—Será lo mejor —musitó con la valija a su lado.—Aún no se cumple el plazo de quince días.—¿No? —espetó con ironía y ella asintió—. Se ve que el tiempo que pasamos juntos fue intenso, porque me parecieron años.—Alan yo lo siento.—Está bien, te acepto las disculpas. —Caminó hacia la entrada, ella lo siguió—. Pero eso no me hará cambiar de opinión.—No puedes quedarte un día más así tenemos tiempo de hablar.—Ya dije todo lo que debía decir, no tengo nada más que decir.—Pero yo sí tengo algunas cosas que me gustaría mencionarte.—Ya no quiero escucharte Milagros —espetó dolido—. Cada vez que conversamos discutimos, y no quiero eso. —Mordió sus labios—. Tenías razón cuando dijiste que no funcionaría.—Alan, el taxi ya ha llegado —espetó su hermano en la puerta.—Bien, ya me voy. Te deseo la mejor de las vidas.—¡Alan! —musitó ella con lágrimas en los ojos.ç—Adiós Milagros.El joven salió por la puerta detrás de su hermano. Milagros tardó unos segundos en reaccionar para salir en bus
Milagros arrancó el auto y salieron del estacionamiento del aeropuerto hacia la clínica donde solía atenderse para hacerlo por guardia. Llegaron al lugar y Sara pidió un médico porque la joven se había sentido mal de repente en los últimos minutos. La hicieron pasar a una oficina dónde le hicieron preguntas de rutina y el médico solicitó unos estudios de rutina para evacuar cualquier duda.Regresaron a la casa luego de pasar a una farmacia, la pintora no solo sentía malestar físico sino anímico y su amiga decidió quedarse con ella hasta que se recuperara. Supuso que la molestia podría deberse a la partida de Alan.—¿Quieres un té? —preguntó luego de sentar a la joven en el sofá.—No, no quiero nada, o sí, un poco de agua. —Se señaló la garganta—. Creo que tengo un poco de acidez. Traeme una de esas pastillas redondas para tomar.—No creo que esa pastilla te haga bien, puedo hacerte un poco de leche tibia para que se te pase.—No me gusta y lo sabes.—¡Oye! —Se sentó a su lado—. Creo q
Los días fueron pasando y Sara no tenía noticias de su amiga. Temía que tomara una decisión equivocada, pero sabía que con lo testaruda que era, sería imposible poder persuadirla de hacer lo correcto, al menos, bajo sus creencias. Por eso decidió ir hacia su casa y ver que su amiga no había hecho ninguna locura. La joven tocó el timbre esperando que la atendiera y estuvo un tiempo considerable en la puerta esperando, incluso, tocó varias veces. Cuando estaba por ir directo a la policía para hacer la denuncia, la puerta se abrió. —¡Santos cielos Milagros! —exclamó la representante al verla. Milagros estaba envuelta en una bata de toalla y la cabeza con otra. —Lo siento, estaba bañándome. Justo salía de la ducha cuando escuché el timbre, hice lo más rápido posible. —¿Puedo pasar o aún quieres seguir sola? —preguntó con dudas. —Si viniste hasta aquí, pasa. —Se corrió para que la joven lo hiciera. —¿Cómo estás? —inquirió finalmente dentro. —Estoy bien —espetó dubitativa. —Se te ve
—¡Atiende! ¿Qué esperas? —dijo con prisa. —¿No sé si quiera hablar con él? —No sabes para que te llama, quizás es importante. —Está bien. —Y dile lo que está sucediendo. —Cierra la boca —espetó luego de atender. —¿Me dices a mí? —preguntó el hombre del otro lado de la línea. —No, disculpa Alan. Estaba discutiendo con Sara. —Caminó hacía la sala. —Bien. Antes que nada… ¡Hola! ¿Cómo estás? —Estoy estupenda —respondió sin poder reprimir un tono irónico. —Me alegro, yo también estoy estupendo —mencionó apretando los dientes. —¿A qué se debe tu llamada? —Quería avisarte que ya está depositado, bueno, hace unos días, el dinero sobrante de la compra. —Ya sabía —espetó con frialdad. —No te he llamado antes porque estoy cubierto de trabajo, debo reorganizar la agenda con el nuevo proyecto. —No hace falta que me des explicaciones, Alan. —No estoy dándote explicaciones, estoy comunicándote porque no llamé antes —espetó subiendo la voz. —No es necesario que grites, tengo el auricu
