Capítulo 38

—Averigüé el paradero del abogado del abuelo.

—¿Lo dices en serio? —inquirió emocionado.

—Sí, ya nuestros abogados se están encargando del proceso. Recuperaremos el dinero, y se lo podremos devolver a su dueña.

—No, no lo haremos —dijo determinante.

—¿Cómo?

—Qué no lo haremos, ese dinero es nuestro.

—¿Pero no querías la casa para poder montar el hotel?

—Lamentablemente no pudo darse, me dijeron que no.

—¡Demonios! —masculló el menor—. ¿Y ahora qué harás? Podemos buscar otros inversionistas.

—Ya no quiero hacer nada en esta casa.

—¿Te enamoraste? —inquirió su hermano.

—Estoy loco y perdidamente enamorado de esa mujer —espetó avergonzado—. No sé que me hizo, pero no puedo dejar de pensarla —agregó mordiendo las palabras—. A veces es tan… desesperante —bufó, acción que hizo reír a su hermano—. Pero me encanta.

—¡Vaya! No lo hubiese imaginado. —Su hermano se levantó para ir a la nevera—. ¿Y ella?

—¿A qué te refieres?

—¿Qué siente ella por ti? ¿O todavía no han hablado de eso?

—Me ha dicho
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