Los hermanos Müller verían al detective al día siguiente, así que esa tarde era solo para ellos. Visitaron la Torre de Londres, caminaron hacia el otro lado el río Walbrook, y vieron el Palacio de Winchester, visitaron el Sky Garden y finalmente agotados regresaron al hotel. Sin duda, Alan descansaría toda la noche por lo mucho que caminaron con su hermano, aunque el detective no tenía los mismos planes, quien llamó cuando ellos pusieron un pie en la habitación, indicándoles que pasaría a recogerlos en cuarenta minutos porque sabía donde estaría esa noche el abogado de su abuelo.Tras ambos darse una ducha rápida, esperaron en la entrada del
—Sí —espetó con pesar—. Lamentablemente el testamento del abuelo fue modificado.—¡Esto no puede estar pasando! —expresó quebrado—. ¿Por qué no nos dijo nada?—Posiblemente no lo hizo porque sabía que no lo dejaríamos —espetó su hermano.—Esa casa significaba todo para nosotros —musitó dolido.—Lo sé, Alan. —Su hermano se acercó para contenerlo palmeando su espalda—. Quizás el abuelo nos quiso dar una última lección al irse diciendo que lo material no es lo importante.—Y dándole la oportunidad a alguien más de disfrutarla —agregó el abogado.—No lo puedo creer —musitó abatido.—Yo tampoco, pero fue la voluntad del abuelo —mencionó su hermano.—¿Qué hay del dinero? ¿Dónde lo tienes? —inquirió mirando a Ricardo.—En una valija dentro del armario en la habitación.—¿Por qué no lo depositaste? —interrogó Alan.—Porque no podía justificar tanto dinero. Mi amigo y su mujer me ayudaron a cruzarlo hacia Inglaterra.—Eso no te corresponde, Ricardo. ¿Lo sabes, verdad? —comentó Logan.El hombre
—No te estoy mintiendo —masculló el arquitecto.—Creo que debo dejarlos solos —comentó Logan—. Estaré en la cocina.—Eres una infantil —agregó Alan cuando estuvieron solos.—Y tú eres un soberbio —insultó ella.—Acaso no podías haber esperado a hablar conmigo para que te explicara.—No necesitaba explicación para algo tan obvio.—Ni siquiera sabes por qué lo escribí o en qué contexto. —Vio los muebles una vez más—. Dañaste propiedad ajena. —Secó algunas lágrimas que se derramaron de sus ojos.—Estaba enojada. —Se excusó encogiéndose de hombros.—Tú sabías bien lo que significaba mi abuelo en mi vida, lo que hiciste no tiene perdón.—¡Lo siento!—No sirve de nada que lo sientas, ya arruinaste todo lo que me quedaba de mi abuelo. —Se sentó en el pasto respiración con dificultad.—¿Estás bien? —preguntó preocupada.—Claro que no estoy bien —vociferó sin mirarla—. Tenía intenciones de devolverte parte del dinero de más que te han quitado, y tú me recibes así.—¿De qué hablas? —preguntó co
—Será lo mejor —musitó con la valija a su lado.—Aún no se cumple el plazo de quince días.—¿No? —espetó con ironía y ella asintió—. Se ve que el tiempo que pasamos juntos fue intenso, porque me parecieron años.—Alan yo lo siento.—Está bien, te acepto las disculpas. —Caminó hacia la entrada, ella lo siguió—. Pero eso no me hará cambiar de opinión.—No puedes quedarte un día más así tenemos tiempo de hablar.—Ya dije todo lo que debía decir, no tengo nada más que decir.—Pero yo sí tengo algunas cosas que me gustaría mencionarte.—Ya no quiero escucharte Milagros —espetó dolido—. Cada vez que conversamos discutimos, y no quiero eso. —Mordió sus labios—. Tenías razón cuando dijiste que no funcionaría.—Alan, el taxi ya ha llegado —espetó su hermano en la puerta.—Bien, ya me voy. Te deseo la mejor de las vidas.—¡Alan! —musitó ella con lágrimas en los ojos.ç—Adiós Milagros.El joven salió por la puerta detrás de su hermano. Milagros tardó unos segundos en reaccionar para salir en bus
