Lina se despertó al día siguiente con una sensación de inquietud. La noche anterior había descansado lo suficiente para restar estrés a su cuerpo, aunque la confrontación con Kael seguía resonando en su mente.
Sabía que no podía permitirse bajar la guardia, especialmente ahora que estaba casada con Nixon. Tenía que esperar una invitación al sindicato que tal vez jamás llegaría, pero había aceptado ese riesgo y no quería pensar en ello como un fracaso. El desayuno en la mansión de los Ercil fue un asunto formal. Se esmeraba en ello y jamás le gustó desentonar. Aunque si tuviera que elegir, optaría por quedarse con Atila en su dormitorio. Nixon estaba absorto en su teléfono, revisando correos y mensajes, junto a su tía, murmurando sobre la llegada de su padre. Mientras Lina intentaba concentrarse en su comida. Sin embargo, la presencia de Kael en la misma habitación hacía que cada bocado fuera difícil de tragar. —Hoy tenemos la cena. No te olvides de pasar por mí. —dijo Naenia hacia su esposo, él ni siquiera se mosqueó. Había una pesadilla que no lo dejaba en paz y debía buscar la forma de quitársela de encima. —¿Qué cena? —preguntó Lina interesada. —En The Plaza Hotel tenemos una reunión para recibir a mi hermano. —¿Puedo asistir? La voz de Lina hizo levantar el rostro de Nixon, en lo que Kael veía el plato con aprobación. —Dijiste que nada de eventos. —respondió Nixon, recordando el acuerdo. —Aquí no pasa nada. Llevo dos días y parecen dos años. No me voy a perder la única salida que puedo tener. —fundamentó Lina pidiendo lo mismo que tenía Kael. —¿Puedo o no puedo ir? Mira que estoy siendo respetuosa. —No es un evento para perder la compostura. —contestó Naenia. —Es algo que no debes repetir. —añadió Lina con una sonrisa. —¿A qué hora debo estar lista? Nixon no tuvo más alternativa que hacerle saber el horario. Le gustaba presumir que era su esposa y esa sería una nueva oportunidad para hacerlo. —Genial. —murmuró Naenia con obvia molestia. —Una invitada a última hora es lo único que nos hacía falta. —No sería a última hora si me hubiesen invitado desde un inicio. —Mantuvo su porte despreocupada. —Es mi suegro después de todo. —Es tan linda. —dijo Nixon con una sonrisa. —Me gusta que lo recalques. Tal vez en unos meses decidas que lo quiera seguir siendo para siempre. El plato de Kael recibió el golpe de los cubiertos. Este se levantó con hastío y tomó la llamada que le llegó al móvil, saliendo del comedor como si detestara el instante. Lina no apartó los ojos del hombre de pantalón gris y remera oscura que le dedicó una mirada fría. El pelo recién cortado le daba un aspecto que le hizo apretar el cubierto en su mano. Los brazos fornidos dejaban a la imaginación que era un hombre que se preocupaba por su físico y cuidaba de él. —¿Entonces crees que puedas? —preguntó Naenia. —¿Disculpa? —cayó en cuenta que estaba viendo de más a alguien que no debía. —Que si puedes conseguir un vestido verde esmeralda para esta noche. —le aclaró su esposo. —En la familia hacemos eventos con temáticas de colores y esta noche tendremos ese por decisión de mi tía. —Mi abuela es un icono de la moda, ¿tú qué crees? —presumir a su abuela era algo que no dejaría pasar. Naenia la observó y no dijo nada. Había costeado un vestido con ella algunas veces, en esa ocasión le dijo que no estaba en la ciudad. Pero era la abuela de Lina, de seguro con ella sí haría excepciones y no podía negar cuanta envidia le dio de solo imaginarlo. Mientras tanto, Lina probaba lo que era el verdadero aburrimiento en ese lugar. —Mañana prefiero salir a correr con Atila a este encierro. —se quejó. —Es como vivir en el castillo de Drácula, con Johnny Bravo, Cruella sin su obsesión por los Dálmatas y un tipo que no entiendo si es un August Walker de misión imposible o Massimo Torricelli. —describió por teléfono a Avery. —Puedes salir a donde quieras. Ese sitio es enorme. Podrías explorarlo. —le