Confusión

La secretaria asintió pidiéndole al sujeto que aguardara un momento a la espera de la notificación de aquella información. La rubia, que era la viva imagen de una de esas mujeres delgadas y esbeltas que se ven en las películas trabajando como secretarias en las grandes industrias, se levantó de su asiento caminando con sensualidad hasta perderse detrás de la inmensa puerta metalizada que se encontraba al fondo del lugar. El sujeto del traje oscuro me hizo señas para pedirme un poco de paciencia, cosa que no hizo mucho efecto en mi ánimo, pues para esas alturas yo era un completo manojo de nervios. No es que estuviera temerosa de lo que estaba por enfrentar, pero ciertamente encontrarse con el enigmático dueño de aquella empresa era algo con lo que no se comenzaba un típico primer día en cualquier otro trabajo.

Solo un par de minutos transcurrieron antes de que la secretaria volviera a salir de la oficina para dirigirse a nosotros.

―El señor Cavill está listo para recibirles.

El sujeto del traje oscuro asintió con un movimiento de su nariz que yo comenzaba a descubrir como recurrente en su gesticulación inconsciente. Me coloqué de pie cuando él me indicó que debíamos continuar nuestro camino. Avanzamos hasta llegar al lado de la secretaria que me miró como se mira a un error garrafal. Estaba más que claro que en ese ambiente de extrema elegancia y de corte empresarial mi conjunto casual y desenfadado discordaba bastante, ocasionando esa disonancia y mucho más si se comparaba mi pantalón y camiseta con el vestido superelegante que ella llevaba y mis botas deportivas con sus tacones de larga aguja. Su maquillaje era un poco excesivo, otro punto de contraste con mi aspecto de esa mañana, pues yo no había estado de ánimo como para maquillarme de más, sabiendo que mi trabajo iba a consistir en barrer y trapear.

Quise abrir la boca y corresponder ese gesto de su cara de ricachona soberbia, pero sabía que era mi primer día, que estaba a escasos metros de la oficina del jefe y que realmente necesitaba ese empleo, por lo que debía tragarme cualquier incomodidad y sonreír ante todo.

Esperé a que el sujeto del traje oscuro llegara ante la puerta y que de manera sorpresiva mostrara un gesto caballeroso, para variar, permitiéndome ingresar primero a la oficina mientras que él sostenía la puerta abierta frente a mí.

Tomé una bocanada de aire y me introduje en aquel espacio desconocido y apremiante que me cortaba la respiración y me ponía la piel de gallina. Yo sabía bien frente a quien me iba a encontrar, su rostro estaba en las t***s de los diarios y de las noticias de farándula empresarial, era justo el hombre con el que había tenido un sueño húmedo la noche anterior.

Mi mirada se quedó obnubilada del ambiente futurista de aquel lugar cuya pared de fondo en su totalidad estaba construida con cristal, lo que permitía que se diera la impresión de tener una visión de trescientos sesenta grados a la plenitud de la ciudad colmada de rascacielos. Los pisos brillantes y el techo repleto de luminarias inteligentes ayudaban a contribuir a la ilusión de mostrar aquella oficina como un espacio mucho más grande de lo que ya de por sí era. Al final, casi junto a la pared de cristal, se encontraba un enorme escritorio, mucho más grande que el que recién había descubierto en la oficina del sujeto del traje de color marrón oscuro. Detrás del inmenso escritorio, sentado en una silla de respaldo alto, volteado hacia la pared de cristal, se encontraba el hombre joven más exitoso del mundo: Cristian Cavill. Él era un joven de menos de treinta años de edad que se había convertido en corto tiempo en el CEO más rico de todo el continente y uno de los empresarios con mejores proyecciones a futuro. Su nombre estaba ligado al deseo de muchas mujeres, pues por su apariencia parecía haber salido de una revista «picante».

Mi corazón comenzó a latir a prisa cuando entendí que estaba a punto de conocerlo en persona. El recuerdo de aquel sueño vino irremediablemente a mi memoria, por lo cual una sonrisa estúpida se me asomó en el rostro, pero con rapidez me apresté para tranquilizarme intentando mantener aún ese papel de mujer segura de sí misma.

La silla al fin se giró y mi rostro quedó iluminado por la visión de aquel par de cielos que el señor Cavill tenía en lugar de ojos. Su expresión era la misma de mi sueño al principio: Una mirada segura y controladora que no dejaba entrever ninguna emoción aparente, pero que tenía el poder de conminar a cualquier alma bajo el intenso poder de su voluntad.

Respire con esfuerzo cuando mi pechó sucumbió ante el embate de ese golpe de impresión. El señor Cavill, sin decir nada, se colocó de pie y comenzó a caminar hacia nosotros. Instintivamente, di un paso hacia atrás, pues recordando lo que había ocurrido en mi sueño, temí que me abordara en aquel mismo momento; sin embargo, él se dirigió al sujeto del traje con una pregunta rebosante de curiosidad:

― ¿Quién es ella? ―preguntó el CEO con una voz profunda y misteriosa que brotó de aquel par de labios sensuales que me dejaban sin respiración.

El sujeto del traje marrón me miró con un poco de confusión para luego responder la pregunta del Señor Cavill.

―Ella es la chica que vino por el contrato señor.

El CEO me miró con un gesto confundido e intrigado a la vez. Su mirada me recorrió de los pies a la cabeza con una determinación apabullante. Entonces sentenció:

―A ella no fue a quien yo solicite.

En ese instante la puerta detrás de nosotros se abrió, dejando frente a nosotros el rostro enfadado de aquella rubia a la que yo había manchado el vestido con café. La mujer hervía de furia cuando preguntó:

― ¡¿Dónde está el maldito contrato que yo debía firmar?!

El sujeto a mi lado me miró con cara de extrema confusión, entonces sentí que las consecuencias de mi primera metida de pata estaban a punto de estallarme en el rostro.

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