Tres capítulos en este momento y uno que aún me falta terminar. Espero los disfruten.
Aunque el rodillazo del Mayor lo hizo caer de espaldas, liberándose de ese modo, para que luego Kael se fuera contra el portugués intentando romper su cuello, no obstante, este no se lo permitiría en ningún momento, enterrando los dedos en el esófago de Kael.El Mayor con un grito de esfuerzo, usó su cabeza para golpear la nariz de Boris, sintiendo el crujido del hueso al romperse, pero la sangre no era un problema, el dolor menos con esa descarga de adrenalina que en ninguno disminuyó. El olor a sangre fresca se mezcló con el combustible quemado, creando una atmósfera densa y opresiva. Ambos hombres retrocedieron, respirando pesadamente y mirándose con odio, sus cuerpos estaban cubiertos de heridas y ninguno se atrevía siquiera a repararlas. —¡Abajo, Orlov! —demandó Brease—, ¡De rodillas! —¿Ahora necesitas ayuda? ¡¿Desde cuando un puto cazador necesita ayuda?!El mutuo odio no permitía acatar órdenes de otros y por ello con una mirada bastó para que nadie le quitara el privilegio
Una flota de patrullas trasladaban a ambos sujetos, ambos lejos del otro y sin dejar de mostrar el temor porque despertaran en el camino. Suspirando aliviados al llegar a la estación de policía dónde los dejaron, mientras algunos médicos se hacían cargo de atenderlos.Respiraban fuerte, como si la furia aún controlara sus cuerpos. Limpiando sus heridas, notando las fracturas que hicieron que les colocaran sedantes vía intravenosa para que no se movieran mientras se hacían cargo. Dos oficiales vigilaban a cada uno, con el temor de verlos despiertos y que las balas no fueran suficientes, porque con lo que habían visto, creían todo posible. Mientras tanto en la oficina del FBI, Natalia pasaba de largo con el arreglo floral que la hizo sonreír esta vez al emanar ese aroma que tanto le gustaba. En realidad todos eran hermosos, pero estaba enfadada con su ex, con la agencia y contra los ingleses que habían hecho que se quedara cómo una tonta frente a todo el mundo. Se quitó el abrigo y l
En la oficina del director del FBI, Calderón, estaba en la penumbra, iluminada solo por la luz tenue de una lámpara de escritorio. Kael se encontraba de pie frente a él, con los brazos cruzados y una expresión de determinación en su rostro. Se había cansado de perder. Se había cansado de ese sabor a derrota que por primera vez probó y quería dejar atrás. —Es nuestra única oportunidad para derrocarlos, Kael. Aquí no estamos para decidir si nos gusta o no. Nos atenemos y ya. —dijo Calderón, su voz grave y autoritaria—. No podemos permitirnos fallar. No más. Kael guardó silencio, consciente de la magnitud de la misión. Había pasado semanas en una prisión, perdió a su equipo, perdió mucho y no estaba dispuesto a perder más. Pero ahora, todo dependía de un solo movimiento. —Para esa fecha, su cabeza rodará. De eso me encargo yo. —respondió Kael con firmeza. Calderón lo miró fijamente, evaluando su determinación. —Hay algo más que debes saber. —lo detuvo. —Hay una pieza clave pa
—Los declaro marido y mujer. —culminó el juez. Adelina sonrió por obligación ante los aplausos que se alzaron para festejar el matrimonio. El espectáculo debía continuar y su papel no iba a desentonar. —Debemos saludar a unos amigos y podemos quitarnos el atuendo, cariño. —musitó Nixon, su ahora esposo. Las intenciones de muchos por acercarse se veían desde su lugar y con eso supó que debía estar atenta en la mesa donde, por protocolo, debíamos quedarse. —Tus amigos, no míos. —puntualizó pendiente de todo, menos de ellos. —Diles que estoy fascinada por todo, o lo que quieras. ¡Hay una mesa con pastelillos! —Tesoro, es nuestra boda. —quiso disimular ante quienes había escuchado. —Puede ser tu funeral y tendré hambre. —contestó mirando el punto medio entre los dos. —¿Esperamos a alguien? —Mis padres no podrán venir, así que solo a mi tía y su esposo que llegarán pronto. —contestó pendiente del móvil. —Esperarán vernos juntos, no tú en una esquina y yo en la otra. Hay prot
