Capítulo 5.

Lina se despertó al día siguiente con una sensación de inquietud. La noche anterior había descansado lo suficiente para restar estrés a su cuerpo, aunque la confrontación con Kael seguía resonando en su mente.

Sabía que no podía permitirse bajar la guardia, especialmente ahora que estaba casada con Nixon. Tenía que esperar una invitación al sindicato que tal vez jamás llegaría, pero había aceptado ese riesgo y no quería pensar en ello como un fracaso.

El desayuno en la mansión de los Ercil fue un asunto formal. Se esmeraba en ello y jamás le gustó desentonar. Aunque si tuviera que elegir, optaría por quedarse con Atila en su dormitorio.

Nixon estaba absorto en su teléfono, revisando correos y mensajes, junto a su tía, murmurando sobre la llegada de su padre. Mientras Lina intentaba concentrarse en su comida. Sin embargo, la presencia de Kael en la misma habitación hacía que cada bocado fuera difícil de tragar.

—Hoy tenemos la cena. No te olvides de pasar por mí. —dijo Naenia hacia su esposo, él ni siquiera se mosqueó. Había una pesadilla que no lo dejaba en paz y debía buscar la forma de quitársela de encima.

—¿Qué cena? —preguntó Lina interesada.

—En The Plaza Hotel tenemos una reunión para recibir a mi hermano.

—¿Puedo asistir?

La voz de Lina hizo levantar el rostro de Nixon, en lo que Kael veía el plato con aprobación.

—Dijiste que nada de eventos. —respondió Nixon, recordando el acuerdo.

—Aquí no pasa nada. Llevo dos días y parecen dos años. No me voy a perder la única salida que puedo tener. —fundamentó Lina pidiendo lo mismo que tenía Kael. —¿Puedo o no puedo ir? Mira que estoy siendo respetuosa.

—No es un evento para perder la compostura. —contestó Naenia.

—Es algo que no debes repetir. —añadió Lina con una sonrisa. —¿A qué hora debo estar lista?

Nixon no tuvo más alternativa que hacerle saber el horario. Le gustaba presumir que era su esposa y esa sería una nueva oportunidad para hacerlo.

—Genial. —murmuró Naenia con obvia molestia. —Una invitada a última hora es lo único que nos hacía falta.

—No sería a última hora si me hubiesen invitado desde un inicio. —Mantuvo su porte despreocupada. —Es mi suegro después de todo.

—Es tan linda. —dijo Nixon con una sonrisa. —Me gusta que lo recalques. Tal vez en unos meses decidas que lo quiera seguir siendo para siempre.

El plato de Kael recibió el golpe de los cubiertos. Este se levantó con hastío y tomó la llamada que le llegó al móvil, saliendo del comedor como si detestara el instante. Lina no apartó los ojos del hombre de pantalón gris y remera oscura que le dedicó una mirada fría.

El pelo recién cortado le daba un aspecto que le hizo apretar el cubierto en su mano. Los brazos fornidos dejaban a la imaginación que era un hombre que se preocupaba por su físico y cuidaba de él.

—¿Entonces crees que puedas? —preguntó Naenia.

—¿Disculpa? —cayó en cuenta que estaba viendo de más a alguien que no debía.

—Que si puedes conseguir un vestido verde esmeralda para esta noche. —le aclaró su esposo. —En la familia hacemos eventos con temáticas de colores y esta noche tendremos ese por decisión de mi tía.

—Mi abuela es un icono de la moda, ¿tú qué crees? —presumir a su abuela era algo que no dejaría pasar.

Naenia la observó y no dijo nada. Había costeado un vestido con ella algunas veces, en esa ocasión le dijo que no estaba en la ciudad. Pero era la abuela de Lina, de seguro con ella sí haría excepciones y no podía negar cuanta envidia le dio de solo imaginarlo.

Mientras tanto, Lina probaba lo que era el verdadero aburrimiento en ese lugar.

—Mañana prefiero salir a correr con Atila a este encierro. —se quejó. —Es como vivir en el castillo de Drácula, con Johnny Bravo, Cruella sin su obsesión por los Dálmatas y un tipo que no entiendo si es un August Walker de misión imposible o Massimo Torricelli. —describió por teléfono a Avery.

