―Él me miró a los ojos y con esa sola mirada me hizo desmoronarme en mis adentros. Todo en mi ser quedó rendido a los pies de ese hombre de mirada decidida y voraz, ese hombre era capaz de dejarme sin aliento y sin habla.
Yo miré en todas las direcciones tratando de encontrar alguna otra explicación. Yo estaba tratando de descifrar si era a mí a quien miraba, pues la sorpresa me invadió de solo sopesar la cuestión y es que no era cualquier hombre el que se había fijado en mí, era un dios de la seducción en todo el sentido de la palabra, un hombre capaz de trastocar cualquier corazón con su sola presencia, una verdadera situación para que las piernas de cualquiera sucumbieran debajo del peso de un incontrolable temblor.
La distancia que nos separaba quedó franqueada en cuestión de instantes someros. Su fragancia estalló en mi rostro, haciéndome respirar de lleno el perfume de su ser que se quedó impregnado en mi memoria como un recuerdo del cómo debía ser la fragancia de los ángeles. En esa cercanía, sus ojos de un color azul tan brillante como el cielo de una mañana de verano me impactaron de inmediato, empujándome a mirar el resto de su ser bajo los efectos de un encantamiento sin comparación. La línea de su rostro era recta donde convenía rectitud y simetría, mientras que en las partes donde le convenía la fluidez y el dinamismo su rostro de igual manera sabía portar ese dejo de audacia indómita. La piel tersa y lozana que se extendía inmaculada y sin arrugas en toda su superficie mientras me miraba con un gesto imperturbable y sin expresión. Mi ser se desprendió de cualquier escrúpulo y vergüenza, pues para ese punto ya de nada valía, pues la expresión de éxtasis debía ser evidente de cabo a rabo en mi rostro, pero estaba segura de que él ya esperaba algo así. Un hombre como él debía estar acostumbrado a provocar ese tipo de reacciones en todas las personas de su alrededor.
Dando un paso más adelante, aquella inmensa humanidad se plantó ante mí con toda su corpulencia. Un cuerpo musculoso y bien formado que se cubría con un traje de la más elegante confección servía como catalizador de mi mutismo. Ese último pasó lo dejó a escasos centímetros de mi rostro, ya no quedaban dudas, era a mí a quien buscaba.
Sus labios sensuales que comenzaron a mostrar lo que era la sonrisa más sensual que el mundo hubiera conocido cuando descubrió el leve temblor que se había apoderado de mi ser. Aquel rostro, para una fanática del cine de superhéroes como yo, mejor dicho de los actores que actúan en esas películas, no podía quedarme sin reacción: Ese hombre era una mezcla entre un Superan y un Capitán América.
―Quiero hacerte el amor ―me dijo sin ningún tipo de advertencia ni previo aviso. Fue algo del todo inesperado que llenó mi ser de una sensación de desconcierto inmediato, no un desconcierto negativo ni mucho menos; mi desconcierto fue del tipo de quien no sabe ponerse de acuerdo si festejar, bailando o dando saltitos o quizás ambas cosas al mismo tiempo.
Sin embargo, no podía dejar que la emoción me dejara en evidencia tan pronto, por lo cual me apeé para mostrarme como una mujer segura y con mucha decisión en un momento como ese.
―No eres el único ―fue mi respuesta cuando mi mano se colocó confianzuda sobre su pecho de acero. Mis labios abiertos ligeramente para dejar entrever mi lengua que hacía movimientos sensuales al hablar eran una invitación.
El sujeto sonrió con fastidio. Aquella no era definitivamente la respuesta que él esperaba de mí, pero esa era justamente la reacción que yo buscaba en él, no quería que él creyese que yo iba a caer rendida a sus pies a las primeras de cambio. Era necesario que él supiera que debía esforzarse si quería acercarse a mí.
Su sombra se hizo más grande cuando toda distancia que existía entre nosotros dejó de existir. El inmenso dios seductor me empujó hasta que mi espalda se recostara contra la pared detrás de mí, mientras que sus manos se acomodaron en mi humanidad para someterme, de manera que mi cuello quedó erguido con su boca respirándome cerca de la yugular de manera amenazadora.
―Pero yo no soy cualquiera ―susurró él con total seguridad. En su voz se descubría la capacidad que él sabía que tenía para ser irresistible, sabía que yo me moría por él, aunque me esforzaba en contenerme.