sugirió la chica que cepillaba su cabello frente al espejo. —O podemos ir a surfear a… —La señora Naenia la necesita. —interrumpió Sun, el asistente. Atila levantó la cabeza a la defensiva, pero logró calmarla a tiempo. —Dice que es referente a la llegada de su suegro. —¿Es Cruella? —preguntó Avery. Ella afirmó con un sonido en su garganta. —Suerte. Prepararé todo para ir a surfear. Cortó la llamada de inmediato, siguiendo al hombre de atuendo pulcro, el cual parecía cuidar hasta su forma de respirar. La puerta fue abierta y en ella encontró a la mujer de vestido oscuro que se movía con todo su equipo logístico. —Este será tu color. —le mostró un papel en color negro. Lina la observó sin entender. —Creí haber escuchado… —Cambió todo. No necesitas entender, solo hacer lo que el resto. —pasó a su lado. —Estoy incluyéndote cuando no debería. No me des más problemas, linda. Lina escuchó los murmullos y se dio cuenta de las miradas de los presentes. —Si no nos quisiéramos tanto, juraría que quieres dejarme mal parada. —Tomó el papel que miró para luego dejarlo sobre la mesa. —Pero eso es imposible. La señora Naenia Ercul es una magnífica persona. —Ercil. —Fue lo que dije. —cruzó un brazo. —Entonces negro será. Le sonrió con esa dulzura que siempre lanzaba hacia todos y se giró para salir, aún oyendo algunos murmullos que fueron silenciados de golpe. Cerró la puerta detrás suyo y salió hacia el jardín en donde vio a Nixon y a Kael juntos. El primero tratando de sacar información al segundo, quién se veía poco interesado en darle la atención requerida. —¿Podrías prestarme un auto? Los míos aún no los tengo aquí y necesito ir por mi vestido. —mostró el papel que Kael por instinto vio. Ella fingió no darse cuenta y le tocó el brazo a su esposo. —¿Listo para esta noche, Mayor? —Cad atá tú ag imirt, glitters? —cuestionó Kael. “¿A qué estás jugando, brillitos?” —Deir tú liom, a dhuine. Ar mhaith leat dúinn imirt? —La cara de Kael fue un poema cuando la chica de labios rosa le respondió en su idioma. “Dímelo tú, tío. ¿Quieres que juguemos?” Su temperamento salió a flote. Su mirada se oscureció y los puños se cerraron con enojo. El único que ignoraba lo que dijeron fue el hombre frente a ellos, quien tuvo que preguntar al ver el gesto endurecido del esposo de su tía. —Me dijo un acertijo en irlandés. —justificó Lina con diversión en su mirada. Hacerlo perder la paciencia siempre tenía un sabor a victoria y cuando la evitaba tanto, mucho más. —Puedes tomar un auto. No puedo acompañarte, pero si necesitas ayuda ahí tienes a Sun. Tengo otros asuntos de los que debo hacerme cargo. —caminó con ella hasta los vehículos aparcados a unos metros del jardín. —Tenemos un acuerdo, Adelina. Pero me caes bien, así que te quiero dar una advertencia sobre ese sujeto. —al estar lo suficientemente lejos de todos ella se alejó de Nixon. —Sí no quieres pasar un mal rato, mantente a una distancia prudente de él. Ese tipo no me genera confianza y que esté cerca de tí menos. —¿Debo obedecer como esposa sumisa? —No juegues conmigo, Adelina. No te gustará cuando mi lado caballeroso se vaya. Es mejor llevar la fiesta en paz. —La chica elevó la ceja en su dirección, mirándolo de arriba a abajo. —Vamos a poner las cosas claras, Nixon. —le sacudió el saco. —Las amenazas conmigo no funcionan. La primera recibe advertencia. La segunda una prueba. Colma mi paciencia con una tercera, y mi lado lindo dejará de serlo. —Eres mi esposa. —Pronto tu viuda si continúas hablando. —Tomó las llaves del vehículo, adentrándose a este enseguida para salir de esa casa, dejando a Eleazar a cargo de su Rottweiler. Necesitaba saber si el recolector de información había hecho su trabajo con el tema que rondaba su cabeza. Su peor pesadilla, solía llamarlo. Aunque ella también podía convertirse en la de él.Al llegar a la boutique de su abuela tuvo que escuchar que no se encontraba. Algo que ya sabía, pero no estaba