El agua aún cae sobre mí, pero tan metido en mis recuerdos, no soy consciente de nada. Me duele el alma con solo volver a revivir la sensación de pérdida que me llenó.
Por más que lo pienso, no comprendo, todo estaba bien. Entre nosotros hubo muchos vacíos luego de haber dejado la relación formal, pero supimos obviarlos mientras nos veíamos a escondidas. De ingenuo creí que ella no se veía con alguien más, pensé que la separación era resultado de sus miedos. Yo era un picaflor, un casanova sin remedio, hasta que ella llegó. Pensé que su inseguridad la había llevado a tomar la drástica decisión, pero no fue así. Ella se veía con otro, a la vez que yo creía que ella era la ideal. La única.
La decisión de anular el matrimonio fue instantánea. No es que tuviera razones para dudar, ella lo dejó muy claro. Estaba embarazada de otro y pretendía hacerme pasar por bobo, haciéndome creer que podía ser mío. Me dolió horrores asumir que fuera capaz de hacer eso; tal vez si hubiera sido sincera, pero me utilizó, me defraudó. Y la odio por ello.
Justo ayer me llegaron los documentos oficiales para solicitar la anulación. Aún siguen dónde mismo, en la mesilla de noche al lado de mi cama. Cada poco tiempo miro el sobre color manila para verificar que nada es un mal sueño. Todavía no me animo a firmar nada, incluso con el malestar que siento al imaginar lo que hubiera sido de mi vida de ella no haberme dicho la verdad.
Tal vez ahora estuviera feliz en mi ignorancia, disfrutando de nuestra luna de miel, totalmente ajeno a sus planes. Por momentos, mi dignidad se tambalea y me veo pensando en que la m*****a sinceridad de Mary hubiera estado bien de no importunar; pero reacciono a tiempo y recupero mi orgullo. Nada justifica que me engañara y, a la larga, hubiera sido un problema mayor.
Salgo de la ducha con el cuerpo entumecido, los brazos y las piernas me tiemblan de mantener mi peso, todo el rato de pie, recostado a la pared. Me envuelvo con la toalla sin secar del todo mi cuerpo y salgo del baño. Me espera un cuarto oscuro. Miro por la ventana y me sorprendo al ver que ya se hizo de noche. Casi tres horas estuve bajo esa ducha.
Al momento, me molesto conmigo mismo, con mi poco autocontrol. No se supone que mi vida siga girando a su alrededor, que siga perdiendo mi tiempo pensando en quien no lo merece.
Me siento en la cama, por el lado de la mesilla que sostiene el tan importante documento. Lo tomo entre mis manos y dudo, otra vez. No tengo claro por qué me cuesta tanto asumir que esto es lo único que me une a ella. Cuando firme, seré libre. Libre de ella y de sus mentiras.
Y eso lo que quiero, ¿verdad?
«Claro que sí», tengo que convencerme que es el único camino a seguir.
Abro el sobre y leo su contenido; las manos me tiemblan, pero me mantengo firme, solo necesito firmar. Busco una pluma y sin más dilación, plasmo mi firma en cada uno de los espacios requeridos.
Ahora solo falta que sea ella quien termine el trámite.
(...)
Tres meses después...
—Pues, si lo desea, es bienvenido a trabajar con nosotros. Será todo un placer contar con tan excelente especialista en nuestro team —comenta el hombre junto a mí.
Estoy en un restaurante, almorzando junto a un colega de profesión, que me está haciendo una increíble oferta de trabajo.
—Solo déjeme pensarlo. Es una importante decisión —respondo, con sinceridad. Y, aunque sé que debería estar gritando de emoción, mis ánimos no son los mejores.
—Entiendo, esperaremos su decisión. Solo quiero que sepa que es una grandiosa oportunidad, pero tiene límite de tiempo. Hay varios especialistas que están interesados. No pierda la posibilidad —dice y, aunque parece chantaje emocional, sé que no lo hace con esa intención.
El Special Medical Center, es de los mejores del país. Trabajar ahí sería un salto inmenso en mi carrera. No se espera que dude, pero me cuesta.
—Lo sé. Es la oportunidad que he estado esperando desde que me especialicé, pero son motivos personales los que me hacen dudar —respondo e intento justificarme—. En cuanto tenga una respuesta, se la hago llegar.
El hombre, que resulta ser el director de la clínica, asiente con comprensión, nos despedimos con un apretón de manos y la promesa de que lo pensaré muy bien. Me quedo un rato más y pido una cerveza, para aliviar mis penas como lo he estado haciendo últimamente.
—Es muy temprano para beber —reclama Aiden mientras toma asiento a mi lado.
—En algún lugar ya pasan de las cinco —devuelvo, en lo que me doy otro trago largo y levanto mis hombros, despreocupado.
—Pff, no me jodas, Leo. Ya basta —continúa Aiden, insistente.
