—Acércate. —musitó Lina sin dejar de ver los labios del Mayor. Sus ojos brillaban con intensidad, como un maldit0 embrujo al que este estaba tentado a caer. Ella sintió que el espacio se estaba terminando entre su cuerpo y el del irlandés, pero no se inmutó más que para mover las pestañas que batió más lento, ante la perspectiva de Kael, quien con una orden escuchada no estaba razonando. —Vete de mi oficina. —sus dedos se aferraron al librero con una fuerza nunca antes desconocida. ¿Por qué no la lanzaba por la ventana de una vez? Así se acabaría ese anhelo perpetuo que surgía cada vez que la tenía cerca. Lina sonrió de manera enigmática y salió del encierro en el que estuvo no más que un par de minutos, pero la habían hecho probar algo que no pensó que deseara más. —Te veo esta noche, Hércules. —el lazo de cinta de terciopelo en su cabello daba un toque extrañamente atractivo. Más al darse la vuelta y con ese rostro tan angelical darle una imagen que empeoró el estado de Kael.
—¡Damas y caballeros, bienvenidos a esta noche especial! —dijo la maestra de ceremonias con el micrófono en mano, hacia los invitados. —Es un honor para mí presentarles a nuestros distinguidos invitados, Warren Ercil y su encantadora esposa, Salma.Todos vieron a Salma, pero Warren no se encontraba a lado de su esposa como debía. Por lo que comentarios divertidos y preguntas de donde estaba el mencionado. En lo que el silencio sumergió a las tres personas que estaban alejados de la multitud, dos de ellos en una situación comprometedora y el tercero con una teorías en su cabeza. Warren Ercil, el suegro de Lina, tenía una pose de juez, jurado y verdugo, uno que ya contaba con la respuesta de lo que veía. Era un hombre de mediana edad, con el cabello gris perfectamente peinado hacia atrás y unos ojos azules que parecían perforar el alma de cualquiera que se atreviera a mirarlo.Su rostro estaba marcado por arrugas profundas, no tanto por la edad, sino por los años de intrigas y manipul
—Esto va a desgastarme. Necesito comer un kilo de azúcar para volver a ser yo. —soltó Lina quitándose los zapatos sin importarle nada. Estaba cansada de ese día y aún no terminaba. —¿Quiere que me encargue? —La propuesta de Eleazar la consideró por un momento. Sonaba tentadora. Muy tentadora. No había alguien más calificado que él si decidiera hacerlo, pero para su desgracia, necesitaba a Nixon y no podía matarlo.Nadie se contactaría con una Crown, debía hacerlo con él y el idiota no colaboraba en nada. Eso era lo que la tenía hastiada. —Aún no. —arrugó los labios con pesar luego de un largo silencio. —Llévame a la casa. Necesito recuperar mi energía y mi paciencia, porque si Dios me da fuerzas terminaré siendo viuda a la semana de casada. Aunque el negro me sienta muy bien. —En veinte minutos estamos allá. —contestó Eleazar, evitando reír. Ella no le prestó atención al camino. —Aunque creo que le será muy interesante lo que vi. —lo observó por el espejo. —El Mayor fue recogid
Lina sintió cómo el peso de las palabras de Kael se asentaba en su pecho, como una cadena invisible que la ataba a él. El silencio entre ellos se volvió ensordecedor, solo roto por el sonido de sus respiraciones entrecortadas.La energía que emanaba el irlandés era sumamente peligrosa. Lina trató de regular su respiración. —¿Y si no quiero? —se inclinó hacia la mesa. —¿Y si no quiero ser tuya?—No debes quererlo. Solo no podrás evitarlo. —contestó Kael con su cruel y excitante promesa. —No digas que no te lo avisé. —Mensaje captado, ¿ahora me puedes pasar los zapatos? El piso está frío y ya tengo mis pies calientes. —señaló al suelo. Kael masticó sin darle mayor importancia a sí pedido. Sabía que clase de juegos tenía en su contra y algo tan simple era para provocarlo más. La inocente sonrisa no era más que la fachada para sus jugarretas. —Por favor. —le sonrió con los ojos destellantes de esa ternura que seducía a todos. Kael se levantó, recogió sus zapatos y se los puso en las m
