―Él me miró a los ojos y con esa sola mirada me hizo desmoronarme en mis adentros. Todo en mi ser quedó rendido a los pies de ese hombre de mirada decidida y voraz, ese hombre era capaz de dejarme sin aliento y sin habla. Yo miré en todas las direcciones tratando de encontrar alguna otra explicación. Yo estaba tratando de descifrar si era a mí a quien miraba, pues la sorpresa me invadió de solo sopesar la cuestión y es que no era cualquier hombre el que se había fijado en mí, era un dios de la seducción en todo el sentido de la palabra, un hombre capaz de trastocar cualquier corazón con su sola presencia, una verdadera situación para que las piernas de cualquiera sucumbieran debajo del peso de un incontrolable temblor. La distancia que nos separaba quedó franqueada en cuestión de instantes someros. Su fragancia estalló en mi rostro, haciéndome respirar de lleno el perfume de su ser que se quedó impregnado en mi memoria como un recuerdo d
―No puedes soñar tanto Emi. La crítica de Ana era parte de la rutina diaria. Sus palabras atentas y concienzudas eran parte de sus intentos de hacerme entrar en razón. Su amor por mí era innegable, después de toda una amistad de más quince años debía ser así de fuerte. A Ana la conocí en el jardín de infancia cuando ambas apenas éramos unas pequeñas de cuatro añitos, desde entonces congeniamos como si en otra vida hubiésemos sido las mejores amigas. ―Soñar no cuesta nada ―le dije terminando de acomodar mi mochila para pasar a darme un vistazo en el espejo. ―Es cierto ―admitió mi amiga con bronca al tener que volver a repasar casi al calco una conversación ya recurrente―, no cuesta nada, pero también puede hacerte vivir en un mundo de fantasías que no es el mundo real. Con un gesto de mi rostro dejé en claro que no estaba de acuerdo con su opinión, justo como había ocurrido en tantas ocasion
Emily Reyes era mi nombre de pila con un apellido latino por la ascendencia no comprobada de mi papá. En mi corazón guardaba miles de sueños y esperanzas, pero ninguna como la de poder terminar de afianzarme económicamente para poder demostrar ante la corte que me podía valer por mí misma lo suficientemente bien como para recibir la tutela de mi hermano de doce años. Él había estado viviendo en un internado subvencionado por el gobierno desde el incidente con mi tío. Yo también estuve un par de años en el lugar mientras terminaba de cumplir la mayoría de edad, por lo cual podía saber de primera mano que aquello era un infierno. Por falta de formación académica no podía conseguir empleos lo suficientemente bien remunerados como para aspirar a poder demostrar un mínimo de estabilidad. Lo poco que ganaba se me iba en las cuentas por pagar y en una que otra metida de pata, como la vez que me tocó pagarle a Ana su coche por una indiscreción al volante que por suerte solo me
El abogado ni siquiera me dijo su nombre. Su gesto era el de un hombre apresurado y con ganas de terminar el trámite cuanto antes.Accedí a una oficina lujosa y con acabados de una belleza exquisita y sobria. Colores, blancos y negros, gobernaban el lugar, mientras que tenía una vista de fondo de lo que era la extensión de una gran parte de la ciudad.Con un gesto de su mano me invitó a tomar asiento frente al inmenso escritorio de madera oscura que tenía frente a mí. Yo no era una chica particularmente tímida, pero por lo pronto estaba decidida a mantener mis instintos autodestructivos bajo control, por lo menos durante la presentación y la firma del contrato.Asentí y tomé asiento mientras el sujeto alto y delgado rodeaba el escritorio para tomar asiento frente a mí.―Mi nombre es…―No lo diga por favor ―el sujeto se apresuró a interrumpirme sin darme siquiera la oportunidad de reaccionar. Aquella reacción tan intempestiva de su parte me dejó un poco desencajada, por lo que esperé a
