Una felicidad a cambio― ¡Emi! ―le escuché decir con aquella voz dulce e inocente que me hizo volver a vivir, por lo menos estaba descubriendo que, en medio de mi mar de angustia, estaba reservada una felicidad para mí― ¡Viniste por mí!David sonrió cuando comenzó a correr hacia mí. Él era un chico que parecía mucho mayor a la edad que de verdad tenía, pero en el fondo aún era un niño capaz de emocionarse sin disimulo como el niño que era.Mi hermano llegó a mis brazos y me regaló la vida que había perdido todo ese tiempo. Tenerlo entre mis brazos por lo menos me permitía saber que aquello era tangible, que era real, sabía que en medio de mi angustia y miseria, por lo menos la que era mi meta de vida, estaba siendo alcanzada de manera efectiva.Sus huesos a flor de piel daban muestra de la mala alimentación que recibía en el lugar, lo mismo que aquella ropa sucia y raída que demostraba la poca importancia que le daban a los internos, situación que yo tenía más que comprobada, pues yo
Explicaciones difícilesAna abrazó a David de una manera muy emotiva que me hizo sonreír de felicidad de solo poder contemplar esa escena. David apenas podía acordarse de aquella joven que estudiaba con su hermana y que visitaba la casa de vez en cuando, por eso se sintió un poco incómodo cuando esa que ahora era toda una mujer en todo el sentido de la palabra lo estrechó entre sus brazos estrechándolo contra sus enormes pechos. En el rostro de mi hermano pude descubrir ese destello de incertidumbre que me podía hacer saber que la inocencia del niño ya había comenzado a abandonarle; sin embargo, yo me seguía negando a aceptar aquellas acusaciones que Owen había hecho en su contra de manera cobarde. Aquello no me cabía en la cabeza, era algo que sencillamente no podía asimilar.En el trayecto de regreso al departamento intenté y de hecho estuve a punto de preguntarle sobre el asunto, pero preferí callar y no arruinarle el momento, pues la sonrisa de su rostro era algo verdaderamente gr
Epílogo¿Despedida?― ¿Pero cómo piensas comenzar de cero? ―se preocupó Ana al escuchar mis planes de mudarme al pequeño pueblo donde habíamos crecido con mis padres antes de mudarnos a la ciudad. La idea se había instaurado de inmediato en mi cabeza, apenas entendí que mi estancia en la ciudad iba a ser imposible por demás. La preocupación de Ana era entendible, sobre todo asumiendo que los últimos dos años no había tenido ni siquiera el suficiente dinero como para pagar el arriendo de un lugar propio, pero lo que ella no sabía era que en cuestión de un par de días el dinero había dejado de ser el problema. La que antes era la mayor prioridad en mi vida, ya había dejado de serlo. De golpe me encontraba con el dinero suficiente como para estar viviendo una vida tranquila con mi hermano, puesto que el señor Martins antes de irse había depositado en mis manos una paca, de billetes de a cien, tan grande que ni siquiera me había atrevido a contarla. Mi mochila de los días de escuela, esa
Muchas gracias, querida lectora por darle la oportunidad a mi historia y llegar hasta este punto. Sé que esto no es un final ni mucho menos. Son demasiadas las preguntas sin respuesta que quedan en el aire, pero no te preocupes, la historia no acaba aquí, esta solo es la primera parte de una trilogía que he preparado con muchísimo amor para todas ustedes. Sé que no es perfecta, pero hemos puesto todo el corazón escribiéndola para que sea de su agrado y puedan tener una historia con la cual suspirar y enamorarse.Sometida por obligación es el título de la segunda parte de esta trilogía, donde seguiremos los pasos de la protagonista para enfrentarse a esa nueva vida obligada a vivir lejos del amor de su vida y lo que hará falta para recuperar lo que perdió.Sé que las dudas son muchas y que hay muchas preguntas que no nos dejaran dormir, por eso les aseguro que si siguen la segunda parte no se arrepentirán.Les recuerdo que pueden seguirme en mi página de escritor en Facebook, donde est
