino.Por lo que Arthur nos explicó, Martins ya había tomado el control absoluto de las industrias Cavill para manejarlas a su antojo, más como un cartel de mafiosos que como una empresa respetada y de renombre. El patrimonio en disputa, después de que rebeca hiciera válida una cláusula de divorcio apenas a menos de una semana de haber firmado el matrimonio que le unía con el señor Cavill, le hacía acreedora de la mitad de las acciones de la empresa y por consiguiente esto dejaba el resto de acciones en mano