La secretaria asintió pidiéndole al sujeto que aguardara un momento a la espera de la notificación de aquella información. La rubia, que era la viva imagen de una de esas mujeres delgadas y esbeltas que se ven en las películas trabajando como secretarias en las grandes industrias, se levantó de su asiento caminando con sensualidad hasta perderse detrás de la inmensa puerta metalizada que se encontraba al fondo del lugar. El sujeto del traje oscuro me hizo señas para pedirme un poco de paciencia, cosa que no hizo mucho efecto en mi ánimo, pues para esas alturas yo era un completo manojo de nervios. No es que estuviera temerosa de lo que estaba por enfrentar, pero ciertamente encontrarse con el enigmático dueño de aquella empresa era algo con lo que no se comenzaba un típico primer día en cualquier otro trabajo.Solo un par de minutos transcurrieron antes de que la secretaria volviera a salir de la oficina para dirigirse a nosotros.―El señor Cavill está listo para recibirles.El sujeto
―Lo siento yo tampoco entiendo.Fueron las únicas palabras que pude pronunciar en medio de la hecatombe que se desencadenó en el epicentro de aquella oficina.La mujer del vestido manchado se encontraba histérica mientras con su gesto dejaba en claro que yo no era su persona favorita en el mundo. Con las venas de su cuello a punto de estallar y sus manos apretadas formando puños amenazantes, la mujer gesticulaba mientras insultaba al escuchar mi declaración de inocencia.― ¡¿Pero qué diablos hiciste firmando ese contrato?! ―me preguntó la rubia con mucha furia.―Sí, ¿Por qué firmó el contrato señorita? ―el sujeto del traje marón también se sumó al juicio en mi contra, pues quedaba en claro que algo no andaba bien.―Es que yo vine a firmar un contrato señor ―respondí haciendo un acopio de fuerzas enorme―… yo envié mi hoja de vida para el puesto de servicio y me dijeron que hoy debía pasar a firmar mi contrato de empleo.El sujeto del traje explayó sus ojos con un gesto de exagerada sor
La puerta se cerró y mi corazón sintió el golpe en lo profundo de mi ser. Un susto inaudito me embargó en ese mismo momento en el cual recalé en la idea de que me había quedado a solas con el hombre más rico y guapo que podía aspirar a conocer. Era una situación disparatada e inesperada que se había propiciado en extrañas condiciones, pero que al fin de cuentas me había dejado con la mirada de color cielo de ese hombre atravesándome el alma.Un silencio pesado y denso me aplastó contra mis propios miedos en ese instante de infinitas repercusiones en mi ánimo. Sus labios sellados y sin mostrar ninguna emoción me mantuvieron prendada de ellos en todo ese tiempo.Yo quería hablar, decir algo, preguntar para poder drenar tantas dudas, pero nada respondía en mí ser, ni mis piernas ni mis labios, todo mi cuerpo se encontraba petrificado bajo los efectos de su mirada penetrante. Casi podía decirse que se trataba de una experiencia sobrenatural, pero yo sabía bien que todo era por el efecto s
Sometimiento ― ¡¿Sometimiento?! ―pregunté escandalizada y con la confusión apremiante desbordando de mí ser. El señor Cavill no se inmutó en demasía por mi gesto de sorpresa, para él aquello era cuando mucho un contratiempo, pero en ningún momento se mostró si simpatizara con mi situación. ―No estoy para repetir las cosas, señorita, no es mi culpa que su torpeza le hiciera firmar un contrato sin dignarse a leerlo primero. La dualidad habitaba en ese cuerpo de una manera impresionante. El mismo hombre que me había dejado sin aliento solo con una mirada cautivadora también estaba consiguiendo conminar mi desprecio con su prepotencia y altivez desmedida. Con una mirada de pleno desencanto le dejé en claro que sus palabras no habían calado en mi ánimo, sino que, al contrario, habían potenciado mi enfado, pero ese gesto de mi parte parecía haber desencadenado nuevamente los demonios de su interior. Con esa mirada de reproche le reté, pues su humanidad nuevamente se me vino encima, tomán