―Él me miró a los ojos y con esa sola mirada me hizo desmoronarme en mis adentros. Todo en mi ser quedó rendido a los pies de ese hombre de mirada decidida y voraz, ese hombre era capaz de dejarme sin aliento y sin habla. Yo miré en todas las direcciones tratando de encontrar alguna otra explicación. Yo estaba tratando de descifrar si era a mí a quien miraba, pues la sorpresa me invadió de solo sopesar la cuestión y es que no era cualquier hombre el que se había fijado en mí, era un dios de la seducción en todo el sentido de la palabra, un hombre capaz de trastocar cualquier corazón con su sola presencia, una verdadera situación para que las piernas de cualquiera sucumbieran debajo del peso de un incontrolable temblor. La distancia que nos separaba quedó franqueada en cuestión de instantes someros. Su fragancia estalló en mi rostro, haciéndome respirar de lleno el perfume de su ser que se quedó impregnado en mi memoria como un recuerdo d
―No puedes soñar tanto Emi. La crítica de Ana era parte de la rutina diaria. Sus palabras atentas y concienzudas eran parte de sus intentos de hacerme entrar en razón. Su amor por mí era innegable, después de toda una amistad de más quince años debía ser así de fuerte. A Ana la conocí en el jardín de infancia cuando ambas apenas éramos unas pequeñas de cuatro añitos, desde entonces congeniamos como si en otra vida hubiésemos sido las mejores amigas. ―Soñar no cuesta nada ―le dije terminando de acomodar mi mochila para pasar a darme un vistazo en el espejo. ―Es cierto ―admitió mi amiga con bronca al tener que volver a repasar casi al calco una conversación ya recurrente―, no cuesta nada, pero también puede hacerte vivir en un mundo de fantasías que no es el mundo real. Con un gesto de mi rostro dejé en claro que no estaba de acuerdo con su opinión, justo como había ocurrido en tantas ocasion
Emily Reyes era mi nombre de pila con un apellido latino por la ascendencia no comprobada de mi papá. En mi corazón guardaba miles de sueños y esperanzas, pero ninguna como la de poder terminar de afianzarme económicamente para poder demostrar ante la corte que me podía valer por mí misma lo suficientemente bien como para recibir la tutela de mi hermano de doce años. Él había estado viviendo en un internado subvencionado por el gobierno desde el incidente con mi tío. Yo también estuve un par de años en el lugar mientras terminaba de cumplir la mayoría de edad, por lo cual podía saber de primera mano que aquello era un infierno. Por falta de formación académica no podía conseguir empleos lo suficientemente bien remunerados como para aspirar a poder demostrar un mínimo de estabilidad. Lo poco que ganaba se me iba en las cuentas por pagar y en una que otra metida de pata, como la vez que me tocó pagarle a Ana su coche por una indiscreción al volante que por suerte solo me
El abogado ni siquiera me dijo su nombre. Su gesto era el de un hombre apresurado y con ganas de terminar el trámite cuanto antes.Accedí a una oficina lujosa y con acabados de una belleza exquisita y sobria. Colores, blancos y negros, gobernaban el lugar, mientras que tenía una vista de fondo de lo que era la extensión de una gran parte de la ciudad.Con un gesto de su mano me invitó a tomar asiento frente al inmenso escritorio de madera oscura que tenía frente a mí. Yo no era una chica particularmente tímida, pero por lo pronto estaba decidida a mantener mis instintos autodestructivos bajo control, por lo menos durante la presentación y la firma del contrato.Asentí y tomé asiento mientras el sujeto alto y delgado rodeaba el escritorio para tomar asiento frente a mí.―Mi nombre es…―No lo diga por favor ―el sujeto se apresuró a interrumpirme sin darme siquiera la oportunidad de reaccionar. Aquella reacción tan intempestiva de su parte me dejó un poco desencajada, por lo que esperé a