Entonces, sin previo aviso, comenzó a besarme con pasión. Sus labios entrenados sabían cómo acariciar la superficie de mi cuello desnudo, ocasionando que el deseo que se encontraba contenido dentro de mí brotara sin contención. Era un espectáculo de puro placer. Apenas y podía recalar en el hecho de que nos encontrábamos en un lugar público, cosa que a él parecía importarle poco y que para mí, de alguna manera, parecía convertirse en un fuerte potenciador de mi pasión. La adrenalina de que alguien me descubriera en brazos de ese hombre poderoso me excitaba hasta el éxtasis.
Sus manos buscaron incursionar debajo de mi blusa, cosa que significó la ruptura de cualquier barrera de pudor: ya estaba rendida frente a él. Un delirio como ese era algo que no me sentía capaz de experimentar. No lo conocía, ni siquiera sabía su nombre, pero estaba completamente entregada a él y sin importar lo que nadie pudiera decirme, estaba decidido a llegar hasta las últimas consecuencias de aquel encuentro furtivo.
Cuando por fin llegó el momento de consumar el deseo que nos consumía a los dos, me dieron ganas de morirme en ese mismo instante: me despertó el sonido de la alarma. Quería estallar, lanzar el teléfono contra la pared. Me habían arrancado el momento por el cual me había estado derritiendo, pero me calmé, sabía que aquello no había sido un sueño: Aquello fue una premonición sobre el amor de mi vida que conoceré hoy mismo, eso puedes asegurarlo.
―No puedes soñar tanto Emi. La crítica de Ana era parte de la rutina diaria. Sus palabras atentas y concienzudas eran parte de sus intentos de hacerme entrar en razón. Su amor por mí era innegable, después de toda una amistad de más quince años debía ser así de fuerte. A Ana la conocí en el jardín de infancia cuando ambas apenas éramos unas pequeñas de cuatro añitos, desde entonces congeniamos como si en otra vida hubiésemos sido las mejores amigas. ―Soñar no cuesta nada ―le dije terminando de acomodar mi mochila para pasar a darme un vistazo en el espejo. ―Es cierto ―admitió mi amiga con bronca al tener que volver a repasar casi al calco una conversación ya recurrente―, no cuesta nada, pero también puede hacerte vivir en un mundo de fantasías que no es el mundo real. Con un gesto de mi rostro dejé en claro que no estaba de acuerdo con su opinión, justo como había ocurrido en tantas ocasion
Emily Reyes era mi nombre de pila con un apellido latino por la ascendencia no comprobada de mi papá. En mi corazón guardaba miles de sueños y esperanzas, pero ninguna como la de poder terminar de afianzarme económicamente para poder demostrar ante la corte que me podía valer por mí misma lo suficientemente bien como para recibir la tutela de mi hermano de doce años. Él había estado viviendo en un internado subvencionado por el gobierno desde el incidente con mi tío. Yo también estuve un par de años en el lugar mientras terminaba de cumplir la mayoría de edad, por lo cual podía saber de primera mano que aquello era un infierno. Por falta de formación académica no podía conseguir empleos lo suficientemente bien remunerados como para aspirar a poder demostrar un mínimo de estabilidad. Lo poco que ganaba se me iba en las cuentas por pagar y en una que otra metida de pata, como la vez que me tocó pagarle a Ana su coche por una indiscreción al volante que por suerte solo me
El abogado ni siquiera me dijo su nombre. Su gesto era el de un hombre apresurado y con ganas de terminar el trámite cuanto antes.Accedí a una oficina lujosa y con acabados de una belleza exquisita y sobria. Colores, blancos y negros, gobernaban el lugar, mientras que tenía una vista de fondo de lo que era la extensión de una gran parte de la ciudad.Con un gesto de su mano me invitó a tomar asiento frente al inmenso escritorio de madera oscura que tenía frente a mí. Yo no era una chica particularmente tímida, pero por lo pronto estaba decidida a mantener mis instintos autodestructivos bajo control, por lo menos durante la presentación y la firma del contrato.Asentí y tomé asiento mientras el sujeto alto y delgado rodeaba el escritorio para tomar asiento frente a mí.―Mi nombre es…―No lo diga por favor ―el sujeto se apresuró a interrumpirme sin darme siquiera la oportunidad de reaccionar. Aquella reacción tan intempestiva de su parte me dejó un poco desencajada, por lo que esperé a