—Puedes salir a donde quieras. Ese sitio es enorme. Podrías explorarlo. —le sugirió la chica que cepillaba su cabello frente al espejo. —O podemos ir a surfear a…

—La señora Naenia la necesita. —interrumpió Sun, el asistente. Atila levantó la cabeza a la defensiva, pero logró calmarla a tiempo. —Dice que es referente a la llegada de su suegro.

—¿Es Cruella? —preguntó Avery. Ella afirmó con un sonido en su garganta. —Suerte. Prepararé todo para ir a surfear.

Cortó la llamada de inmediato, siguiendo al hombre de atuendo pulcro, el cual parecía cuidar hasta su forma de respirar. La puerta fue abierta y en ella encontró a la mujer de vestido oscuro que se movía con todo su equipo logístico.

—Este será tu color. —le mostró un papel en color negro. Lina la observó sin entender.

—Creí haber escuchado…

—Cambió todo. No necesitas entender, solo hacer lo que el resto. —pasó a su lado. —Estoy incluyéndote cuando no debería. No me des más problemas, linda.

Lina escuchó los murmullos y se dio cuenta de las miradas de los presentes.

—Si no nos quisiéramos tanto, juraría que quieres dejarme mal parada. —Tomó el papel que miró para luego dejarlo sobre la mesa. —Pero eso es imposible. La señora Naenia Ercul es una magnífica persona.

—Ercil.

—Fue lo que dije. —cruzó un brazo. —Entonces negro será.

Le sonrió con esa dulzura que siempre lanzaba hacia todos y se giró para salir, aún oyendo algunos murmullos que fueron silenciados de golpe. Cerró la puerta detrás suyo y salió hacia el jardín en donde vio a Nixon y a Kael juntos. El primero tratando de sacar información al segundo, quién se veía poco interesado en darle la atención requerida.

—¿Podrías prestarme un auto? Los míos aún no los tengo aquí y necesito ir por mi vestido. —mostró el papel que Kael por instinto vio. Ella fingió no darse cuenta y le tocó el brazo a su esposo. —¿Listo para esta noche, Mayor?

—Cad atá tú ag imirt, glitters? —cuestionó Kael.

“¿A qué estás jugando, brillitos?”

—Deir tú liom, a dhuine. Ar mhaith leat dúinn imirt? —La cara de Kael fue un poema cuando la chica de labios rosa le respondió en su idioma.

“Dímelo tú, tío. ¿Quieres que juguemos?”

Su temperamento salió a flote. Su mirada se oscureció y los puños se cerraron con enojo. El único que ignoraba lo que dijeron fue el hombre frente a ellos, quien tuvo que preguntar al ver el gesto endurecido del esposo de su tía.

—Me dijo un acertijo en irlandés. —justificó Lina con diversión en su mirada. Hacerlo perder la paciencia siempre tenía un sabor a victoria y cuando la evitaba tanto, mucho más.

—Puedes tomar un auto. No puedo acompañarte, pero si necesitas ayuda ahí tienes a Sun. Tengo otros asuntos de los que debo hacerme cargo. —caminó con ella hasta los vehículos aparcados a unos metros del jardín. —Tenemos un acuerdo, Adelina. Pero me caes bien, así que te quiero dar una advertencia sobre ese sujeto. —al estar lo suficientemente lejos de todos ella se alejó de Nixon. —Sí no quieres pasar un mal rato, mantente a una distancia prudente de él. Ese tipo no me genera confianza y que esté cerca de tí menos.

—¿Debo obedecer como esposa sumisa?

—No juegues conmigo, Adelina. No te gustará cuando mi lado caballeroso se vaya. Es mejor llevar la fiesta en paz. —La chica elevó la ceja en su dirección, mirándolo de arriba a abajo.

—Vamos a poner las cosas claras, Nixon. —le sacudió el saco. —Las amenazas conmigo no funcionan. La primera recibe advertencia. La segunda una prueba. Colma mi paciencia con una tercera, y mi lado lindo dejará de serlo.

—Eres mi esposa.

—Pronto tu viuda si continúas hablando. —Tomó las llaves del vehículo, adentrándose a este enseguida para salir de esa casa, dejando a Eleazar a cargo de su Rottweiler.

Necesitaba saber si el recolector de información había hecho su trabajo con el tema que rondaba su cabeza.

Su peor pesadilla, solía llamarlo. Aunque ella también podía convertirse en la de él.

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