—Ese veneno es desconocido para mí, señor —El doctor Argueta titubeó, tocando los lentes bajó la mirada—. Lo único que pude saber con las muestras es que actúa muy lento. En un término coloquial, pudre el tejido día con día, condenando al individuo a una tortura que se extiende por días, incluso semanas. —¿Hay indicios de quién lo creó? —hidratarse era lo único que podía hacer Boris. —Tengo una idea —el doctor pasó saliva al verlo—. Es una toxina que va a mutar si lo deja mucho tiempo. Puedo crear una cura o conseguirla, pero necesito al menos un par de días para estudiarla —dijo tembloroso—. Quién lo envenenó sabía muy bien lo que hacía. —Tal vez su plan era ver todo el proceso o sólo pensó que debía tener un plan B en caso de que escapara —el portugués bebió un poco más de agua—. Esa gente es impredecible. —Dejando de lado la amenaza, este veneno es fascinante. Podría convertirse en un descubrimiento formidable para mí hallar la cura —dijo Argueta acomodando los lentes. —¿C
El sonido de las explosiones de los vehículos resonaba alrededor de ellos, estrellándose en la calle a la hora de caer envueltos en llamas, creando un caos infernal. La multitud era demasiada para ignorar, pero sabían las jugadas del otro y no pensaban dejar que los tomara por sorpresa. Todos corrían escapando del infierno creado por un hombre sin temor a la muerte, el cuál lo usaba en contra de quién no le intimidaba en absoluto a lo que otros le huían. Ni Boris ni Kael apartaban la mirada el uno del otro. Ambos avanzaban con pasos decididos, furia tomando control de ellos y el objetivo frente a cada uno, sus cuerpos destacables, tensos y listos para el combate. Boris, con su imponente figura y su reputación de ser la reencarnación del mal, sonreía con una mueca de desprecio. Las balas envenenadas que habían condenado su cuerpo apenas parecían afectarlo en ese instante lleno de adrenalina, cuándo su mejor creación y mayor rival estaba frente a él, aunque un observador atento notarí
Aunque el rodillazo del Mayor lo hizo caer de espaldas, liberándose de ese modo, para que luego Kael se fuera contra el portugués intentando romper su cuello, no obstante, este no se lo permitiría en ningún momento, enterrando los dedos en el esófago de Kael. El Mayor con un grito de esfuerzo, usó su cabeza para golpear la nariz de Boris, sintiendo el crujido del hueso al romperse, pero la sangre no era un problema, el dolor menos con esa descarga de adrenalina que en ninguno disminuyó. El olor a sangre fresca se mezcló con el combustible quemado, creando una atmósfera densa y opresiva. Ambos hombres retrocedieron, respirando pesadamente y mirándose con odio, sus cuerpos estaban cubiertos de heridas y ninguno se atrevía siquiera a repararlas. —¡Abajo, Orlov! —demandó Brease—, ¡De rodillas! —¿Ahora necesitas ayuda? ¡¿Desde cuando un puto cazador necesita ayuda?! El mutuo odio no permitía acatar órdenes de otros y por ello con una mirada bastó para que nadie le quitara el privile
Una flota de patrullas trasladaban a ambos sujetos, ambos lejos del otro y sin dejar de mostrar el temor porque despertaran en el camino. Suspirando aliviados al llegar a la estación de policía dónde los dejaron, mientras algunos médicos se hacían cargo de atenderlos. Respiraban fuerte, como si la furia aún controlara sus cuerpos. Limpiando sus heridas, notando las fracturas que hicieron que les colocaran sedantes vía intravenosa para que no se movieran mientras se hacían cargo. Dos oficiales vigilaban a cada uno, con el temor de verlos despiertos y que las balas no fueran suficientes, porque con lo que habían visto, creían todo posible. Mientras tanto en la oficina del FBI, Natalia pasaba de largo con el arreglo floral que la hizo sonreír esta vez al emanar ese aroma que tanto le gustaba. En realidad todos eran hermosos, pero estaba enfadada con su ex, con la agencia y contra los ingleses que habían hecho que se quedara cómo una tonta frente a todo el mundo. Se quitó el abrigo