—Si viniste a hacerme compañía, eres bienvenido. Si no, puedes irte al diablo —sigo, testarudo, en lo que termino la cerveza y pido otra.
Cuando la camarera se acerca Aiden le hace una señal para que desestime mi pedido. Ruedo los ojos, irritado con su presencia.
—No soy un niño, Aiden...
—Pues no actúes como tal —interrumpe y en su expresión se le nota la molestia que siente por mis actos—. Sé lo que estás pasando, Leo, pero no vale la pena que pierdas tu tiempo así. No lo merece. Ya han pasado tres meses. Por favor, es hora que aprendas a vivir con esto.
—Y lo dices tú, que llevas media vida enamorado de mi prima. No molestes, Aiden. Tú mejor que nadie sabes que no es tan simple. —Frustrado, apoyo mis codos en la mesa y tapo mis ojos.
Es asfixiante vivir así. Con el recuerdo de todo lo que fue, de lo que pudo haber sido, pero que nunca resultará. Ya no.
«Y duele».
Ahogo un suspiro, no quiero parecer débil delante de nadie; pero Aiden me conoce y me mira con ojos comprensivos.
—Vete de aquí, Leo. Vete lejos —murmura y yo levanto la mirada, confundido—. Fui yo el que te propuso para ese programa. Aprovecha la oportunidad. Vete y no mires atrás, por un buen tiempo.
Me quedo pensando en sus palabras. Durante unos segundos me molesta que piensen y decidan por mí, pero luego rectifico y acepto que es lo mejor. Y le agradezco en el alma que me ayude de esta forma.
En un segundo, tomo la decisión, aceptaré la propuesta y me iré lejos; a la ciudad. Mi familia entenderá mi decisión, aunque nunca conozcan mis verdaderos motivos, apoyarán lo que sea que yo decida. Al fin y al cabo, es mi superación profesional la que se verá favorecida.
—Gracias, Aiden —exclamo, con voz baja. Él responde golpeando mi hombro, en un gesto varonil de comprensión. Intento cambiar de tema, para mejorar mis ánimos—. ¿Cómo te va con mi prima? Por fin ayer se dignó a decirle a todos. Era un secreto cantado a voces.
Al hablar de Maddie, Aiden sonríe; como si el Sol entero se viera reflejado en su mirada, o en la de Maddie, para el caso. Pasamos el rato hablando de su relación, sonreímos y nos emocionamos con cada palabra dicha. Disfrutamos de nuestra amistad, como siempre hemos hecho.
Cuando salimos del restaurante llevo conmigo la fiel convicción de que tomé la mejor decisión posible.
»Ya firmé los documentos, eres libre otra vez.Releo el mensaje y aún no logro distinguir qué es lo que siento. ¿Dolor por su engaño? ¿Nostalgia por su ausencia? ¿Rabia? Por su altanería al mandar ese mensaje, como si el culpable de todo fuera yo, como si existiera otra solución que no sea esa.Ella nos trajo hasta aquí. No creo que espere otra cosa de mí.Temprano en la mañana dejé los documentos en su casa, con una nota solicitando su firma y enumerando los siguientes pasos del proceso. Estoy seguro que ella los seguirá al pie de la letra, porque sabe que no habrá vuelta atrás.En estos tres últimos meses, la espera de los documentos confirmando motivos accesibles para la nulidad del matrimonio, fue horrible y devastadora. Pensar en Mary como mi esposa y recordar su embarazo con otro hombre, me estaban provocando
POV: MaryGuardo mi teléfono luego de enviar el mensaje a Leo. Me cuesta mucho siquiera pensar en lo que su vida será a partir de hoy. Sin mí. Leo siempre ha sido mujeriego, un picaflor, pero yo tuve claro desde el inicio que el amor que me profesaba era sincero. Sus ojos verdes brillaban como esmeraldas cuando, por uno u otro motivo, estábamos juntos.Ahora todo cambiará. Volverá a ser el Leo de siempre. El que se entrega a todas las mujeres, pero no se queda con ninguna.Sentada en la ventana de mi cuarto, recostada en el marco y abrazada a mis rodillas, miro hacia al frente, al mar azul cerúleo, sin ver realmente. Recordando cada segundo, cada minuto, cada día, en los que fui feliz. En los que me sentí amada. Cuando todavía no era consciente de lo que el sufrimiento podía ocasionar en mí.El suplicio que llevo por vida, me sobrepasa. En algún momento pensé
POV: Leo.«No me gusta la ciudad».Es lo primero que pienso al ver tanto ajetreo a mi alrededor. Es hermosa, eso no lo puedo negar, pero me parece que me costará mucho tiempo y trabajo acostumbrarme a esta vida de constante actividad.Mientras estudié la carrera, vivía el diario de otra forma. Era una ciudad principal también, pero al ser estudiante, mis días los pasaba en la universidad o de fiesta en fiesta. Nada que ver con responsabilidad o mantener una casa, un trabajo.Ahora, de un día para otro, decidí que sería independiente. No es que sea un mantenido de la vida, solo que por años pensé que mi futuro lo desarrollaría al lado de mi familia, en mi pueblo. Y no llevo ni cuarenta y ocho horas aquí y ya me aturde tanta revolución. Tanto en mi interior, como en el insistente ruido de la ciudad.El apartamento donde me instalé, es solo un
