Como dos fugitivas

Como dos fugitivas

El resto del recorrido fue sumido en el caos de la inquietud que nos hacía saber que habíamos dejado a Ethan renqueando del dolor sobre el suelo del tercer piso. El tiempo que tardaría ese ascensor en llegar al primer piso podía ser crucial en la posibilidad de tener un escape limpio y sin mayores sobresaltos.

Era plena mañana, por lo que el lugar bullía de actividad, pero fue esa actividad caótica y desenfrenada la que de alguna manera nos permitió mezclarnos con la confusión del momento, pues todo el mundo se encontraba concentrado en sus cosas de tal manera que no estaban como para prestar atención a una muchacha joven con traje de enfermera llevando en una silla de ruedas a otra chica con cara de alegría. Yo sonreía en todo momento para no delatar ningún gesto incierto que pudiese delatar alguna situación fuera de lugar. Cuando el ascensor se detuvo en los dos pisos para que otra gente subiera y bajara, nos mantuvimos apegadas, Ana y yo, a esos
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