El doctor en su despacho revisaba las radiografías y los informes médicos que le habían llevado recientemente, sin emitir un sólo sonido. La puerta se abrió y el director Bonanno entró con una expresión de urgencia mientras su chamarra distintiva de la agencia daba a conocer quién era. —Disculpe la manera, doctor, pero necesito un informe detallado sobre el estado del Mayor Kael Romano —dijo Denver, sin preámbulos.—No se preocupe, son justos los que estaba viendo. El doctor asintió restando importancia, entregándole la carpeta con los documentos que él mismo acaba de leer.—Director, el Mayor sufrió múltiples lesiones—, expuso colocando un brazo cruzado bajo su pecho. —Tiene una fractura en la mandíbula, aunque no es de gran preocupación. Con el tratamiento adecuado, debería recuperarse sin mayores complicaciones. Bonanno asintió, impaciente.—Continúe, —animó.—Su pierna también está fracturada, pero es una fractura limpia. Con fisioterapia, estimo que podrá caminar nuevamente en
—No está despierto, ni en condiciones de recibir visitas, así que verlo sólo por hacerlo no cuenta como una, sargento— trató de mediar Bellucci, mientras Helena miraba el botón que la pelinegra se había desabrochado. Claramente no era una visita amistosa. Tampoco tenía interés en averiguar más. —Créeme que hay muchas que querrían ver ese rostro por horas— rió mirando al jefe de ambos en la camilla, con el rostro girado al otro lado. —Pero tienes razón. La idea es que me vea para que sepa que vine. —El jefe está comprometido— le hizo saber Helena. Pilar Sandes arqueó una ceja con incredulidad. —Por alguna misión seguramente, —dedujo luego de segundos. —No, esta vez es en serio —agregó la agente Vasco haciendo que la sargento arrugara la cara. —El Mayor Romano no es alguien hecho para relaciones exclusivas— lo detalló desde su sitio. —Pero da igual. Me avisan si ven a algún intruso. Este sitio está cerrado para cualquiera que no sea personal esencial, sin embargo, por s
—Debemos monitorearlo aún, pero la cirugía fue un éxito —mencionó el doctor por horas de la noche—. Aún no es recomendable que sea movido del hospital, pero por la mañana, si su recuperación es la esperada, podríamos realizar una nueva evaluación. Denver estaba atado de manos en eso. Para su desgracia, cuidar de la vida de un criminal era parte de los derechos que no podía romper. Kael por su parte, durmió toda la noche al no tener más opción, ya que Lina tampoco podía estar ahí y tantos analgésicos sólo causaban más sueño. Aunque a media noche percibió la puerta abriéndose, sintiendo el aroma a cereza. Sin embargo, no hizo ni el esfuerzo de averiguar qué quería la sargento, ya que asuntos pendientes tenían solo en los sueños de ella. La mujer de cabello en coleta sin hebras sueltas rodeó la camilla, alzando la mano para rozar la frente del Mayor, el cuál abrió los ojos en ese preciso instante. Una mirada fue suficiente para que desistiera de su idea. —Sorpresa, Capitán ¿o debo d
—Él sabía que no era Boris quién estaba en esta habitación —dijo Kael acomodándose en la camilla—. Me buscaba. Los demás no tengo idea. —Bellucci busca el sello de nombramiento —la demanda de Denver fue acatada por el agente que le abrió el cuello de la camisa al sujeto en el piso. —Lo tiene. Es un cazador—, contestó por medio del teléfono, a la vez que revisaba el otro. —El segundo no lo tiene. —Los cazadores del imperio negro no trabajan con alguien que no sea cazador. —exclamó Kael mirando a Lina, quién negó con una mueca ser la responsable. Tenían monegascos y hasta los Demons trabajando con ellos, y aún cuándo los cazadores no trabajaban con alguien ajeno a su líder, no se le hacía extraño que llegara a suceder. Con todo eso, confiaba en que Lina no sería capaz de mentirle. Por lo que analizaba todo, mientras retiraba la aguja de su brazo. —¿Qué estás haciendo? —Lina lo sostuvo. —No está en condiciones para esto, Mayor. Nos haremos cargo. —dijo Denver al verlo tan apresurad