La secretaria asintió pidiéndole al sujeto que aguardara un momento a la espera de la notificación de aquella información. La rubia, que era la viva imagen de una de esas mujeres delgadas y esbeltas que se ven en las películas trabajando como secretarias en las grandes industrias, se levantó de su asiento caminando con sensualidad hasta perderse detrás de la inmensa puerta metalizada que se encontraba al fondo del lugar. El sujeto del traje oscuro me hizo señas para pedirme un poco de paciencia, cosa que no hizo mucho efecto en mi ánimo, pues para esas alturas yo era un completo manojo de nervios. No es que estuviera temerosa de lo que estaba por enfrentar, pero ciertamente encontrarse con el enigmático dueño de aquella empresa era algo con lo que no se comenzaba un típico primer día en cualquier otro trabajo.Solo un par de minutos transcurrieron antes de que la secretaria volviera a salir de la oficina para dirigirse a nosotros.―El señor Cavill está listo para recibirles.El sujeto
―Lo siento yo tampoco entiendo.Fueron las únicas palabras que pude pronunciar en medio de la hecatombe que se desencadenó en el epicentro de aquella oficina.La mujer del vestido manchado se encontraba histérica mientras con su gesto dejaba en claro que yo no era su persona favorita en el mundo. Con las venas de su cuello a punto de estallar y sus manos apretadas formando puños amenazantes, la mujer gesticulaba mientras insultaba al escuchar mi declaración de inocencia.― ¡¿Pero qué diablos hiciste firmando ese contrato?! ―me preguntó la rubia con mucha furia.―Sí, ¿Por qué firmó el contrato señorita? ―el sujeto del traje marón también se sumó al juicio en mi contra, pues quedaba en claro que algo no andaba bien.―Es que yo vine a firmar un contrato señor ―respondí haciendo un acopio de fuerzas enorme―… yo envié mi hoja de vida para el puesto de servicio y me dijeron que hoy debía pasar a firmar mi contrato de empleo.El sujeto del traje explayó sus ojos con un gesto de exagerada sor
La puerta se cerró y mi corazón sintió el golpe en lo profundo de mi ser. Un susto inaudito me embargó en ese mismo momento en el cual recalé en la idea de que me había quedado a solas con el hombre más rico y guapo que podía aspirar a conocer. Era una situación disparatada e inesperada que se había propiciado en extrañas condiciones, pero que al fin de cuentas me había dejado con la mirada de color cielo de ese hombre atravesándome el alma.Un silencio pesado y denso me aplastó contra mis propios miedos en ese instante de infinitas repercusiones en mi ánimo. Sus labios sellados y sin mostrar ninguna emoción me mantuvieron prendada de ellos en todo ese tiempo.Yo quería hablar, decir algo, preguntar para poder drenar tantas dudas, pero nada respondía en mí ser, ni mis piernas ni mis labios, todo mi cuerpo se encontraba petrificado bajo los efectos de su mirada penetrante. Casi podía decirse que se trataba de una experiencia sobrenatural, pero yo sabía bien que todo era por el efecto s
Sometimiento ― ¡¿Sometimiento?! ―pregunté escandalizada y con la confusión apremiante desbordando de mí ser. El señor Cavill no se inmutó en demasía por mi gesto de sorpresa, para él aquello era cuando mucho un contratiempo, pero en ningún momento se mostró si simpatizara con mi situación. ―No estoy para repetir las cosas, señorita, no es mi culpa que su torpeza le hiciera firmar un contrato sin dignarse a leerlo primero. La dualidad habitaba en ese cuerpo de una manera impresionante. El mismo hombre que me había dejado sin aliento solo con una mirada cautivadora también estaba consiguiendo conminar mi desprecio con su prepotencia y altivez desmedida. Con una mirada de pleno desencanto le dejé en claro que sus palabras no habían calado en mi ánimo, sino que, al contrario, habían potenciado mi enfado, pero ese gesto de mi parte parecía haber desencadenado nuevamente los demonios de su interior. Con esa mirada de reproche le reté, pues su humanidad nuevamente se me vino encima, tomán
El inicioMi alma entera era un completo caos y un conflicto abismal se apoderaba de mis pensamientos. No era algo que hubiese siquiera considerado en otras condiciones, pero esas no eran condiciones ordinarias, yo literalmente me encontraba suspirando por ese sujeto a pesar de su trato mezquino y su actitud tóxica y como si eso no fuese suficiente me estaba ofreciendo prácticamente justo lo que pedía al cielo cada noche antes de irme a la cama: Estabilidad económica y una casa propia para poder sacar a mi hermano de aquel infierno donde se encontraba encerrado.La idea sola de estar manteniendo una conversación respecto a una propuesta de implicaciones tan insólitas me resultaba en un chiste de mal gusto, pero peor se tornó la situación cuando me vi obligada a interrumpir la destrucción de ese contrato que había firmado sin conocimiento y que ahora me estaba obligando a situaciones inauditas e insólitas. Destruir ese contrato habría sido el anhelo de mi corazón en otro momento, pero