Milagros arrancó el auto y salieron del estacionamiento del aeropuerto hacia la clínica donde solía atenderse para hacerlo por guardia. Llegaron al lugar y Sara pidió un médico porque la joven se había sentido mal de repente en los últimos minutos. La hicieron pasar a una oficina dónde le hicieron preguntas de rutina y el médico solicitó unos estudios de rutina para evacuar cualquier duda.Regresaron a la casa luego de pasar a una farmacia, la pintora no solo sentía malestar físico sino anímico y su amiga decidió quedarse con ella hasta que se recuperara. Supuso que la molestia podría deberse a la partida de Alan.—¿Quieres un té? —preguntó luego de sentar a la joven en el sofá.—No, no quiero nada, o sí, un poco de agua. —Se señaló la garganta—. Creo que tengo un poco de acidez. Traeme una de esas pastillas redondas para tomar.—No creo que esa pastilla te haga bien, puedo hacerte un poco de leche tibia para que se te pase.—No me gusta y lo sabes.—¡Oye! —Se sentó a su lado—. Creo q
Los días fueron pasando y Sara no tenía noticias de su amiga. Temía que tomara una decisión equivocada, pero sabía que con lo testaruda que era, sería imposible poder persuadirla de hacer lo correcto, al menos, bajo sus creencias. Por eso decidió ir hacia su casa y ver que su amiga no había hecho ninguna locura. La joven tocó el timbre esperando que la atendiera y estuvo un tiempo considerable en la puerta esperando, incluso, tocó varias veces. Cuando estaba por ir directo a la policía para hacer la denuncia, la puerta se abrió. —¡Santos cielos Milagros! —exclamó la representante al verla. Milagros estaba envuelta en una bata de toalla y la cabeza con otra. —Lo siento, estaba bañándome. Justo salía de la ducha cuando escuché el timbre, hice lo más rápido posible. —¿Puedo pasar o aún quieres seguir sola? —preguntó con dudas. —Si viniste hasta aquí, pasa. —Se corrió para que la joven lo hiciera. —¿Cómo estás? —inquirió finalmente dentro. —Estoy bien —espetó dubitativa. —Se te ve
—¡Atiende! ¿Qué esperas? —dijo con prisa. —¿No sé si quiera hablar con él? —No sabes para que te llama, quizás es importante. —Está bien. —Y dile lo que está sucediendo. —Cierra la boca —espetó luego de atender. —¿Me dices a mí? —preguntó el hombre del otro lado de la línea. —No, disculpa Alan. Estaba discutiendo con Sara. —Caminó hacía la sala. —Bien. Antes que nada… ¡Hola! ¿Cómo estás? —Estoy estupenda —respondió sin poder reprimir un tono irónico. —Me alegro, yo también estoy estupendo —mencionó apretando los dientes. —¿A qué se debe tu llamada? —Quería avisarte que ya está depositado, bueno, hace unos días, el dinero sobrante de la compra. —Ya sabía —espetó con frialdad. —No te he llamado antes porque estoy cubierto de trabajo, debo reorganizar la agenda con el nuevo proyecto. —No hace falta que me des explicaciones, Alan. —No estoy dándote explicaciones, estoy comunicándote porque no llamé antes —espetó subiendo la voz. —No es necesario que grites, tengo el auricu
—¡Qué! —exclamó espantada—. Eso no es posible.—No es común, pero sucede más de lo que te lo imaginas.—Pero mi embarazo no fue mediante inseminación artificial.—Los embarazos múltiples también no son habituales, pero suceden.—¿Está intentando decirme que tendré dos bebés, no uno? —Abrió grandes los ojos.—Es correcto —respondió sonriente.—No, eso no puede ser real. —Milagros se bajó la blusa y se levantó sin ser limpiada por la obstetra—. No quiero saber nada de esto, un bebe estaba bien. Pero dos… —Tomó su bolso de la silla.—Espera Mili —espetó su amiga al verla salir— ¡Lo siento, doctora! —Se disculpó con la mujer presurosa.—Descuida, luego que se comunique para una nueva cita, en unas dos o tres semanas.—Perfecto, le diré. Debo irme si quiero alcanzarla.—Claro, que tengan un buen día.Sara salió a toda prisa del consultorio bajó la mirada inquisitiva de las madres que estaban esperando en la sala. La joven sintió vergüenza y tenía más ganas de matar a su amiga que de auxili