preguntando por ella, si no por un ejemplar que muchas veces le mostró. Con ese podría salir del paso, a su estilo. La dependienta que ya la conocía y sabía que su jefa jamás le negaría algo a su nieta la ayudó a llevar las cajas al vehículo. Mientras Lina le avisaba a Eleazar que no descuidara el pasillo de su dormitorio. No confiaba en nadie en esa casa, y Eleazar podía mantenerla segura. Echó a andar el auto, deteniéndose tan solo unos minutos después. Compró un café y se dirigió a la empresa, siendo recibida como lo que era para todos. La esposa de uno de los socios. Del ascensor se dirigió a la oficina que encontró al final del pasillo, entrando sin pedir permiso, haciendo que el hombre de la silla elevara el rostro de inmediato. —¿Conoces la educación o eso lo ignoras también? —le preguntó Kael en un rugido molesto. —Te traje café y así me tratas. —hizo un puchero
—Acércate. —musitó Lina sin dejar de ver los labios del Mayor. Sus ojos brillaban con intensidad, como un maldit0 embrujo al que este estaba tentado a caer. Ella sintió que el espacio se estaba terminando entre su cuerpo y el del irlandés, pero no se inmutó más que para mover las pestañas que batió más lento, ante la perspectiva de Kael, quien con una orden escuchada no estaba razonando. —Vete de mi oficina. —sus dedos se aferraron al librero con una fuerza nunca antes desconocida. ¿Por qué no la lanzaba por la ventana de una vez? Así se acabaría ese anhelo perpetuo que surgía cada vez que la tenía cerca. Lina sonrió de manera enigmática y salió del encierro en el que estuvo no más que un par de minutos, pero la habían hecho probar algo que no pensó que deseara más. —Te veo esta noche, Hércules. —el lazo de cinta de terciopelo en su cabello daba un toque extrañamente atractivo. Más al darse la vuelta y con ese rostro tan angelical darle una imagen que empeoró el estado de Kael.
—¡Damas y caballeros, bienvenidos a esta noche especial! —dijo la maestra de ceremonias con el micrófono en mano, hacia los invitados. —Es un honor para mí presentarles a nuestros distinguidos invitados, Warren Ercil y su encantadora esposa, Salma.Todos vieron a Salma, pero Warren no se encontraba a lado de su esposa como debía. Por lo que comentarios divertidos y preguntas de donde estaba el mencionado. En lo que el silencio sumergió a las tres personas que estaban alejados de la multitud, dos de ellos en una situación comprometedora y el tercero con una teorías en su cabeza. Warren Ercil, el suegro de Lina, tenía una pose de juez, jurado y verdugo, uno que ya contaba con la respuesta de lo que veía. Era un hombre de mediana edad, con el cabello gris perfectamente peinado hacia atrás y unos ojos azules que parecían perforar el alma de cualquiera que se atreviera a mirarlo.Su rostro estaba marcado por arrugas profundas, no tanto por la edad, sino por los años de intrigas y manipul
—Esto va a desgastarme. Necesito comer un kilo de azúcar para volver a ser yo. —soltó Lina quitándose los zapatos sin importarle nada. Estaba cansada de ese día y aún no terminaba. —¿Quiere que me encargue? —La propuesta de Eleazar la consideró por un momento. Sonaba tentadora. Muy tentadora. No había alguien más calificado que él si decidiera hacerlo, pero para su desgracia, necesitaba a Nixon y no podía matarlo.Nadie se contactaría con una Crown, debía hacerlo con él y el idiota no colaboraba en nada. Eso era lo que la tenía hastiada. —Aún no. —arrugó los labios con pesar luego de un largo silencio. —Llévame a la casa. Necesito recuperar mi energía y mi paciencia, porque si Dios me da fuerzas terminaré siendo viuda a la semana de casada. Aunque el negro me sienta muy bien. —En veinte minutos estamos allá. —contestó Eleazar, evitando reír. Ella no le prestó atención al camino. —Aunque creo que le será muy interesante lo que vi. —lo observó por el espejo. —El Mayor fue recogid