POV: Leo.Mi vida continúa. Intento sobrevivir a un modo de vida que ya no deseaba, pero al que debo acostumbrarme nuevamente. Aunque no me guste el camino que tengo que seguir, debo hacerlo, mi bienestar depende de eso.Mujeres, sexo, alcohol. Más mujeres. Más sexo.Mi rutina se ha vuelto bastante repetitiva desde que llegué a esta ciudad. Además de que no hay noche que, por propia terapia, no visite un bar o una discoteca, la vida laboral está propiciando que las resacas y los arrepentimientos del día siguiente, pasen desapercibidos. Sencillamente porque no estoy trabajando.Un pequeño problema logístico paralizó el funcionamiento del conjunto de clínicas especializadas, propiedades de mi nuevo jefe, a lo largo de todo el país. Por lo que me han ofertado unas vacaciones, incluso, sin haber comenzado del todo.Por un lado, puedo aprovechar el tiempo y conseguir un
POV: Leo.Un ruido insistente me despierta. Gruño con exasperación mientras me giro boca abajo y tapo mi cabeza con la almohada. Intento soportar el constante sonido, pero un dolor sordo me atraviesa el cráneo.—Jodeeeer... —bufo, con rabia contenida. Busco el origen de mis recientes molestias, pero no lo encuentro.Deja de sonar, por lo que siento alivio por unos pocos segundos, hasta que vuelve a la carga nuevamente. Ya un poco más despierto, caigo en la cuenta que es mi teléfono el que suena. El tono movido me hace reaccionar. Ruedo por la cama, moviéndome hacia el otro lado, donde veo a duras penas la luz del teléfono pestañear.Lo tomo entre mis manos y enfocar la vista en el pequeño aparato me cuesta trabajo. Achico mis ojos para que el reflejo sea menor, pero igual siento como si un rayo me atravesara la cabeza.«Maldita resaca», maldigo entre dientes, jus
POV: Leo.Cierro la puerta sintiéndome extraño, esa chica me produce sentimientos encontrados y eso, es algo que no esperaba sentir tan pronto. Sacudo la cabeza para enfocarme en Maddie y la veo recorriendo la casa, admirada, casi con la boca abierta cuando se acerca a los amplios ventanales de cristal que decoran el salón.—Está hermosa. Me encanta —exclama, mirándome emocionada.—La verdad es que sí. Tuve mucha suerte al encontrarme con esta oferta tan buena —digo, casi sin creer que ya sea dueño de tan increíble apartamento.Pasamos el rato, Maddie entra a cada habitación y yo sigo sus pasos. No hablamos de lo que nos preocupa, solo de algún detalle que nos llama la atención o que deseamos halagar. Intentamos alargar el momento en que soltemos todo lo que llevamos dentro.—¿Cuándo te mudas? —pregunta Maddie, para interru
POV: Leo.Cerca de las nueve de la noche el mismo guardia sube a entregarme la invitación al evento. Pensé que demoraría más, teniendo en cuenta que la asistente del doctor Parker tuvo que llamarme para pedirme la dirección de mi apartamento. Pero me sorprendió mucho que él mismo subiera, en vez de mandarme a llamar.El sobre que me entrega, a la larga se observa que es bien elegante. Con cuidado, lo abro y saco la tarjeta que lleva dentro.Invitación especial a:Evento benéfico para la recaudación de fondos de la fundación "MIA" para víctimas de violencia. La conferencia será impartida por la presidenta de la fundación, Jeanne Jhonson. Lugar: Hotel y Resort "Bustamante" en Riviera Maya.La fina caligrafía es muestra de opulencia y prueba de que, detrás de este evento, hay mucho dinero e
POV: Leo.La conferencia termina y yo estoy emocionado. Es difícil escuchar tales hechos y situaciones y no sentir que debemos hacer mucho más. Soy consciente de todas las carencias de la sociedad cuando de estos temas se trata. Muchos justifican la violencia física, el maltrato y el abuso, cuando en realidad, nada es motivo suficiente para hacerlo. Las mujeres, tienen derechos, al igual que los hombres. Y nada determina que alguna merezca más reconocimiento o no. Solo que se les respete de igual forma.Siento mucho coraje, pero a la vez, creo que es bueno que al menos existan fundaciones de este tipo. Las cuales intentan, a partir de experiencias cercanas, corregir estas situaciones aberrantes en la sociedad. Cada día de trabajo, es una batalla ganada en esta guerra.La chica de la conferencia, a quien presentaron como la presidenta de la fundación "MIA", agradece la asistencia de todos y, en especial, reconoce la parti