—¡Qué! —exclamó espantada—. Eso no es posible.—No es común, pero sucede más de lo que te lo imaginas.—Pero mi embarazo no fue mediante inseminación artificial.—Los embarazos múltiples también no son habituales, pero suceden.—¿Está intentando decirme que tendré dos bebés, no uno? —Abrió grandes los ojos.—Es correcto —respondió sonriente.—No, eso no puede ser real. —Milagros se bajó la blusa y se levantó sin ser limpiada por la obstetra—. No quiero saber nada de esto, un bebe estaba bien. Pero dos… —Tomó su bolso de la silla.—Espera Mili —espetó su amiga al verla salir— ¡Lo siento, doctora! —Se disculpó con la mujer presurosa.—Descuida, luego que se comunique para una nueva cita, en unas dos o tres semanas.—Perfecto, le diré. Debo irme si quiero alcanzarla.—Claro, que tengan un buen día.Sara salió a toda prisa del consultorio bajó la mirada inquisitiva de las madres que estaban esperando en la sala. La joven sintió vergüenza y tenía más ganas de matar a su amiga que de auxili
Los días fueron pasando y el vientre de Milagros comenzaba a abultarse. Tenía casi cinco meses de embarazo cuando tuvo una exposición que duraría quince días en Madrid, para ella fue un alivió estar lejos de la casa que no paraba de recordarle a Alan por unas semanas. Su representante había alquilado un pequeño departamento en la zona más céntrica de la ciudad. La mañana previa al evento se encontraba muy nerviosa.—Saldrá todo bien, Mili —espetó su amiga mientras preparaba la cena.—¿Y qué pasa si no? —preguntó nerviosa, mientras caminaba de un lado al otro.—Te puedes sentar —sugirió risueña—. Si sigues caminando harás un hoy tan grande que terminarás en el apartamento inferior. —Carcajeó.—No puedo sentarme, estoy muy alterada.—Sí no te calmas, les harás mal a los bebés. Ellos no saben que esta pasando, pero lo sienten.—¡Ay Sara! —protestó y se detuvo—. No me pongas peor.—¿Cuál es tu gran dilema? —preguntó deteniendo su tarea para verla.—Que la exposición sea un fracaso, nunca
—Porque tengo novia y estoy muy enamorado.—¿En serio? —preguntó curiosa—. No hubiese pensado nunca que tendrías novia.—¿Luzco como alguien que pueda tener novio? —Carcajeó.—No, imaginé que eras soltero.—¿Y por qué has pensado en eso?—Porque una persona que se para a hablarle a otra desconocida y le invita un café, no puede estar con alguien.—¿Por qué no? —preguntó confundido y se dio cuenta enseguida—. ¿Crees que estoy flirteando contigo?—¡Lo siento! Soy una estupida —espetó avergonzado bajando la mirada.—Veo que no te invitan mucho a tomar café —comentó sonriente.—Siendo sincera no, después de mi última relación, me he vuelto bastante ermitaña.—Te refieres al bebe de los mellizos.—No, de la relación que te hablo han pasado varios años. Ahora solo me dedico a pintar.—Y hacer bebes —agregó arqueando una ceja.—Lo que sucedió con estos bebés fue un…—¿Equivocación? —preguntó elevando las cejas.—No puedo decir que fueron un error, estoy feliz de que estén en mi vida y aún no
La semana recién comenzaba y Alan jugaba con la lapicera entre sus manos, mientras veía por la ventana con la mente en blanco, o quizás en ella. Nunca en su vida había creído que podía enamorarse de una forma tan intensa, en tan poco tiempo de alguien, y sobre todo cuando esa mujer era tan peculiar en su forma de ser y carácter como Milagros. Desde que había llegado a Alemania no podía dejar de pensarla, se sintió tentado en reiteradas ocasiones en llamarla, pero al final no lo hacía.—¡Alan! —escuchó una voz femenina desde la puerta de su oficina.—¿Qué sucede? —preguntó taciturno volteando a ver a la joven.—Están esperándote en la sala de juntas para confirmar el nuevo plan del hotel en Barcelona.—¡De acuerdo! —Soltó la lapicera—. Diles que estaré en diez minutos y que empiecen sin mí.—Muy bien.La joven se retiró y él recargó sus antebrazos sobre el escritorio que tenía frente a él tomando el móvil entre sus manos. Revisó los mensajes y no había nada nuevo, luego fue a la bandej