El festejo no apaciguaba la incómoda posición de Lina en el lugar. Todos tenían una sonrisa en el rostro, menos ella. Por primera vez. El brazo de Nixon la mantenía junto a él, mostrándose como el esposo afectuoso y protector. El sueño de muchas que la veían, envidiando eso. Mientras tanto, ella no soportaba los comentarios vulgares de los amigos de los Ercil sobre algunas de las invitadas. A pesar de la frialdad de su matrimonio de conveniencia, debían mantener las apariencias. Por su parte, Lina, intentaba relajarse, pero la presencia de Kael a solo unos metros con sus ojos de halcón puestos sobre ella en todo momento, la tenía en constante alerta. —¿Estás bien? —preguntó Nixon, notando su tensión. —Sí, solo un poco cansada —respondió haciendo a un lado su brazo, forzando una sonrisa. Nixon la llevó más cerca de nuevo, fingiendo susurrarle al oído siendo esa la señal de qué debía sonreír, porque las apariencias eran todo para los Ercil y él no estaba dispuesto a perder s
—¿Por qué razón ella debe estar en la reunión? —preguntó Naenia a su sobrino. —Acaba de entrar a la familia. Debería estar de luna de miel, no en algo enteramente familiar. —Es mi esposa. —exclamó Nixon perdido en el celular. —Además no aceptó un no como respuesta. Kael giró los ojos ante la respuesta tonta que obtuvo la mujer que se echó el cabello a la espalda y le sonrió al verlo pasar. Tan difícil no era controlar a una niñita que destilaba aromas tan…Una niña al fin. Aunque al entrar a la oficina y ver cómo abrazaba a su Rottweiler, se dio cuenta de que necesitaría demasiada paciencia. El perro, de pelaje negro y brillante, se acurrucó en sus brazos como si fuera un cachorro. —Cierra la puerta, tío. Atila odia el ruido. Él apretó los dientes ante su forma de llamarlo. El resto de los asistentes lo observaron a medida que ocupó su lugar en la cabeza de la mesa; él se concentró en lo que estaban mostrando antes de iniciar y exhaló cuando escuchó el tono mimado con el que la
Lina se despertó al día siguiente con una sensación de inquietud. La noche anterior había descansado lo suficiente para restar estrés a su cuerpo, aunque la confrontación con Kael seguía resonando en su mente. Sabía que no podía permitirse bajar la guardia, especialmente ahora que estaba casada con Nixon. Tenía que esperar una invitación al sindicato que tal vez jamás llegaría, pero había aceptado ese riesgo y no quería pensar en ello como un fracaso. El desayuno en la mansión de los Ercil fue un asunto formal. Se esmeraba en ello y jamás le gustó desentonar. Aunque si tuviera que elegir, optaría por quedarse con Atila en su dormitorio. Nixon estaba absorto en su teléfono, revisando correos y mensajes, junto a su tía, murmurando sobre la llegada de su padre. Mientras Lina intentaba concentrarse en su comida. Sin embargo, la presencia de Kael en la misma habitación hacía que cada bocado fuera difícil de tragar.—Hoy tenemos la cena. No te olvides de pasar por mí. —dijo Naenia hacia
Al llegar a la boutique de su abuela tuvo que escuchar que no se encontraba. Algo que ya sabía, pero no estaba preguntando por ella, si no por un ejemplar que muchas veces le mostró. Con ese podría salir del paso, a su estilo. La dependienta que ya la conocía y sabía que su jefa jamás le negaría algo a su nieta la ayudó a llevar las cajas al vehículo. Mientras Lina le avisaba a Eleazar que no descuidara el pasillo de su dormitorio. No confiaba en nadie en esa casa, y Eleazar podía mantenerla segura. Echó a andar el auto, deteniéndose tan solo unos minutos después. Compró un café y se dirigió a la empresa, siendo recibida como lo que era para todos. La esposa de uno de los socios. Del ascensor se dirigió a la oficina que encontró al final del pasillo, entrando sin pedir permiso, haciendo que el hombre de la silla elevara el rostro de inmediato. —¿Conoces la educación o eso lo ignoras también? —le preguntó Kael en un rugido molesto. —Te traje café y así me tratas. —hizo un puchero