Lina sintió cómo el peso de las palabras de Kael se asentaba en su pecho, como una cadena invisible que la ataba a él. El silencio entre ellos se volvió ensordecedor, solo roto por el sonido de sus respiraciones entrecortadas.La energía que emanaba el irlandés era sumamente peligrosa. Lina trató de regular su respiración. —¿Y si no quiero? —se inclinó hacia la mesa. —¿Y si no quiero ser tuya?—No debes quererlo. Solo no podrás evitarlo. —contestó Kael con su cruel y excitante promesa. —No digas que no te lo avisé. —Mensaje captado, ¿ahora me puedes pasar los zapatos? El piso está frío y ya tengo mis pies calientes. —señaló al suelo. Kael masticó sin darle mayor importancia a sí pedido. Sabía que clase de juegos tenía en su contra y algo tan simple era para provocarlo más. La inocente sonrisa no era más que la fachada para sus jugarretas. —Por favor. —le sonrió con los ojos destellantes de esa ternura que seducía a todos. Kael se levantó, recogió sus zapatos y se los puso en las m
—Adelina, espera. —Nixon la sostuvo del codo, su voz cargada de desesperación. Sus ojos suplicaban, pero ella se giró, zafándose de su agarre con un movimiento decidido.—Dame un minuto. Solo un minuto. Sé que puedes estar celosa, pero déjame explicarlo. —¿Celosa? —Adelina soltó una risa divertida, mientras se quitaba la sudadera. —¿De qué estaría celosa yo por ti?—Soy tu esposo. No tienes que esconderlo. —Nixon la siguió, su voz temblando. —Lo comprendo y lo lamento mucho. Perdí la cuenta de cuánto tomé. No sabía lo que hacía.—Pobrecito. —Adelina se giró, solo con el top y la sudadera en el brazo. Sus ojos brillaban con una mezcla de algo desconocido. —No te preocupes, tu esposa comprensiva lo entiende. Ya que tú puedes tener amantes, buscaré uno también. Así no me dolerá el corazón tanto como me está doliendo ahora. —Hizo un puchero, pero su voz era un filo de acero.—Estás jugando, ¿no?—No, solo te aviso. Para que luego no digas que no lo hice. —Soltó su cabello y sacudió las
—Que emocionante. —Lina corrió cual niña para sentarse frente al escritorio de Kael. —Siempre me ha gustado que me den vía libre para todo. —Pregunta. —la retó nuevamente. —No tengo nada para preguntar en realidad. —movió la mano, sacudiendo el reloj en su muñeca. —Pero hubieras visto tu cara. Su risa lo hizo tomar una bocanada de aire. Se sentó copiando la pose del Mayor, con una de sus comisuras en alto, a la vez que sus ojos lanzaban luz dorada hacia el hombre que la detallaba sin darse cuenta. —Yo tengo una. —se levantó. Se quitó el saco dejando ver la camisa blanca que le dio vista a los brazos que reflejaban su…—¿Tienes un límite? La pregunta la hizo ver el reflejo cuando este la rodeó, mientras arremangó la camisa, ajustando el botón hasta los brazos. —¿En qué aspecto? —preguntó Lina con fingida inocencia. Aunque la sonrisa se le borró cuando el irlandés tomó el espaldar de la silla para tirarla hacia atrás, casi haciéndola caer, salvo porque su mano la sostenía para arr
—No lo sugiero. Si te fijas en cómo funciona en esta aplicación, te darás cuenta que va a llevar un retraso y lo que queremos es verlo en tiempo real. —escuchó Kael cuando entró a su oficina. Lina veía el celular, tecleando a cada nada, mientras el técnico y ella trabajaban sentados en la sala de juntas, muy cerca. —Tío, qué bueno que regresaste. —dijo como si estuviera en verdad aliviada de verlo. —Puedes hacerte cargo solo tú durante una hora. Necesito ir con alguien muy importante. —Sí no están comprometidos para que demonios se incluyen. —contestó con su voz neutral.—Ya recordé que odias la felicidad de la gente. —exclamó lanzando la carpeta frente a ella. —Te cedo mi silla, te puede doler las rodillas si estás tanto tiempo de pie. El irlandés la vio a punto de responder, pero se dijo que era mejor idea no darle la atención buscada en ese momento. Suficiente había tenido para caer de nuevo en lo mismo. Aunque Lina no lo soportara, había alguien que parecía encantada con él.