—Adelina, espera. —Nixon la sostuvo del codo, su voz cargada de desesperación. Sus ojos suplicaban, pero ella se giró, zafándose de su agarre con un movimiento decidido.—Dame un minuto. Solo un minuto. Sé que puedes estar celosa, pero déjame explicarlo. —¿Celosa? —Adelina soltó una risa divertida, mientras se quitaba la sudadera. —¿De qué estaría celosa yo por ti?—Soy tu esposo. No tienes que esconderlo. —Nixon la siguió, su voz temblando. —Lo comprendo y lo lamento mucho. Perdí la cuenta de cuánto tomé. No sabía lo que hacía.—Pobrecito. —Adelina se giró, solo con el top y la sudadera en el brazo. Sus ojos brillaban con una mezcla de algo desconocido. —No te preocupes, tu esposa comprensiva lo entiende. Ya que tú puedes tener amantes, buscaré uno también. Así no me dolerá el corazón tanto como me está doliendo ahora. —Hizo un puchero, pero su voz era un filo de acero.—Estás jugando, ¿no?—No, solo te aviso. Para que luego no digas que no lo hice. —Soltó su cabello y sacudió las
—Que emocionante. —Lina corrió cual niña para sentarse frente al escritorio de Kael. —Siempre me ha gustado que me den vía libre para todo. —Pregunta. —la retó nuevamente. —No tengo nada para preguntar en realidad. —movió la mano, sacudiendo el reloj en su muñeca. —Pero hubieras visto tu cara. Su risa lo hizo tomar una bocanada de aire. Se sentó copiando la pose del Mayor, con una de sus comisuras en alto, a la vez que sus ojos lanzaban luz dorada hacia el hombre que la detallaba sin darse cuenta. —Yo tengo una. —se levantó. Se quitó el saco dejando ver la camisa blanca que le dio vista a los brazos que reflejaban su…—¿Tienes un límite? La pregunta la hizo ver el reflejo cuando este la rodeó, mientras arremangó la camisa, ajustando el botón hasta los brazos. —¿En qué aspecto? —preguntó Lina con fingida inocencia. Aunque la sonrisa se le borró cuando el irlandés tomó el espaldar de la silla para tirarla hacia atrás, casi haciéndola caer, salvo porque su mano la sostenía para arr
—No lo sugiero. Si te fijas en cómo funciona en esta aplicación, te darás cuenta que va a llevar un retraso y lo que queremos es verlo en tiempo real. —escuchó Kael cuando entró a su oficina. Lina veía el celular, tecleando a cada nada, mientras el técnico y ella trabajaban sentados en la sala de juntas, muy cerca. —Tío, qué bueno que regresaste. —dijo como si estuviera en verdad aliviada de verlo. —Puedes hacerte cargo solo tú durante una hora. Necesito ir con alguien muy importante. —Sí no están comprometidos para que demonios se incluyen. —contestó con su voz neutral.—Ya recordé que odias la felicidad de la gente. —exclamó lanzando la carpeta frente a ella. —Te cedo mi silla, te puede doler las rodillas si estás tanto tiempo de pie. El irlandés la vio a punto de responder, pero se dijo que era mejor idea no darle la atención buscada en ese momento. Suficiente había tenido para caer de nuevo en lo mismo. Aunque Lina no lo soportara, había alguien que parecía encantada con él.
Por la mañana despertó con más ánimo. Nada había cambiado entre los habitantes de esa mansión. Nixon fue con ella en el auto, llegando juntos a la empresa. No obstante que Kael la viera con ese hastío de siempre la hizo rodar la mirada. No lo quería cerca. Estuvo a punto de hacer una estupidez que Avery nombró como “Una loca tentación”, pero a ella le supo más a una tontería por no llamarlo otra palabra que la hiciera sentir peor. Él era insoportable y ella para él, solo era una pequeña intrusión en sus planes. No valía la pena y no perdería su tiempo en cosas que no le generarían ninguna ganancia. Lo evitó los días que siguieron, o trató de hacerlo, porque esas miradas llenas de un imponente deseo seguían existiendo. Atila no la acompañaba en su desprecio por él. Aunque lo atribuyó a que no lo conocía realmente, le molestaba ver cómo llegó a hacerle mimos. ¡A su niña! ¿Cómo se atrevía? ¿Por qué las aceptaba Atila también? Naenia por su parte no desaprovechó una oportunidad con K